Los nombres de los personajes le pertenecen a la maravillosa SM, lo demas es de mi propia imaginacion.

Hola a todas y cada una de mis lectoras (es), como veran he decidido darle su propio nombre a esta historia y devolver la original... y aunque tienen increibles similitudes entre ambas no son la misma, le hice algunos cambios, espero que les guste...


...ESA OTRA VIDA...

Estaba cansada. Cada uno de los músculos de mi cuerpo me lo decía a gritos. Y no bastaba con eso. Mi estado anímico estaba casi en el suelo, sin contar que solo tenía un dólar y veinticinco centavos en el bolso. Para que mentir, mi condición actual era de pobre y desempleada. Si no fuese por la consideración de mis padres al permitirme seguir viviendo en su casa (con comida y vestuario incluido) me encontraría prácticamente desahuciada.

La verdad, era mi culpa. Si me hubiese molestado en buscar trabajo desde que me gradué de la universidad,a estas alturas podría mantenerme y contar con la independencia que tanto heañorado en ocasiones. No es que mis padres me asfixiaran, no, no sabría que hacer sin ellos en mi vida, pero a mis veinticuatro años necesitaba un poco más de espacio.

Cogí el bolso del piso junto al sillón donde había esperado más de veinte minutos para ser atendida por el jefe de personal. La secretaria que me había atendido caminaba hacia mí con expresión indescifrable.

Oh, rayos… ni siquiera me van a dar la oportunidad de presentarme – pensé mientras inconscientemente me mordía la uña del pulgar.

-¿Señorita Swan? – la mujer, no mayor de cuarenta años me quedo viendo hasta que me levante de aquel incomodo sillón.

-¿S… si? – estaba tan nerviosa que tuve que carraspear un poco, podía obtener el trabajo… o no. La secretaria cuadro lo hombros y lo supe.

- Lamentablemente el puesto ya ha sido ocupado por otro candidato - no más, pensé desanimada – sinceramente nos disculpamos por haber tomado parte de su valioso tiempo

Muy bonito –me dije – otro puesto perdido. Y si señora, tiene razón, muuuy valioso tiempo.

Ya sabía la razón de mí no-entrevista, tenía una desventaja: no tenía experiencia, esa era la verdad. Podía ser muy responsable, seria y comprometida con mi labor pero no servía de mucho si lo único que pedían era experiencia-experiencia-y más experiencia. ¿Cómo se supone que iba a ganar experiencia si nadie quería contratarme?

-Muchas gracias – dije tratando de mostrar una brillante sonrisa, que llego a ser tímida.

-Fue un placer – me tendió la mano simpáticamente y yo se lo agradecí. Necesitaba mejorar con palabras alentadoras mi estado de ánimo, que ya arrastraba el pobre.

Me di la vuelta y entre al ascensor.

Los pies me estaban matando, horrible. Jamás me han gustado los tacones, aunque no puedo negar lo bien que me quedan mi copia de Ives Saint Laurent que había comprado en una tienda de rebajas a seis cuadras de mi casa. Pero es que después de diez entrevistas, no nueve y una fallida en un día ya me cantaban "freedom, freedom".

Salí a la calle principal.

Era tarde y debía regresar a casa. Gracias a la mala suerte que me seguía como chicle pegado en mi zapato había sido la última en la lista.

Abrí mi celular para corroborar la hora por tercera vez: 7:35 p.m. solo cinco minutos habían pasado desde que salí de la oficina, que se ubicaba en el centro de Las Vegas. ¿Quién trabaja a estas horas? Ah cierto, la empresa de la cual acabo de salir.

Si, vivo en la ciudad donde nadie duerme y de domingo a domingo hay fiesta. Gente vestida de payasos, de animales, gente vestida de vampiros y hasta gente sin ningún vestuario circulaba junto a mí. Hace tiempo aprendí a no asustarme por las excentricidades de esta ciudad, es un país libre y aquí al parecer se puede hacer de todo.

La noche estaba tibia pero un aire gélido roso mis mejillas por un segundo, era extraño, ni una hoja se movía, no había aire. Estaba delirando, el continuo trasnocho de estos últimos días y mi obsesión me afectaba la cabeza más de lo que creía.

Mis pasos caían pesados y no quería seguir caminando en busca de mi auto (préstamo cortesía de mi madre… hasta que pudiera pagárselo), pero no tenía opción, este se encontraba a tres cuadras, en el maravilloso y único parqueo cercano que cobra diez dólares la hora, y ya llevaba tres horas estacionado. Maldición…Tendría que hacer uso de mi fondo de emergencia, que constaba solamente de cien dólares increíblemente doblados y metidos entre lamicro-tarjeta de navidad que me envió Ria (mi tía) hace unos mesesy la foto de mi hermana Kate y yo después de unas cuantas piñas coladas. Fatal.

Vamos, mueve tu trasero – me alenté después de pararme y apreciar las instalaciones en las cuales mi humilde Smart city coupé 2002 se encontraba esperándome, el muy pobrecito.

Tenía un calor horrible por haber caminado esa distancia y con tacones, desabroche los dos primeros botones de mi camisa confiada en que nadie estaría viéndome a esta hora, además llevaba centro, un poco transparente tal vez, pero su función la cumplía.

Tercer piso- escrito en grandes letras anaranjado chillón aparecieron al abrirse el ascensor. Finalmente… unos pasos más y estaría sobre el asiento de mi cacharro en dirección a mi casa… bueno, la casa de mis padres.

Dos tres pasos fuera del elevador y oí la puerta de emergencia abrirse detrás de mí, voltee, un poco asustada al pensar que alguien me seguía pero solo era una chica a la que no le vi el rostro. Camino del lado contrario al que yo iba y la vi subirse a un auto rojo.

Uf, que susto…

-Eh, tranquila – me dije con la mano en el corazón. Camine lentamente hasta mi auto obviando lo sucedido, abrí la puerta y me tire sobre el asiento riéndome de mi misma por lo tonto que mi cabeza funcionaba - no es real- pensé, simplemente mi imaginación quería llegar al límite de lo absurdo. Cerré la puerta y quise encender el motor. Ah que tonta, las llaves seguían pegadas en la puerta.

-Solo a mí – dije hablando conmigo misma – me pasan estas cosas.

Quería llegara casa, estaba muy cansada, pero necesariamente tenía que salir del auto y tomar las llaves. Que ganas de ser contorsionista en este momento. Pero soy tan mala que ni siquiera soy capaz de dar la vuelta de estrella.

Por un momento, antes de levantarme de mi asiento me sentí observada – ja… el lugar posiblemente tiene cámaras – pensé.

Salí del auto, con toda la pereza que me cargaba encima y saque las llaves. Respire sintiéndome más cerca de mi meta (mi cama) pero no fue por mucho, esa sensación de ser observada volvió, era como si alguien estuviese detrás de mí pero sabía que no había nadie; el último auto en ese piso se había ido hace unos pocos minutos. El de pinta Ferrari carísimo. Me estaba empezando a preocupar por mi salud mental. Me gire, nadie.

Con los nervios a flor de piel entre al auto y gire la llave… nada.

-Ahhhh…. Maldición – golpee el timón con fuerza. Había olvidado por completo que tenía que reconectar la batería del auto. Desde hace unas dos semanas la batería estaba siendo cruel conmigo. Ya quería jubilarse la pobre, pero yo, orgullosa en ocasiones, no quería pedirles otro préstamo a mis padres para comprar una batería nueva. Así que me la había pasado hasta el momento haciendo lo que el mecánico me había dicho, lo cual había sido desconectar la batería para que no se descargara.

-¿Por qué, porque, porque tenía que pasarme esto a mí? – refunfuñe mientras abría el capo y colocaba los cables.

Odie estar en falda, inclinarme mucho con ella es muy difícil y molesto; unos jeans, tenis y una camisa cualquiera sería la mejor opción en este momento y en cualquiera para mí.

Cuando termine me sudaban las manos y las tenía algo sucias, mi respiración se volvió rápida y entrecortada ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué sentía mi cuerpo en total tensión? Aquella sensación de no ser la única en el lugar me estaba comenzando a poner los nervios de punta.

Me gire con brusquedad queriendo irme ya de ahí, pero me vi bloqueada por algo, no, por alguien. Sentí que mi corazón se detenía aunque era obvio que eso es imposible, más que eso latía tan rápido como un colibrí.

Su mirada sobre mí se sentía a pesar que no veía su rostro o sus ojos, estaba claro que era a mi quien observaba pues no se encontraba nadie más en el lugar. Alto e intimidante – se cruzó por mi mente en ese instante, por lo que la poca luz me dejaba ver vestía de negro y una capucha cubría su cara además de traer guantes. Algo extraño en esta época del año.

Ay no… un ladrón. Pero si yo no tenía mucho, no era rica o millonaria.

-¿Qui… quién eres? – pregunte, el dio un paso hacia mí y yo retrocedí uno – no tengo dinero, solo e… esto y las llaves de mi coche – le entregue ambas cosas pero él las dejo encima del auto. Di un paso hacia atrás.

-¿Qué quieres? – me hice la valiente pero siguió sin contestar. Seguía avanzando hacia mí y yo retrocedía aún mas ¿Qué hacía? No podía gritar, nadie me escucharía y las cámaras de seguridad…. Las busque de reojo… ¡no es cierto! ¿Ninguna? Si, sola a mí.

No… iba a ser ultrajada por un desconocido en un estacionamiento… clásico. Mi corazón seguía palpitando demasiado rápido y un sudor empezó a recorrer mi frente ¿Cómo me defendía? ¿Tendría alguna oportunidad de escapar?

Choque con la puerta abierta del auto, era mi oportunidad. La empuje con toda la fuerza que fui capaz de sacar en ese momento y empecé a correr en dirección a la salida de emergencia, mi única vía rápida de escape.

La falda se rasgó un poco mientras corría dándome la oportunidad de hacerlo más rápido pero fue en vano, él estaba frente a mí a unos cuantos metros ¿cómo llego tan rápido?

Lo declaro. Estaba aterrada. Y algo desconcertado en realidad. Parecía ser el mismo individuo pero bien y podría tener un compinche, o un gemelo.

Como clásica película de horror las luces en donde él y yo estábamos empezaron a parpadear.

Pero si no es Halloween – pensé casi al punto del histerismo.

Todo el asunto se estaba convirtiendo en algo muy extraño. ¿No debería tener un cuchillo, pistola o alguna clase de arma con la cual intentaría matarme? ¿O una soga si piensa secuestrarme? Porque al parecer no era roba-carros o ladrón de billeteras. Le había dado las dos cosas y él las había ignorado como a la basura. Pensar en eso me irrito. El carro estaba en buenas condiciones y mi billetera – torcí el labio – bueno, si quiera era bonita… ah, ah y todavía tenía los cien dólares. Ay no, era un violador….

Él se acercó un paso, pero no demasiado como para caer directamente sobre mí, yo estaba inmóvil. A un brazo de distancia sentí su aliento cuando exhalo con fuerza. Era frio…. Eh ¿Frio?

Vampiro – resonó en mi cabeza. No, eso no podía ser posible, lo vampiros no existen y menos en este lado del país creo. ¿Cómo podía estar pensando en una cosa así en un momento como este?

-Andy, deja de leer a Stephanie Meyer – moví los labios mientras lo decía sin dejar salir ruido alguno – estas demasiado obsecionad….a

Sus fuertes brazos me aprisionaron contra la pared, ahora ya no tenía escapatoria. Su cuerpo me inmovilizo y sus manos apretaron cada una de las mías.

-Por favor… no, no me haga nada – suplique. Acerco su rostro a mi cuello y empezó a olerme ¿?... estaba confundida. Roso mis labios, mejillas y cuello con su fría nariz; todavía no lograba ver su rostro pero aquello pasó de aterrador a placentero.

¿Qué te pasa? – Me reprendí mentalmente – te van a violar y tú lo llamas placentero. Sí que eres retorcida.

-Yo… por favor – volví a hablarle escuchando a mi cabeza – no me lastime.

Negó con su cabeza – nunca – su voz sonó segura y dulce, varonil y perfecta… y algo ronca. Soltó una de mis manos, me quede ahí inmóvil. Su respuesta me había dejado contrariada y que decir de su voz, era lo más hermoso que hubiera escuchado en mi vida.

Olvídate de Meyer – sacudí mi cabeza por lo pensamientos que recorrían en ella, él se acercó aún más. Sus manos empezaron a rosar mi cuerpo, lo que sentía era excitante. Levante una de mis piernas cerca de él y lo oí gruñir. La gustaba y al parecer a mí también. Me acababa de volver loca. Tomo de ella y la falda se rasgó más. A pesar de sus guantes su toque sobre mi pierna era delicado, el vaivén de arriba hacia abajo sobre ella me ruborizo.

Todo era y se sentía tan bien, ni mis mejores fantasías rosaban el placer que este desconocido me regalaba con solo tocar mi piel.

-No… - dijo alejándose de mí. Su reaccionar me asusto y por primera vez tuve miedo. El caminaba de un lado hacia otro pareciendo discutir consigo mismo.

Empecé a caminar lentamente hacia el auto sin darle la espalda. De reojo podía ver las llaves sobre este. Me temblaban las piernas y sentía que el tacón estaba medio flojo. Entre al auto, el desconocido se giró hacia mí pero no intento acercarse ¿Me estaba dejando ir? Ni siquiera me moleste en contestar la pregunta cuando ya había cerrado la puerta y giraba la llave. El carro encendió.

-Gracias, gracias, gracias – si no fuera por la necesidad de salir huyendo de ahí habría besado el timón.

Mientras salía de retroceso de la plaza. Sus hombros cayeron, apretó las manos y se quitó la capucha.

-Bella… - logre oírlo decir antes de que un vehículo que venia del piso superior me pitara distrayéndome. Retrocedí un poco y el auto siguió bajando. Shockeada como estaba mire por el retrovisor. Ahí no había nadie.

-yo... yo… ¿Ah? – seguí conduciendo.

.

-hija… hija, despiértate ya.

- No mama, es sábado. Tengo sueño – refunfuñe mientras me remoloneaba entre las sabanas.

-Que te levantes te digo – dijo mandona.

-No.

-No seré yo la que se quede botada si no estás abajo cuando tu padre regrese del supermercado – afirmo triunfante de sentirse ganadora en la discusión.

-¿Qué? Señor… – me senté de un solo sobre la cama provocándome un mareo – mami ¿Qué hora es?

- las diez y quince – sonrió como solo ella sabe hacerlo y cerró la puerta de mi habitación después de salir.

Tome la ducha más corta de mi vida, unos jeans negros, una camisa beige de botones y unas bailarinas del mismo color complementaron mi vestuario, se podía decir que estaba presentable. Salí de mi habitación y corrí escaleras abajo hacia la a mi padre llegaría precisamente… ahora.

-¿Ya todos listos? – pregunto con su clásico sarcasmo. Asentí, mientras me zampaba unos panqueques y casi derramo sobre mi algo de jugo de naranja.

-Déjalo así – modulo mi madre con sus labios cuando me levante del desayunador para buscar algo con que limpiar el piso. Todavía estaba preocupada por mí. La noche anterior había llegado y actuado como autómata, contestando con monosílabos y no viendo a nadie a la cara. Pero no tenía que pensar en eso en este momento, hoy no. Había cosas más importantes en la que debía poner mi preocupación, ya podía caer en reflexión de lo sucedido esa noche.

-Vamos cariño – mi madre retiro el plato de Evie de la mesa y le acomodo la chaqueta.

Evie es mi hermana menor. Solo tiene diez años y es propensa a enfermarse. Hoy vamos a ver a un especialista en Seattle. Un oncólogo naturista especializado en niños.

Después de cepillarme los dientes y bajar las gradas como animal enloquecido corrí hacia el auto dejando a mi padre de último mientras cerraba la casa. Nuestro vuelo salía en una hora.

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Ya en el avión, Evie (no, no es un diminutivo de ningún nombre) se cambió de asiento para sentarse junto a mí, haciendo que papa se sentara junto a mi madre.

-Toma Bella – me entrego un libro –papa lo dejo olvidado cuando guardo las maletas en el auto. Sé cuánto te gusta, así que te lo traje.

-Ah, gracias – lo tome. Estaba atónita. Leí el título de nuevo para asegurarme de que era el libro, ese libro. Crepúsculo –Stephanie Meyer

Como si mi mente fuese una cinta en retroceso empecé a recordar lo ocurrido la noche anterior. Parecía mentira, a la luz de un nuevo día me daba la impresión que había sido una escena de una película y no de la vida real, de mi vida. Además, este libro hasta que mi hermana lo había tomado estuvo bajo mi cama en forma de castigo a mí misma. Ya lo había leído tres veces en tres semanas.

-Bella… - apareció mi madre de repente. Estas pálida. ¿Te pasa algo? ¿Estas mareada?

-No. Eh sí, no te preocupes, estoy bien – le sonreí tan falsamente que fue increíble que me creyera.

-Bueno – me toco el hombro – pero si te sientes mal me avisas.

-Aja – no quería preocuparla Desde que mi hermanita se había enfermado hace unos cinco meses mi padre estaba tan al pendiente de la salud de todos que hasta una simple alergia era un gran estrés para ella. Evie jalo de mi camisa para llamar mi atención. Baje la cabeza.

-Me voy a dormir – dijo restregándose un ojo - ¿Me guardas unos manís?

-Seguro – le sonreí y le bese la frente. Se acomodó en el asiento y un minuto después ya estaba dormida.

El libro pesaba una tonelada en mis manos. Me sentía tan fuera de este mundo, intentando no reír de manera nerviosa, aunque no se niega que me encuentro un poco trastornada. Es que esto es tan imposible y a la vez tan real.

Estaba tan al borde de la risa que estornude. El libro se deslizo de mis manos y fue a parar abierto a mis pies.

Con toda lentitud me agache para recogerlo pero antes de alcanzarlo me quede congelada. Había una nota, dirigida a mí, nota que jamás había estado antes ahí. Voltee a ver hacia el pasillo, aterrorizada de que alguien más se hubiese percatado de mi descubrimiento. Pero nadie estaba viendo. Así que tome la nota, dejando el libro en el suelo. El papel era terso como si no solo un árbol fuera parte de él, parecía asedado, delicado.

Suspire. Mis manos sudorosas me complicaron el trabajo pero finalmente desdoble el papel, una solitaria línea de palabras apareció entre toda la hoja:

Pronto sabrás la verdad...