El sol brillaba aquel día en el reino de Mewni y el viento acariciaba a Comet Dragonfly mientras cabalgaba a toda velocidad. Su figura podía ser apreciada sólo un momento antes de pasar de largo. Sin embargo, no había un sólo súbdito que no reconociese su dorado cabello corto ligeramente alborotado, su traje a juego con sus ojos del mismo color que un lago, y las marcas en forma de corazón de sus mejillas.

La gente se apartaba corriendo de las calles para evitar ser arrollados por la montura de su príncipe. Pero no era nada a lo que no estuviesen acostumbrados. Muchos pensaban que era un muchacho imprudente e irresponsable debido a su gusto por luchar contra monstruos y montar en guerricornios salvajes, unas bestias de aspecto muy similar al de un unicornio pero que rara vez se podía ver a uno sin cicatrices de batalla debido a su tremenda agresividad y temeridad.

Pensaran lo que pensaran, nada ni nadie podría estropearle el día de su 14º cumpleaños. Porque, según la tradición, eso significaba que su padre debía hacerle entrega de la reliquia más importante de su familia, la varita mágica real. Comet presionó la panza de su guerricornio para ir aún más deprisa y llegar cuanto antes a la sala del trono, donde le esperaban sus padres junto a la nobleza para dar comienzo a la ceremonia. Estaba tan emocionado, que ni siquiera intentó frenar cuando llegó a la gran puerta y fue derribada sembrando el miedo entre los invitados de la más alta alcurnia y la exasperación en los reyes. El animal salvaje cruzó toda la habitación hasta atravesar de un golpe la pared opuesta justo después de que el príncipe se bajara de un salto. Sus padres se incorporaron enseguida y Comet se volvió hacia ellos con gran impaciencia.

A la izquierda estaba su padre, el rey Sun Dragonfly, un hombre cuya mera presencia era el más fino ejemplo de cómo la realeza debía comportarse. Su cabello plateado se encontraba recogido en una coleta, como de costumbre. Sus ojos del mismo azul que los de su hijo y su esposa, miraban fijamente a este aunque sabía perfectamente que la atención de Comet no se centraba ni en sus ojos, ni en las marcas con forma de rombo de sus mejillas, ni en su madre. La reina Rina Dragonfly Johansen tenía una estatura significativamente menor a la de su esposo. Su cabello rubio, de un tono algo más oscuro que el de Comet, estaba suelto y su vestido llevaba los mismos colores que los trajes de su esposo y su hijo.

Comet quiso coger la varita, que estaba hecha de oro y tenía un gran diamante en la parte superior, pero fue detenido por su padre:

-¡Alto, Comet! Esta varita es una gran responsabilidad. -dijo mientras volvía a alejar la varita del alcance del príncipe- Si cae en manos de las fuerzas del mal, podrían destruir el universo.

Como suele decirse, a la tercera va la vencida. Comet logró coger la varita de la mano del rey y esta empezó a cubrirse de luz hasta que su silueta se volvió inapreciable. La luz desapareció enseguida mostrando que la varita había cambiado de forma. Ahora era de color azul y el diamante había sido reemplazado por una gran esfera de la que sobresalían dos alas. En la parte delantera, había un círculo de un azul más oscuro con una estrella dorada en el centro. Comet miró emocionado el aspecto que la varita había tomado para él y respondió:

-Tranquilo, papá. Está en buenas manos.

A los reyes no les tranquilizaron esas palabras y decidieron vigilar a Comet desde una de las torres del castillo. No tuvieron que esperar mucho para ver una de las aldeas cercanas bajo un arco de fuego y a todos sus habitantes correr aterrorizados. Ante esa escena, sabiendo que Comet era el causante aún sin quererlo, ambos comentaron al mismo tiempo:

-No está en buenas manos.

A la mañana siguiente, después de un exquisito desayuno, el príncipe vio a algunos sirvientes llevando un baúl con sus cosas al jardín delantero del castillo, donde se encontraban sus padres junto a la carroza real tirada por dos dragoleones. El terror se apoderó de él y corrió a arrodillarse a los pies de su padre y a suplicar:

-¡Noooo! ¡Seré bueno! ¡Por favor, no me enviéis al Reformatorio de San Hugo para Príncipes Rebeldes!

Tras decir eso, Comet soltó un grito de puro miedo. Le daba pavor el mero hecho de que alguien mencionara ese horrible lugar, aunque fuera él mismo. No paró hasta que su madre le dijo en tono tranquilizador:

-Cielo, no te vamos a mandar allí.

-¡Oh! -dijo Comet mientras soltaba las piernas de su padre y volvía a ponerse de pié.

-Por ahora. -añadió Sun sólo para asegurarse de que su hijo se tomara en serio lo que pasaba.

-Te entrenarás en una dimensión mucho más segura. En un lugar llamado Tierra.

-¿"Tierra"? -preguntó Comet desconcertado.

-¡Manfrey, abre el portal! -ordenó Rina al paje real.

Mientras Sun obligaba a su hijo a meterse en la carroza, Manfrey sacó unas tijeras blancas que al abrir y cerrar en el aire, crearon una grieta dimensional. El paje introdujo ambas manos para expandir la grieta como quien abre unas cortinas. Entonces, los dragoleones comenzaron a tirar de la carroza en dirección al portal.

Comet echó un último vistazo al castillo. En él se había criado y había vivido toda su vida. Ahora se marchaba de él y no sabía cuando volvería a verlo. Antes de salir del reino se despidió en bajo:

-Adiós, Mewni.

Nadie de la familia real o de sus sirvientes sabía que sus movimientos estaban siendo observados.


Tierra

Instituto de Echo Creek


Tras atravesar el portal, la carroza se encontraba junto a la entrada principal del Instituto de Echo Creek, un pueblo corriente de la Tierra. Comet, al ver que la gente del lugar vestía de una forma muy diferente a los súbditos de su reino, usó la varita para un cambio de ropa instantáneo. Su traje de príncipe fue reemplazado por un conjunto de camisa blanca de manga corta bajo un jersey verde claro con un pequeño fantasma fucsia, unos pantalones con rayas horizontales de colores marrón y rojo claro, unos zapatos con adornos que imitaban cabezas de dragón y unos cascos rojos (aunque no sabía lo que eran) con dos pequeños cuernos. Aunque eso no agradó del todo a su padre, no podía negar que vestir al estilo de la gente de la Tierra, era un gesto de aprecio por su cultura, así que no lo mencionó mientras la familia iba a ver a la directora, una mujer gorda de traje azul con gafas que no parecía tener interés en ocultar que pensaba que la gente que había entrado en su despacho eran una familia de locos. Los reyes le contaron su procedencia y le expresaron su deseo de que Comet estudiara en ese instituto como cualquier chico de la Tierra.

-Así que son habitantes de otra dimensión.

Comet pulsó por curiosidad el interruptor de la luz. Al ver lo que hacía se quedo maravillado y lo pulsó unas cuantas veces por diversión antes de decir a sus padres:

-Y decíais que no había magia en la Tierra.

-No creo que este sea su sitio. -dijo la directora Skeeves con el mismo gesto de desprecio en su cara que mostró cuando los Dragonfly entraron. Lo único que lo cambió fue el pequeño cofre que Rina abrió mostrando una parte del tesoro real- ¡A su hijo le va a encantar el instituto! -gritó mientras Comet seguía jugando con la luz.

-Le hará falta un guía. -dijo Rina mientras su marido suspiraba.

Quizá los reyes escogieron el Instituto de Echo Creek debido al gran contraste que presentaban la gran mayoría de sus alumnos con su hijo. En un aula, todos y cada uno de sus alumnos no hacían otra cosa más que mirar al frente como zombis. Bueno, no todos. La única que parecía tener interés en aprender, también fue la única que reaccióno cuando sonó un mensaje por megafonía:

- ¡Marcia Díaz: al despacho de la directora! ¡Marcia Díaz: al despacho de la directora!

Marcia, una chica de raíces latinas con un pelo castaño recogido en una coleta, ojos de color caramelo y un lunar bajo su ojo derecho se levantó de su sitio. Llevaba puestos unos vaqueros negros y una sudadera roja. Se dirigió a la clase con un tono de satisfacción en su voz:

-¡Uuuuy! Creo que alguien se ha metido en un buen lío. -se puso junto a la mesa del profesor para que todos la vieran- Me da que todos los que me habéis votado como la alumna más prudente tenéis que estar sintiéndoos bastante abochornados ahora mismo. -después se inclinó hacia el profesor y susurró- ¿Necesito un permiso?

El profesor Espanto, un hombre realmente feo que no tenía el menor reparo en mostrar su desinterés por la educación de sus alumnos hasta el punto de cortarse las uñas de los pies en mitad de una clase respondió de malas maneras:

-¡¿Quieres irte de una vez?!

Marcia salió de clase. Para su sorpresa, cuando llegó al despacho, la directora no estaba dentro sino junto a la puerta sosteniendo el cofre que le habían entregado hace poco.

-¡Marcia! Te presento a nuestro nuevo estudiante de intercambio: Comet Dragonfly. -Skeeves señaló a Comet que se encontraba experimentando con una fuente de agua y reaccionó poniendose en postura de combate cuando esta funcionó a lo cual Marcia dirigió una mirada de incredulidad- Necesito que un alumno responsable y sensato le eche un ojo, Marcia. ¿Y quién mejor que tú, la más prudente?

-¡¿Qué?! ¡No, no, no, no! Soy la menos indicada para esto. -respondió indignada- ¡Soy una chica mala incomprendida!

-Si eres adorable. ¡Hala! Me voy a la heladería. Tengo que probar los 52 sabores.

Cuando la directora se fue, Marcia soltó un suspiro de pesadez y volvió a mirar a Comet que estaba mordisqueando la fuente. Pensando que cuanto antes empezara, antes terminaría, Marcia empezó a enseñarle a su nueva carga el instituto. Comet, por el contrario estaba emocionado con su acompañante y las cosas que le enseñaba:

-Gracias por ser mi guía, chica prudente.

-¡¿Q-Qué?! ¡No! ¡Todo lo que hayas oído sobre mí es mentira! ¡No sé de dónde han sacado la idea de que soy prudente! Cuidado, una baldosa suelta -señaló- ¡Es ridículo! Taquilla abierta. -dijo mientras la cerraba- ¡Te pones casco para ducharte UNA VEZ y te encasillan de por vida! ¡Uy, cristales! -apartó a Comet para que no los pisara- Sinceramente, me apasiona el riesgo y me encantaría llevar una vida más peligrosa.

Tras oír eso, Comet sacó su varita y lanzó un rayo a una mariposa que pasaba por ahí. La mariposa se convirtió en un monstruo alado, peludo y con grandes colmillos. Marcia soltó un grito de miedo y se refugió detrás de Comet mientras la mariposa-monstruo se llevaba volando a otro alumno:

-¡¿Qué ha sido eso?!

-Ups. Perdona, como habías dicho que te iba el peligro...

-Pero...¿tú quién eres?-preguntó Marcia con una mezcla de curiosidad y miedo a la respuesta.

-Pues soy un príncipe mágico,-respondío Comet mientras con su varita creaba un arco azul con su nombre escrito-que viene de otra dimensión.-cuando terminó, el arco se prendió fuego sin más.

-Bueno, la visita guiada se ha terminado.-dijo Marcia fingiendo una sonrisa-Me voy a casa.-Marcia se puso la capucha de su sudadera y comenzó a correr para alejarse de Comet.

-¡Adiós, nueva mejor amiga!-se despidió Comet mientras Marcia escapaba y el fuego se extendía-¡Hasta mañana! ¡Adiós!

Marcia continuó corriendo hasta que pasó un rato desde que perdió el instituto de vista. No pensaba quedarse ahí con ese peligro andante. Siguió el resto del camino hacia su casa andando hasta que llegó. El hogar de la familia Díaz era una casa blanca de dos pisos con un garaje y un jardín seco adornado con un par de cactus. Marcia entró queriendo olvidarse de lo que había pasado hoy, pero estaba completamente desprevenida para la sorpresa que le esperaba. En el sofá del salón se encontraban sus padres. Allen Díaz, su padre, era un hombre de complexión estilizada con un pelo rizo del mismo color que el de Marcia y unos ojos verdes. Mientras que Raquel, de quien procedían las raíces mexicanas de Marcia, era una mujer alta y fornida de pelo negro y piel más oscura que el resto de su familia. Sólo con verlos se deduciría que su hija heredó sus ojos color caramelo. Lo que casi provoca un patatús a Marcia, fue ver quién estaba sentado con ellos:

-¡Hola, Marcia!-exclamó Allen al ver a su hija-Ven a conocer al estudiante de intercambio que va a vivir con nosotros.

-¡¿Qué... qué...?!-balbuceó Marcia que estaba casi petrificada por ver a Comet en su casa.

-¡¿Cómo?! ¡No sabía que fueran tus padres!-exclamó Comet mientras agarraba del brazo a Marcia para acercarla a sus padres-Pensé que en la Tierra todo el mundo se llamaba Díaz de apellido.

-¿Has visto cuanta energía positiva? La casa rebosará de alegría gracias a Comet.

-Eso también lo podríamos haber conseguido teniendo cachorritos, papá.

-¡Me encantan los cachorros!-exclamó Comet con más alegría aún si cabía.

Apuntó con la varita al suelo e hizo aparecer ocho perritos de la nada. Los padres Díaz no pudieron evitar soltar un "Aaww" de lo ricos que eran. Al menos hasta el momento en el que empezaron a disparar láseres por los ojos. Marcia miró a Comet con cara de enfadada mientras él cogía a uno de los cachorros sonriendo con arrepentimiento. Para no parecer desagradecida con los regalos de su invitado, Raquel también cogió a uno de los cachorros y dijo:

-¡Jajaja! ¡Son una monada!-se esforzó por mantener la sonrisa cuando el cachorro le alcanzó con su visión láser-¡Ay, mi ojo! ¡Jaja!

-Marcia, ¿por qué no le enseñas a Comet su cuarto?

-Y de paso sube también su baúl.

-No hace falta, puedo subirlo yo.

-Eres muy amable, Comet. Pero en esta casa no admitimos el sexismo y tú eres nuestro invitado. Marcia te subirá el baúl.

-Sí, mamá.

Marcia no fue capaz de levantar el pesado baúl del suelo, así que lo agarró por un asa lateral y lo arrastró escaleras arriba seguida por Comet y los cachorros. En el piso de arriba, llegaron hasta una puerta al final del pasillo que daba a una habitación pequeña con una cama, una mesilla y un armario.

-Este es tu cuarto.-dijo Marcia agotada mientras los cachorros le saltaban a las piernas.

-Hmp. Puedo hacerle unos arreglillos.-dijo Comet mientras sacaba la varita-¡Bomba expansiva brillante!

La varita soltó un haz de luz cegadora y transformó la pequeña habitación en una torre con bóveda idéntica a las de su castillo en Mewni. El cuarto de Comet ahora tenía más pisos que el resto de la casa y todos estaban llenos de sus cosas.

-Esto ya me gusta más.

-¡Vaya! Ojalá mi cuarto fuera así.

-¿Eso deseas?-preguntó con una gran sonrisa.

Comet salió de su habitación corriendo y fue a buscar la de Marcia. Cuando la encontró, agitó su varita en el aire y exclamó:

-¡Transformación mística traga-cuartos!

Esta vez apareció un agujero negro en el centro de la habitación de Marcia que empezó a succionar todo lo que había dentro. Los dos gritaron mientras intentaban cerrar la puerta sin ser absorbidos también. Cuando lo lograron, Marcia no estaba nada contenta:

-Traga. ¡¿En serio?! ¡¿Por qué has dicho traga?!

-No lo sé, me salió sin pensarlo.-explicó Comet arrepentido antes de que Marcia pegara su frente a la pared en un intento por superar el estrés-Lo siento muchísimo, Marcia. ¿Te alegrarían unos rayitos de sol?

Comet volvió a mover la varita y formó un sol en miniatura encima de la cabeza de Marcia. Pero no tardó más de unos segundos en convertirse en una nube de lluvia. Marcia se dió la vuelta, mostrando una cara que indicaba que había llegado a su límite:

-¡Ya no lo soporto más!¡Si tu te quedas aquí, yo me voy de casa!-gritó justo antes de saltar por la ventana olvidando que estaba en el piso de arriba-¡Aay!

-¿Estás bien?

-El huerto de cactus de mi padre ha amortiguado la caída.

-¿Quieres que te ayude?

-¡Estoy bien! ¡Lo que quiero es que me dejes en paz!

Comet quería ayudarla, quería compensarle por lo que le había hecho pasar. Pero por otra parte, ella no quería su ayuda y cada vez que él lo había intentado, sólo consiguió empeorar las cosas.

Ninguno de ellos era consciente de que, en un árbol cercano, se encontraba una siniestra figura observándolos. Se trataba de un monstruo con membranas entre los dedos, brazos musculosos, piel verde, ojos amarillos y gruesos labios de un tono algo más oscuro que su piel que formaban una sonrisa que permitía ver su afilada dentadura. Llevaba una túnica que dejaba sus brazos y parte de sus piernas al descubierto con el símbolo de un gran ojo con alas de murciélago y hombreras con pinchos. De su cinturón cogió unas tijeras con las que abrió un portal para informar de lo que había visto.


Mewni

Castillo en las tierras oscuras


Tras atravesarlo, se encontraba en una sala con un gran trono de espaldas adornado con dos cuernos enormes y custodiado por dos guardias. Una de ellas era una osa con un cuerno que vestía una túnica parecida a la suya y la otra tenía un aspecto más humanoide excepto por unas pequeñas astas y orejas de cabra. El monstruo que acababa de entrar hizo una serie de gestos como saludo y croó antes de decir:

-Luda, mi señora. Como me ordenó, he seguido al príncipe Dragonfly sin ser descubierta. Está en la dimensión de la Tierra, desprotegido.

Una maléfica risa se escuchó en la sala antes de que el trono se diera la vuelta mostrando que quien estaba sentada en él, no tenía un aspecto tan amenazante como sugería el resto de su castillo. Se trataba de un monstruo de un tamaño no superior al de una niña pequeña que estaba sentada encima de una pila de cojines porque su trono era demasiado grande. Vestía una túnica oscura con piel de algún animal en la parte superior adornada con diminutos cráneos y llevaba un cráneo de dragón en la cabeza. Su piel era de un color verde grisáceo y tenía un pico en lugar de boca.

-Muy buen trabajo, Muscurrana. Sabía que no podrían proteger de mí a ese mocoso real. Pronto me haré con esa varita. ¡Luego con el universo! ¡Y luego...! Bueno, me vale con el universo. ¡Voy a por ti, príncipe Dragonfly!


Tierra

Entrada principal de la tienda Shop & Slurp


-¡Eh, hazme un favor, relléname esto! -dijo Marcia a una chica que entró en la tienda asustada- No me dejan volver a entrar porque esta nube lo deja todo empapado. Señor, ¿me ha traído el refresco? -preguntó a un hombre que acababa de salir con su hija.

-No le mires a los ojos. -dijo el padre mientras cogía a su hija de la mano y se iban corriendo.

-¡Si mis padres le preguntan por mí, dígales que necesito papel higiénico!

-Marcia.

Ella se dio la vuelta y se sobresaltó al ver a Comet.

-¡¿Qué haces aquí?!

Comet no dijo nada. Sacó la varita y apuntó a la nube. Marcia se preparó para cualquier cosa mala que pudiera pasar, pero tras un instante con los ojos cerrados se dio cuenta de que ya no llovía encima de ella. La nube había desaparecido y Comet dijo con arrepentimiento en su voz:

-A mí me han obligado a vivir en la Tierra. Y a ti te van a obligar a vivir conmigo. De verdad que lamento todas las molestias que te he provocado por no saber usar bien mi magia. Pero no quiero causarte más problemas, así que me buscaré otro sitio donde vivir.

Marcia vio que las disculpas de Comet eran realmente sinceras y se dio cuenta de que ella también había sido un poco injusta con él. Hizo una mariposa-monstruo cuando ella dijo que le gustaba el peligro, creó los cachorros porque a ella le gustaban y, aunque fue una pifia total, intentó transformar su habitación después de decirle que le encantaría tener una como la suya. Pero antes de que pudiera decir nada, algo llamó su atención:

-C...Comet, detrás de ti.

Comet se dio la vuelta para descubrir que había una gran banda de monstruos detrás de él. Al frente de todos ellos estaba Luda:

-¡Comet Dragonfly, te he encontrado!

-¡Luda! ¿Cómo has sabido que estaba aquí?

-¡Jajajaja! Ya te gustaría saberlo.

-Sí, por eso he preguntado.

-¡Oh! Pues resulta que Muscurrana... ¡Eh! ¡No tengo que darte explicaciones! ¡Traedme su varita!

Comet adoptó una postura de combate justo antes de que Marcia se pusiese entre él y los monstruos. Una de ellas con tres ojos y brazos musculosos se lanzó al ataque, pero fue derribada enseguida gracias a las artes marciales de Marcia.

-¡Wow! ¡¿Sabes luchar?! -preguntó Comet emocionado.

-Se llama... -Marcia hizo una pausa para tumbar a la mujer oso – kárate.

Otro de los monstruos intentó atizar a Comet con un gran mazo sin éxito. El príncipe dio una patada en el estómago que le hizo soltar su arma antes de volver a intentarlo causando que ésta cayese entre las astas de su cabeza. Al presenciar la escena, Luda saltó y se agarró al torso de Muscurrana para mirarla a los ojos mientras le gritaba:

-¡Me dijiste que estaba desprotegido!

Ella se encogió de hombros mientras las demás estaban recibiendo una paliza gracias al kárate de Marcia y la magia de Comet. Una mujer girafa fue a por ellos, pero Comet trepó por su cuello y saltó para atacar desde arriba:

-¡Puñetazo de colorines!

Un puño de energía multicolor surgió de la varita y golpeó al monstruo en la cabeza haciéndole salir disparada contra un coche. Luego, Comet disparó un rayo contra Muscurrana que le hizo chocar contra una farola detrás de ella.

-¡Me estás avergonzando! -gritó Luda- ¡Levántate y lucha!

Ella arrancó la farola con la que había chocado para usarla como arma. Pero sólo consiguió caer bajo otro hechizo.

-¡Niebla de gominolas alucinógenas!

Muscurrana dejó de ver lo que realmente ocurría a su alrededor. Sólo podía ver una niebla en la que flotaban gominolas de todo tipo y cómo aparecían caras suyas en sus manos:

-¡Hala! ¿Pero qué está pasando?

Comet y Marcia recibieron un golpe de una pareja de monstruos. Una era una mujer gallina (más gallina que mujer) y la otra una mujer patata con tres ojos. Marcia se incorporó de un salto y pudo darles una patada a cada una con el mismo movimiento, dejándolas vulnerables al ataque final de Comet:

-¡Mega-explosión de narvales!

Los mamíferos marinos que surgieron de la varita aplastaron a todos los monstruos dejándolas derrotadas. Comet se acercó a Luda y le preguntó:

-¿Quieres tu ración, Luda?

-No. -respondió antes de volverse para hablar a sus matonas- ¿Lo veis, zoquetes? Esto es lo que pasa cuando no hacéis ejercicio. -dijo mientras sacaba unas tijeras de su túnica y abría un portal con ellas- ¡Hala, todas al portal! -sus magulladas siervas le obedecieron- Dais pena hasta cuando os retiráis.

-¡Me muero de miedo! -exclamó Muscurrana, que aún seguía alucinando, mientras atravesaba el portal.

-¡Te atraparé, principe Dragon...! -gritó Luda antes de que el portal se cerrara.

-¡Ha sido increíble! -exclamó Marcia con alegría- ¡Yo he estado increíble! ¡Tú has estado increíble!

-¡Vaya, gracias! -respondió Comet contento de ver a Marcia feliz- Bueno, será mejor que vaya a tu casa para recoger mis cosas.

-Espera. No quiero que te vayas. Quiero que vivas con nosotros.

-¡¿En serio?! ¡Gracias, Marci! -exclamó mientras le daba un abrazo.

-¿Marci?

-¿Puedo llamarte así, no?

-Claro. Pero dime una cosa. ¿Nos van a atacar monstruos todos los días? -preguntó mientras se ponían en marcha.

-Sí, seguramente.

-¡Genial! ¡Parece súperpeligroso! ¡No, cruza por el paso de cebra!

-Vale, chica temeraria.