HARRY POTTER Y EL LADR"N DE ALMAS
Resumen: Todos saben que existe la cámara secreta ¿Pero saben de verdad para que servia? La Orden Del Fénix debe investigar unas desapariciones y para ello contaran con una ayuda inesperada. ¿Podrán ellos resolver las desapariciones? ¿Tendrán algo que ver con el misterio de la cámara?
Parejas: DM/HP SS/LM y ya irán saliendo más. (Se aceptan propuestas)
Disclaimer: Los personajes pertenecen a J.K. Rowling
Avisos: Este fic va a contener Slash mas adelante. Habrá un poco de violencia y violaciones pero no será muy explicita (no me gusta recrearme en detalles) y tampoco creo que hayan muchas.
Prologo
La tarde había oscurecía con rapidez. No eran más de las seis y una negra espesura había cubierto todo lo que se encontraba entre las murallas de la gran ciudad de Hart. De vez en cuando, un feroz relámpago iluminaba el cielo haciendo estremecer a los habitantes con su ruido ensordecedor. Y en esos momentos podía verse en las alturas una figura que se alejaba de allí volando. Una figura envuelta en una luz brillante, una luz roja como las llamas de una hoguera. Se podía sentir su ira y su dolor en el aire. Sentimientos que el cielo parecía compartir. Y la gente que hasta hace unos momentos festejaba lo ocurrido hacía un rato, ahora veían temerosos aquel espectáculo de luces.
Después de volar durante varias horas empezó a sentir como el cansancio se hacia presente en su cuerpo y en su alma. Las fuerzas le habían desaparecido y no podía mantener los ojos abiertos. Le invadía un dolor que lo consumía segundo tras segundo. No podía seguir adelante. Su alma se encontraba destrozada. ¿Por qué no había podido llegar antes? De nada servia ya lamentarse. El único motivo que lo impulsaba a seguir era su sed de venganza, eso y el bulto que llevaba entre sus brazos.
La figura aterrizo frente a las puertas de un gran castillo. Dio gracias por que sus compañeros hubieran salido esa misma tarde de viaje. No deseaba encontrarse con nadie. Solo deseaba estar solo. Lo último que necesitaba en esos momentos era la compasión de sus compañeros. No ahora que el mal ya estaba hecho. No después de haberle negado su ayuda. ''No podemos intervenir en asuntos de muggles'', le había dicho el que hasta ahora había considerado amigo. ''Pero no podemos abandonarla a su suerte, es una de los nuestros'', suplicó. Pero solo consiguió un no de respuesta y silencio. Ninguno de los tres hizo nada. Nunca más confiaría en nadie. Y aún menos en ellos. Iba a cumplir su venganza, iba a castigar a los culpables y ellos no podrían hacer nada por impedirlo.
La gente corría por las calles de la ciudad. Todo sen una misma dirección: la plaza del castillo donde se celebraban las ejecuciones. El veía como se reunían alrededor de la plaza formando corros. Todos murmuraban. El intentaba esconder su dolor bajo la capucha negra, pero no podía evitar que de vez encunado una lágrima asomara por sus ojos negros. El niño que llevaba entre sus brazos no dejaba de moverse y de agitar sus bracitos como si intuyera lo que estaba pasando. Poco a poco se fue haciendo paso entre la muchedumbre hasta llegar a la primera fila. Quería ver lo que iba a suceder para no olvidarlo nunca. Allí, en medio, como si de un escenario se tratase, había una joven atada a un alto poste envuelto en llamas, pero todos sabían que lo que allí estaba sucediendo no era ninguna representación teatral.
El hombre no pudo evitar un escalofrío. La mujer que había amado con todo su ser, ahora se encontraba allí, cumpliendo una pena que le había sido impuesta injustamente. Su larga cabellera rubia, ahora había perdido todo su brillo natural. Sus ojos grises ya no transmitían la felicidad habitual, solo dolor y un gran vació. Su cuerpo siempre vital, ahora parecía haber perdido todas sus fuerzas y estaba lleno de magulladuras y heridas. Lo que una vez fue la dama más hermosa y poderosa de todo el reino, ahora no era más que una mujer condenada como una vulgar criminal.
El fuego se fue alzando por su cuerpo muy lentamente, como si deseara alargar su agonía. Su rostro mostraba un gesto de dolor y miedo, pero ningún sonido escapaba de sus labios. Aquellos labios que tantas veces había besado. Parecía buscar algo con su mirada. Entonces se escucho el llanto de un niño y ella volvió su mirada hacia el lugar de donde provenía, cruzando, así, sus ojos con los del hombre encapuchado. Le sonrió con esa sonrisa dulce que el recordaba y que siempre recordaría. Movió los labios formando la palabra ''te quiero''. Y sin borrarse esa sonrisa cerró los ojos para no volver a abrirlos.
El hombre sintió temblar su cuerpo. No podía apartar su mirada de aquel cuerpo que estaba siendo devorado por las llamas. Parecía que el tiempo se había detenido hasta que unos gritos lo regresaron a la plaza.
-El Brujo, cojan al Brujo.- gritaba el conde de Hart dando ordenes a sus guardias.- Se lleva al niño. No dejen que escape. Traédmelos.
El hombre, agarrando fuerte al niño, salió corriendo de la plaza empujando y haciendo caer a todo aquel que se interpusiera en su camino. Cuando creía haber llegado lo bastante lejos paro un momento a recuperar el aire. Entonces, unos guardias le cortaron el paso y lo rodearon. Viéndose atrapado, saco una vara de madera de debajo de la túnica y apunto a uno de ellos. Los guardias lo observaron unos segundos y pronto estallaron en carcajadas.
-¿Como piensas vencernos con la sola ayuda de una ramita?- le preguntó uno de ellos cuando consiguió dejar de reír.- Mejor será que te rindas y nos entregues al niño del demonio. No tienes escapatoria.
Ante esto, el que río fue el hombre-brujo.- ¿Con que una ramita, dices? Si, eso es lo que parece. Pero no olvides que soy un mago. El sirviente de Satán, como ustedes me llaman.- y susurro mientras apuntaba a uno- Avada Kedavra.- y un rayo verde salió de la varita directo hacia el guardia que cayo al suelo sin vida.- Yo os maldigo.- gritó.- Yo os maldigo a todos a pagar el resto de vuestras vidas por este crimen.- la gente aterrorizada salió corriendo dejando libre el camino.
Con paso firme salió por la Gran Puerta que estaba en las murallas sin que nadie intentara atraparlo. Nadie supo jamás si eso fue una maldición de verdad o si solo quería asustarlos. Pero la gente de allí jamás la olvido y no pudieron perder el miedo a que un día se hiciera realidad. Quizá esa era la maldición: vivir atemorizados eternamente.
Una vez fuera de esas murallas, el hombre se dirigió hacia una pequeña casa de campo. Allí debía encontrarse con la condesa, la madre de su amada. Ellen- dijo entre un suspiro. El niño parecía haberse tranquilizado en sus brazos y lo miraba con esos ojitos de plata tan parecidos a los de su madre.
-Eleanor.- llamo al pasar la puerta.- Lo lamento. No pude salvarla, llegué demasiado tarde. Pero el niño esta a salvo.- el hombre empezó a inspeccionar la casa, pero no había rastro de Eleanor, en cambio vio que había un gran desorden, como si hubiera habido una pelea allí adentro. Eso lo asusto.- ¡Eleanor!
Preocupado por no encontrarla y temiéndose lo peor salió al patio trasero y allí la encontró, tendida sobre un charco de su propia sangre. Se acercó al cuerpo y se arrodillo y sin poderlo evitar rompió a llorar. Lloró por esa mujer que lo había querido como a su propio hijo. Lloró por su amada con la que tantas veces había paseado por ese jardín. Lloró por él y por el pequeño Alexander, porque se habían quedado solos.
Cuando pudo controlarse cargó el cuerpo de la mujer y lo llevo hasta un árbol donde estaban grabados sus nombres. Allí hizo un agujero donde la enterró tras poner un hechizo para que se conservase el cuerpo. Al lado hizo un agujero más pequeño donde guardo el escudo con el símbolo de su querida Ellen: dos serpientes plateadas entrelazadas sobre un fondo verde.
Una vez acabado escribió unas inscripciones sobre la madera del tronco y lanzó un hechizo para que nadie pudiera perturbar el descanso de esas dos almas.
El hombre tomó al niño en brazos y subió a su escoba para perderse en ese cielo de relámpagos y nubes.
En ese momento la inscripción emitió una luz dorada en recuerdo de las dos almas perdidas. La luz brillaría hasta el momento de la muerte de quien la había conjurado. Y, así, su luz brilló durante largos años.
Un niño rubio de cinco años despertó sobresaltado. Sentía una fuerza que lo atraía. Se levantó de la cama y salió de su habitación. Recorrió la mansión hasta llegar a la entrada. Como si hubiera perdido toda su voluntad comenzó a andar por el amplio jardín de la mansión hasta llegar a una parte alejada. Allí, el niño de ojos plateados pudo ver una luz que brillaba fuertemente. Esa luz lo llamaba con la voz dulce de una mujer. ''Alexander, ven aquí. '' El niño se resistió. No sabía de quien era esa voz ni quien era ese tal Alexander. Pero no pudo evitar acercarse. Entonces, pudo leer sobre el tronco del árbol una inscripción.
''Aquí yace Eleanor, condesa de Hart y amada madre. ''
''Aquí yace el recuerdo de Ellen de Hart, amada hija, madre y amante. ''
''Aquí permanecerán eternamente, porque mientras este lugar exista no serán olvidadas. ''
Y un poco más arriba un corazón envolvía dos nombres: ''Salazar'' y ''Ellen''.
Continuara...
Notas: el titulo esta inspirado en el libro ''el ladrón de almas'' ya que gracias a él se me ocurrió la historia.
Por favor manden reviews, es la primera historia que escribo y me gustaria saber que piensan.
