Un rayo de sol brillaba intensamente, intentando colarse entre un par de nubes negras, a punto de explotar en lluvia. Daniela se levantó de la cama, muy a su pesar, pues tenía que ir a clase. Pero en un segundo recordó donde se encontraba y le entraron ganas de levantarse. En un segundo se vistió y bajó a desayunar. Mientras bajaba, fue recordando como habían cambiado tanto las cosas; como hacía apenas 5 meses se encontraba en la peor situación posible…
"Se sentó en las escaleras. Se sentía sola. Todo el mundo le miraba raro o la evitaba. Un profesor se le acercó y le preguntó porque no jugaba con los otros niños. Ella le dijo que nadie le aceptaba. Solo tenía una amiga, Violeta, un año más mayor, y no pudo pasarle otra cosa peor a Daniela que el hecho de que se cambiara de colegio. Y encima a un internado. No le pudo dar señas de donde se encontraba este colegio para escribirle ni nada. Había desaparecido sin dejar rastro.
-No tienes que preocuparte- le dijo- Seguro que no te escribe por una buena razón, pero que en cuanto pueda lo hará.
-¿De verdad lo crees?- contestó Dani entre sollozos. Daniela no era exactamente una chica de las más guapas, era, lo que se diría, normal. De altura un pelín baja para su edad, ojos de un verde muy claro y pelo moreno oscuro. Pero no era por eso por lo que le dejaban sola, estaba segura.
- Claro que sí- le aseguró. Y le dedicó una de sus mejores sonrisas"
Pero eso había cambiado. Ahora se sentía como en casa, y lo mejor: había recuperado a su amiga del alma. Sí, resulta que ella también era como Dani. Por eso era la única que le comprendía. Ambas son…especiales, por así decirlo. Un día les llegó una carta de un tal Albus Dumbledore y todo cambió. Las cosas cobraban sentido. Daniela siempre había visto que era capaz de hacer cosas, como mover algún que otro objeto con la mente sin querer, sin controlarlo. Llegó el gran día y se embarcó en la aventura más grande que jamás se había imaginado…
"Se subió al tren y buscó compartimento. No encontraba ninguno vacío, así que tuvo que resignarse a entrar en uno en el que había ya una chica. En cuanto entró, los ojos de Daniela comenzaron a inundarse. Allí estaba ella, su mejor amiga, su apoyo incondicional; leyendo un libro, en su propio mundo. La había encontrado de nuevo.
-¡Violeta!- se le escapó a Dani.
La aludida se volvió, y pasada una fracción de segundo, cuando procesado la información, dio un salto del asiento y corrió a los brazos de su amiga.
-¡No me puedo creer que estés aquí! ¿Por qué no me lo habías dicho?
-No podía, lo siento muchísimo, de verdad. No sé si después de este abandono por mi parte vas a querer siendo mi amiga…- Violeta fue bajando poco a poco el volumen de su voz.
-¡¿Cómo dices eso? ¡Claro que seguiré siendo tu amiga! Te he echado mucho de menos.
Las dos amigas estuvieron hablando durante todo el trayecto, pues tenían que ponerse al día de todo un año. Violeta le fue contando todos los secretos y cosas que había aprendido de Hogwarts. Daniela estaba más que emocionada.
Ahora allí estaba. Llevaba un mes en ese maravilloso colegio, la prestigiosa escuela Hogwarts de Magia y Hechicería. Resultaba ser que su madre también había estudiado allí, pero su padre no; y nunca le habían dicho nada porque querían mantenerla al margen hasta que el momento llegara; que creciera del modo más normal.
Llegó al comedor y se sentó en la mesa de su casa, Hufflepuff. Se sentía muy orgullosa de estar en esta. Sobretodo una cosa que le hacía sentirse así más aún es que también perteneció a ella Nymphadora Tonks, una chica excelente, de las mejores que conocía. La conoció el día que fue al Callejón Diagon a por el material. Se había perdido, y ella le ayudó a llegar a Ollivander's, donde estaba su madre. Le pareció súper simpática, y muy divertida. Pero lo que más le gustó fue su pelo, le parecía alucinante. Luego fue descubriendo que además era una muchacha muy valiente, que trabajaba como auror en el Ministerio, perteneció a la Orden del Fénix en tiempos del Señor Tenebroso, ¡y era de lo más simpática!
Una vez acabó de desayunar, se encaminó rápido a Defensa Contra las Artes Oscuras. Llegó a la clase y se sentó junto a una chica pelirroja, un poco más alta que Dani y los ojos azules intenso. Era su nueva amiga: Rebecca. También iba a su casa, y se sentaban juntas en todas las clases. Entró el profesor Remus Lupin y todo el mundo se calló. La mayoría de gente adoraba esas clases, eran todas prácticas.
- ¡Vale, silencio!- llamó la atención a tres alumnos que seguían hablando a pesar de la presencia del profesor- Hoy vamos a trabajar con los boggarts. ¿Alguien sabe decirme qué es?
- Son criaturas que no se sabe que forma tienen, ya que adaptan la forma de lo que más teme una persona cuando salen de donde están.- respondió con voz muy baja un chico tímido de primer curso- Viven en lugares oscuros.
-¡Muy bien, 15 puntos para Gryffindor! Pues para combatirlos, deberéis pensar en algo que os provoque la risa, y mientras agitáis la varita pronunciando "¡Riddikulus!"
Se pusieron todos en fila, algunos emocionados, y otros confusos, pues no estaban seguros de que forma adaptaría su boggart. La primera en la fila era Rebecca. En cuanto avanzó un paso, el boggart salió del armario con forma de perro doberman. Soltó un leve grito, pero luego cerró los ojos un segundo, se concentró y dijo "¡Riddikulus!". Acto seguido al perro le creció tanto pelo por todas partes que no podía ver ni tan siquiera caminar, ya que se tropezaba. El siguiente fue el chico tímido de primero. Tenía miedo, y se negó a avanzar. Lupin le animó:
-Vamos, chico, no pasa nada.
Avanzó un pequeño paso. Automáticamente el doberman peludo se convirtió en un lobo de gigantesco tamaño; por lo cual el profesor Lupin dirigió hacia sus adentros una mirada de extrañeza y curiosidad. Apuntó, pronunció correctamente el hechizo y redujo el lobo a un bonito peluche del tamaño de una pelota de fútbol.
Así continuaron la clase con todos los alumnos. Acabó la clase y todos salieron.
Al finalizar el día, Daniela y Rebecca buscaron a Violeta para cenar. Por suerte, las tres estaban en la misma casa. Daniela buscaba algo (o más bien a alguien) con la mirada en la mesa de Gryffindor. Y ahí estaba. Un chaval delgado, con el pelo…un momento, tenía el pelo… ¿azul? Pues eso, con el pelo azul, estaba solo, comiendo, o haciendo como si comiera, paseando el tenedor por el plato. No parecía tener a nadie con quien hablar, todo el mundo le evitaba. Y Daniela supo en seguida como se sentía. Le dio lástima, y pensó que deberían ir a hablar con él. Se lo dijo a sus amigas, y las tres se acercaron a su mesa. Ted, así se llamaba, en cuanto las vio se asustó, y quiso levantarse e irse corriendo, pero ellas lo retuvieron.
-¡Hola!- comenzó Violeta- Me llamo Violeta y ellas son Daniela y Rebecca.
Las aludidas saludaron y sonrieron.
-H…ho…hola. Yo soy Ted, Ted Lupin.
Las tres se quedaron de piedra.
-¿Eres hijo de Remus?- reaccionó Daniela después de un segundo.
-Mmmm…- dudó un momento- Sí. ¡¿Eso es malo?- El chico parecía bastante asustado.
-No, no, que va.- le tranquilizó Violeta- todo lo contrario. Es el mejor profesor que conozco.
Hablaron un rato, se fueron contando cosas. Por primera vez, alguien que no fuera su padre se había acercado a hablar con el pequeño Teddy Lupin Ese era uno de los mejores días de su vida. Se giró hacia la mesa de los profesores y le lanzó una gran sonrisa. Él se la devolvió seguida de un guiño.
-Oye… ¿Y puedo preguntarte una cosa?- se aventuró a preguntar Daniela. Tenía esa duda que la reconcomía por dentro.- ¿Por qué tienes ese color de pelo tan curioso?
A causa de la pregunta, Teddy se alteró; y si el pelo estaba azul, ahora se puso naranja. Toda la mesa se rió.
-Pues…bueno…emm
El chico dudaba de si decirlo o se reirían o algo de él. Al fin dijo:
-Es que mi madre es metamorfomaga. Puede cambiar el pelo cuando le da la gana, y también la forma de la nariz. Yo lo del pelo aún no lo controlo mucho.
-¡¿De verdad?- se sorprendió Rebecca.
-Yo una vez conocí a una metamorfomaga; en el Callejón Diagón.- apuntó Daniela- Se llamaba…ah, sí! Nymphadora Tonks, me dijo.
Teddy levantó la mirada del plato. "¿Ha dicho Nymphadora?¿Mi madre? Evidentemente, no creo que haya más Nymphadoras metamorfomagas por el mundo"
-Es mi madre- dijo mirándola a los ojos.
-¡Guau! Qué gran familia, ¿no?- a Daniela le parecía un chico cada vez más interesante. Quería saber más cosas de él.
-Sí, sin duda- asintieron sus amigas.
Habían acabado de cenar, así que se levantaron para dirigirse a sus salas comunes. Se fueron cada uno por su camino; las chicas a la sala de Hufflepuff y Teddy, él solo, a la torre de Gryffindor. Pero de repente, Rebecca se giró.
-¡Eh, Ted, espera!
El aludido se giró. "Ya está, todo estaba saliendo demasiado bien; tanto que no podía ser real. Seguro que ya se le ha ocurrido algo que decir en mi contra, como, por ejemplo, que no me quiere cerca por ser hijo de un hombre lobo."
-¿Qué te parece si somos amigos? Los cuatro, digo.- Le dedicó una de sus mejores sonrisas, y levantó el ánimo al muchacho. Con una sonrisa de oreja a oreja contestó con un simple "¡Claro!"
Así, se fue a su habitación más feliz que nunca. Podría decirse que es el primer día que se acostaba así de sonriente en todo el curso.
