El Ladrón
Era de noche. El cielo oscurecido sólo estaba débilmente iluminado por la luna en su centro, opacando todas las estrellas, causando que, más que ella entregara tranquilidad, entregara inquietud ante la oscuridad que había en el ambiente. Y esta se hacía presente de muchas maneras.
La tensión se sentía en el aire, sólo el viento emitía un suave ruido cuando mecía con cuidado el largo pasto que crecía alrededor, tan alto que les llegaba hasta el pecho, ayudándolos a ocultarse en aquel vasto y oscuro campo mientras avanzaban alertas, listos y esperando que algo sucediera.
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- Alrededor de las 0120 horas, tres miembros de la fuerza especial de la resistencia del Reino Tierra cruzaron la Línea de Demarcación Militar de la Zona Desmilitarizada del Reino, cometiendo una intrusión armada dentro de nuestra división militar en la frontera, tomando dos rehenes de nuestros soldados que estaban en sus deberes de guardia, los cuales aún continúan sitiados hasta ahora - relataba el General Bataar a cargo en la junta de gobierno.
- ¿Sitiados? - preguntó el secretario de estado -. ¿Ellos enviaron a tres soldados de las fuerzas especiales con el fin de comenzar una guerra?
- No -respondió tranquilo el General Bataar-. Para causar una provocación. En la Zona Desmilitarizada, el lado que dispare primero, es el que viola el acuerdo armisticio. Su objetivo es provocar a nuestros militares, para así ganar una carta de negociación en la siguiente convención.
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Cada paso que daban estaba calculado. Avanzaban lento pero seguros por aquel extenso campo oscuro. De pronto, los soldados de las Naciones Unidas localizaron una sospechosa casa escondida entre árboles y matorrales. Ése debía ser el lugar, lo habían encontrado.
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- No podemos solo caer dentro de la provocación y atacar - respondió a la defensiva el secretario -, pero la situación tiene a nuestros soldados atrapados como rehenes. No podemos solo sentarnos aquí y mirar ¿cierto?
- Vamos a traerlos pronto de regreso - dijo con cierto tono de confianza en su voz -. Hemos consignado al equipo Especial Alfa.
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Las luces sobre sus rifles apuntaban todos hacia la misma dirección, descubriendo más adelante que una fila de soldados de los suyos se encontraba rodeándola, esperando a instrucciones.
Ella fue la primera en acercarse hacia ellos, siempre sigilosa. Que fueran del mismo bando no significaba que no podría suceder algún malentendido. Menos mal que lo hizo. De inmediato, desde la maleza, dos soldados se pusieron a su lado apuntándolas con sus armas. En un segundo todos se estaban apuntando, lo que la hizo sonreír.
- ¡Alto! ¡Identifíquense!
- Soy la líder el Equipo Alfa de las Fuerzas Unidas, la Capitana Korra - dijo mientras observaba como todos bajaban sus armas -. De aquí en adelante, nuestro equipo tomará el control.
Apenas terminó de decir eso dejó su arma en el suelo, y rápidamente comenzó a sacarse el chaleco de protección, en el cual mantenía todos sus suministros militares, así como otras armas y municiones. Los soldados del otro equipo la miraban sorprendidos, sin entender qué estaba haciendo. Enseguida el Sargento Mayor Bolin, un hombre alto y de ojos verdes al lado de ella la imitó, y momentos después ambos estaban desarmados, sólo con su uniforme militar.
- ¿Qué están haciendo? - preguntó vacilante el jefe del otro equipo
- Estamos en una Zona Desmilitarizada, así que necesitamos resolver esto con el diálogo entre nosotros y la Resistencia - le respondió Korra, regalándole una media sonrisa mientras colocaba el micrófono en su oído.
Ella y el Sargento se miraron, asintiendo y, ante un acuerdo tácito, se volvieron hacia la casa en cuestión caminando lentamente mientras tenían las manos en alto, demostrando que no tenían nada que ocultar.
Cuando estuvieron a pocos metros de las ventanas de aquella improvisada guarida se detuvieron, esperando que hubieran sido vistos.
- ¡Soy la Capitana Korra de las Fuerza Unidas! ¿Nuestros soldados adentro se encuentran bien? - gritó hacia los invasores, haciéndose escuchar -. No hagan nada apresurado - les advirtió -, los enviaremos a casa.
- No parece que vayan a dejarlo ir tan fácilmente - le comentó Bolin en un susurro -. Vamos adentro.
Korra asintió seria, alzo una mano hacia su micrófono y apretó el botón de emisión.
- Avatar transmitiendo. Voy a entrar con Nuktuk.
- Fred Weasley transmitiendo. Posición completa - le informó el francotirador Wei, quien ya tenía en la mira a uno de los invasores dentro de la casa.
- ¡Abran la puerta! ¡Detengan esto y sólo váyanse! - gritó Bolin dando un ultimátum
- ¡La situación empeorará si esperamos que la mañana llegue! - gritó Korra, amenizando la situación -. ¡Váyanse mientras se los permitimos!
Enseguida la puerta se abrió solo unos centímetros, dejando salir la tenue luz que había dentro, al mismo tiempo que un rifle los saludó, apuntando directamente al abdomen de Korra. Lentamente la puerta se deslizó lo suficiente como para que ambos pudieran entender que debían ingresar a la casa.
Casa sería una palabra demasiado generosa para describir aquello. Se trataba de una habitación de máximo 4x4 metros, estudió rápidamente Korra. Las paredes eran de grueso concreto, lo que impediría que sus compañeros los salvaran disparándoles contra las paredes en caso de que algo fallara. Pero eso no iba a pasar, pensó positivamente.
La iluminación era escasa, pero mucho mayor que en el exterior. Dentro, junto a tres soldados de la Resistencia los estaba esperando una alta mujer con porte militar. Korra tuvo tiempo de observarla detenidamente, estudiándola. Su postura era claramente intimidante, demostrando que no tenía nada que temer ni que perder. A pesar de que su semblante era serio eso no quitaba que poseía cierto atractivo salvaje en su rostro, blanco y liso, con un lunar adornando su mejilla bajo su ojo derecho, mientras el pelo caía amarrado en una larga trenza negra sobre uno de sus hombros. Sus verdes ojos la miraban fijamente, solo su mirada se convertía en un afilado cuchillo que amenazaba con dañarla a la distancia. Estaba más que claro que ella debía ser la encargada de aquella misión suicida. Inmediatamente detrás de ella vio que los dos rehenes se encontraban de rodillas, mirándola con terror en sus ojos, mientras sentían como detrás de ellos un rifle los estaba apuntando, listo para acabar con sus vidas.
Lentamente la mujer delante de ellos sacó de su bolsillo una pequeña pistola, y poniéndola a nivel de su rostro, dijo tranquilamente:
- No seremos capaces de irnos tan fácilmente -. Enseguida le pasó su arma a uno de sus soldados y a cambio de eso ella sacó de otro de sus bolsillos un gran y afilado cuchillo, apuntándolo directamente hacia ellos -. Necesitamos herir al menos a un soldado de las Fuerzas Especiales antes de que regresemos como soldados a la Resistencia del Reino Tierra.
Korra suspiró bajando la mirada, demostrando su decepción ligeramente divertida. Del su pantalón, a nivel del muslo sacó el cuchillo que llevaba, tan grande y grueso como el que tenía aquella mujer entre sus manos, y enseguida lo apuntó hacia ella, ante una clara postura ofensiva.
- Bien - le dijo - vamos a divertirnos.
La mujer fue la primera en lanzar una estocada, directo hacia su cuello, pero Korra fue más rápida y lo evadió agachándose. Bolin de inmediato sacó su daga y se lanzó hacia los otros soldados, protegiendo así a Korra, para que ésta solo se preocupara de la mujer delante de ella.
Korra no quería dañarla en verdad, solo había sacado el arma blanca para defenderse, y eso estaba haciendo. La mujer daba rápidas maniobras con su arma combinadas con golpes que eran bloqueados hábilmente por la Capitana, quien además de bloquearla con sus brazos daba golpes directamente hacia sus articulaciones, para ver si ese dolor provocado en aquella mujer sería suficiente para que esta desistiera de sus acciones, pero la concentración en sus ojos decía lo contrario.
Las cosas se estaban volviendo bastante feas en realidad. Korra con el rabillo del ojo observaba como Bolin se ocupaba de dos soldados que obviamente intentaban dañarlo en algún punto vital, pero su Sargento era demasiado bueno para ellos, tanto físicamente como de corazón. Ante un rápido movimiento agachándose y estirando una pierna, derribó a uno de ellos que fue a impactar su cabeza en el suelo, dejándolo irremediablemente fuera de combate, mientras que el otro, estupefacto ante lo rápido e inesperado que había caído su compañero, le brindó a Bolin una ventaja: aprovechando su distracción, golpeó con el mango de su pesada daga la nuca de éste, mandándolo directamente a acompañar en sueños a su compañero de armas.
Solo quedaba un soldado de la Resistencia aparte de la mujer, quien cobardemente se escudaba detrás de los rehenes, amenazando con dañarlos. El Sargento Mayor se encontró de abruptamente con las manos atadas. Su misión era salvar a los rehenes, aparte de expulsar a los invasores. Él estaba en problemas.
Tan concentrado estaba aquel hombre en Bolin que jamás se enteró de la patada que recibió violentamente en la sien, cortesía de Korra, quien aprovechó de deshacerse del soldado enemigo mientras se agachaba esquivando una patada de aquella incansable mujer.
Rápidamente Bolin liberó a los rehenes y se los llevó afuera, dejando solo a Korra y a la mujer.
- Solo quedamos tú y yo – le dijo Korra jadeando, levemente agotada -. ¿No crees que es algo romántico?
La mujer sonrió entre dientes.
- Tienes buen sentido del humor, a pesar de estar bajo el estrés de una situación como esta. Es eso o estás loca.
- Un poco de ambas – le respondió Korra, guiñando un ojo.
- Terminemos con esto.
Segundos después Korra se encontraba evadiendo con dificultad los cortes que, sedientos, gritaban alcanzar su cuello. La mujer parecía ahora ir en serio.
Una sucia zancadilla hizo que la Capitana tropezara pesadamente, y al instante se encontró con el torso aprisionado entre las piernas de la blanca mujer, levantando forzosamente los brazos en que ésta sostenía el sediento cuchillo, con la punta de su filo a pocos centímetros de su expuesto cuello. Por primera vez Korra se preocupó por su vida. Ése había sido un sucio movimiento, pero no esperaba precisamente que sus enemigos fueran a ser respetuosos ni a vestir de etiqueta. Haciendo acopio de toda su fuerza, logró alejar un poco el torso de la mujer de su cuerpo. Ella en verdad apreciaba su espacio personal, y su vida, por lo que gracias a eso y a una sorpresiva patada en el flanco derecho de su adversaria, logró alejar aquel cariñoso cuerpo, lanzándola unos metros más allá.
Cuando esta se puso de rodillas, la llama en sus ojos pareció iluminar toda la habitación. Ambas se levantaron apresuradamente, con cierta torpeza, excitadas ante a la batalla.
Korra se puso en guardia, colocándose justo delante de la puerta, a espaldas de ésta. El siguiente movimiento lo vio venir. Observó como la mujer saltaba por el aire y ella estaba lista para recibir el golpe de toda su humanidad en su pecho, estaba lista para el dolor, pero no para el impulso, que las mandó a estrellarse contra la puerta, abriéndola, mandándolas a volar fuera de la "casa", al vasto y amplio campo custodiado por sus feroces soldados armados.
Estoy a salvo – alcanzó a pensar Korra un segundo, y al siguiente un agudo dolor en la parte baja de su hipocondrio izquierdo revolvió su razón. La mujer aprovechándose del efímero relajo que había experimentado Korra, había hundido su daga en su cintura, profiriéndole un profundo corte.
Cuando Korra se dio cuenta de todo lo que sucedía, aquella traicionera dama se encontraba siendo reducida por uno de los soldados de Korra quien, enfadado, tenía listo un cuchillo en el cuello de la mujer, solo esperando la orden de su Capitana para teñir de rojo el suelo debajo de ellos.
Korra se levantó ignorando la dolorosa electricidad que recorrió su torso ante el esfuerzo, tapándola con su mano, escondiéndola mientras se posicionaba al lado de la pareja, agradeciendo con la mirada a su soldado, y en seguida esa misma mirada la transformó en una más seria, regalándosela cortésmente a la mujer.
- No serías capaz de dar la orden de matarme – le dijo fríamente la mujer, dándole una mirada despectiva al alto chico de ojos ámbares que la estaba reteniendo -. Ciudad República se preocupa mucho por la política y los asuntos del Reino Tierra. No serías capaz de disparar primero. En cambio, nosotros, la Resistencia, somos diferentes.
Korra la miró con su misma expresión, nada en ella había cambiado. Solo unos cientos de mililitros menos de sangre en su cuerpo.
- Creo que ha habido un pequeño error en la historia – dijo mientras se acercaba a la mujer -. Si es para proteger la paz de nuestra nación, nosotros, definitivamente dispararemos primero, con precisión… cuando sea, donde sea.
Apenas dijo eso un punto rojo apareció súbitamente en el pecho de la mujer, dándole a entender de inmediato que, si ésta trataba de hacer cualquier movimiento brusco, un francotirador, Fred Weasley específicamente, se encargaría de neutralizarla.
- No vamos a cometer ningún otro error – le dijo Korra, llamando su atención.
- No puedo venir como guerrera a estar tierras e irme sin nada – le respondió con el mismo tono frío de voz. Korra sintió frío solo de escucharla, observando con sorpresa como aquella dama le dedicaba una engañosa sonrisa -. Tranquila… me rindo. Es mejor eso a dejar sola a mi gente – dijo levantando las manos, arrojando su arma lejos, sin borrar aquella sonrisa de su rostro.
- Uf, pensé lo peor – se relajó Korra
- Fue agradable conocerte, Capitana Korra – le dijo sincera la mujer.
- Solo porque fue un agradable y cordial encuentro, no quiere decir que debamos vernos tan a menudo – siguió con el chiste Korra -, no soy una mujer tan cariñosa, Teniente Kuvira.
Ante el conocimiento de su nombre, la mujer sonrió, divertida.
- ¡Resistencia… retirada! – fue lo último que dijo, desapareciendo en medio de la noche junto a sus confundidos soldados.
Bolin miró con preocupación y desconfianza a su Capitana, quién solo le dedicó una media sonrisa para tranquilizar el ambiente.
- No sé si eres muy buena o muy tonta
- Tomaré eso como un cumplido – dijo levantando desconfiada la ceja -, porque de no ser así ya sabes quién tendrá que llegar a dar doscientas vueltas a la base como castigo.
Bolin tomó porte militar, enderezándose lo más que pudo, sacando pecho y mirando alto, mientras ponía la mano en su frente, saludando a su superiora.
- ¡Jamás me atrevería a hacer eso, mi Capitana!
- Eso fue, te lo has ganado – le dijo cerrando los ojos mientras exhalaba con un poco de dificultad.
- Ooouh… eres malvada.
La risa tranquila de Korra llenó el ambiente. En aquellos estresantes casos era bueno contar con una alegre y femenina voz que los relajara después de cada misión. Observando satisfecha a todos sus subordinados, llevó su mano derecha hasta su oído, apretando el intercomunicador con la base.
- Avatar transmitiendo. El equipo Alfa ha resuelto la situación.
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El objetivo era claro. Sólo estaba a unos metros de ellos.
Tanto Bolin como Korra se encontraban apuntando al mismo blanco. Era una especie de competencia. Superior y subordinado querían demostrar su destreza y precisión con el rifle. El objetivo se mostraba sin ninguna señal de arrepentimiento en su mirada, estaba destinado a ser derribado. En una forma kamikaze de pensar, se podría decir que para eso había nacido, para morir en aquel glorioso momento. Pero sus sentimientos y sueños no eran importantes para aquellos descorazonados soldados que estaban peleando por ver quién sería el primero en neutralizarlo.
Una imaginaria gota corría por la sien de Bolin. La presión era demasiada. Quedaba poco tiempo y lo sabía. Solo un poco más…
¡TIIIIIIIIINN! Sonó una campana, gritando sin consideración que se había acabado el tiempo.
Bolin y Korra se miraron sorprendidos, y de inmediato la vergüenza ocupó sus rostros. Si, vergüenza… ¡deshonor!
Ninguno de los dos había logrado derribar al tierno patito-tortuga-kamikaze ubicado solo cinco metros más allá, sobre aquel pedestal de metal con aquellos juguetes de plástico, cargados con balas de plástico.
- Eso fue todo ¡deshonor! – dijo teatralmente Korra, poniéndose una mano en la frente
- ¡Deshonrado tú! – le siguió con el mismo tono Bolin
- ¡Deshonrada tu familia!
- ¡Deshonrada tu vaca!
Ante el término de aquella frase ambos cayeron al suelo explotando de la risa contenida. Korra presionaba su estómago intentando no reventar de la risa mientras que Bolin golpeaba el piso efusivamente como si se tratase de un León-foca con epilepsia, lo que hacía reír aún más a Korra.
Cuando sus pulmones parecían colapsar demandando aire, ambos se recompusieron, tomando una profunda respiración como si ahí nunca hubiera sucedido nada. Menos a ellos, aquellos dos respetables soldados quienes adultamente disfrutaban de su día libre. Cuando volvieron la mirada hacia aquel burlón patito-tortuga ubicado a salvo lejos de ellos, el peso de la vergüenza recayó en sus mentes, como si de un balde de agua fría se tratase. Korra inmediatamente levantó su rifle de plástico y comenzó a examinarlo minuciosamente.
- ¿El cañón de este rifle no luce un poco torcido?
- Eso tendría sentido, Capitana – la secundó su Sargento Mayor inspeccionando con ojo crítico la suya propia.
En ese momento un trabajador del local se acercó a ellos.
- ¿Todo bien por acá?
- ¡Hey! ¡Estas armas no funcionan! ¡La puntería no está calibrada! – se quejó Bolin, mientras Korra le daba la razón cargando y descargando el arma, acompañando a su subordinado.
- ¡Hey! ¡La vas a romper! – exclamó el trabajador, arrebatando de las manos de Korra el juguete.
- ¡Ladrón! ¡Es un ladrón! – se escuchó que alguien gritaba desde el exterior.
A través de los ventanales ambos soldados vieron unos metros más allá a un joven claramente agitado y sospechoso que salía apurado de un local. En realidad, era algo cómico ya que vestía una polera a rayas blanco con negro, como si sólo le faltara el antifaz y el saco negro con el signo "peso ($)" estampado en él. El joven, en su delirio, empujó al repartidor de pizzas que estaba sentado sobre su motocicleta en ése momento, robando su vehículo, dándose claramente a la fuga.
- La ruta de escape es cerca de nosotros – dijo Bolin, tomando rápidamente su arma de juguete y quitándole al trabajador la de Korra, devolviéndosela a ella -. Tomaré esto.
Korra lo observó salir apurado del local de juegos.
- ¡Pe-pero si es nuestro día libre! – alegó siguiéndolo.
Ya en el exterior, ambos se detuvieron en la mitad de la calle, observando aproximadamente a cincuenta metros más allá al joven ladrón dirigirse hacia ellos.
- Como es un arma de juguete, el rango de disparo será un poco corto – dijo Bolin, sonando sumamente profesional.
- Cerca de cinco metros – completó Korra, desganada.
- El objetivo está a diez
- ¡Cuidado! ¡Apártense del camino! – gritaba el joven, haciendo efusivos gestos con una de sus manos.
- Cinco metros – dijo Korra, y ante eso ambos levantaron sus armas, apuntándolas directamente frente a él. Todo pareció suceder en cámara lenta. Cuando el chico estuvo a pocos metros de ellos, con una expresión de terror en su rostro, Korra dio la orden -: ¡Ahora!
Pequeños proyectiles de plástico fueron a impactar contra la frente del ladrón. La fuerza fue suficiente para que éste sintiera un agudo dolor en su cabeza, llevándolo a perder el equilibro, saliendo disparado de la moto, que por suerte no había alcanzado mucha velocidad. Sin embargo, eso no fue suficiente para impedir que el chico golpeara pesadamente su cuerpo en el asfalto, cayendo de manera tan poco natural como poco estratégica, directamente al suelo.
- ¡Éxito en la misión! – dijo Korra, mientras Bolin asentía profesionalmente – Aunque claramente la mira de estas cosas está mal. Yo quería darle a un ojo – dijo falsamente enfadada, ganándose una severa mirada por parte de su Sargento Mayor.
Cuando el asombrado trabajador del local apareció en escena, ambos chicos le devolvieron sus rifles y de inmediato Korra se dirigió a socorrer al ladrón, mientras que Bolin sacaba su celular del bolsillo de sus pantalones.
- Hola. Si… tenemos un accidente de motocicleta.
Korra se adelantó al joven, arrodillándose junto a él, palpando sin permiso su cuerpo, con experiencia, en búsqueda de posibles lesiones.
- Aaagh… - se quejó el chico - ¿Qué estás haciendo? ¡Estoy bien!
- Acuéstate – le ordenó indiferente Korra, siguiendo con su examen.
Pero él era testarudo, por lo que no le quedó otra opción a Korra más que darle un pequeño golpe con sus dedos, justo en la marca rosada que tenía sobre su frente: la zona zero en donde habían ido a dar los proyectiles. Eso hizo que el chico se volviera a recostar en el suelo, aullando exagerado ante el dolor, haciendo que Korra rodara los ojos ante la clara muestra de valentía y fuerza que demostraba el menor.
- Si te mueves erróneamente después de aquella magistral caída, podías lastimar tu columna, quizás severamente. Acarreando las consecuencias por el resto de tu vida – lo tranquilizó Korra.
A continuación, sin ninguna delicadeza, Korra desabrochó el cinturón del pantalón del ladrón. El movimiento no fue brusco, no quería mover su cuerpo. Solo la acción lo fue, el ademán.
- ¿Qué estás haciendo ahora? – le preguntó aterrado el chico
- Solo un acto de buena voluntad. Te estoy aplicando primeros auxilios… aunque no debería – se dijo más hacia sí misma, mientras torcía los labios en una mueca infantil.
El chico volvió a caer al suelo derrotado y completamente avergonzado. Korra rió ante la escena y enseguida dirigió su mirada hacia el curioso trabajador de la tienda de juegos.
- Esos peluches de allá – dijo apuntando a los que había en la ventana – Déjame comprarte dos de ésos
- Esos no están a la venta – dijo vacilante el locatario
- Tsk, sólo véndemelos – dijo gruñendo amenazante, y ante eso el trabajador se apresuró al local a traérselos -. ¡Oh, y préstame un marcador permanente!... si es que tienes uno – le gritó finalmente.
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Casi una hora después, Korra y Bolin se encontraban en una pastelería bebiendo café y comiendo pasteles. Dos mujeres desde el otro lado de la habitación los miraban riendo, pero ellos parecían ignorarlas, o por lo menos Korra lo intentaba.
Estaban sentados uno frente al otro en una mesa para cuatro, pero no estaban solos. Un peluche de un hurón rojo con un lazo rosado en su frente estaba sentado junto a Bolin, mientras que Korra tenía por acompañante a un gran perro oso polar blanco.
- Tu novia es demasiada bonita – le comentó Korra a Bolin, mientras llevaba un trozo de pastel a su boca.
- Se siente como si hubiéramos estado destinados el uno para el otro. Es completamente mi tipo – le respondió regodeándose, acariciando suavemente la mano de algodón de su acompañante -. El tuyo no está nada mal para ti.
- Te equivocas ahí Boo – dijo ofendida Korra, llevándose teatralmente una mano al pecho -. Ella sólo es mi compañera de armas – pero Korra ante las risas de las chicas que ahora iban saliendo del local, se avergonzó furiosamente, y doblando rápidamente su torso por encima de la mesa se dirigió a Bolin, recriminándole entre susurros -. ¿Por qué tuviste que aceptar estos peluches?
- Porque el trabajador del local nos lo dio a cambio de prometerle que jamás volveríamos a su tienda ¿Cómo podría negarme a eso?
Korra se recostó derrotada en su asiento, suspirando con fuerza mientras acariciaba distraídamente el pelo de su peluda amiga.
- Con ese corazón tan débil ¿cómo es que eres tan firme cuando se trata de guerra?
- Ese chico de hace un momento… - comentó Bolin, ignorando el comentario de su superiora -. Me pregunto si estará bien.
- ¡Ha! – se jactó Korra – ¿Te refieres al que sabe caer divertidamente? Parecía que había sido sacado de un circo, hahaha - Pero no fue acompañada por su amigo. Éste, con una triste sonrisa en sus labios, se encontraba con la mirada perdida entre sus pensamientos -. No te preocupes Boo. Él estará bien – lo tranquilizó
- Sé lo que se siente crecer en las calles… Aquel chico sólo debe conocer a una persona especial que lo haga cambiar y salir de todo eso.
- ¿Por qué te molesta tanto? – le preguntó su amiga - ¿Es porque te recuerda tu oscuro pasado?
- Puede ser… - le respondió, sorbiendo un poco de su café.
- Cuando tú tuviste esa edad ¿hiciste cosas malas? – le preguntó divertida Korra, con un leve toque de malicia en su voz.
- Jamás. Era el que ordenaba hacer las cosas. Nunca ensucié mis manos y no hay pruebas de eso.
- Oh, así que fuiste una persona peligrosa ¡Mira la herencia callejera que las dejado! Hiciste de ése pobre chico un criminal.
El sonido del celular de Korra los interrumpió, y ésta apenas vio quien era el emisor de la llamada, otra maliciosa sonrisa fue dibujada en su rostro.
- ¿Es del cuartel? – preguntó Bolin
- Sip – asintió -, pero no es de nuestra unidad – le dijo mostrándole la pantalla de su teléfono, el cual decía "La novia"
- No contestes – se apresuró Bolin, abriendo asustado sus ojos
- Oh, eso quisieras. Contestaré… lo haré y hablaré por ti con ella, para que de una buena vez te hagas un hombre y te ocupes de este tema pronto.
- Te invitaré a comer, fideos Narook… con carne importada directamente de la Tribu Agua del Sur – le dijo intentando no entrar en pánico.
- Cariño, vengo de allá. No me cuesta nada viajar hacia donde están mis padres para conseguir aquella carne – dijo levantando la mano hacia el teléfono, lista para contestarlo, pero la mano de Bolin la detuvo.
- Tengo alcohol, añejado, de varios años guardado en mi bodega.
- Hmm… - pensó Korra – eso no es suficiente.
- Una cita
- ¿Cita? ¿contigo? ¿Cómo planeas tú engatusarme?
- ¡No yo! ¡Mi prima!
- ¿Prima?
- Es hermosa, practica yoga, es muy flexible y tiene una habitación secreta, llena de esas cosas retorcidas que tanto te gustan. Tengo fotos que lo comprueban
- ¡Como te has atrevido a ocultarme esa importante parte de tu familia, Bolin! – le dijo entregándole el celular, el cual Bolin no demoró en silenciar -. Vamos, dame tu teléfono, quiero imágenes.
Bolin llevó una mano a su bolsillo y sus ojos por un momento parecieron agrandarse un poco más. Segundos después él se encontraba de pie palpando todos los bolsillos de su chaqueta, buscando desesperadamente su celular. Korra en primera instancia lo observó seria, levantando una ceja, y luego abruptamente se levantó de su asiento para caer de rodillas al suelo, y con la mirada perdida comenzó a buscar quien sabe qué cosa palpando concentradamente entre los pies de Bolin.
- ¿Qué demonios estás haciendo, Korra?
- ¡Mis lentes de contacto! ¡No los encuentro!
- ¡Tú no usas lentes! ¿Por qué estás haciendo todo ese show?
- Por la misma falsa razón que tú estás haciendo el show de "buscar tu celular" – le respondió levantándose, entre molesta y divertida, haciendo énfasis en la parte del celular.
- ¡Que lo he perdido mujer!
- Que conveniente – dijo desganada, volviendo a sentarse para terminar con su pastel – Vamos a ver si lo encuentras mañana en alguna de las doscientas vueltas que tendrás que dar por toda la cancha.
- Un momento… - pensó Bolin – ¡El chico! ¡él robó mi celular!
- ¿Estás seguro?
- ¡Por supuesto! ¡Eso fue lo que sentí!
- Eso es perturbadoramente aclarador… ¿no es que guardas tu celular en el bolsillo delantero de tu pantalón?
- Así es, pero hoy lo guardé en el trasero cuando me agaché a ayudarte a estabilizar al muchacho
- Amigo, no quería saber tanto – le dijo Korra haciendo una mueca
- Eres estúpida – le dijo Bolin entrecerrando los ojos-, en el bolsillo trasero de mi pantalón.
- Ok, ok – levantó las manos la Capitana – no me interesa saber de tu vida sexual. Ya sea por adelante o por atrás te manosearon, y de paso te robaron el celular, con las fotos de mi futura cita.
- Ese chico…
- ¿Kai? Lo ví en sus documentos cuando me tocó manosearlo, jo jo – dijo sonriente Korra, como siempre aportando su raro humor a la escena
- ¿Es que acaso quiere morir?
- Wow, y eso que hace tan solo unos segundos te estaba causando melancolía el solo pensar en su esforzada vida
- ¿Dónde dijeron los paramédicos que llevarían al chico? – preguntó Bolin, haciendo el ademán de encaminarse hacia la salida.
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La ambulancia había llegado a su destino. Rápidamente los paramédicos bajaron de ella la camilla, entregando al lesionado paciente a las dos enfermeras que estaban esperando en la entrada del hospital. Estas no pudieron evitar sonreír cuando vieron al paciente frente a ella, inmóvil ante un improvisado cuello ortopédico hecho de peluches rosados.
- Paciente sexo masculino – informaba el paramédico -, accidentado en motocicleta, con lesiones en su cuello, costillas y tobillo.
- Por favor… sáquenme esto… es tan vergonzoso – fue lo primero que dijo el paciente, escondiendo el rostro en uno de los peluches al ver a la joven enfermera sonriendo apenada frente a él.
- Tranquilo – dijo la otra más mayor -, lo haremos adentro, cuando te estabilicemos.
Estaban por cruzar las puertas de vidrio para ir hacia al interior, cuando un paramédico alcanzó a la enfermera más joven.
- Disculpe, se le cayó el celular al paciente
- Oh, muchas gracias – le respondió, cogiendo el dispositivo. Apenas lo sostuvo y vio alejarse la ambulancia, éste sonó -. ¿Aló?... Con la enfermera Jinora… Oh, este es el Hospital Nómada Aire. El dueño de este celular fue traído debido a un accidente de motocicleta. ¿De casualidad, usted es el tutor?
Dentro del hospital el joven ya estaba incómodo acostado esperando la doctora a cargo, hasta que ésta hizo aparición.
- Asami, este es el paciente de la motocicleta – le dijo la enfermera mayor.
- Gracias Suki – le respondió observándola divertida -. Aquí hay una nota – comentó levantando el brazo del chico -. ¿Quién escribió esto?
- La que me hizo todo esto – respondió Kai en un murmullo, escondiendo su rostro -. Oh vamos, quítenme los peluches
- Hahaha, está bien. Suki, cámbialo por uno de los nuestros – le ordenó, y enseguida se dirigió al joven -. Sea quien sea que te hay dado los primeros auxilios, hizo un gran trabajo Kai, hasta anotó tus datos personales en tu brazo.
- Esa matona ¡hurgó en mi billetera!
- Aun así, hizo un hermoso arreglo de peluches en tu cuello, todo lindo y bonito – le dijo avergonzándolo aún más - Bien, empecemos… sospecha de una fractura en la costilla – decía mientras presionaba sin delicadeza el pecho, haciendo que Kai se doblara ante el dolor -, y tiene razón. Tu pie… - lo observó entablillado con unos palos de posibles cajas de frutas y calcetines amarrándolas -, sip, es un esguince de tobillo – dijo moviéndolo sin cuidado, escuchando un aullido de dolor que la hizo sonreír -. Eres un ladrón ¿no?
- ¿Q-qué?
- Eso dice en tu brazo – dijo levantándolo, y se lo leyó -: "Ladrón, trátalo lo más dolorosamente posible" dice, seguido de tus datos y del posible diagnóstico de tus lesiones, todas acertadas.
- Tsk – murmuró enojado – Esa mujer… ¡yo soy la víctima aquí!
- Ajá… - dijo sin prestarle atención Asami, mientras escribía algunas órdenes de exámenes en una hoja, los cuales se los pasó a Suki -. Tenemos que tomar una radiografía para examinar tus costillas y el tobillo. De seguro tu seguro médico se encargará de esto – le dijo sonriendo, divertida ante el juego de palabras que había salido.
- Dra. Sato, el Director la llama – le dijo Jinora, apareciendo en la sala.
- Ok. Cuando esté lista la radiografía me avisan – les dijo y luego desapareció cerrando la cortina tras ella.
Jinora se acercó al joven y con cuidado puso el celular en su mano.
- Aquí tienes tu teléfono. Tu tutor llamó, así que contesté. Ahora tienes que esperar un poco para los exámenes, así que ponte cómodo.
Las enfermeras salieron del pequeño espacio en el cual estaba ubicada la camilla de Kai, dentro de la sala de urgencias, tanto a preparar la orden del examen como a revisar de otros pacientes, dejándolo solo. Éste suspiró derrotado. Guardó el celular en su bolsillo, y del otro sacó el suyo, y marcó un número.
- Si… fui derrotado – explicó por la línea, mientras se levantaba con dificultad de la camilla, quitándose todas las cosas que tenía -. Si… allá te lo explico todo, en un momento nos veremos.
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- Muy buen trabajo Dra. Sato – le comentaba el Director a Asami, los cuales estaban ubicados en uno de los pasillos exclusivos para los funcionarios, por lo que ningún paciente los molestaría -. ¿El trabajo, te ayudó con tus investigaciones?
- Por supuesto que lo hizo, Director.
- Muy bien… Sólo queda la entrevista para que tu postulación al cargo de profesora del hospital esté listo
- Eso es maravilloso. Me he estado… - en ese momento, ella observó por los ventanales de aquel pasillo, como allá, en el estacionamiento de vehículos, iba caminando con dificultad el chico de la motocicleta, apoyándose en todos los autos que habían -, … preparando – continuó distraída, realmente preocupada por el joven -. Lo siento mucho Director, pero creo que mi paciente se está dando a la fuga.
- ¿Recibió tratamiento?
- Hmm… casi. Estaba esperando para sus exámenes… Lo siento mucho, debo ir a por él
- No te entretengo más, Asami. La vocación es primero.
- Gracias
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- ¡Jinora! – la llamó Suki - ¿Dónde está el paciente?
Enseguida llegó asustada la joven enfermera, quien observó preocupada todo el desorden que había en su camilla, la misma en donde había dejado a Kai antes de irse. Aterrada volvió su vista hacia Suki cuando escucharon voces acercarse a ellas.
- En verdad tengo que irme – escucharon ambas una voz masculina proveniente desde el pasillo. Cuando se asomaron vieron con sorpresa a Asami empujando a Kai en una silla de ruedas, mientras este no paraba de quejarse -. Si me quedo aquí, estaré en un gran problema.
- ¿Salió corriendo? – preguntó con un hilo de voz Jinora.
- ¿No lo viste? – se alarmó Suki, acusándola.
- ¿Corriendo? Creo que reptando sería una palabra más correcta – respondió divertida Asami -. Estaba en el estacionamiento.
- Demonios, mi tobillo ahora está más hinchado… oh… esto es tan frustrante – dijo Kai llevándose las manos a los ojos -. No alcanzaré ni a mejorarme cuando ya esté en la morgue ¿Con qué derecho me mantienes aquí? – le recriminó enfadado a Asami.
- No es por derecho, sino por obligación a la profesión
- Si quieres irte debes firmar un consentimiento el cual dice que has rechazado el tratamiento. Además de que debes pagar por la atención recibida – le contestó Suki
- ¿Qué? ¿cuál atención?
- Te reuniste con un doctor. Debes pagar la consulta
- ¿Y si no lo hago?
- Jinora llamará a la policía.
Kai se quedó observándolas molesto, hasta que levantó sus brazos.
- ¡Aaaah! ¡Maldición!... Bueno, de todos modos, un amigo vendría a por mí – dijo mientras salía cojeando hacia el pasillo sin darle importancia al asunto.
- ¿Dónde vas? – se interpuso Asami -. La cama está hacia el otro lado
- Al baño, al baño…
- ¿Esperas que creamos eso?
- ¡Hey! Pagaré la cuota del hospital ¿vale? – enseguida levantó una de las manos de Asami, poniendo un celular en su palma -. Ten, mi garantía de que no me voy y solo me dirijo al baño.
Y cojeando Kai dobló por el pasillo, dejando a las tres mujeres perplejas.
- Tsk ¿qué se cree ése mocoso? – dijo frustrada Asami, pero en seguida el sonido del celular del chico interrumpió sus quejas, haciéndola gruñir. Levantó la pantalla del celular y emitió un resoplido de indignación cuando leyó el contacto que lo llamaba -. ¿Gran Avatar? ¿es en serio?... Todos estos niños deberían ser enviados al servicio militar para poner así sus vidas en orden…
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Korra aparcó su vehículo en el estacionamiento del hospital. Nadie contestaba la línea de teléfono.
- Maldición, no responde
Enseguida bajaron del auto, y Bolin observó como una pandilla de muchachos pasaban por la vereda del frente.
- ¡Vamos Boo! – lo llamó Korra, ingresando al hospital.
En la sala de emergencias, Korra volvió a llamar al celular de Bolin, y cuando lo hizo escuchó el sonido particular de su ringtoon proviniendo desde detrás de una de las cortinas las cuales separaban las camillas. Los dos militares se miraron y sin esperar se encaminaron hacia la cortina. Con cuidado la deslizaron para no causar pánico, pero ahí no estaba el joven Kai, en vez de eso había otro paciente el cual estaba haciendo atendido por una Doctora que se encontraba de espaldas a ellos.
Korra le dedicó una mirada confundida a su subordinado. Enseguida cortó la llamada. Quizás era una coincidencia, una asombrosa e increíble coincidencia, y para quitar todas sus dudas volvió a llamar. De inmediato el sonido llenó el ambiente. Korra volvió a cortar, divertida, y enseguida llamó otra vez.
La doctora se irguió en su silla junto a la camilla, intentando no perder los estribos, respiró hondo y enseguida metió su mano al bolsillo.
- Tsk… Espere un momento – se disculpó con el paciente -. ¿Diga? – respondió el celular, sin poder ocultar su enojo.
- Hola – le respondió Korra.
Asami supo que alguien le había respondido atrás de ella, el eco en su celular fue muy evidente, y más aún la cara de su paciente que miraba anonadado la escena que se estaba desarrollando frente a él. Al voltearse observó a aquella mujer parada divertida frente a ella, absolutamente no esperaba nada de esto.
- ¿Tú eres Gran Avatar?
- Oh… si – tardó un poco en responder Korra -, pero ¿por qué tiene ése teléfono?
- Es de un paciente que fue al baño y me lo dejó. ¿Usted es su tutora?
- Claro que no – se apresuró a responderle -, pero soy la tutora del dueño de ése celular – dijo, y Bolin que estaba detrás rodó los ojos.
- No siente ningún dolor ¿cierto? – se dirigió hacia su paciente, ignorando a Korra -, ahora voy a suturar.
De inmediato se dio la vuelta y se estiró para correr la cortina que había en el otro pasillo, donde se suponía debería estar Kai.
- ¿Dónde está el paciente de la motocicleta? – le preguntó a Jinora
- Oh ¿no está ahí? – le respondió ésta, haciendo suspirar derrotada a Asami -. Eh ¿quizás se fue a la sala de rayos x?
Korra se colocó al lado de Jinora, dándole una radiante sonrisa y enseguida se dirigió hacia la doctora.
- ¿Con quién estoy hablando?
- Ustedes son, tal vez…. ¿las personas que querían dañarlo y enviarlo a la morgue? – dijo enfrentando a Korra y a Bolin
- ¿Él dijo eso?... creo que hay un tipo de malentendido
- Jinora – llamó su atención Asami -, dígale a estas personas que esperen afuera. Llama al equipo de seguridad, para que se aseguren de que no causarán ningún problema – dijo mientras los miraba, desafiantes -. Ahora.
- ¡Ya escucharon! No pueden estar aquí – dijo Jinora empujando a Korra y a Bolin -. Por favor, esperen por allí – les dijo conduciéndolos hacia el mesón de las enfermeras, en donde había un guardia que los miraba sin aire de muchos amigos.
Korra rió divertida ante el vuelco de acontecimientos que había sucedido. Suspirando resignada mientras observaba como la doctora corría la cortina para separarse de ellos.
- A juzgar por la forma en que dejó mi teléfono, parece que escapó – dijo Bolin
- Sip, escapó – respondió mecánicamente Korra.
- Debemos ir a buscarlo afuera. No creo que haya ido muy lejos
- No debe haber ido muy lejos
- Hay que ir de prisa
- De prisa…
- Eres una estúpida
- Soy una estú… ¿qué? – respondió Korra, volviéndose hacia su amigo
- ¿Repetirás todo lo que digo? ¡Vamos!
Korra lo observó con el ceño fruncido, cuando de repente dobló su torso, presionando su abdomen con sus manos.
- Ah… ah… ¡mi estómago! ¡Ah! – se quejó, afirmándose del hombro de Bolin, quien la miró sin ningún cambio de expresión en su rostro -. De repente mi estómago… ah… Creo que es mi apéndice – dijo poniendo cara de dolor, afirmando su vientre
- El apéndice está al otro lado.
- ¡Ah! Es por aquí – dijo Korra cambiando rápidamente su mano de lugar
- Tenías razón, el apéndice estaba en el lugar en que habías dicho primero – le respondió Bolin
Korra calló sus quejas, observando como Bolin poco a poco comenzaba a sonreír. Abruptamente ésta se irguió derecha, observándolo divertida.
- Tsk, muy bien… vamos
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- Parecían matones – le dijo Jinora, mientras Asami suturaba el brazo de su paciente -. El Gran jefe y su segundo al mando… Oh… ¿crees que haya sido muy dura con ellos y que tomen represalias conmigo?
- Oh no te preocupes, Jinora. Puedo usar un cuchillo mejor que ellos – le respondió Asami levantando un bisturí.
De inmediato el paciente levantó su cabeza, mirándola con miedo en sus ojos, tragó saliva y volvió a acostarse en la camilla, observando intranquilo como Asami seguía como si nada maniobrando con la aguja y el hilo quirúrgico, cociendo su piel.
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Afuera, Korra y Bolin iban caminando por los estacionamientos. La Capitana caminaba tranquila tras de su subordinado sin saber dónde iban.
- ¿Tienes alguna idea de donde podría estar?
- Antes, cuando nos bajamos del auto, vi a una pandilla que se dirigía en ésta dirección.
De repente, escucharon gritos de dolor provenientes desde la parte baja del estacionamiento. Cuando se acercaron a ver de qué se trataba observaron cómo los jóvenes de la pandilla se encontraban golpeando a Kai por turnos. Bolin inmediatamente aceleró el paso, y Korra lo detuvo, agarrándolo por el brazo.
- Hey… ¿no tienes que recuperar tu celular?
- Necesitamos a Kai para que ella nos entregue el celular
- ¿Hmm? ¿Es solo por eso, o es porque tu sentido de la justicia y el deber se están haciendo presente? – preguntó Korra.
Y ante eso Bolin le dio una mirada seria, haciéndole entender a Korra que si o si apartaría a Kai de aquellos individuos. Korra suspiró derrotada, llevaba todo el día haciéndolo, y estaba segura de que eso no acabaría allí.
- ¡Hey todo el mundo! – llamo la atención completa de la pandilla - ¡Detengan lo que están haciendo!
- ¿Quiénes son ustedes? – le dijo uno de los integrantes – Solo sigan caminando y no interfieran con su funeral.
Bolin no les hizo caso, y cruzo entremedio de todos ellos para llegar junto a Kai
- Tenemos negocios con él – le dijo Bolin mientras lo observaba, tirado en el suelo con un ojo sangrando
- Si tienes negocios con él, entonces haz la fila – le dijo riendo el jefe de la pandilla
Kai cuando se dio cuenta de quién estaba a su lado, rodo un poco sobre su cuerpo para quedar a sus pies.
- Por favor, sálvame – le suplicó a Bolin. Korra soltó aire, decepcionada de la escena, mientras se recargaba en el hombro de uno de los pandilleros, que sólo la miró con extrañeza.
- Oye ¿acaso también robaste sus celulares? – le preguntó la morena a Kai, dando un vistazo a todos los integrantes del grupo.
Bolin se agachó hasta quedar a la altura del golpeado rostro de Kai, mientras lo observaba serio.
- ¿Por qué? ¿por qué estás siendo golpeado? – le preguntó
- Por favor, sálvame esta vez. Voy a devolver tu teléfono, lo prometo
- Oye – le dijo Korra, llamando la atención de Bolin – ¿Es que no vez cuántos son ellos? – dijo mientras contaba - ¡Nueve! ¿crees que esto es un trato justo?
- Kai quiere dejar la banda – respondió otro de los pandilleros -, es por eso que tiene que pagar el precio por su retiro. 5000 yuanes
- ¡¿5000 yuanes?! – gritó Korra - ¿pago por retiro? Hey – llamó a Bolin - ¿Es normal eso en las bandas?
- El precio se ha elevado mucho desde mis días – respondió Bolin, levantándose del suelo
- Así que eras uno de los nuestros – dijo el jefe, acercándose a ellos –. Kai no tiene nada con qué pagar ¿deberías entonces arreglar esto entre tú y yo?
- Es una buena idea – le respondió Bolin -. Resolvámoslo entre nosotros. Déjalo fuera. Si el dinero es el problema, vamos a resolverlo con dinero – decía mientras se llevaba una mano al bolsillo, sacando su billetera -. Quien tenga la suficiente confianza y habilidad, que venga y tome esta billetera.
- ¿En verdad? – le respondió sorprendido el jefe
- ¿Hablas en serio? – lo retó Korra
- Tú tienes que quedarte fuera de todo esto – le dijo refiriéndose a Korra -, esto no es para ti.
Una mirada de decepción cruzó por el rostro de la morena, y enseguida retrocedió unos pasos, yendo a sentarse en el suelo junto a Kai.
- La verdad es que soy el hermano mayor de Kai. Si puedes tomar esta billetera, pagaré la cuota por el retiro.
De inmediato dos miembros del grupo sacaron sus armas blancas, amenazándolo mientras se acercaban.
- Si la billetera está vacía, estarás muerto – le dijo uno de ellos mientras se lanzaba a quitársela.
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N. de la A.:
¡Bienvenidos a una nueva historia! (*ejem* adaptación, pero jamás sabrán de dónde). Basta de dramas y de otras cosas, ahora les traigo una historia completamente romántica y entretenida, con tintes de guerra y medicina.
La verdad no tengo mucho que decir, sólo que acá habrán dos parejas principales: nuestras queridas chicas (por supuesto) y un encantador Bolin junto a Opal, además de otras necesarias para la trama. Es por ello que fue un crossover, me faltaron personajes por lo que fue indispensable pedir prestados los de la generación pasada, que se verán en el próximo capítulo.
Sinceramente espero que la disfruten~
