MINERVA: MILLION SPELLS BABY.

"Por fin" pensó Minerva al volver a encontrarse un curso más frente a los orgullosos muros de piedra del castillo. No era la única que miraba de ese modo al edificio desde los carruajes, pero estaba segura que nada se podía comparar a las caras de los de primer año, que debían estar asombrados viéndolo desde los botes.

Todavía recordaba el día que vio Hogwarts por primera vez, parecía inmenso ante los ojos de una chiquilla de 11 años, como si todo ese tiempo que había estado ahí plantado hubiese crecido poco a poco.

Claramente el castillo era el mismo, pero ella sí había ganado altura y a sus 15 años regresaba a la escuela, vista ya con un tamaño más razonable, con su insignia de prefecta de Gryffindor brillando orgullosa sobre el pecho de su túnica.

-¡Vamos! - le llamó Artie al bajar de los carruajes, a la entrada del castillo

Todo el mundo estaba animado, a pesar de haber pasado ya unas horas en el tren, reencontrándose con los amigos e intercambiando historias de verano, todavía quedaba mucho de que hablar y tenían toda la cena para disfrutar.

Pero lo primero era lo primero. A los pocos minutos de haberse sentado cada uno en la mesa de su casa, los de primer año, con el Profesor Dumbledore guiándoles, fueron entrando con timidez al Gran Comedor.

La ceremonia del Sombrero Seleccionadores muy importante, ya que en la casa en la que te ponga será en la que pases la mayor parte de tus días de adolescencia. Pero para Minerva, ahora que era prefecta, le interesaba prestar atención a los nombres de los que entrasen en Gryffindor.

Desde Pearl Aldrich, Gryffinor, hasta Paul Wadlow, Hufflepuff, todos fueron a colocarse bajo el Sombrero, temblando como flanes, con alguna excepción.

A todos les dio la bienvenida con una sonrisa y tras el discurso del Director Dippet, la comida apareció en las mesas y todos llenaron sus platos y comidas al instante, retomando las charlas. Una risa en la mesa de Ravenclaw llamó su atención. Estirando un poco el cuello alcanzó a ver a Filius Flitwick, quien pareció haber notado su mirada y en seguida la saludó con la mano.

Minerva se lo devolvió al instante con una gran sonrisa, esperando poder hablar con él, después del banquete ya que en el tren, revisando revisando todo lo que tendrían que hacer como prefectos de sus casas, apenas habían podido intercambiar dos palabras.

Filius y Minerva entraron en el mismo año y no tardaron en hacerse amigos. Ambos eran buenos estudiantes (de los mejores) y ambos habían dado bastante trabajo al Sombrero Seleccionador en su Ceremonia de primer año. ¿Águila o león? Esa decisión le llevó varios minutos al Sombrero Seleccionador con los dos, más de lo habitual, y con resultados visiblemente opuestos, aunque esta decisión no evitó que se hiciesen amigos.

El banquete transcurrió con normalidad, las voces y risas fueron subiendo de volumen, las fuentes fueron vaciándose y los fantasmas hicieron su aparición (cobrándose algún que otro susto, y no solo de los novatos), todos amparados bajo el techo estrellado del Gran Comedor.

Cuando los últimos restos de pudding fueron desapareciendo y los estómagos estuvieron satisfechos, el Director Dippet hizo desaparecer los platos y mandó a los alumnos a sus camas. Sin necesidad de más instrucciones, Minerva, junto con el resto de prefectos, se levantó y empezó a llamar a los gryffindors de primer año, al igual que Ernie Wacking, el otro prefecto de la casa.

Tras abrirse paso entre la multitud que intentaba salir, condujeron a los chicos por los pasillos hasta la entrada a la Sala Común de Gryffindor, en una de las torres del castillo, custodiada por el cuadro de La Dama Gorda.

-¿Contraseña? – pidió la mujer en el cuadro cuando llegaron hasta ella.

-Cola de quimera – dijo con seguridad Minerva.

-Bienvenidos – respondió, dejando libre el hueco a la Sala Común.

Con un "gracias" atravesó, como había hecho anteriormente tantas otras veces, el hueco y esperó frente a las escaleras a que entrase todo el mundo.

-Bien, está será vuestra Sala Común durante los próximos 7 años, para estudiar, pasar el tiempo.. . cada semana recibiéis la nueva contraseña y huelga decir que nadie ajeno a Gryffindor debe conocerla. Allí – explicó Ernie señalando la pared más cercana a la entrada – está el tablón de anuncios, cualquier cosa de importancia estará ahí – afirmó sin dejar esa sonrisa entre arrogante y encantador que tan poco le gustaba a Minerva.

-Arriba a la izquierda están los dormitorios de los chicos y arriba a la derecha los de las chicas – continuó ella, acompañándose de gestos – os recomiendo que lo recordéis, confusión o no, las escaleras no perdonan – les advirtió sin dar más pistas, recordando con total claridad a su compañero, unos años más joven, cayendo de culo más de la mitad del recorrido de estas, buscando a una de las chicas.

Por suerte, Ernie continuó hablando y le dio tiempo para reprimir una pequeña risa al recordarlo.

-Si tenéis alguna duda o problema podéis acudir a nosotros cuando queráis y creo que eso es todo – concluyó por fin mirando a Ernie para confirmarlo – bienvenidos leones.

Con esas últimas palabras todos subieron a los dormitorios a elegir las camas, quedando en la Sala algunos de otros cursos, aunque ninguno de sus amigos.

-Nos vemos luego ¿no? – preguntó Minerva girándose hacia el muchacho, que parecía ya distraído con algo.

-Sí, claro, en la entrada – asintió él volviendo la vista hacia el sofá en cuanto tuvo oportunidad.

-Genial, pues hasta luego – se despidió Minerva, sin querer robarle tiempo junto a la chica sentada frente a la chimenea.

Suponiendo que Anna y Sammie estarían en el cuarto, siguió el camino de los nuevos. Efectivamente allí estaban las dos.

-Sabes que esa siempre es mi cama – se quejaba Anna frente a Sammie, quien estaba sentada en la cama que quedaba frente a la puerta.

-¿Qué quieres que haga? Ya te he dicho que si quieres podemos compartir, pero has dicho que no – le respondió la morena encogiéndose de hombros.

-Pero... tú no... tan solo...

Minerva entró, sin intención de interrumpir, hasta la cama que normalmente ocupaba, en uno de los extremos del semicírculo que formaban las cinco.

Las discusiones entre las dos eran tan habituales que no le sorprendían, sobre todo teniendo en cuenta que la mitad de las veces eran porque Sammie provocaba a Anna y la otra mitad porque la rubia las buscaba. Siempre igual, aunque de vez en cuando era entretenido. Cuando Anna empezaba a quedarse sin palabras era signo de que la discusión estaba llegando a su fin.

-¡Minnie, dile que es mía! – exclamó Anna con los labios fruncidos, dándose cuenta de su presencia.

-Odias dormir frente a una puerta – respondió Minerva sin levantar la vista de su baúl, ahora abierto, sabiendo que no era necesario.

-Bueno, es lógico que si alguien entra, ataque primero a quien encuentra delante que a los de los lados – explicó con pausa, como había hecho ya otras veces.

Por suerte esto bastó para que cediese y arrastró su baúl hasta la cama de al lado.

-Gracias – soltó Anna cansada, rodando los ojos.

Minerva observó el desenlace tumbada desde la cama, lo cual resultó ser un gran error, no fue hasta entonces que se dio cuenta de lo cansada que estaba y todavía le quedaba la patrulla de por la noche.

Las camas y el cansancio del día habían conseguido mantener a las tres en el cuarto charlando, y más tarde se les unieron las otras dos chicas que completaban el semicírculo: Karen y Kate.

Anna, Sammie y Minnie habían trabado amistad desde el primer curso. Como esta vez, Minerva se encontró a las dos chicas discutiendo, estaba estudiando en la biblioteca cuando la conversación llegó a sus oídos (y a ese volumen a los de todos los que estuviesen cerca), se acercó a ellas con intención de pedirlas que bajasen el volumen o el bibliotecario se daría cuenta, y acabó metida de lleno en una discusión sobre si los Thestrals existían o no y si eran los que empujaban los carruajes de la escuela. Esa fue la primera de las pocas ocasiones en las que Minerva fue echada de una biblioteca.

Al final, harta de discutir, propuso bajar a preguntar al Profesor Kettleburn, de Cuidado de Criaturas Mágicas. Cuando este les confirmó su existencia y que se encargaban de tirar de los carros, la discusión quedó zanjada, y Minerva se propuso evitar meterse en más discusiones como aquella.

Aunque el que le llamaran la atención ese día le dolió en el orgullo, no se arrepintió nunca. Hasta entonces había hablado con varias chicas y chicos de su curso, pero no llegó a encajar en ningún grupo hasta que encontró a ellas dos.

-Así que Ernie Wacking, eh – comentó Kate mirando a Minerva con una sonrisa pícara.

-Eso se llama tener suerte Minnie – afirmó Karen al instante.

-¿Suerte?¿Qué? – preguntó alzando un poco la cabeza al oír su nombre.

-Está muy bueno – sentenció Sammie asintiendo con la cabeza.

-Sobre todo en comparación con Artie Dougal – continuó Kate intercambiando un gesto de repulsión entre ambas amigas.

-Los gnomos que encontramos este verano en el jardín de casa son más atractivos que Dougal – les corrigió Anna cepillándose los rizos rubios.

-Nos hemos enterado de que era otra opción para prefecto de Gryffindor – siguió Karen animada de compartir el cotilleo, mientras Kate asentía a su lado recogiendo su larga melena oscura en una coleta.

Viendo que la dirección en la que iba la conversación no era nada prometedora se decidió a bajar ya a la entrada de Gryffindor a esperar al "adonis" de Wacking.

Al salir del cuadro, se apoyó en la barandilla de la escalera a aguardar que Ernie llegase, pues con las prisas de escapar de las Ks (Kate y Karen) había bajado un poco antes de la hora.

Sin embargo no tuvo que esperar mucho antes de que el cuadro volviese a abrirse y una cabeza con una corta melena castaña apareciese tras él.

-¿Vamos? – preguntó Ernie nada más verla, dedicándole una sonrisa.

Minerva asintió devolviéndosela. Vale, sí, era mono, pero tampoco era para tanto. Tenía su sonrisa de ligues (como la que le dirigió a la chica del sofá) otra de profesores, padres y de más y otra para el resto de gente, dependiendo de cual te mostrase sabías cual eran sus intenciones. Aunque eso no quería decir que no fuese mono.

Al llegar a las puertas del castillo se encontraron con los dos prefectos de Ravenclaw, que debían haber llegado poco antes que ellos; Filius y otra chica (¿Helen?) y los dos de Hufflepuff; Pomona Sprout y Liam Green, ambos un curso por encima.

-Hey, genial, pues ya estamos listos – les saludo Pomona en cuanto les vio.

-¿Listos? – preguntó Minerva mirándoles a todos - ¿y Slytherin?

-Nah, demasiado entusiasmados como para esperar, les vimos irse cuando llegábamos – explicó Filius con una sonrisa divertida.

Todos soltaron alguna carcajada ante el comentario. Parecían simpáticos, lo cual, ante la perspectiva de todas las veces que se iban a ver, era una suerte.

Después de repartirse las plantas y las torres todos se encaminaron hacia su destino, acordando encontrarse allí en una hora. A Minerva le tocó la planta baja.

Con un murmurado "lumos" una pequeña luz iluminó la punta de su varita y se puso en marcha.

Minerva no era capaz de imaginar una situación en la que Hogwarts le provocase temor, aunque debía reconocer que el castillo se veía desde una perspectiva distinta a esas horas. Suponía que Pomona les había dejado los primeros pisos por ser su primera patrulla y, por otra parte, no esperaban encontrarse a nadie esa noche, era la primera del curso, muy pronto para gastar bromas o que asuntos de vida o muerte, como escabullirse con la pareja, tuviesen lugar, además, había sido un día largo para todos.

Tanto los dos prefectos de Slytherin como los dos de Hufflepuff eran de sexto. Recordaba cuando el año pasado vio por primera vez a Pomona con su chapa brillando sobre su túnica. Ella y la tejona se conocieron en el invernadero cuando una mandrágora le mordió a Minerva. Gracias a los fundadores que Pomona y su talento para la herbología estaban cerca.

Efectivamente la hora pasó y nada pasó. Regresó al punto de partida como habían acordado y al poco bajaron el resto. Todos excepto los dos slytherin. Sin embargo a los pocos minutos una chica con coleta castaña bajaba las escaleras a su encuentro.

-Ni que fuera la primera vez que pasáis por ahí – se quejó Liam al verla.

-Lo siento, es que me he cruzado con Ryddle – se excusó la muchacha – dice que le queda por mirar un pasillo y acaba.

-Bueno, creo que sabe el camino a su Sala Común de sobra – afirmó Pomona tras un pequeño silencio, viendo a la ravenclaw bostezar disimuladamente – y todos nos merecemos descansar, nos vemos mañana.

Los dos tejones se despidieron y se perdieron en la oscuridad. Siguiendo su ejemplo, la chica de slytherin (a la cual todavía no sabía como llamar) se alejó por el pasillo, y las águilas y los leones subieron juntos las escaleras. Definitivamente necesitaban descansar, tanto Filius como Ernie hacían algún comentario, pero era evidente que ya estaban medio dormidos, mientras que las dos chicas caminaban junto a ellos en silencio, asintiendo de vez en cuando o soltando algún monosílabo ininteligible.

Por fin volvieron a separarse, cada uno en dirección a su torre. Wacking continuaba hablando, pero algo llamó la atención de Minerva ¿había visto una luz? No estaba muy segura, pero para cuando se giró hacia su compañero este había seguido caminando, sin darse cuenta de que había perdido a Minerva.

Probablemente había sido su imaginación, pero no le costaba nada ir a mirar. Dirigió su varita iluminada hacia donde creía haber visto pasar la luz. Llegó hasta un cruce de pasillos pero nada. "Hasta aquella esquina y vuelvo" pensó, cada vez más convencida de que había sido su imaginación.

Con cuidado (o lentitud, según el punto de vista) se fue acercando al giro del pasillo. A esa altura no había signo de ninguna otra luz a parte de la de su varita y realmente no esperaba que la fuese a haber ya, pero era su primera patrulla y no podía evitar acordarse de las aventuras del mago Orson Crawford que tanto le gustaba leer y esa sensación que tenía justo antes de descubrir un tesoro.

Con este cóctel de ideas, giró la esquina, topándose de inmediato con un par de ojos marrones. La sorpresa le hizo retroceder un paso, evitando que le sacase un ojo con la varita, sin embargo el muchacho no parecía haberse inmutado.

Él debía ser el otro prefecto de Slytherin y de hecho, al bajar la varita, pudo ver la insignia en su pecho. El muchacho parecía estar pensando en lo mismo, ya que buscó en Minerva el pin que les identificaba. Al encontrarlo, volvió a dirigir la mirada hacia sus ojos, dibujando a la vez una sonrisa en su rostro.

-Tú debes de ser Minerva McGonagall, la prefecta de Gryffindor - dijo con cortesía y extendió la mano que tenía libre - yo soy el de Slytherin, Tom Ryddle.