Hola!
Espero que os guste este AU. Intetaré actualizar pronto e iré incorporando nuevas parejas.
Críticas, suegerncias o peticiones será bien recibidas.
Aviso: yaoi
Capítulo 1. Primer contacto
Las maletas ya estaban casi preparadas, los papeles en regla y las vacunas al día. Había estado tan ocupado toda esa semana con los preparativos que casi sin darse cuenta ya estaba en la víspera del viaje. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Fay D. Flouritte solo de pensar en lo que le esperaba. Esa noche no dormiría mucho. No por los nervios de cruzar medio mundo en avión, eso lo tenía más que superado, ni tampoco por miedo a lo que le esperaría al llegar, o como mínimo, no únicamente por ello.
Lo que le comía por dentro era el miedo a estar equivocado, a pensar que todos tenían razón y aquello no era más que una huida estúpida y egoísta. Y no quería que fuera verdad, pues en ese caso su vida estaba vacía de significado.
Sonó el insidioso timbre del teléfono. Su madre otra vez. Desganado y pensando que quizás esa sería la última vez en mucho tiempo que tendría que soportar las mismas palabras, descolgó el mobil.
- ¿Si mamá?
- ¡Fay cariño!- sonó una voz estridente al otro lado del teléfono – te he llamado cientos de veces!
- Lo sé mamá, sabes que estoy muy ocupado.
¿Aún estás con la tontería esa del viaje?
Fay suspiró.
- Sí mamá, salgo mañana, no hay vuelta atrás.
- ¡Claro que la hay! Solo tienes que no tomar ese estúpido avión. Además, el viernes tienes el cásting. El director ya ha dicho que sin ti no habrá película. Como me presento yo delante de las chicas del club con un escándalo como este a las espaldas? Además piensa que la fama…
Todo eso ya se lo sabía. Fay puso el manos libres y dejó el teléfono encima de la mesilla de noche. Al otro lado su madre seguía despotricando ajena a la poca atención que le prestaba su hijo.
La fama… Él no había pedido esa fama, fue ella quién se la impuso. Y en parte no la culpaba por ello. Cuando su padre les abandonó se encontró con mil deudas y un hijo al que cuidar. Y era tan joven…
Fay volvió a coger el teléfono justo a tiempo para oir la frase favorita de su madre:
- En fin cariño, en algún momento aceptarás que soy yo la que tengo razón, como siempre, mi vida. Entonces, sabes que mami estará allí para acogerte de nuevo. Chao hijo!
Y colgó, sin más. No hubo un "espero que vaya bien", ni siquiera un te quiero. Su madre era así.
El joven rubio se dejó caer pesado sobre la cama. El atardecer empezaba a cubrir la ciudad, llenando cada rincón con aquella luz anaranjada. Desde su apartamento, situado en la zona más céntrica a decenas de metros sobre el suelo, parecía como si todo fuera a estallar en llamas, y la sensación de querer huir aumentó hasta oprimir su pecho de tal manera que una lágrima rodó por su blanca mejilla.
oOOOOo
- Mañana, y son dos. Un estudiante de cuarto y un enfermero.
- ¿Enfermero¿Un hombre? Vaya, hacía tiempo que no venía ninguno… En fin, es lo que hay.
Kurogane suspiró y las arrugas de su frente se intensificaron. No había manera de que se lo tomaran en serio. Ni a él ni a los cientos de personas que malvivían en aquella cloaca del mundo. Ni siquiera la ONG le proporcionaba aquello que solicitaba. En aquel momento solo disponían de tres médicos cualificados, y no se les ocurría nada más que enviar a un estudiante de cuarto y a un enfermero.
- Hay más – tanteó Yuuko previniendo la reacción de su compañero – el enfermero no es, precisamente alguien anónimo. Es Fay D. Flouritte.
- ¿Y se supone que me tiene que sonar de algo ese nombre? Sabes que no estoy al día de los apellidos de las eminencias médicas y sobretodo que no pienso dar ningún trato de favor a ningún hijo de papá.
- No Kurogane, te equivocas. No va por ahí la cosa. Digamos que es alguien mucho más conocido, es un actor muy popular entre las jovencitas.
Kurogane abrió mucho los ojos y se giró peligrosamente hacia Yuuko. Su rostro estaba crispado, sus manos tensas.
- ¿Me estás queriendo decir que has aceptado que venga un niñato estúpido y rico a pavonearse de su buen corazón¿Estás loca Yuuko¡Esto es algo serio!
- Tú mismo lo has dicho compañero, es lo que hay. Recuerda que no trabajas solo y que dos manos son mejores que ninguna. Además, no es ningún niñato, solo tiene dos años menos que tú.
La miró con odio contenido, reteniendo a duras penas las palabras de desprecio que luchaban por salir de sus labios. Al final optó por salir dando un portazo que hizo temblar toda la consulta.
Una tranquila Yuuko se apoyó contra la pared, con una triste sonrisa en los labios.
- Mi querido Kurogane….cuando aprenderás a no juzgar antes de tiempo…
oOOOOo
Último aviso para los viajeros del vuelo 1175 con destinación Singapur embarquen por la puerta tres.
Por fin podía salir de aquel apestoso lavabo. Desde que había facturado el equipaje hasta ese momento se había ocultado en el servicio de caballeros de la primera planta. A pesar de la total discreción con la que había intentado llevar el asunto, su viaje se había filtrado a un par de revistas del corazón y los inagotables reporteros llevaban un buen rato intentado darle caza. Aquello iba a ser más agotador que el viaje de doce horas que le esperaba al cruzar la puerta 3.
El joven se ajustó la gorra, asegurándose de que su rubia cabellera estaba adecuadamente escondida y una vez más comprobó que la falsa barba estuviera bien pegada. Unos raídos tejanos y una vieja camisa a cuadros remataban el disfraz. Si algún fan le descubría con aquellas pintas, estaría dispuesto a firmarle un autógrafo. La verdad es que Tomoyo, su estilista personal, se había tomado muchas molestias en conseguir que pareciera un pordiosero. Quizás de todo el elenco de pelotas que tenía normalmente a su servicio, era la única que realmente lo apreciaba como persona y no como billetero andante.
No tuvo más problemas para llegar al lugar donde debía embarcar y por suerte, la azafata fue discreta al leer su nombre en el pasaporte. La verdad es que aquella situación era bastante nueva para él. Viajar en segunda, sin la compañía de su madre ni de su representante era toda una aventura.
Cuando el avión despegó sintió como si dejara atrás todo aquello que odiaba, que le hacía sentirse miserable. Sus representantes no entendieron nunca porqué el joven había querido estudiar una carrera universitaria que probablemente nunca iba a ejercer, pero Fay sabía en el fondo de su ser, que no aguantaría toda su vida ese ritmo agotador que llevaba desde niño. Para él existía algo más que fama y dinero. Y siendo enfermero sentía que podía devolver parte de aquello que había obtenido por la única gracia de tener un rostro bonito.
Unos golpecitos en el hombro lo sacaron de sus ensoñaciones.
- Perdone…usted debe ser Fay D. Flouritte verdad?- preguntó un muchacho un poco menor que él.
Fay lo miró con los ojos desorbitados. ¿Cómo podía ser que le hubiera reconocido con ese aspecto? No hacía ni diez minutos que estaba en el avión que ya lo habían descubierto. Apesadumbrado sacó el bolígrafo y el bloc de notas.
- Sí, tienes muy buen ojo chico. Dime cuantos autógrafos necesitas y acabemos con esto cuanto antes, me gustaría permanecer en el anonimato el máximo tiempo posible.
- No quiero ofenderle – dijo el muchacho entre divertido y extrañado – pero… para qué quiero yo un autógrafo suyo?
Ahora era el rubio el que no entendía nada. ¿Y que quería sino?¿ Porqué hablaba con él? Deseó estar con todas sus fuerzas en el poblado al que se dirigía, no volver a tener situaciones como aquella. Decidió acabar con la historia.
- ¿Entonces que quieres?
- Pues nada…yo solo quería saludarle. Los de la ONG me dijeron que usted sería mi compañero de viaje y de alojamiento cuando lleguemos a Sumatra. Lo que no entiendo es porqué me dijeron que era usted joven, quizás se equivocaron.
El joven enfermero enrojeció y se sintió un completo estúpido. Maldito ego el mío, pensó avergonzado.
- Pe..per.. perdóname – tartamudeó Fay – he sido un estúpido pensando que me tenías que conocer por narices. Esto no es más que un camuflaje – dijo sacándose la barba y la gorra. No me trates de usted. Por favor…solo tengo 25 años.
- ¡No no¡Perdóname tú a mí¡Así que era cierto! – exclamó- Cuando le dije a mi hermana con quién me iba de viaje me dijo que podrías ser el famoso actor, pero deseché la idea ya que me habían dicho que era voluntario como yo y que había estudiado enfermería. Desde aquél día no he vuelto a pensar en ello.
Los dos se miraron mutuamente dándose cuenta de lo estúpido de la situación y se echaron a reír.
- En fin… me llamo Subaru Sumeragi y estudio cuarto de medicina. Y bueno, creo que ahora sí que tendrás que firmarme ese autógrafo o mi hermana puede acabar conmigo, es una loca de la moda y la actualidad. Además, es mi gemela y me la quiero mucho. Espero que no te importe, supongo que tú harías lo mismo por alguien de tu familia. Ella es todo lo que tengo en el mundo, nuestros padres… oh vaya, perdona – exclamó Subaru malinterpretando la expresión de absoluta concentración de Fay - No sé porqué tengo la manía de explicar mi vida a la gente, debo estar aburriéndote.
- ¡No no¡Para nada! Adelante, sigue adelante con la historia. ¿Sabes? Cuando eres alguien conocido como yo, no es que te sobren los amigos de verdad, hace tiempo que no escuchaba a alguien hablar de su vida con tanto sentimiento.
El rostro de Fay era absolutamente sincero. Incluso se podría llegar a decir que implorante. No sabía mucho de aquel chico, pero le sonaba que su hermana había dicho que era más bien reservado y taciturno. ¿Podía ser eso? Él estaba viendo un chico con muchas ganas de ser aceptado por los demás.
Subaru sonrió.
- Está bien. No tengo problemas en hablar de ello. Como iba diciendo, nuestros padres murieron cuando Hokuto y yo teníamos 17 años y desde entonces hemos vivido solos en nuestra casa. Rechazamos la tutela de nuestra tía abuela y hemos decidido tirar adelante con nuestras vidas. Por suerte mis padres no nos dejaron en la estacada y podemos costearnos nuestras carreras.
- La verdad es que se te ve muy responsable – dijo Fay con una sonrisa – Bueno…espero que todo nos vaya bien al llegar ahí. Puede ser un golpe muy duro. – Fay titubeó un poco antes de continuar con las lejillas algo sonrojadas – Sé que es muy pronto para decir esto y que quizás creas que soy un poco raro pero… ¿Quieres ser mi amigo?
Qué mal lo debe estar pasando – pensó el estudiante – si yo me siento solo a pesar de tener a Hokuto, imagínate él.
- Claro que sí Fay, te apoyaré en todo lo que necesites. Solo con una condición: que hagas lo mismo por mí.
Los dos sonrieron cerrando el pacto. Nadie sabía lo que les iba a esperar al llegar.
