Abrió lentamente los ojos, la claridad que se colaba por la ventana había terminado por despertarla; podía escuchar el sonido de los pájaros que cantaban en el exterior así como sentir la cálida respiración del cuerpo que la abrazaba por la espalda, se revolvió incomoda; ese sujeto, con su sola presencia bastaba para que deseara no estar en esa amplia cama de sábanas de seda, ¡como extrañaba su viejo futón! Suspiró derrotada, esos brazos parecían no aflojar su agarre, sabía que no lo harían hasta que su dueño se despertara, sin embargo prefería por mucho la incomodidad de saberse entre sus brazos que el tener que tratar con él. Sintió como la respiración del hombre cambiaba un poco, como la apretaba un poco más contra su pecho y su suspiro… Makino… Tembló, y se apresuro a cerrar los ojos, fingiéndose dormida tal vez podría evitarlo un poco más.
Estaba despierto, sólo quería estar así un poco más, olisqueó los cabellos de su amada, y sonrió feliz. Se levantó con cuidado para poder observar su tranquilo rostro dormido, bueno por su expresión supo de inmediato que ya no dormía, aunque ella quisiera hacerle creer lo contrario con sus ojos tercamente cerrados, esa terquedad tan encantadora que inevitablemente lo enamoró, haciéndolo caer rendido a sus pies. Con cuidado la giró hasta que estuvo sobre su espalda y besó suavemente sus labios, sólo para murmurar sobre estos un buenos días. Vio como apretaba sus labios y sonrió una vez más, ¡que puchero tan encantador! Se levantó y preparó la tina y la ropa que vestirían más tarde, cualquiera que lo conociera sería incapaz de reconocerlo, sonriendo mientras que se ocupaba de esas cosas que siempre dejó a cargo de sus muchos sirvientes, mientras sonreía y tarareaba una canción. La chica en la cama ya se estaba levantando y con pasos lentos y desganados se dirigía hacia el baño, al verla se apresuró a alcanzarla, con cariño le retiró su bata de suave algodón para después despojarse rápidamente de su pijama y meterse en la tina con ella en brazos, entre mimos y besos pasó el baño, después la secó y la vistió con un amplio vestido amarillo, se coloco su usual ropa de marca y bajo para asegurarse que el desayuno estuviera en su lugar.
Al fin estaba sola de nuevo, era horrible, detestaba pasar cada mañana por eso, se le antojaba humillante la forma en que la bañaba y vestía sin dejar de manosearla, pensó que después de un tiempo dejaría de hacerlo por su obvio estado, pero no fue así, al contrario cada día parecía más contento con eso. Miró frustrada el vestido que llevaba, no es que fuera feo, al contrario la tela era suave y el corte exquisito, sólo que como cualquier cosa que provenía de él, lo detestaba, más al ver como la tela dibujaba la pronunciada curva de su vientre, ese vientre que él no dejaba de tocar cada que podía. Bajó la mirada y soltó un par de lágrimas, sentía tanto coraje, lamentaba en lo más hondo de su ser aquél día en que se enfrentó a él, todo por una estúpida chica de clase alta, tal vez en un tiempo la consideró su amiga, ahora ni siquiera recordaba su nombre, en realidad había olvidado casi todo lo de esos días, ahora sólo sentía odio por todos esos niñitos ricos, pero sobre todo por ella misma, se odiaba por estúpida, por no conocer su lugar, por atraer la atención de ese sujeto. Limpió las lágrimas que rodaron por sus mejillas y se apresuró a bajar, no quería que subiera a por ella, sería capaz de bajarla en brazos, y mientras menos contacto… mejor.
Estaba en el comedor cuando la vio entrar, con sus mejillas rojas y sus ojos aguados y bajos, una sombra pasó por su mirada; su amor había llorado, eso lo ponía furioso y frustrado, nada podía hacer por calmarla, sabía que la causa de su llanto era él y su hijo que crecía en su vientre. Era irónico, contrariamente a lo que ella pensaba él era perfectamente consciente de la aversión que ella sentía por él, sólo esperaba que esta terminara por desaparecer algún día, creía firmemente que así pasaría, después de todo en algo menos de un año ya notaba progresos considerables: dormían, se duchaban y comían juntos, ella incluso le respondía preguntas directas; si bien era cierto que hacía tiempo que no se veía reflejado en esas lagunas miel que tanto amaba. Sus ojos seguían cada uno de sus movimientos, grabándolos en su memoria, observándola tomar su desayuno con calma y desgana. Suspiró, su amor había cambiado mucho, de la enérgica Tsukushi que conoció no quedaba mucho, ya no sentía la fiereza de su mirada, ni su energía desbordante, hace varios meses que no discutía con él, otro suspiro, en definitiva, tendría que traerla de vuelta, no la dejaría escapar, si no hizo aquél día, no lo haría ahora; tendría que esperar un poco, al nacimiento de su hijo, ver cómo reaccionaba ante su maternidad y después actuar en consecuencia para tener a su lado a Makino, la original, no esa encantadora sombra que lo despreciaba en silencio.
