¡Estoy lista, estoy lista, estoy lista!
(Suspiro) Hace años que no escribía un ff de este fandom y mucho menos un yaoi ja, ja, ja. Desde hace mucho que he querido hacer algo por las celebraciones de aniversario… más vale tarde que nunca
Serán una serie de historias cortas dedicadas a algunas parejas de aquí, no creo que todas sean yaoi y quizá también incluya algunas de las otras sagas (eso si KandraK se anima a apoyarme con el GX n.n)
Sin más, ¡al fic!
Disclaimer: YGO (en todas sus franquicias) no me pertenece. Esos son de Kazuki Takahashi.
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Resumen: Seto Kaiba paga millones de dólares por la única fotografía que se subasta para una obra de caridad. El retrato simplemente se titula 'Una tarde en la ciudad'. ¿Quién es el chico de la foto y por qué el CEO tiene tanto interés en adquirirla?
El retrato.
El tipeo de su computadora personal era lo único que se escuchaba en el estudio que se encontraba al fondo de la estancia principal. Era tarde por la noche y, como era costumbre, Seto seguía trabajando. Apretó 'enter' y, suspirando de cansancio, se recargó de lleno en el alto respaldo de su sillón, llevándose la taza de café a los labios que minutos atrás le había llevado su pequeño hermano menor.
Miró la puerta de encino y supo que realmente su hermano no volvería. Y es que momentos antes, cuando había llevado la taza, le hizo un comentario que valió el comienzo de una riña entre ambos. Mokuba, como respuesta, había salido refunfuñando algunas cosas, entre ellas que no volvería a hablarle hasta que se le quitara lo 'cabezota'.
Kaiba suspiró nuevamente, ¿por qué Mokuba no podía seguir siendo como usualmente era? Cuando niño, el oji gris acataba todas sus órdenes sin rechistar, teniéndolas tan en alta estima como si de los Diez Mandamientos se tratara. Pero ahora, a sus casi diecinueve años, era un respondón de primera.
'Supongo que a eso se le llama crecer', pensó el castaño, levantándose de su lugar y cerrando la laptop.
Salió del estudio y se dirigió a la habitación de su hermano. Frunció el entre cejo al notar que la luz seguía saliendo por la rendija que había entre la puerta y el suelo.
-Mokuba, abre- dijo sin más, pero no hubo indicio de que el chico fuera a hacerlo. Kaiba torció los labios, no le gustaba tener que repetir las cosas y sobre toso si éstas eran órdenes.
Así que sin más aviso, abrió la puerta, encontrándolo frente a su computadora de escritorio y 'chateando'.
-Mokuba, más vale que apagues eso y te vayas ya a dormir. ¿Has visto la hora que es?- su dedo índice señaló el Rolex que llevaba en la muñeca izquierda.
-La misma en la que tú sigues trabajando, hermanito- respondió sin volverse, soltando una risita que se le desprendió al terminar de leer el mensaje.
Kaiba rodó los ojos, dirigiéndose hacia la cama y sentándose en ella. Mokuba siempre conseguía lo que quería y esa no iba a ser la excepción.
-Está bien, lo haré- comentó, maldiciéndose mentalmente porque en cierta manera, él era el causante de la actitud manipuladora del peli negro.
Mokuba por su parte sonrió triunfalmente, despidiéndose de sus amigos de la red y apagando el equipo. Se levantó calmadamente de su silla y, de improviso, se lanzó sobre su hermano.
-¡Seto que bueno que has aceptado!- gritó, abrazándolo y restregando su mejilla sobre la de su hermano.
-Mokuba… por favor- el castaño deseaba hacerlo a un lado, pero la verdad es que le gustaba las muestras de cariño por parte del pequeño –aunque eso de pequeño era sólo un mote, pues el chico ya le llegaba al hombro y parecía que todavía le faltaban un par de años para terminar de crecer –.
-Entonces tú y yo mañana iremos- comentó, limitándose a quedar al lado izquierdo del castaño.
-Mhh…- respondió simplemente, aún seguía sin gustarle la idea, pero ya se lo había prometido a Moki y ya nada se podía hacer.
Se levantó, dirigiéndose hacia la puerta y cuando ya tenía el pomo en sus manos, el llamado del peli negro le detuvo.
-Seto… gracias. No sabes lo importante que es esto para mí- le sonrió, deseándole buenas noches.
-También buenas noches para ti- Kaiba supo entonces el por qué siempre terminaba accediendo a las peticiones de su hermano.
Ver esa sonrisa era su razón. Desde que ambos quedaran huérfanos, Seto había decidido que jamás volvería a permitir que el rostro de su hermano mostrara algún rastro de tristeza.
Él sabía que no había día que Mokuba no pensara en los días que vivieron en aquel orfanato, en los amigos que se quedaron ahí sin que nadie quisiera adoptarlos y, por tanto en la 'suerte' que ellos tuvieron de tener un 'hogar'. Al menos lo único rescatable de todo ese asunto había sido que ambos lograron permanecer juntos.
Debido entonces a esa 'suerte', es que Mokuba había llegado como torbellino a casa pidiéndole que asistieran al día siguiente a una subasta que se llevaría acabo justo en el mismo orfanato del que ellos salieron. La subasta sería a beneficio de los niños que vivían ahí, para darles la oportunidad de tener fondos suficientes para que se les pudiera enseñar algunos oficios y, si la vida seguía siendo injusta con ellos, pudieran valerse por sí mismos si es que no eran adoptados.
Aunque si por Seto fuera, jamás volvería a poner un pie en ese horrible lugar. Con ese pensamiento, apagó la lámpara de noche que se encontraba en el buró del lado derecho y se durmió.
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El lugar estaba lleno, Seto miró con detenimiento a cada uno de los que ahí se encontraban. En su mayoría se trataba de viejos arrugados, engreídos e hipócritas que lo único que les movía era el quedar bien y las oportunidades que la ocasión daba de entablar nuevas opciones de negocios.
No pudo menos que preguntarse si él mismo se vería de la misma manera en unos años más adelante. En sus labios se curvó una fina sonrisa, acababa de recordar exactamente las palabras que cierto rubio le dijera en sus años de preparatoria.
-¿Seto?- el llamado por parte de su hermano lo sacó de sus pensamientos. –La subasta va a comenzar.
El castaño asintió, ocupando su lugar al lado de su hermano. Se percató de que más de uno lo miraba sorprendido de verlo ahí, pero decidido a no hacerles caso alguno, comenzó a arrepentirse de asistir. ¿Qué podía esperar de la clase de artículos que podían subastar en ese lugar?
Después de un rato…
La mesa de los Kaiba se encontraba llena por las cosas sin sentido e inútiles que Mokuba había adquirido. ¿Eso era la envoltura de la última goma de mascar que Michael Jackson compró?
Suspiró, haciendo una negación silenciosa con su rostro. Una sola cosa más como esa y se llevaría a rastras al peli negro.
-Señoras y señores, este será el último objeto a subastar- anunciaron.
-Gracias a los dioses que así es- dijo el castaño, ganándose unas miradas reprobatorias, mismas que regresó con mayor intensidad.
La pantalla blanca que adornaba la pared de enfrente mostró una imagen que el castaño ni siquiera le importó examinar, y así hubiera sido si el grito de sorpresa por parte de oji gris no se hubiera escuchado.
-¡Seto, mira!- lo sacudió por el hombro, señalando la pantalla.
Sus ojos azules volaron hasta el lugar indicado, para luego abrirse en una clara muestra de sorpresa.
-Esta fotografía es la única que existe, pertenece al famoso fotógrafo 'K' y se titula 'Una tarde en la ciudad'. Si me lo permiten decir, a mí me parece que el hombre del retrato es…
-¡Eres tú, Seto!- Moki volvió a jalonearlo de la gabardina.
El castaño asintió con un breve movimiento de su rostro.
El retrato mostraba su rostro en un giro de tres cuartos, sentado a la mesa de un lujoso restaurante al aire libre, su inseparable laptop abierta sobre la misma. Su barbilla recargada en su mano derecha y sus ojos perdiéndose en el horizonte. La ciudad se veía por la terraza, cubierta por un manto de tonalidades anaranjados.
-Mil dólares- de pronto se escuchó.
La subasta había comenzado.
-¡Oh, vamos señores! Se trata de una fotografía de K-San. Y es la única.
-Mil doscientos- anunció otro.
¡Y qué importaba quien había sacado la fotografía! ¡Él era el que aparecía en ella! No iba a permitir que un retrato suyo anduviera por ahí.
-Tres mil dólares- ofreció el castaño.
La gente comenzó a murmurar, ¿por qué querría comprar un retrato propio? ¿Quizá había sido tomado sin su consentimiento?
-Tres mil seiscientos- se escuchó la voz de una mujer regordeta al otro lado del salón.
Seto la miró, a lo que la mujer le saludó con una sonrisita, casi comiéndoselo con la vista. Él hizo una mueca de asco, no quiso ni imaginarse lo que la 'señora' fuese capaz de hacer con el retrato –o más bien lo que haría mientras miraba el retrato –.
Analizó la situación, por las fachas que llevaba, deducía que era una rica nueva. Destilaba vulgaridad por cada uno de sus poros. Perfecto, siendo así, ella no contaba con el suficiente dinero para gastar.
-Millón y medio- la boca de los organizadores cayó hasta el suelo por la oferta.
El silencio reinó por todo el recinto. La pieza fue vendida a Seto Kaiba sin rechistar nada más.
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Kaiba se sentía famélico, había tenido que aguantarse el protocolo de agradecimiento por el dinero que, tanto él como su hermano, habían invertido en la caridad y una sarta de estupideces más; y, además, no llevaba ninguna conexión a una red. Necesitaba saber quién rayos era ese mentado fotógrafo para poder demandarlo por andar lucrando con fotografías suyas. Pero Mokuba había negado rotundamente cualquier clase de aparato que significara tener acceso a su trabajo, así que no podía acceder a Internet.
Mokuba se sonrió al notar como el dedo índice de la mano derecha de su hermano se levantaba sobre su rodilla, como si siguiera alguna clase de ritmo imaginario. Sabía que se encontraba ansioso por investigar la identidad del autor de ese retrato. Se preguntaba si podía decirle lo que sabía o si debía seguir divirtiéndose en ver sus reacciones. A ese paso, seguro y se bajaba en cualquier Café-Internet que encontraran.
-¿Cuándo fue que te sacaron esa foto, hermano?- la voz cantarina del peli negro le sacó un poco de sus pensamientos.
-No lo sé, ¿tú crees que soy de las personas a quien le gusta andar dejando que los demás le saquen instantáneas?
-Eso pensé- respondió con una sonrisa, a lo que el castaño supo que de cierta manera se estaban burlando de él. –Pero no puedes negar que supo escoger tu mejor ángulo y tu mejor momento.
Kaiba sacó la fotografía del sobre blanco y la miró de nuevo.
-Se te ve una expresión muy serena, por no decir adorable.
-¿Qué rayos estas diciendo, Mokuba?- le miró con una mezcla de asombro y enfado, guardando con prontitud la foto.
-Entonces, ¿dónde es ese lugar?
-Por la panorámica, supongo que fue en el Bellinghausen (1)
Mokuba lo miró por un instante más y se decidió a revelar lo que sabía, aunque eso le traería más ansiedad a su hermano. Sonrió malévolamente.
-K es el pseudónimo de unos de los mejores fotógrafos que a aparecido en los últimos dos años- aquello captó de inmediato la atención del castaño. –Nadie sabe con certeza quién es y se dice que siempre entrega sus trabajos por mediadores, así que nadie lo ha visto jamás. Nunca ha concedido alguna entrevista.
-¿Me estás diciendo que jamás podré entablar una demanda en su contra? Ja, no me retes, Mokuba.
-No lo estoy haciendo. Además, sus trabajos son muy famosos entre las chicas, tiene cientos de admiradoras.
-¿Y cómo es que tú sabes eso?- Kaiba alzó una ceja.
-Porque mi novia forma parte de ellas, así que por eso es que lo conozco.
-¿Tu novia? ¿Desde cuando tienes permiso para eso?
-Ja, ja- se carcajeó. – ¿En que clase de mundo vives, Seto? El hecho de que tú nunca hayas tenido una novia no significa que yo tenga que seguir tus pasos.
-¡Mokuba!- aseveró.
-Vamos, no te lo digo de mala onda. Te lo digo por tu bien, ya es tiempo de que te busques una pareja. No te preocupes por lo que yo pueda pensar, yo soy muy abierto en esas cuestiones.
-¿Perdón?- el castaño parpadeó un par de veces, a ver si con eso era capaz de comprender sus palabras.
-¡Oh vamos! No te hagas el inocente conmigo, que conozco de sobra tus inclinaciones sexuales.
De alguna manera, el oji azul sintió que su rostro ardió.
-¿Desde cu…?
-Desde que ibas a la preparatoria lo sé. No podías ocultar esa mirada brillante cada que veías a cierto rubio llamado Jounouchi.
Kaiba apartó la mirada con el pretexto de que se daba cuenta de que llegaban a la mansión. Sin decir una palabra más, bajó de la limosina y Mokuba sólo se limitó a mirarlo cómo se alejaba.
Quizá no había sido buena idea mencionar eso último. A lo mejor y había reabierto una vieja herida en su corazón. Aunque claro, también sabía que su hermano era tan orgulloso que jamás aceptaría una cursilería como esa.
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Chasqueó la lengua.
Kaiba se encontraba frente a su laptop y esta ni siquiera había sido encendida. Simplemente no podía concentrarse. No podía creer que fuese simplemente por el comentario por parte de su hermano hacia tan sólo dos días atrás.
No, se dijo, era más bien por la situación del retrato. Eso era, sencillamente. Nada que ver con el recuerdo de cierto rubio que le desquiciaba en la preparatoria tan sólo de verlo. No, nada que ver.
Nada que ver con el hecho de que seguía arrepintiéndose por no haber tenido un poco más de humildad y pedirle alguna forma de contacto después de salir de la escuela.
Nada que ver con que había mandado al diablo, literalmente, a Yugi una vez que llamó para saludar y que él se había quedado con las ganas de preguntarle por el 'perro'.
Y nada que ver con que una vez –y sólo una vez – se había aventurado a pasear por el barrio en donde solía vivir, para encontrárselo por mera casualidad y la subsiguiente decepción que sintió al no suceder lo que esperaba.
No, para nada.
Se mezo los cabellos, echando su rostro hacia atrás en el proceso. Justo en esos momentos, su celular comenzó a sonar. Por primera vez en su vida, agradecía que se tratase de algún asunto de la corporación, pues eso le daba la oportunidad de entretenerse en otras cosas.
-Señor Kaiba, he encontrado algo que le parecerá interesante. Venga por favor a…
Sus dedos tomaron papel y lápiz, anotando la dirección que el investigador privado le decía. Sí, había llegado hasta la obsesión con el asunto del retrato que ahora había dedicado un detective para dar con el autor. ¡Eso era lo gratificante de ser cerdamente rico!
Salió hacia la puerta, entregándole el papel con la dirección a su chofer y en cuestión de minutos llegaron al lugar. Se trataba de un edificio departamental de varios pisos.
-¿Y bien?- ni siquiera saludó, se encontraba tan apresurado que se olvidó de los buenos modales.
-Al parecer, en este lugar vive el que se encarga de vender el trabajo y organizar las exposiciones de K-San.
-¿Al parecer?
-Eso fue lo que me dijo el director del Museo Nacional de Fotografía- Kaiba suspiró, ¿por qué la gente tenía que ser tan ineficiente?
-¿Qué departamento es?
-El 'D', en el cuarto piso.
El 'D' en el cuarto piso, eso quería decir que había sólo un departamento por piso. Bien, no habría vecinos molestos que interfirieran con su visita de 'cortesía' que estaba a punto de hacer. Sacó la chequera del bolsillo de su gabardina y firmó un cheque, entregándoselo al detective, un hombre de canas en las sienes y de cabello negro.
El hombre agradeció con una corta reverencia y se marchó.
-Espera aquí- le dijo al chofer y se dirigió a la puerta. Ahí el portero le detuvo, con sus habituales preguntas, pero al escuchar que iba para un trabajo de K-San le dejó entrar sin más oposición.
Entró al edificio, no se escuchaba ruido alguno y parecía ser un lugar limpio y agradable.
El ascensor se encontraba al lado de las escaleras, pero era obvio que él no las usaría. Entró, y al poco tiempo las puertas se abrieron, dejando a la vista un pasillo solitario y con un par de plantas adornándolo. Al fondo de él se encontraba la puerta.
Hizo sonar el timbre y al poco se escucharon pisadas que se acercaban corriendo. Al parecer el tipo iba descalzo.
En cuanto la puerta se abrió unos cuantos milímetros, entró con fuerza, empujando al ocupante del departamento contra la pared.
-Ka-Kaiba kun…- alcanzó a decir con voz ronca.
-¿Yugi?- le soltó en cuanto le reconoció.
El chico tosió, aspirando con fuerza y sobándose el cuello.
-Que bueno verte, Kaiba Kun- saludó irónico.
-Bien, sin rodeos, Motou. Quiero que me digas en este preciso instante dónde puedo encontrar al tal K.
El tricolor se sorprendió por la interrogante, sin saber qué responder, pero entontes algo –o más bien dicho, alguien – llegó a su auxilio.
-¿Quién era, Yugi?- la voz resonó con claridad en los oídos del CEO, volviéndose con prontitud hacia el lugar de donde provenía el sonido.
Sus ojos chocaron de lleno con la profundidad de la miel.
-¡Ka-Kaiba!- murmuró con sorpresa el rubio.
De pronto, cualquier cosa relacionada con la dichosa fotografía carecía de importancia alguna.
-Perro…- respondió al asombro del oji miel.
¡Grandioso! De cualquier cosa que pudiera haber dicho tenía que salir con eso.
Jounouchi sonrió a medias, cruzándose de brazos al tiempo en que se recargaba en la pared contigua.
-Sigues siendo el mismo ricachón de mierda que siempre, Kaiba.
-¿Y tú? ¿Qué me dices de ti, perro?- respondió divertido.
-Como puedes ver, yo vivo aquí- señaló con la extensión de su brazo, para después volver a su posición inicial.
Kaiba entonces se percató de que el rubio también iba descalzo, seguramente ambos chicos se encontraban descansando cuando él había llegado.
Su vista regresó al rostro del rubio como si algo se lo hubiera ordenado. ¿Eso quería decir que…?
-¿Ustedes…?- la pregunta quedó en el aire, aún así Jouno la entendió.
-¿Vivimos juntos? Por supuesto, ¿algún problema con ello?
Kaiba miró de reojo al tricolor. Se sonrió irónico, de haber sabido que el oji castaño no tenía ninguna clase de problemas con el ser gay le hubiera dicho lo que sentía desde la preparatoria. Y así hubiera sabido que su rechazo se debía a que simplemente le odiaba por ser como era con él y no por ser homosexual.
-Eh…- interrumpió Yugi. –Kaiba kun ha venido porque desea saber quién es K.
Jouno arqueó una ceja, incrédulo.
-¿Tú también? Jamás lo habría creído de ti. ¿Qué es lo que quieres? ¿Un autógrafo? Puedo conseguir…
-Deseo romperle todo lo que se llama cara para después demandarlo por esto- el oji azul volvió a la realidad de una forma abrupta, así que su primera reacción fue alzar la voz y lanzarle al suelo la fotografía.
Jouno alzó la instantánea, mostrando asombro en su rostro.
-¿De dónde sacaste esto?- ofreció el papel a su compañero y éste también se sorprendió.
-Jouno, esto es…
-Qué importa, el hecho es que la tengo. Ahora, ¿me dirás en dónde puedo encontrarlo?
-Bueno, después de haber escuchado que le vas a romper la cara, no creo que tenga muchas ganas de hacerlo- respondió sarcástico.
Los ojos azules de Kaiba se oscurecieron al mirarlos con enojo.
-¡No puedo creerlo, Jouno! ¡Es tu primera fotografía!- gritó entusiasta Yugi.
El rubio lo fulminó con la mirada. ¿Es que no había escuchado que Kaiba iba a medio matarlo por el retrato?
Por otra parte, el castaño se quedó estático en su lugar. ¿Había entendido bien? ¿El autor de eso había sido Jounouchi? Entonces, ¿él era K San? ¡Claro! La 'k' era de Katsuya.
-¿Dije algo malo?- preguntó Yugi al notar que ambos se miraban y se encontraban en completo silencio.
-Supongo entonces que después de esto mi identidad ya no seguirá siendo anónima. ¿Vas a romperme la cara todavía? Porque ¿sabes? No tengo todo el día como para seguir esperando- el rubio seguía cruzado de brazos, aunque con los puños bien cerrados, tampoco era como que se iba a dejar golpear sin más por el CEO.
-Tengo una pregunta… ¿por qué?- un tono de extrañamiento impregnado en su voz.
-¿Por qué que?- bajó su guardia.
Jouno supuso que si el castaño no había saltado aún sobre de él era porque en verdad no deseaba golpearlo. Eso o que planeaba algo mucho más perverso que eso.
-La foto… no entiendo.
Jouno desvió la mirada, aclarando su garganta en el proceso, a lo que Yugi le palmeó el hombro.
-Iré a mi habitación- y se marchó, no sin antes dejar el retrato sobre la mesa.
-Supongo que te debo una explicación. Sígueme- ordenó con un movimiento de su dedo.
El castaño lo hizo, entrando a una puerta que se encontraba justo a un lado por la que había entrado Yugi. Era una recámara sencilla, con una cama matrimonial al centro y con un ventanal que en realidad era una puerta corrediza. Enfrente de la cama se encontraba una cómoda que tenía un compartimiento cerrado con llave. El rubio tomó un sobre y se lo entregó al oji azul. Éste lo miró por un momento, para después sacar el contenido del sobre.
¡Eran fotografías suyas! Todas y cada una de ellas eran fotografías suyas.
-Pero…
-Durante estos años he tenido dos grandes pasiones- comenzó a explicar el oji miel, caminando hacia la puerta de cristal y mirando a través de ella. –No he hecho otra cosa que hacerlas una sola.
-¿Dos… grandes pasiones?- había despegado su atención de las instantáneas para concentrarse en el rubio, aunque en esos momentos lo único que podía ver era su espalda.
-Sí, tú y la fotografía- respondió, volviéndose y ostentando una sonrisa.
-Jouno, tú…- ambos se sorprendieron por lo dicho. Kaiba acababa de utilizar su nombre de pila y, encima de ello, el mote de cariño con el que sólo sus amigos acostumbraban llamarlo.
Entonces el castaño supo que el destino debía existir. Lleno de decisión, dejó el sobre encima de la cómoda y se acercó al rubio, alzando su mano izquierda hacia su rostro.
El rubio se encogió, esperando el primer golpe. Pero en vez de eso, recibió una caricia en la mejilla. Alzó la mirada, los ojos azules brillantes, podía jurar que Kaiba estaba a punto de ponerse a llorar. Pero obviamente, eso jamás sucedió.
-Tú también…- murmuró el castaño, terminando poco a poco con la distancia que había entre ellos, abrazándolo finalmente. –Tú también has sido mi más grande pasión durante todo este tiempo.
Al escucharlo, lo abrazó con mayor fuerza. Él si no pudo evitar llorar por la confesión.
-Pero ahora ya es tarde. Tú estás con Yugi y…
-¡Espera un momento! ¿Tú crees que Yugi y yo…?- en su rostro se dibujó una sonrisa llena de diversión. –Claro que no, él y yo sólo compartimos el departamento. ¿No ves que hasta dormimos aparte? Se me hizo divertido ocultar mi identidad ante el público y fue por eso que le pedí a mi viejo amigo que me ayudara con eso y así fue como nació la mancuerna en este negocio.
-Entonces, tú…- Kaiba tomó su rostro entre sus manos, atrayéndolo con fuerza, besándolo con intensidad.
El rubio se dejó hacer, sintiendo la caricia de la lengua del castaño sobre la suya. Se separaron, mirándose a los ojos.
-¿Todavía quieres romperme la cara?
'De hecho lo que siempre he querido es romperte, pero la ropa', pensó el oji azul, pero supuso que era demasiado rápido el decirle semejante cosa.
-O quizá prefieras romperme el…- el rubio se acercó a su oído y le murmuró algo.
-¡Jouno!- vociferó, un poco sonrojado por lo dicho.
-¡Oh, vamos! ¿No vas a decirme que eres un puritano?
-No, pero… ¡Ah! Olvídalo- sacudió el rostro en una negación.
Volvió a abrazarlo, mirando el atardecer sobre su hombro.
-Aquella vez, había ido a comer con unos amigos, celebrábamos que comenzaría a trabajar como profesional y te vi entrar. Hacia ya casi un año que no te veía, creo que acababas de llegar de América y no pude resistirme. Así que subí y te observé de lejos. Justo en ese momento, tú te viraste para mirar el ocaso. Tenías una expresión llena de serenidad que decidí dedicarte mi primer trabajo profesional a ti.
-Y entonces, ¿cómo fue que terminó en mis manos?
-En una ocasión, Crow, mi asistente, traspapeló una serie de retratos y entregó ese por equivocación. No pudimos hacer nada por recuperarlo. (2)
Jouno se separó del agarre, mirándolo directamente a los ojos y haciendo a un lado un mechón castaño de la frente del más alto.
-Aún sigo preguntándome en qué estabas pensando.
-Ni idea. Pero aún me sigue gustando ir a ese restaurante para despejarme un poco del trabajo. Y hablando de trabajo, tengo que irme ya, cachorro.
-Cachorro, ¡qué lindo!- Seto se sonrió a medias, no pudiendo evitar sentirse un poco extraño por eso. –Bien, no te detengo. Yo también tengo trabajo que hacer.
Se despidieron con un corto beso y Jouno se asomó por el balcón de su habitación para despedirlo desde ahí.
Al final, nadie había sido golpeado ni demandado y Kaiba se había reencontrado con el chico salvaje que le había robado no sólo el corazón, sino un montón de fotografías. Que ahora, pensándolo bien, podía catalogarse como acoso. ¿Cuándo habían sido tomadas y él ni en cuenta? Un escalofrío le llenó el cuerpo. Bueno, al menos había sido su cachorro y no otra persona.
Lo único que le dolía ahora era el millón y medio que había tenido que pagar por el retrato.
O&o&o&o&
-Jouno, acaban de llamarme para decirme que la fotografía 'Una tarde en la Ciudad' se vendió por millón y medio de dólares.
El rubio se sonrió al escuchar la voz de su amigo a través de la puerta.
Jamás había pensado, aquella tarde en que tomó esa fotografía, que sería la causa para que él y Seto terminaran juntos.
Cosas del destino, ¿no?
FIN
(1)Bellinghausen es el nombre de un restaurante en Zona Rosa, en la Ciudad De México.
(2)Crow, aquí hago mención a un personaje del 5 D's
Notas de la autora:
Bueno, ¿qué les pareció? Dudas, comentarios, quejas y sugerencias en un review. También si tienen alguna idea para un oneshot y desean regalármela para desarrollarla, es bienvenida n.n
Sólo me resta decirles que iré cambiando el sumary de este ff cada vez que tenga una nueva historia.
Matta au!
