Nada más importa
―¿Vas a venir, o no? ―preguntó por teléfono, recibiendo una respuesta ambigua de su interlocutor.
Suspiró luego de cortar.
Luego del Skate Canada aún estaba en el país americano, había conseguido un decente segundo lugar, mientras que el primer lugar se lo había llevado Yuri Plisetsky. No le molestaba aquello, de todos modos.
Lo que quizás sí le molestaba era ser ignorado en su propio cumpleaños, y todo por una estúpida fiesta como lo era Halloween, que, de todos modos, él no acostumbraba a celebrar.
Aunque a esas alturas ya no sabía si Plisetsky estaba al tanto de su cumpleaños ―no recordaba habérselo comentado, al menos―, pero estaba la ilusa esperanza de recibir aunque fuera una felicitación por mensaje, algo que no había ocurrido aún, de todos modos.
«Quizás ni siquiera sigue en Canadá» pensó algo decaído.
¿Y por qué él sí estaba?
Puede que se debiera al hecho de que había aparecido una oportunidad de ganar algún dinero extra (la universidad no se pagaba sola) haciendo de DJ en una fiesta que ―¡oh, gran ironía!― era ambientaba en aquella ilusa festividad.
Miró al montón de gente que, disfrazadas de manera diversas, se movían al ritmo de la música que él mezclaba.
Puede que pasar su cumpleaños tan lejos de su patria también le afectara. Tal vez debería haberse largado a Kazajistán el primer día luego del campeonato. Al menos habría pasado tiempo con su familia antes de partir al siguiente evento.
Fuera como fuera, ya estaba ahí, y debía al menos intentar animar a aquel montón de gente.
De pronto, divisó una cabellera rubia por entre la gente.
Afinó la vista, con la esperanza naciendo en su interior.
Era Yuri Plisetsky, que, con una ropa normal que desentonaba totalmente con los disfraces, sonreía de manera suficiente.
En algún lugar de su mente se planteó si el muchacho tendría la edad suficiente para estar ahí según las normas del país; pero no se sabía estas normas, y el hecho de ver a Plisetsky lo llenaba de una indescriptible alegría.
Su amigo ruso se sacó la chaqueta que traía, dejando ver unas letras que, pese a las luces, pudo leer con facilidad.
«Hoy es el cumpleaños de Otabek Altin»
Otabek alzó una ceja, interrogante ―y un poco emocionado― ante aquel acto. Plisetsky sonrió, y se dio la vuelta, caminando hacia la salida, dejando mostrar otro grupo de letras en inglés que solo lo hicieron reír, mientras un cálido sentimiento lo embargaba.
«Y nada más importa»
Nota de autora:
¿Merece un review?
