Voces. Miles de voces llenas de exitación se alzan a tu alrededor. Estás de pie, en una cola aparentemente interminable, en compañía de personas que hablan entre ellas, que lloran o que simplemente sonríen. Llevas horas esperando, moviéndote apenas unos centímetros hacia delante y aguantando un calor insoportable. Pero todo eso no importa porque está aquí. Ese actor que tantas veces te ha emocionado. Esa cantante de la voz de oro. Ese deportista que tantas veces te ha hecho vibrar. Está aquí. Y puedes conocerle. Una especie de descarga eléctrica, mezcla de adrenalina y emoción, recorre tu cuerpo haciéndote sonreír sin motivo. Puedes conocerle. Tú. A él. A ella. A tu ídolo. De repente te sientes como si pudieses despegar del suelo en cualquier momento. Quieres saltar, gritar y correr de un lado a otro pero tienes suficiente auto-control como para mantenerte en tu puesto de la fila. El movimiento de la fila es lento y repetitivo. Avanzas, paras, vuelves a avanzar y paras de nuevo. Cambias el peso de tu cuerpo de un pie a otro mientras intentas contar el número de personas que tienes delante. En tu interior, la impaciencia y la excitación parecen librar una batalla a capa y espada por ver quién tiene más poder sobre tí. El paso del tiempo se convierte en tu mayor enemigo y las personas a tu alrededor pasan a ser tus confidentes. Un intercambio de palabras, un par de gritos sofocados y ya sois íntimos amigos; una amistad de dos minutos que recordarás toda la vida. Gracias a ellas la excitación gana la batalla a la impaciencia y el movimiento de la cola te parece más fluído. Avanzas, paras y vuelves a avanzar hasta que le ves. Está a sólo dos personas pero eso basta para dejarte clavado en el sitio. Todo a lo que estabas acostumbrado, su voz, sus ojos, su sonrisa, todo eso se materializa ante tus ojos cobrando un matiz distinto al que recordabas. Avanzas un puesto más. Tu corazón late con fuerza y amenaza con salir de tu pecho si no le das una tregua pero estás lejos de escucharle. Das un paso más y eres capaz de captar su olor. Desmayo, histeria y ganas de correr se mezclan en tu interior. Llegó tu turno. Avanzas con paso tembloroso y le miras a los ojos. Tu respiración se corta. Tus mejillas se encienden. Tu mente queda en blanco. De repente te da igual toda la gente que hay a tu alrededor. Te olvidas de dónde estás, de quién eres, de dónde vives. Sólo estáis él y tú. Ella y tú. Te sonríe y te pregunta tu nombre mientras apoya un bolígrafo sobre un papel. Tragas saliva y consigues decir cómo te llamas sin que te tiemble demasiado la voz. "Bonito nombre" dice sonriendo y garabateando una dedicatoria en el papel. Sueltas un "gracias" aunque lo que verdaderamente quieres es abrazarle, besarle y gritar a los cuatro vientos el amor incondicional que sientes por él, por ella. Pero no lo haces, te limitas a verle escribir intentando retener todos los detalles que puedas, formándote un recuerdo mental que sabes que te acompañará el resto de tus días. Acaba la dedicatoria y extiende su mano estrechando la tuya. La descarga eléctrica te invade de nuevo al sentir su tacto. Tus mejillas alcanzan el color escarlata y tu mente pierde toda conexión con tu boca. Sueltas su mano y te alejas, dejando su minuto de gloria a la siguiente persona de la fila. Te alejas de toda la gente hasta acabar a solas luchando por respirar, con la imagen de vuestro breve encuentro permaneciendo aún fresca en tu memoria. Bajas la vista y encuentras el papel con su autógrafo, sujeto por tu temblorosa mano. Lees las palabras una y otra vez notando tus ojos inundarse con lágrimas de alegría. Corres. Saltas. Gritas. Lloras. Te ríes. Vives. Eso sientes cuando eres fan.
