Por las calles iluminadas caminaba una mujer a la que todo el mundo miraba. Ella era bastante hermosa, posiblemente los hombres no la mirarían con tanto deseo si supieran su posición de diosa. No, tal vez la mirarían aún más, pero ella jamás los vería como lo veía a él.

Tantos años habían pasado desde que lo conoció por primera vez y jamás había podido decirle lo mucho que le quería… tantas reencarnaciones donde se veía obligada a aparentar no tener sentimientos. Sus obligaciones la estaban cansando.

Ahora más que nunca se sentía insignificante para su persona especial. En un día tan importante para ella. Él se había atrevido a ir a una cita con Miho y a ella la había dejado abandonada.

Hacía mucho frio ese día, eso no le importaba mucho cuando salió, pero de verdad se estaba arrepintiendo de no haber cogido ningún abrigo. El seguramente le ofrecería su chamarra si la viera temblando de frio.

"Que idiota soy. El no vendrá a ayudarme".

Se apresuró a llegar a su mansión. Ese lugar ahora parecía estar abandonado desde que sus caballeros decidieron viajar para relajarse. No le sorprendió que nadie recordara que era su cumpleaños. Ella era una diosa que había reencarnado tantas veces que ya ni recordaba cuál era su cumpleaños real, pero su cumpleaños como Saori le parecía aun importante. El único que no se había ido de viaje para ese día era Seiya.

"Ahora sé por qué no te fuiste".

Era la primera vez que se sentía tan celosa por él. Ese sentimiento que la hacía sentir repugnante como diosa. La molestaba mucho. ¿Cómo una diosa podía estar celosa de una humana?

La joven diosa despejo esas ideas de su mente y se encerró en su cuarto. Algunas veces era bueno para ella estar sola, podía recordar sus antiguas reencarnaciones para poder recordarlo a él.

El santo de Pegaso de su tiempo actual era muy distinto de los otros, al menos en sus anteriores vidas el mostraba estar enamorado de ella. Estar sola en su cumpleaños no le importaba mucho, haber sido abandonada por la única persona de la que se había enamorado era lo que le dolía.

-Panthea…- El primer nombre de su santo le traía mucha alegría al pronunciarlo. Fue a la persona que juro esperar durante cada una de sus reencarnaciones. Ella planeaba decirle que lo amaba en alguna de sus ellas, pero cada vez se le hacía más difícil. Ahora él estaba en una cita con otra mujer, tal vez ya se había cansado de esperarla. Él no la recordaba, así que si ella repentinamente comenzaba a olvidarse de él, posiblemente no le afectaría.

Solo seguiría siendo su diosa.

Saori comenzó a oír ruido afuera. Se puso de pie muy rápido y en la ventana pudo verlo…

Seiya estaba abrazando a Miho, posiblemente se estaban despidiendo, pero esa fue la gota que derramo el vaso en la esperanza de aquella diosa.

Definitivamente estaba decidida a dejarlo vivir como un humano normal. Incluso si eso significaba verlo casarse y formar una familia con otra mujer. Ese abrazo que compartió con Miho no la hizo sentir celosa. La hizo comprender que ella jamás podría darle nada como eso. Saori solo podía soñar con ese tipo de cosas.

Enamorarse de un humano estaba prohibido para ella. Incluso si él estuviera enamorado de ella, no le podía decir que también lo amaba.

Ahora era el momento más conveniente para apartarlo de ella. Él no la miraba como mujer, así que no tenía sentimientos especiales por Saori.

Saori se apartó de aquella ventana donde decidió ponerle fin a ese amor que nunca se realizó. Se quedó en silencio recostada en su cama. Ella pudo oír como aquel joven entraba a la casa y caminaba a su propia habitación. Desde que había reencarnado como Saori su relación con el Pegaso había sido muy diferente a lo que esperaba. El siempre pelaba con ella y no podían estar de acuerdo en nada, pero cuando supo que ella era una diosa… el gran cambio ocurrió. Seiya la protegía y la respetaba, pero solo eso…

Quedarse sola en esa cuarto mientras Seiya estaba a unos cuantos pasos de su habitación la hicieron sentir triste. Ella decidió que lo mejor era salir de ese encierro para al menos pasar un buen rato en su casa.

Sus gustos eran muy simples. Ella podía ser feliz si tenía algo con que entretenerse, tal vez por eso había aprendido a tocar el piano. Ese piano se volvía su mejor amigo cada vez que se quedaba sola. No era que ella fuera abandonada todo el tiempo, pero cuando no había nadie en la mansión se permitía practicar un poco.

Seiya estaba encerrado en su habitación, así que la diosa no vio ningún problema en bajar sin ser vista. Quería evitar preguntas de su santo.

Pasar su cumpleaños tocando música no le parecía mala idea. El sonido del piano el relajo por completo, cada tecla la tocaba con delicadeza como si fueran teclas de vidrio.

Ella no espero que el sonido de aquel instrumento llamara la atención de Seiya. Se sorprendió mucho al verlo apoyado en el marco de la puerta.

Su corazón se aceleró con solo verlo. Ella debía estar loca por emocionarse con tenerlo cerca. Ante todo tenía que comportarse como la diosa que era.- Buenas noches, Seiya.-

-Buenas… veo que tocas el piano muy bien.-

-¿De qué hablas? Ya habías tenido la oportunidad de escucharme tocar.-

-Ah… cierto.- Seiya divago por la habitación.

-Debes estar cansado… ¿piensas viajar como los demás?- Saori llamo la atención del joven. Laponia nerviosa cada vez que se acercaba a ella.

-¿eh? No, tú te quedarías desprotegida.-

Saori fijo su objetivo "Hacer que Seiya decidiera irse como los demás"-Deberías ir a divertirte. Yo estaré bien.-

-Mi lugar es aquí.-

Sus mejillas se tornaron de color rosa. De pronto su celular comenzó a vibrar.

Saori tomo con cuidado su celular y vio varios mensajes de sus santos. Ella se sintió un poco mal por no haber notado cuando llegaron los demás mensajes. La mayoría decían lo mismo, eran felicitaciones por su cumpleaños.- Así que ellos si lo recuerdan…- Seiya noto que Saori miro su celular con alegría y nostalgia.

-¿Ocurrió algo bueno?

-Ah… no, no es nada.- La diosa volvió a recordar la decisión que había tomado hace un par de minutos.- Creo que ya debería irme a dormir… descansa.-

-¿Pasa algo? Te noto extraña…-

-No es nada, buenas noches… Panthea…-

-¿Eh?

Saori dejo al joven confundido en aquella habitación. Ella misma había decidido matar todos sus sentimientos así que no podía quejarse. Ella ya no podría pronunciar ese nombre con la misma nostalgia y amor como antes.

"Algunas cosas no deberían cambiar nunca, pero una vez que algo cambia será imposible volver a como fue"

Al regresar a su habitación se sintió aliviada, como si fuera su escape, perro ella debía aprender que no siempre se puede huir y menos de Seiya.

El joven la siguió hasta su habitación y toco la puerta al ver que su diosa se había encerrado.- ¿Puedo entrar?

La diosa se sobresaltó al escuchar el ruido en la puerta.- C-claro, pasa.-

-Saori… te vi medio rara allá… y no puedo quedarme con la duda… ¿Te pasa algo?-

¿Por qué siempre tenía que ser tan amable con ella? Sus palabras hicieron dudar a la diosa sobre su decisión.- No pasa nada… solo estaba pensando en el pasado.-

-Entonces no te importa contarme ¿o sí?- El muchacho entro completamente y jalo una silla al lado de la cama de la diosa.- Ven, siéntate. No me gustaría dejarte sola si te ves tan preocupada.-

-Todavía no te digo que sí y ya has jalado la silla.- Saori río un poco.- Que remedio…-

- Vamos, antes de nuestras obligaciones somos amigos.- La sonrisa que le mostraba aquel joven le hacía sentirse feliz.- Dime ¿Qué estabas recordando?-

-No aceptarías un no por respuesta ¿cierto?-

Seiya movió la cabeza negativamente.-Vamos, no le diré a nadie si me cuentas de tus travesuras.-

-Entonces confiare en ti…- La diosa tomo asiento en la cama- ¿Qué pasaría si te digo que pensaba en mi primer amor?-

-¿Qué? ¿En serio? ¿Y como era el dios de quien te enamoraste?- Seiya mostraba mucho interés en saber.

-¿Tenía que ser un dios necesariamente?- Saori aparto la vista de Seiya- Cometí un gran pecado al haberme enamorado de un humano.

- ¿Un humano? Alguien… ¿cómo yo?-

-Exactamente.- Saori no planeaba decirle que estaba enamorada de el.- El hombre al que ame me correspondía y fueron tantos sus sentimientos por mí que se volvió uno de mis caballeros, era el más cercano a mi.-

-Entonces… ¿ya no lo amas?-

- Fue hace mucho tiempo. El murió como cualquier persona, pero siempre estuve esperando a que reencarnáramos para volverlo a encontrar… aun así, el ya no me recuerda y creo que es mejor de esa manera.-

-No contestaste mi pregunta.-

-¿eh?

-Te pregunte si aún le querías.-

-Si… lo sigo amando como en aquel entonces. Ahora que lo pienso bien… no entiendo cómo me enamore de alguien tan atrevido y contrario a mí.-

-Pues así es la vida…

-¿Y tú?-

-¿Qué?-

- ¿Tienes a alguna persona especial en tu vida? pero no especial como una hermana o la familia… ¿Te has enamorado de alguien?- Saori pudo ver por primera vez a Seiya sonrojado y a su vez ella termino avergonzándose por su pregunta.

- Yo… si… -

-Ya veo…- Saori no pensó en otra persona más que en Miho y su rostro mostro una bella sonrisa mientras que su corazón sufría.- Ella es afortunada.

-¿Qué? Ella no lo sabe.-

-¿Por qué no se lo has dicho? Posiblemente ahora estarían saliendo, divirtiéndose y siendo felices.- Saori intento aparentar alegría por él.

-No es tan sencillo… Ella quiere a alguien más.-

-Pues creo que tú y yo estamos en el mismo barco…-

-¿eh? ¿Tu enamorado quiere a otra?-

- Posiblemente.- Saori sentía algo de ironía en toda esa conversación.- El en esta vida no se ha fijado en mi.-

-¿Quieres que vaya a golpear a ese sujeto? El definitivamente debe fijarse solo en ti.-

-Dices cosas buenas de vez en cuando.-

-Eso es algo grosero. Yo siempre soy una buena persona.-

-Lo se… Entonces… cambiando de tema… ¿Cuándo le dirás a ella que la quieres?-

-Em… ¿Nunca es una opción?-

-No, no soy la mejor persona para decirte esto, pero es mejor dejar en claro lo que sientes a esperar porque el otro lo haga.-

-Ya te dije que ella está enamorada de otra persona…-

-¿Me estás diciendo que el hombre que se ha enfrentado a los dioses le teme a una chica? Además… ¿Cómo estas tan seguro de que le gusta alguien más?

- Por que acabas de decírmelo.

-…- Saori recapitulo toda su conversación intentando evitar la respuesta obvia de quien era la persona que robo el corazón de Seiya. Al no encontrar ninguna otra respuesta su cara enrojeció como nunca y se levantó rápidamente de la cama.- Esa persona era…-

-No era, eres tú.-

-…-

-No tienes que repetirme que estas enamorada de otro.- Seiya se veía algo decaído.- Ese nombre… Panthea… lo dijiste hace un rato ¿Ese es su nombre?-

-Si…- Su corazón le gritaba que se lo dijera, pero siendo una diosa no podía. Su mente le pedía que callara aquello que el corazón moría por gritar.

-Supongo que eso es todo lo que tenía que decir…- Seiya se levantó y camino hacia la puerta.- Perdón si fui una molestia.-

La diosa estaba debatiendo en una lucha contra su corazón y al ver partir a su santo decidió dejar de callar.

Seiya tenía la mano ya en la manija de la puerta cuando sintió el cuerpo de Saori detrás de él abrazándolo. Los sentimientos que el joven sintió en ese momento lo hicieron pensar que se encontraba soñando.- Eres tú, Panthea… no, Seiya, eres tu.- Saori sabía que tenía prohibido enamorarse de un humano y aun así estaba dispuesta a soportar la ira de los dioses con tal de decírselo. Sería capaz de gritarlo en ese momento con tal de que no se fuera con una idea equivocada. Le resulto gracioso pensar que no duro ni un día con su idea de olvidarlo.

Seiya intento despegar los brazos de Saori para darse la vuelta y tenerla de frente, pero ella se aferró a el más fuerte de lo que ya estaba.- No, no me mires ahora… si lo haces no seré capaz de dejarte nunca ¿Sabes? Era cierto lo que dije hace unos momentos… enamorarme de ti fue mi único e imperdonable pecado. Está prohibido y aun así lo hice. Soy una diosa bastante desobediente.-

Seiya logró zafarse del agarre de la diosa.- ¿Crees que después de decirme todo lo que sientes me quedare callado? Saber que me correspondes me hace tan feliz que podría ir a pelear contra todos los dioses por ti.-

-Te estaría mintiendo si dijera que tus palabras no hacen que mi corazón se acelere, pero… esto no puede ser.- Saori guardo un poco de distancia con su persona amada.- Yo no quisiera tener que apartarte, pero no estoy dispuesta a verte sufrir el castigo de los dioses.-

Seiya abrazo a Saori y ella se arrebolo como siempre que él se acercaba a ella.- ¿S-Seiya?

-Decirme todo lo que sientes por mí y luego rechazarme… eres una diosa cruel.-

-Te quiero… te quiero y no lo dejare de hacer, pero sabes que estoy haciendo lo correcto.-

- Solo puedes decir que es una decisión correcta si no tienes nada de que arrepentirte y como yo lo veo ahora… tu no quieres que yo te suelte ¿verdad?-

-No quiero, pero debo hacerlo.-

No, no debes.- Saori intento apartarlo, pero Seiya se resistió.- Que vida tan difícil nos tocó vivir… ni yo debo ni tu puedes. Y aun así cada vez que nos reencontramos volvemos a cometer el mismo pecado.-

-Solo tienes que pedírmelo… dime que quieres que esta sea la última vez que nos encontremos y entonces… yo dejare de buscarte en cada una de mis vidas.-

-Me es imposible pedirte eso, porque sentiría que algo me falta y sería lo mismo que estar por el mundo sin un rumbo fijo.- Seiya soltó a Saori y la miro de frente.-Además… si yo no te hubiera conocido… mi mundo no habría sido llenado de color. Y…no podría hacer esto.-

Saori no pudo detener a su santo o más bien no supo cómo responder. Cuando menos lo supo él ya estaba a unos centímetros de sus labios y ella por impulso termino por cortar la distancia. Ella ya no estaba a tiempo de detener nada. El pecado ya era tan tentador que ni ella quería dejarlo.

Solo fue un breve momento el que duro aquel beso, pero se había vuelto la adicción de la diosa. Tal como ocurre con todas las drogas, la diosa volvió a probar de su adicción.

Si Zeus los viera posiblemente acusaría a Athena de ser una diosa impura por enamorarse de un humano.

Si ella pudiera regresar el tiempo para sobrescribir los pecados acumulados, no importa cuántas veces hubiera repetido su encuentro desde el inicio. Ella siempre terminaría en los brazos de aquel hombre.

Un sonido resonaba en el fondo del corazón de la diosa desde que lo conoció y más ahora que había probado una y otra vez los labios de su persona amada.

La diosa a la cual no se le había conocido amante alguno estaba siendo tentada por un humano. Saori cayó en la cuenta de lo que había hecho y Seiya pudo notar su mirada llena de culpa.

-N-no, perdón... –

-No tienes que disculparte.

-Pero…-

-Te hizo feliz ¿o no? Si es así no tienes nada de que arrepentirte.-

-Pero si llegan a saberlo tú sufrirás por mi culpa.-

-Olvida eso.- Seiya tomo sus manos intentando tranquilizarla.- Si eso ocurre peleare para volver a estar contigo-

Saori ya no estaba en posición de hablar sobre sus obligaciones como diosa. Al ver los ojos de ese joven que estaba frente a ella su mente dejo de pensar en los castigos y comenzó a calmarse.- Al menos… me has dado un buen regalo de cumpleaños…- Saori dijo eso ultimo sin pensarlo y al ver la cara de sorpresa de su acompañante se avergonzó bastante.

-¿E-es tu cumpleaños? ¿Por qué no me lo dijiste? Pude haber ido a comprarte algo.-

Saori se sintió calmada de nuevo, pero no olvidaba el momento que acababan de compartir.- Olvídalo… con esto es suficiente.-

-Oye…. ¿Podré volver a besarte en otra ocasión?-

-Posiblemente lo harías aunque yo dijera que no…-

-¿Qué? Pero si tú fuiste la que me…-

-No lo digas o harás que me arrepienta de lo que hice.-

-Oye, Saori… ¿Quieres… te gustaría salir conmigo mañana?- Seiya era bastante tímido cuando se trataba de invitar a alguien a salir.

Saori sonrió sinceramente.- Me encantaría.-

Ese día que había comenzado como uno pésimo para la diosa se había vuelto el mejor de toda su vida. Ambos se despidieron y Seiya se fue a su habitación a dormir. Esa noche, Saori sintió que estaba feliz por primera vez. Sabía que le traería consecuencias, pero mientras estuviera con el sería capaz de soportar todo.

A la diosa le pareció que las estrellas brillaban aprobando su decisión y pintando esperanza en su vida.

Desde que se conocieron solo eran dos corazones buscándose el uno al otro y que deseaban dejar de sufrir. Al final de eso se guiaban sus sueños.