DISCLAIMER: La historia de Harry Potter no me pertenece, como tampoco sus personajes. Todo es obra de J.K Rowling, aunque yo me haya tomado la libertad de modificarla. Espero que os guste


CAPÍTULO 1

El Expreso de Hogwarts estaba mucho más silencioso y vacío que de costumbre. Los alumnos apenas salían de sus compartimentos, y la señora del carrito no había hecho acto de presencia. No es que Luna fuese a comprar nada del carrito – sospechaba que la mayoría de los dulces llevaban savia de blibbingson que tan mal le sentaba y tan peligrosa era, como le había explicado su padre – pero, aun así, resultaba esperanzador ver alguna cara sonriente.

Estaba sola en el compartimento leyendo El Quisquilloso. Ginny había tenido que huir de Hogwarts hace tiempo porque los mortífagos perseguían a toda su familia, y Neville se quedaba a pasar las Navidades en el colegio porque su abuela, al igual que Gin, había huido y él no tenía ningún otro lugar al que acudir. Le hacía mucha ilusión volver a casa con su padre por Navidades. Al fin y al cabo, su hogar era el único lugar en el que se sentía a salvo, un lugar en el que las miradas acusadoras no existían, en el que podía salir a pescar Pimplies sin tener que defender a ultranza su existencia. Un lugar en el que nadie la llamase Lunática.

Estaba siendo un curso extraño en Hogwarts. Todo el mundo estaba un poco más triste, y los dementores que volvían a pasearse por el colegio no tenían toda la culpa. Desde que Harry había desaparecido sin dejar rastro y nadie sabía dónde estaba, mucha gente había dejado de creer y se había rendido aunque, por suerte, el Ejército de Dumbledore aún seguía en pie, y la Sala de los Menesteres se había vuelto más acogedora y ruidosa que nunca. Sonrió. Sí, definitivamente, no todo era tan malo. Y, aunque Hermione, Harry y Ron no estuvieran, Neville seguía estando a su lado y muy pronto se reencontraría con su padre que seguro que le había preparado una deliciosa sopa de Freshwater Pimply… ¡Y además le había dicho que había conseguido un auténtico cuerno de snorkack de cuernos arrugados que se moría por ver!

De pronto vio una luz anaranjada por detrás del cristal exactamente igual a la que desprendería un critiwak salvaje, y Luna se preguntó si debería de salir del compartimento. ¡Tal vez nunca más volvería a tener la oportunidad de ver a un crtiwak tan cerca! Al fin y al cabo, todo el mundo sabía que eran criaturas extremadamente escurridizas y que los humanos les asustaban muchísimo. ¿Cómo habría llegado esta hasta allí?

Pegó la cabeza al cristal, pero la luz desapareció rápidamente. Y, justo cuando estaba a punto de volver a su revista, vio la luz de nuevo. De pronto recordó lo que su padre le había dicho de los critiwak.

- Solamente hay una cosa por la que un critiwak sería capaz de aparecerse ante un humano, Luna. Y recuérdala bien porque es importante. Los critiwaks son criaturas extremadamente pacíficas que únicamente quieren la libertad de todo ser viviente. Si creen que un humano puede ser privado de su libertad, tal vez quieran advertirte y honrarte con su presencia. Desaparecerán en seguida, pero, si alguna vez ves a alguno, te recomiendo que tengas cuidado. – le había dicho – Y considérate además enormemente afortunada, porque los critiwaks no se presentan ante cualquiera, sino solamente ante aquellos que consideran que merecen su presencia. Porque, aunque sean pacíficas, también son extremadamente orgullosas, hija. Sin duda, unas criaturas fascinantes.

Luna miró a ambos lados. Tal vez no fuese un critiwak después de todo. Porque, aunque era cierto que su padre no le caía muy bien a los mortífagos por todas las cosas buenas que publicaba sobre Harry en su revista, últimamente había moderado mucho el tono. Se preguntó si alguien le habría amenazado, o si, sencillamente, le habrían prohibido seguir mostrando su apoyo a su amigo. Le preguntaría cuando estuvieran en casa. Seguro que era una historia que merecía contarse.

Oyó un traqueteo a lo lejos. ¡La bruja del carrito! ¡Que bien! Miró por la ventana. Ya estaban cerca del final del trayecto.

La puerta del compartimento se abrió y una mujer regordeta preguntó, con una enorme sonrisa en la cara.

- ¿Algo del carrito, querida? ¡Tengo unas ranas de chocolate maravillosas!

- No gracias – respondió Luna, sonriendo. – No tomo nada con savia de blibbingon. Lo siento.

- Bueno, ten, te dejo una por si la quieres probar.

Luna dudó unos instantes.

- Adelante, cógela. – insistió la bruja con una gran sonrisa – Solo es una rana de chocolate, pequeña. ¡No te comerá!

Luna decidió tomar la rana de chocolate, aunque no pensaba comérsela, por no hacer sentir mal a la pobre mujer del carrito, quien parecía que se estaba esforzando seriamente por complacerla. Pero, en el preciso instante en el que sus dedos tocaron la pequeña caja, sintió un fuerte tirón y, de pronto, el expreso de Hogwarts y sus alrededores, se desvanecieron.