Disclaimer:
Twilight y sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer. En este primer capìtulo se incluye un poema de Pablo Neruda que se considera de dominio pùblico.
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Lugares en el tiempo
Capitulo 1. Primer encuentro con Forks
Uno debe acostumbrarse a todo en la vida... especialmente a lo inevitable y a lo probable hacerse a la idea.
Estas son las palabras que recordaba mientras me acercaba a mi destino; sin embargo, el reacostumbrarse a algo es muy diferente, por lo menos cuando era algo que no resultó placentero la primera vez, y el frío era algo a lo que me había ... desacostumbrado por demasiado tiempo como para tener la expectativa que mi reencuentro con él sería agradable. Mis intentos de enfrentar el frío siempre habían resultado inútiles por ser esporádicos. Nunca hacía frío en Phoenix por suficiente tiempo como para que me representaran otra cosa que un día de desajuste.
Sabía que al llegar a mi destino me vería obligada a ponerme la ropa que traía en la mochila, mi única bolsa de mano en el avión. Había tratado de alargar un poco la calidez del lugar de despegue, o al menos la ilusión, por lo que decidí no arroparme apropiadamente hasta que me resultara necesario.
En cuando salí del avión mis ojos escaneáron el lugar en busca de Charlie, mi padre, que me recogería, y al no verlo me alegré de tener un minuto para intentar asimilar el ambiente del lugar donde estaba ahora; de la manera en que uno trata de asimilar un cambio de luz enfocando los ojos. El arribo anticipado del avión me había dejado unos minutos libres y fui al baño y después de refrescarme del ambiente del avión me la pasé caminando al lado un ventanal viendo el paisaje que se alcanzaba a ver desde ese punto, tratando de recordar como se sentía verlo desde ahí, sin estar dentro de él todavía.
Cuando al fin llegó Charlie, sin ser efusivo, me dio un abrazo de bienvenida y me preguntó por el viaje e hizo las preguntas de costumbre a alguien que se tiene tiempo de no ver. En realidad no era necesario que hubiera venido hasta acá, mis maletas no eran tanto como para no hallar la forma de llegar a casa en un taxi; sin mencionar que sería incómodo para ambos no saber que decir. Al menos podría recurrir a las preguntas de rescate sobre los pocos conocidos de su trabajo que recordaba su nombre; pero estas preguntas no fueron necesarias, no porque no hubiéramos hallado un tema de conversación, sino porque al parecer ambos entendimos que éramos de las personas a las que no les disgusta el silencio. Me despreocupé incluso de tener que recordarme que no estaba sola y que debía poner atención y comportarme debida según ese conocimiento, como solía hacerlo cuando estaba acompañada prefiriendo estar sola, lo cual sucedía de manera constante... según mi madre, con demasiada frecuencia.
Una de las mayores preocupaciones de ella eran precisamente mis compañías, o más bien, la falta de ellas, por lo que había tenido que encontrar la dosis adecuada de socialización para tranquilizarla y al mismo tiempo que resultara aceptable para mí, incluso agradable.
Aunque Charlie y yo intercambiamos algunas frases no forzadas por el trayecto la mayoría fue de un silencio contemplativo. Trataba de observar el camino y de recordarlo un poco, aunque sabía que recordarlo un poco era todo lo que lograría, ya que soy capaz de perderme a dos cuadras de mi propia casa y resulta embarazoso no ser capaz de guiar a alguien hasta ella; pero al poco rato me hallé solo contemplando el paisaje, ya tendría tiempo de intentar recordar los caminos. Supuse que en un lugar tan pequeño no tendría que manejar tanto para corregir la ruta, así que no sería tan difícil llegar finalmente a mi destino aunque me perdiera la mitad del tiempo... aunque sí sería más notorio.
A excepción del frío, me sorprendió estar tan a gusto durante el trayecto. Tuve miedo de que eso hubiera sido todo y que al llegar a la que ahora sería mi casa todo terminara que el camino hubiera sido sólo un falso preludio. Entramos y metimos rápidamente las cosas a la casa, dejando todo directamente en mi habitación y yo trataba de moverme de una manera desenvuelta para no parecer una visitante sin la suficiente confianza. Charlie había compra comida y la calentaba mientras yo acomodaba algunas cosas en mi habitación, sólo unas pocas, y lo hice lentamente, quería dejar cosas por hacer para después.
Cuando comencé a bajar las escaleras me percaté de que mis pies no estaban helados, como había supuesto que estarían, con todo y que había olvidado ponerme doble calcetín. Subí de nuevo y me puse el otro par de calcetines solo para prevenir que mis pies no pasaran de estar fríos a estar helados, ya que mis manos si lo estaban haciendo, por lo que también me puse los guantes. Durante la cena Charlie me preguntó sobre la escuela y amigos y como estaban mi hermano y su esposa. Charlie siempre iba a visitarnos todos los años durante una semana. Nos divertíamos con actividades en las que pudiéramos estar todos contentos, eran como vacaciones para todos y de esa manera se evitaban discusiones, estando suficientemente distraídos en cosas agradables para todos. De modo que a pesar de sus visitas no teníamos una relación estrecha aunque creo que él la deseaba. Mi hermano Chris y su esposa Liset se habían mudado a Atlanta y mi madre los había seguido algunos meses después. Liset era muy delicada, aunque era alegre y activa y a pesar de cuidar su dieta, por lo que necesitaba atención y cuidado constantemente y mi madre estaba más que dispuesta, independientemente de que eso le permitiera estar cerca de su hijo, su primogénito, su orgullo. A él le encantaban las atenciones de ella, aunque jugara a negarlo y no podría culpar a Reneé por concederle tal atención si era algo que yo no le permitía de la misma manera que la tuviera conmigo; pues siempre fui de las personas que comen lo que haya y se visten con lo que le quede si no las hace verse tan mal. Y yo sabía que no haría falta mi presencia ni sería útil, por lo que no había nada que me retuviera con ellos. A pesar de la diferencia del tiempo bajo el mismo techo con el uno y con los otros, la incomodidad que sentiría con ellos sería mayor que la que podría sentir con Charlie, aquí no se me sentiría tan intrusa ni tan inútil.
Con Charlie podría aportar algo, sin embargo, con el resto de mi familia sería un accesorio sin utilidad que además viviría a la sombra de una felicidad ajena.
Después de cenar Charlie me despidió para que pudiera descansar. Yo aún no tenía sueño y me puse a acomodar mis películas en el armario. Pensé en lo bueno que era no ser aficionada a la moda, además de permitirme ahorrar, el no tener mucha ropa me había dejado suficiente espacio para mis discos, mis películas y mis libros. Mi hermano me enviaría el resto después, no quise molestar a mi madre con esas cosas, que tal vez pensaría que el tener menos libros a mi alrededor ayudaría a mi vida social. Afortunadamente la felicidad que le producía la cercanía de mi hermano no le hicieron acordarse del pequeño detalle de que si en este pueblo había muchísimas personas menos con las cuales socializar que en Phoenix.
Me acosté después de que Charlie me diera las buenas noches ya que no quería hacerle ruido, además que quería levantarme temprano, aunque no sabía porque. Me puse otro par de calcetines, pues mis pies ya estaban empezando a helarse como había esperado sucediera casi desde bajar del avión, de los cuales ya no tuve tiempo de comprobar si me calentaban, o más bien, si me quitaban lo helado de los pies, pues me quedé dormida sin esperarlo.
Tuve un sereno descanso, igual que mi despertar. Fue un despertar tranquilo en el que todo estaba en silencio, el único sonido que había era el del reloj, leve y sordo al avanzar las manecillas cuyo trabajo parecía ser el señalar con su ritmo sin prisa la calma del momento. Todo seguía oscuro y yo no volteé a ver la hora, solamente me quedé ahí, disfrutando la apacibilidad del momento, tan silencio que escuchaba el rozar de mis sábanas y cobijas con los pequeños movimientos que hacía. En realidad no queria moverme, no sólo porque estaba muy a gusto, sino porque las partes de mi rostro que estaban al descubierto me permitían saber que hacía suficiente frío para que mi primer minuto fuera de las cobijas no fuera de lo más agradable. Así que me quedé inmóvil observando el cambio de las tonalidades cuando empezó a asomar la luz, y escuchando los ruidos propios del lugar cuando aparecieron como un murmullo suave, cerrando los ojos por breves lapsos y siguiente el ritmo de mi respiración que percibía con mi brazo que reposaba sobre mi abdomen atravesándolo.
Cuando finalmente me levanté me arropé e hice la cama con rapidez, aunque no tenía prisa alguna, y corrí a la ventana, como si fuera el asomarme por ella lo que había creado esa sutil ansia que sentía. Al abrir la ventana el frío me golpeó suavemente y con firmeza el rostro y me hizo sentir más despierta. Aspiré profundamente ese aire fresco y rebozante de aroma que llenó mis pulmones con matices y texturas refrescante. Era muy agradable, pero yo soy friolenta y cerré la ventana.
Era extraño, pero aunque mi cuarto no fuera grande lo sentía como si hubiera demasiado espacio vacío en él alrededor de mí. Oí a Charlie hacer ruido en su cuarto y bajé para prepararle algo y me sentí apenada por no saber que le gustaba almorzar para el diario, así que puse agua para café y empezar a buscar en la alacena para guiarme por lo que ahí hubiera. No había mucho. La única bolsa de cereal que había estaba cerrada y no recordaba haberlo visto comer nunca cereal, por lo que pensé en otra cosa. Charlie me vio con sorpresa al hallarme preparándole unos huevos.
Buenos días Bella... mmmhhh... tienes hambre- dijo con un poco de pena. ¿Pensaría que estaba esperando a que él me hiciera algo a mí? Creo que la razón para esa lógica se encontraba viviendo ahora con mi hermano.
Es para ti – lo interrumpí tratando de sonar natural y con confianza, lo que generalmente no me salía muy bien - No pensarás irte sin almorzar.
No, claro que no- contestó más serio ante la sorpresa.
Almorzamos en un silencio, después de lo cual me mostró la casa completa, suponiendo que no recordaría después de tanto tiempo, y me dio unas indicaciones sobre la misma antes de salir y dejarme.
Ah...- recordó de pronto Charlie- bueno, traje cereal por si querías-. Tal vez no lo viste.
Sí, claro, para mañana. Gracias.- dije al tiempo que sonreía por comprender porque estaba cerrada la bolsa, la había traído para mí.
Puedes compara cualquier cosa que quieras para comer o podemos pedir algo para cena, si quieres.
Su tono era un poco ansioso y emocionado. Pareció que él mismo se dio cuenta de ello después de hacer una pausa continuó.
Puedes descansar todo el día si quieres. No tienes que hacer nada. Son vacaciones- de nuevo hizo otra pausa, pero ahora fue como si pensara que acaba de meter la pata- o puedes salir si quiere, son vacaciones. Si necesitas algo sólo llámame, ¿de acuerdo?
De acuerdo- contesté y lo seguí a la puerta para despedirlo y él parecía complacido con ello.
Lavé los platos y le dí un recorrido lento a la casa. Fue raro, ya que no era recorrer un lugar extraño pero tampoco uno familiar. Al final me quedé parada frente a la puerta pensando en lo diferente que hasta ahora habían sido las cosas de cómo yo las había esperado. Frío, sí. Claro que hacía frío y claro que lo sentía, pero no resultaba del todo desagradable a pesar de tener las manos y los pies fríos, pero eso era algo que ya esperaba. Tal vez había sido es lo que había ayudado, que me había hecho una imagen demasiado negativa de lo que sería mi estancia aquí que al compararlo, la realidad resultaba bastante aceptable e incluso tenía sus toque de agradabilidad y dejé que mis ganas de tentar mi suerte para ver si las cosas seguirían así superaran mi impulso de analizar la situación para saber que aspectos precisos habían hecho que las cosas fueran de ese modo.
En la mañana había tomado las precauciones necesarias al vestirme, suficiente ropa abrigadora sin ser brumosa, especialmente en los pies y para salir me puse guantes y bufanda, si no evitaba que mi nariz se pusiera romo témpano, al menos la ocultaría. Así, bien abrigada me encontré caminando en la brecha de la carretera entre verde y verde. Me fijé en la hora en que salí para hacerme una idea de cuanto caminaba, ya que me gustaba caminar y con bastante facilidad me perdía en mis pensamiento o simplemente me distraía y podía no saber cuando había caminado o recordar a donde intentaba dirigirme cuando ya estaba muy desviada del camino. Si eso me pasaba en la ciudad con calles trazadas y en rutas por las que había pasado cientos de veces no me arriesgaría a internarme en un bosque que no conocía. Por un momento sentí el impulso de adentrarme en él unos cuantos metros a una distancia de la que no pediera el camino de vista pero al pararme de frente al bosque me eché para atrás, como si tuviera miedo de entrar ahí, pero uno muy diferente al miedo de perderme o de caerme, sentí miedo de encontrarme sola en ese lugar, lo cual no tenia lógica.
El lugar era hermoso y estaba lleno de aroma. La caminata fue placentera y por tres kilómetros, eso creo, sin llover. Aún cuando empezó a llover seguí caminando y me puse el impermeable, pero a los pocos minutos decidí volver. A mitad del camino ya iba empapada de los pies hasta debajo de las rodillas, temblando y entumida. Pensé que había tentado demasiado mi suerte. Al llegar a la casa me metía a bañar y colgué la ropa mojada. Me volví a abrigar bien las manos y los pies que seguían entumidos y helados, como seguramente se quedarían, las manos estaban mejor, sólo muy, muy frías. Aquí tendría que acostumbrarme a vivir con los guantes puestos de manera permanente y los pies congelados. A pesar de todo las cosas seguían sin estar tan mal. Hacer la comida me ayudó a tibiar las manos temporalmente y después de comer me senté a leer. Tenía toda la tarde para leer, pero no me decidí por ningún libro y opté por uno pequeño y delgado, que sólo leía cuando estaba a solas, sin ninguna prisa y en silencio, al menos de sonidos humanos.
Como había dejado de llover medio abrí una ventana de la sala y sentí anhelo de leer ahí y en ese momento, con el olor a tierra mojada y a madera del bosque, sintiéndome aún ligera por la caminata. Me acurruqué en una cobija en la sala con la espalda recargada en el sillón y mi libro: "20 Poemas de amor y una canción desesperada".
Escogí seis poemas al azar y empecé a leerlos, después del tercero eché la cabeza hacía atrás sobre el sillón. Me sentí muy relajada, incluso podría haber creído que lo suficiente para quedarme dormida de no ser porque sé que casi nunca logro dormir durante el día aunque lo intente, mucho menos después de haber dormido tan bien la noche anterior. Después de un rato me acomodé a penas lo suficiente par alcanzar a leer el libro que descansaba sobre mis piernas flexionadas, casi acunado contra mi vientre. Poema 19: Niña morena y ágil. Continué y contra las probabilidades de que eso sucediera me quedé dormida, después del quinto poema, el número 10:
Hemos perdido aún este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
Mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo la recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tu me conoces.
¿Entonces, dónde estabas?
¿Entre qué gentes?
¿Diciendo que palabras?
¿Por qué se vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste y te siento lejana?
Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacía donde el crepúsculo corre borrando estatuas.
