El Derecho

InuYasha

Por: Ivanov Shinigami

Summary: ¡Ella es mía!, quiero protegerla aun que me cueste la vida.

Disclaimer: Los personajes de Inu Yasha no son míos, esta es solo una historia de fanáticos para fanáticos, es ficción, no tiene ninguna relación con personas, instituciones o hechos reales. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Que la disfruten... n-n

Parings: Inu Yasha X Kikyou.

Category: AU, OCc, generalmente. n-nU

Raiting: lemon suave, masturbación, violación, violencia, PG-13 yo señalo el NC-17.

Warnings: violencia, vocabulario inapropiado (en este capitulo). Si consideran ofensiva esta historia, no se lea por favor, no deseo dañar u ofender a ninguna persona con el contenido de este texto, arigato.

Nota 1: - Diálogos –, "Pensamientos", - Sueños-, (Flash back).

Nota 2: Inspirado en la historia original del fic El derecho de Gundam Wing escrito por Laie Himura de Fanel. Solo hice la adaptación a mi estilo por que me encanta este fic. Espero les guste.

El Derecho

El aire se sentía pesado, la pena y la tristeza cubrían todo el lugar, ni siquiera los pajarillos trinaban por tanta melancolía, el cielo nublado anunciaba que pronto una tormenta caería, pero al mismo tiempo, una pena aun más grande caería sobre el pueblo Shikon no Tama.

Los rostros de los ciudadanos eran solemnes y severos mientras se reunían en los campos que rodeaban el pueblo, mirando sin compasión como su líder arrastraba por el cabello a su primera hija hasta el centro del círculo que formaban.

El gran sacerdote mayor, perteneciente al clan Higurashi, respetado y temido por muchos de los pueblos vecinos y padre de la joven que ahora tiraba del cabello, no tenia piedad ni siquiera de su propia hija, con un fuerte movimiento la tiro al suelo sin consideración alguna, el polvo se levantó para encontrar el rostro cubierto de lágrimas de la chica quien lloraba desconsoladamente.

Los dolorosos sollozos de la destrozada figura de la joven eran el único sonido que rompía el silencio que cayó encima de la gente. Lenta y dolorosamente, la chica de largos cabellos negros se las arregló para acomodarse con sus brazos en una posición medio sentada para tratar de aminorar el dolor que sentía en su vientre, su ropa estaba sucia y desaliñada. Su cabeza colgaba entre sus espaldas ya que no tenía fuerzas, su cabello desatado colgaba hasta el suelo, cayendo como una cascada negra cubierta de polvo, escondiendo su rostro de sus vecinos, una simple bata de lino blanco era la única cosa que cubría su desnudez.

El sacerdote mayor miraba a su hija como si fuera un insecto que acababa de salir por debajo de una piedra, su figura envuelta en negro por las ropas fúnebres que portaba, mirando amenazadoramente a la figura golpeada y amoratada en el suelo de su hija mayor. Entonces se inclinó velozmente con los ojos airados, tomando el largo cabello negro en su puño otra vez, haciendo que la chica dejara escapar un doloroso sollozo. Tiró de los sedosos mechones bruscamente, poniendo recta la espalda de su hija, presentando su rostro a los ciudadanos con vergüenza. Su mirada furiosa y llena de odio voló sobre la gente reunida, los cuales prestaban a tención ante el incidente.

- ¿Quien admite haber hecho el niño de esta Portavida? - su grito aterrador resonó entre las masas. El inquietante silencio continuó, nadie decía nada, nadie protestaba - ¡¿Eres tan puta que no puedes ni estar segura de quien es el padre?! – El sacerdote enfureció aun mas al no oír respuesta a su pregunta, sacudió la cabeza de su hija salvajemente una vez más.

Kikyou cerró fuertemente sus ojos, lágrimas perladas escapaban de ellos sin control. Sus manos se cerraron en puños que descansaban en sus piernas, no podía proteger su vientre. No quería mirar a la gente, sabía que Naraku estaba entre ellos y que no estaba mirándole, su cabeza estaba inclinada en señal de culpabilidad. Sabía que su amante no iba a adelantarse en su defensa ya que su mujer, Tsubaki, la hija del sacerdote en jefe de una villa vecina, también una Portavida, estaba a su lado, esperando también un hijo de Naraku.

Su corto romance había sido un error. Naraku se sentía traicionado por su padre, quien había arreglado el matrimonio entre él y Tsubaki sin preguntarle, así que una noche dos semanas después de la boda se emborrachó y sedujo a Kikyou, llevándola a su cama. Acabó su relación tres semanas después, porque al fin empezaba a sentir algo por Tsubaki, dejando a Kikyou con el corazón roto y con un hijo. Un hijo que debía explicar a su padre y a la multitud. Siendo la futura sacerdotisa, encargada de proteger y predecir los deberes en el pueblo, ahora que ya no era virgen y por ende iba a tener un hijo, ese derecho ya se le había roto. Y para colmo, no podía obligarse a admitir la verdad, si lo hacia, destrozaría el matrimonio de Naraku e igualmente no el no daría nada a cambio. Saber que el padre no quería reconocer a su pequeño y ser protegida por él, no tenia caso decirlo.

El gran sacerdote al no escuchar ninguna objeción, soltó el cabello de su hija y la abofeteó. Kikyou gritó, sintiendo como la sangre llenaba su boca, golpeando el pavimento con su cabeza e hiriéndose la mejilla. Sangre empezó a correr por su rostro y por el suelo.

- ¿Sabes lo que le ocurre a Portavidas tan putas como tú? - le dijo airado y mirándola con desprecio - Son vendidas en prostíbulos en la ciudad para que nunca puedan avergonzar a sus familias y su pueblo nunca más, no me interesa que seas mi hija, el castigo será mas severo ya que eras la futura sacerdotisa – le dijo fríamente mientras se volvió a inclinar y cogió a la chica por el cabello de la nuca, poniéndola cara a cara - Dime quién es el padre o te juro que te lo sacaré a base de palizas – le dijo mirando los rojos y llorosos ojos castaños de la chica que luchaba para aminorar un poco el dolor.

Un sollozo salió de Kikyou. No sabía que hacer, cubrió su abdomen con sus brazos, tratando de proteger a su hijo al ver la actitud de su padre, arqueo las cejas en señal de enfado y desafío mientras apretaba sus labios fuertemente, si quería una respuesta, no la obtendría por ella, no le importaban las consecuencias ella protegería a su hijo.

- ¡El niño es mío! – pronuncio una voz a lo lejos, haciendo que la multitud se abriera a su paso.

Todo el mundo se giró hacia el hombre que habló con voz áspera. La gente se apartó poco a poco, revelando al Guardián del pueblo, Inu Yasha, un solitario hanyou, andando con una calma fría hacia el círculo, su cabello platinado se mecía al compas de su paso, su piel bronceada sobresaltaba aun mas su ferocidad, sus ropas algo desgastadas y rojas como la sangre, sus extraños y brillantes ojos ámbar se mantenían fijos sobre la chica que estaba siendo torturada, seguido de su hermana menor Kagome, sudorosa, cubierta de polvo y respirando agitadamente, la hija menor del Sacerdote mayor.

El rostro de aquel hanyou era frío como el hielo e indiferente, el de Kagome estaba lleno de rabia ante su padre, viendo la golpeada y sangrienta apariencia de su hermana mayor, no había tenido misericordia de ella, ni siquiera por que estaba embarazada.

El sacerdote mayor soltó el rápidamente el cabello de su hija, dejando que Kikyou cayera al suelo. Se alejó rápidamente de ella al ver como el hanyou se acercaba a su desvergonzada hija, mirando al guardián con algo parecido a miedo. Todo el mundo temía a Inu Yasha, ya que era frío y malvado, un hanyou protector que jamás tenia contacto con nadie, un ser poderoso y solitario.

- ¿Tu hijo? - Preguntó el gran sacerdote nerviosamente, su voz tensa y ronca titubeaba.

Inu Yasha paró a unos pasos de la Portavida embarazada, quien se arrastraba en el piso intentando moverse pero sin lograrlo. Observó a la chica que lo miraba confundida. Su bello rostro perlado estaba golpeado y ensangrentado, los ojos castaños temerosos llenos de dolor e incomprensión, lagrimas rodaban por sus mejillas hinchadas y llenas de polvo, ¿Qué hacia el ahí?

- ¡Sí!, estoy reclamando por derecho al hijo de esta Portavida - dijo alto y claro hacia toda la multitud. Miró alrededor del círculo hasta que sus ojos se posaron sobre el aterrado sacerdote. Sostuvo su mirada, retándole a protestar, a que dijera una sola palabra, aguardando pacientemente.

Pero el hombre, tan lleno de grandes palabras hacía tan solo unos minutos, airado e indignado, estaba ahora silencioso debajo de la fría y amenazadora mirada de Inu Yasha. Era el líder del pueblo, un jefe entre sacerdotes, pero este era el Guardián, el hombre mitad bestia cuyo trabajo era matar a la gente que amenazaba la seguridad del pueblo sin sentimiento alguno. Aunque era de mediana estatura, la fuerza en aquella figura vestida de rojo sangre, era claramente visible, aquel fajín negro sosteniendo una gran espada atada a su cintura marcando su estatus, añadiendo al aire amenazador que le rodeaba.

Al no recibir ninguna palabra de protesta, el guardián dijo.

- El reto no ha sido aceptado, la Portavida ahora es mía – dijo ferozmente hacia todos.

Finalmente recordando su estatus, el gran sacerdote aclaró su garganta y asintió.

- Así será escrito, ¡la Portavida y sacerdotisa Kikyou del templo Higurashi!, ha sido reclamada por el Guardián Inu Yasha - dijo en voz alta para que todo el mundo pudiera escucharlo - Como el hijo ha sido concebido antes de que el reclamo tuviera lugar, la Portavida será desposeída de su nombre en la villa, de sus propiedades, de sus derechos como ciudadana y mas aun será destituida de sacerdotisa. Tendrá prohibido entrar a la villa hasta que nazca el niño para que la prueba de su desgracia no ensucie a los ciudadanos correctos y la vergüenza sea borrada de su nombre – dijo levantando ambas manos hacia los ciudadanos.

Entonces miró a su hija, aquella criatura que había sido su orgullo su digna admiración y su ejemplo a seguir, ahora no era mas que una ramera, una mujer sucia que ya no merecía ser pate de el, una vergüenza total, sentía una punzada en su pecho al dejar ir de esa manera a su hija, pero no había elección, las leyes eran claras y sin excepciones volvió a mirar por ultima vez a la chica, quien aún estaba mirando sorprendida al Guardián.

- ¡Anuncio también que esta persona ya no es mi hija ni mi heredera! Le prohíbo llevar el nombre de mi familia, ya que para mi está muerta, esta persona es ahora la jurada propiedad del Guardián y es su responsabilidad. Marcha con libertad, Guardián, ya hemos terminado - terminó su discurso, se giró y volvió hacia el templo. Lentamente el resto de los ciudadanos le siguieron hasta que solo Inu Yasha, Kikyou y Kagome estaban en el mismo lugar sin que nadie les prestara atención.

Entonces el guardia se arrodilló al lado de Kikyou, se quito la parte superiores de su traje, dejando ver sus músculos torneados y bien marcados con tono bronceado, y con esta envolvió gentilmente alrededor de las espaldas de la Portavida. Kikyou, aún muy sorprendido, le dejó hacer sin protesta alguna.

- ¿Porque? - susurró finalmente la chica, a pesar de que su mandíbula herida doliera - No es tu hijo, ni siquiera me conoces, ¿por que lo hiciste? – seguía preguntando la chica sin entender la acción del guardián.

Inu Yasha la miró con frialdad e indiferencia frunciendo el ceño, pero no dijo nada, en ese momento Kagome se arrodilló al lado de su hermana, suavemente tocó la espalda de Kikyou y después con su otra mano toco su mejilla.

- Hermanita, ahora estás a salvo – le dijo Kagome sonriéndole ampliamente a la chica con lagrimas en sus ojos. Kikyou parpadeó y miró a su hermana con extrañez, ¿acaso ella tenia algo que ver con todo eso?

- ¿Kagome?, ¿Cómo?, ¿Porque trajiste al guardián aquí? – le pregunto tratando de levantarse un poco, pero el dolor se lo impedía, Kagome con una de sus manos sostuvo la cabeza de su hermana para que no siguiera en contacto con la tierra.

- Padre te hubiera matado si no hubiera echa nada, la única persona que conozco de la que temería es Inu Yasha. Era el único que podía pararle – explicó la chica limpiando con un pañuelo el rostro tierroso y ensangrentado de su hermana.

- ¿Y ahora que?, ¿Qué se supone que debo hacer? - Preguntó la chica, su voz rota sonó en llanto al terminar las palabras bajando la cabeza.

Kagome lanzó al guardián una rápida mirada de compasión.

- Irás con él, te cuidará, yo después te visitaré tan a menudo como pueda y… - dijo la chica tratando de explicarle a su hermana cuando una voz varonil la interrumpió.

- ¡No! - dijo Inu Yasha con voz fría - No la visitarás, no te acercarás a mi casa otra vez, lo he permitido sólo esta vez a causa de las circunstancias especiales que he presenciado. Vuelve otra vez y te mataré, no me importa que seas una mujer - La mirada chispeante color ámbar en sus ojos revelaba la verdad detrás de sus palabras.

Kikyou no dijo nada, sus castaños ojos miraban hacia abajo por el llanto, un aire de resignación comenzó a rodearla. No sabía porque Inu Yasha lo había hecho y era obvio que el Guardián no tenía intenciones de decírselo. Pero no importaba. Conocía las tradiciones, queriendo o no, ahora pertenecía al Guardián. Luchando contra el destino inevitable sólo le llevaría un mar de dolor e infelicidad e incluso si podía alejarse de él, ¿a donde iría?, estando embarazada de un niño, no podía sobrevivir en los bosques durante el invierno que se acercaba más con cada día que pasaba. Tocó su abdomen, por su hijo soportaría cualquier cosa.

- Pero… - trato de protestar Kagome ante la amenaza del guardián.

- Presta atención al aviso, sacerdotisa o no seré responsable de tu vida - le avisó al escuchar nuevamente la voz de Kagome. La chica se helo ante aquella amenazante voz y soltó con delicadeza a su hermana al ver que el guardián se aproximaba hacia ella, sus ojos ámbar no dejaban de ver a aquella figura ensangrentada que lo seguían mirando con sorpresa. Entonces se inclinó, puso una mano alrededor de la espalda de Kikyou y la otra debajo de sus rodillas, levantándola en sus brazos con extrema delicadeza - Está muerta para el pueblo, deja que siga de este modo – le susurro fríamente dándole la espalda completamente.

Inu Yasha empezó a andar en dirección a los bosques. Kagome miró los horrorizados ojos de Kikyou sobre la espalda vestida de rojo sangre. Los ojos castaños de su hermana estaban tan llenos de dolor y gratitud, trató de sonreír para animarle, pero falló, Kikyou estaba llorando aun al ver como poco a poco se alejaba de su hogar, suspiró pesadamente, había logrado salvarla de su padre, pero ¿Qué era lo que le esperaba?

"¿Podía la vida que me esperaba ser aún peor que esta golpiza?" – pensó mientras miraba de reojo al guardián que la cargaba sin mirarla.

Kagome vio como desparecían en los bosques ambas figuras. Mientras regresaba sus ojos al piso donde estaba su hermana, un charco de sangre era solamente la marca de esa tragedia, la sacerdotisa protectora, la encargada de dirigir el templo, había muerto para todos, pero para su hermana no.

- Que el destino sea piadoso con mi hermana – pronuncio la chica levantándose del lugar y entrando al templo nuevamente.

-Fin del primer capítulo-

Notas de la autora: Palabras dulces de un conejo.

Hola gente bonita, lamento mucho el retraso, bueno, super retraso, ajajaja

Les traigo una nueva historia, bueno ni tan nueva, ya es antigua en un foro, pero como voy a comenzar a terminar mis historias, empecemos con algo nuevo, espero les agrade la adaptación a quienes leyeron la historia original. Cuídense mucho y ya saben:

Dudas, criticas, comentarios, jito matazos, naranjazos, ladrillazos y todo lo que termine en zos es bien recibido... No me enojo... Todo menos virus ya saben ¬¬U...

Dejen reviews porfis, porfis, mientras mas dejen mas rápido subo el otro cap (chantaje ¬¬) jejeje n-n, no de verdad, es una estimulación para mi, lo juro jeje.

Matta ne!

Propaganda: lean mis fics n-n. Chuus! (Besos!).