Nota: Los personajes y lugares son creación del buen profesor Tolkien, a quien le debemos estas hermosas aventuras. Este es solo un fanfic que escribí luego de muchos años de ausencia, por el simple gusto de escribir, aunque yo estoy medio oxidada y mi cerebro está medio seco, les dejo esta historia contada desde mi punto de vista sobre los elfos silvanos, a los que yo veo como a niños.
Capítulo 1
"En aquellos últimos días los hobbits se reunían a la noche en la Sala de Fuego y allí entre muchas historias oyeron completa la balada de Beren y Lúthien y la conquista de la Gran joya, pero de día mientras Merry y Pippin iban de un lado a otro, Frodo y Sam se pasaban las horas en el cuartito de Bilbo. Allí Bilbo les leía pasajes del libro (que parecía aún muy incompleto), o fragmentos de poemas, o tomaba notas de las aventuras de Frodo." *
En la Sala de Fuego tuvieron tiempo para confraternizar con los otros miembros de la compañía, ya que harían un viaje largo y agotador, era mejor tener cierta cercanía con ellos.
Boromir, para ser humano se mostraba distante y parecía no querer entablar conversación con los demás. Se mostraba taciturno como si otros problemas además del viaje llenaran sus pensamientos. Aragorn por su parte parecía no encontrarse nunca, y es que Frodo ignoraba que Trancos prefería pasar más tiempo con Arwen Undomiel.
Al contrario, Legolas, el elfo verde se mostraba más accesible. De hecho observaba a los hobbits como si fueran una novedad para él. Sam notó que el hijo del rey de Mirkwood se mostraba fascinado con los hobbits como si estuviera viendo una leyenda ante sí
–Bilbo nos contó una vez de su paso por Mirkwood –Sam se dirigió a Greenleaf
–Por supuesto, yo estuve ahí –Le dijo con amabilidad.
Gimli resolló de disgusto y luego se dirigió al príncipe del Bosque Negro.
–Entonces, has debido ser tú uno de esos elfos que cantaban canciones de burla cuando mi padre y los otros doce enanos se morían de hambre y sed.
–Así que era tu padre y sus amigos los que interrumpían nuestra festividad de otoño con sus gritos –dijo Legolas con una sonrisa –.
–Ahí está, te burlas de nuevo de las desgracias que le ocurrieron a mi padre, Gloin –Gimli se levantó de su silla y se marchó murmurando cosas como que los elfos eran gente muy extraña, nada amables con los peregrinos y que tenían costumbres excéntricas. Claro, es que para un enano un elfo silvano es lo opuesto a ellos, pero por supuesto esto es solamente parte de los prejuicios que solían haber entre razas distintas que poco o nada habían compartido.
Hay que entender que un elfo de los bosques era una criatura alegre, casi como un niño, Legolas no era la excepción y mientras Sam le miraba con ojos llenos de curiosidad Legolas comenzó a recordar y sus ojos se iluminaron.
El príncipe del Bosque Negro se balanceaba en una alta rama de una gran haya, y con la agilidad de un gato dio dos vueltas y saltó para tomar la rama superior. Subió un poco más hasta alcanzar la copa del árbol y asomarse al sol. Un grajo salió volando cuando sacó su cabeza y sus ojos brillaron cuando vio otro rostro que miraba asombrado a las mariposas Emperador. Era un rostro pequeño, amable, de cabellos ensortijados, lampiño y mostraba signos de preocupación al contemplar la inmensidad de la floresta. Thranduillion pensó en hablarle y preguntarle quien era, que hacía allí y a donde iba.
–¡Baja! –Fue una voz de mando que Legolas no pudo resistir.
–Creí que me habías dicho que los enanos tenían largas y frondosas barbas –Legolas bajó de un salto donde Thranduil le esperaba molesto.
–Otra vez estás soñando en las copas de los árboles. Deja de comportarte como un chiquillo cuando vamos de cacería –De tan molesto que estaba el rey de Mirkwood que no le prestó atención a las palabras de Greenleaf –Trepar a los árboles no es parte de tu instrucción como futuro gobernante del bosque.
–Pero padre había algo ahí.
–Sí ya sabemos que hay un grupo de enanos bribones, pero ni ellos serían tan estúpidos como dispararle a mi presa, más aún, no tendrían la habilidad para atinarle siquiera estando a un metro de distancia –Thranduil se dio media vuelta y añadió –Déjalos, los encantamientos del bosque los mantendrán a raya, y espero que tengan el buen tino de no despertar a las arañas, puedo escuchar sus pesados pasos hasta aquí.
–Lo que vi no se parecía a un enano, no tenía barba y además…
–Además nos retrasas para el banquete de esta noche. Deja las fantasías para después.
Greenleaf no entendía el porqué su padre insistía en que debía aprender los deberes de un rey, siendo ambos elfos no esperaba el deceso pronto de su progenitor. Lo que Legolas no sabía era que lo mismo pensaba Thranduil, hasta que Oropher murió en la última alianza de hombres y elfos, sintió gran congoja por este hecho, si su vida cambio de golpe teniendo que asumir de pronto el mando de tantos elfos silvanos que buscaban un guía. Legolas, que no había experimentado todavía las angustias y la destrucción de la guerra su crianza en la tranquilidad del bosque negro y bajo la protección del rey, le hacían más imprudente y muy curioso con cuanta criatura extraña llegara o avistara a lo lejos en los lindes de la floresta. Solamente a las arañas les tenía aversión, algo natural en un elfo, que veía como una oscuridad se aproximaba del sur, pero en esos días no veía la guerra aproximarse.
–Mi padre siempre me está regañando, quiere que sea un rey cuando es probable que nunca llegue a ser uno, por lo menos yo no quiero ser uno –Pensaba el príncipe, pero pronto tuvo que dejar su cavilaciones.
–Vamos ya –dijo el rey ignorando nuevamente las palabras de Greenleaf.
–Sé lo que vi –pensaba –si tan solo atrapara a ese raro enano le mostraría a mi padre que se equivoca, además los enanos parecen divertidos, me pregunto si conocen las tierras del oeste.
Legolas permaneció pensativo en su lugar hasta que dijo –Iré a ver los preparativos para el festival de otoño.
Thranduil sonrió, ¿sería posible que todas las llamadas de atención estuvieran dando resultado? Por fin algo sensato en su descocado heredero. No es que Legolas no estuviera capacitado para cuidarse así mismo, era solo que a veces actuaba de manera imprudente, y siempre tuvo el presentimiento de que algún día se embarcaría en empresas imposibles o haría amistades con lo más variado de los desterrados de la Tierra Media.
Luego el rey sacudió su cabeza y se marchó con su séquito de elfos.
–No creo que la curiosidad de Legolas le lleve a algo bueno, se decía –Espero que sea solamente una fase.
* El Señor de los Anillos: La comunidad del Anillo. Libro Segundo, capítulo 3, El Anillo Va al Sur página 373
