El verano en el 4 de Privet Drive no podía ser más aburrido y a la vez más tormentoso. No recibía gran cosa por parte de sus mejores amigos y su padrino; solo unas cuantas líneas en pergamino preguntándole como estaba y advirtiéndole no salir de la casa, recordándole constantemente los peligros que corría sobre todo ahora que Voldemort había regresado.
Como si él no lo supiera y no fuera ya lo suficientemente consciente de ello, siendo que lo vio regresar, que presenció su regreso aquella fatídica noche, la misma noche en la que vio a sus padres a través del Finite incantatem, presencio como el traidor de Colagusano se humillaba una vez más por temor, la noche en que fue testigo de cómo le era arrebatada la vida injustamente a Cedric Digori sin posibilidad a defenderse y todo era su culpa.
Una vez más alguien moría y todo por su culpa, otra vez más no pudo evitarlo.
Últimamente se sentía tan culpable, tan triste, pero sobre todo se sentía tan solo. Como si todos se hubiesen olvidado de él y a nadie le importara, quizás así era; porque pese a mantener contacto con el mundo mágico, no podía evitar notar que le ocultaban algo. Ron no lo había invitado a pasar el verano en la madriguera como otros años y aunque odiara admitirlo se sentía desplazado, hace unos días le había llegado una carta de Ron contándole que pasarían el verano en casa de unos parientes y no podía invitarlo ese año a su casa.
Harry no le había reclamado comprendía sus motivos, después de todo… ¿Quién era el para reclamarle algo? Los Weasley merecían pasar el tiempo que quisiera en familia y si no querían invitarlo pues…no le veía el problema pensando lógicamente.
Estaba devastado. Las pobres excusas de cartas que le habían enviado ese verano en donde se podía leer las mismas frases repetidas en las cartas como: "no salgas de casa" o "no te metas en líos y ten cuidado" junto con la falta de información sobre Voldemort le molestaban continuamente. No podía evitar pensar que si no había actuado aún debía ser porque planeaba algo…algo muy malo y eso lo frustraba lo hacían sentirse pequeño e impotente al chico de anteojos y revuelto cabello azabache.
Sintió un gélido aire que le erizo los bellos de la nuca, se levantó de un salto de la acera, miró a su alrededor alarmado; no había señal de vida en el parque, pero no podía estar seguro. Lentamente comenzó a caminar a la casa escuchando en su mente las advertencias de Hermione, Ron y Sirius, las cuales había ignorado olímpicamente en el momento que abandono la casa. Bueno, tampoco es que ellos se puedan enterar de lo que había hecho ¿o sí?
El frío aumento, el aire se volvió más denso y la poca luz del día que quedaba desapareció de golpe; miro el cielo, lo que antes había tomado por nubes no eran otra cosa más que dementores acercándose a él a gran velocidad.
Con varita en mano se alejo corriendo del parque, cada vez podía sentir su respiración en su cuello más cerca amenazándolo continuamente, horribles sentimientos de sufrimiento, desolación, miedo lo invadieron tomando fuerza de su autocontrol e invadiéndolo cada vez más fuerte. Aun quedaba mucho para llegar a su "casa" por más rápido que corriera, se negaba a hacer magia a no ser que estuviese en una situación sin salida o de lo contrario lo expulsarían de Hogwarts y eso sería la guinda de la torta con todo lo ocurrido.
-¡Aaahh! ¡¿Qué es eso?! Alguien ayúdeme- alcanzo a escuchar el grito ahogado de una niña desesperada, se escuchaba lejano como si estuviera dentro de algún lugar; distraído volteo rápidamente.
Topándose cara a cara con un dementor que lo alcanzaba, estaba casi encima de él, pero lo que le llamo la atención no fue eso, sino, que la cara de sufrimiento que mostraba el rostro de una niña de cabello negro y las lagrimas que corrían por sus mejillas. Estaba tirada en el suelo a unos metros de la plaza dentro de un enorme tubo de concreto que usaban de banca o de pista en el caso de los atletas, dos dementores la atacaban arrebatándola su felicidad y buenos pensamientos.
No lo pensó dos veces y sacó la varita con decisión.
-¡Expecto Patronum!
Una débil voluta plateada emergió de la punta de su varita, alejando unos pocos centímetros al dementor que se encontraba más cerca. ¡NO! Pensó con desesperación, concéntrate ¡vamos! ¡Concéntrate! Decía una y otra vez en su mente reprendiéndose por ser tan inútil en esta situación.
-No, no por favor no-el apenas audible gemido de la niña lo hizo reaccionar; se había desplomado en el suelo ni apenas acabo de pronunciar esa frase. No tenía mucho tiempo.
-¡EXPECTO PATRONUM!-vociferó con toda la energía que tenia, el ciervo plateado no tardo en surgir de su varita en su ayuda y arremeter contra el dementor que comenzaba a atacarle, en cuanto se vio libre, guió al ciervo en dirección de la niña. No tardaron en desaparecer tras el resplandor del ciervo. Pero eran muchos, comenzaron a llegar más y más, atraidos silenciosamente por la desesperación que emanaba de los adolescentes y el sufrimiento que han cargado en su corta vida.
Harry no pudo resistir por mucho tiempo más, su patronus perdía fuerzas a una velocidad vertiginosa, sus fuerzas comenzaban a menguar, cuando vio un enorme perro plateado junto con una gacela y un lobo corriendo a toda velocidad hacia ellos. Las fuerzas le fallaron y unos ojos grises preocupados hablándole palabras que no podía entender fue lo último que sintió antes de que todo se volviera negro.
