NOTAS DE LA AUTORA:

Hola chicas! Bueno, este es un nuevo fic que me he propuesto hacer.

No tiene nada que ver con lo que sucede en Crepúsculo. Espero que os guste, y tranquilas, que no me olvidaré de actualizar la otra historia. Bueno, besos y dejadme reviews! ^^

Prologo.

Desperté. Aquella era una mañana normal, como cualquier otra. Todo estaba tranquilo por ahí afuera.

Me levanté de la cama lentamente. Era domingo y como cualquier joven de 25 años tenía ganas de salir y divertirme.

Me duché rápidamente y me peiné, dejándome los cabellos negros de punta. Sería un día genial.

Elegí cuidadosamente mi ropa, debía estar elegante dado que , según Embry, aquella noche íbamos a conocer a las chicas más guapas de toda La Push.

Decidí no pensar mucho en lo que Embry me había dicho sobre que se me estaba pasando el arroz. Según el tendría que tener muchas pretendientas.

Pero yo no quería compromisos cortos. Quería encontrar a la chica de mi vida, a la mujer que en verdad amase y que me hiciera falta cada segundo de mi vida.

Así que la salida de aquella noche sería simplemente para perder un poco el tiempo.

Llamé a Embry para que me recordara el lugar y el sitio exacto en el que tenía que estar. Aunque no fuera a quedarme con alguna de aquellas chicas, no quería quedar mal y llegar tarde.

-¿Si? -dijo una voz soñolienta al otro lado del teléfono.

-Embry, ¡despierta ya! Soy yo, Jake. - dije, medio riendo. A Embry le gustaba quedarse dormido hasta tarde los fines de semana y porque no, todos los días.

-Ah, Jake, tío, no te he reconocido la voz. ¿Has fumado o algo? - Definitivamente dormía demasiado. Me gustaba beber mucho, pero fumar era algo que no entraba entre mis gustos particulares.

-No. Quizás eres tu. - le espeté, con tono burlón. -¿Te he despertado, bello durmiente? - le pregunté, riendo.

-Si… bueno, ¿qué quieres, amigo? - dijo Embry, la voz sonó más fuerte esta vez.

-Era para que me recordaras donde íbamos a quedar esta noche. Y a que hora, por supuesto.

-En la playa, a las 10. - dijo el.

-Gracias, amigo, vuelve a la camita, ¿si? - dije, burlándome de él un poco más.

-Jaja - rió con falsedad. - Adiós, Jake.

Colgué el móvil. Decidí desayunar algo ligero.

En mi casa nunca había nadie, dado que me había independizado de mis padres. Digamos que era un niño rico. Mi única compañía era mi perro Afra y la cocinera, Juana.

-Buenos días, Juana. - la saludé en cuanto entré en la cocina.

-Buenos días, señor Black. - dijo. La miré seriamente y ella se asustó un poco. -¿Qué sucede? - preguntó. Temía haber hecho algo malo.

-Juana, ¿cuántas veces te he dicho que me llames Jake? Ya tu eres como mi familia. - le dije, sonriendo. Juana rió.

-Perdone, Jake. - la volví a mirar. -Oh, perdona, Jake. - dijo, enfatizando la "a". -Te preparo el desayuno, ¿no?

-Si, por favor. Aunque esta vez preferiría algo ligero, Juana. - le expliqué.

-De acuerdo. - sonrió y se puso manos a la obra. Me senté en la mesa de la cocina y noté que algo me rozaba las piernas. Miré por debajo de la mesa.

-Buenos días, Afra. - saludé a mi perro, un rottweiler. Era uno de mis mejores amigos, tal vez el primero.

Afra agitó la cola, contento.

-Y bueno, Jake, ¿ésta noche vas de cacería? - preguntó Juana, con una enorme sonrisa en su cara bonachona. Llevaba los cabellos canosos recogidos en un enorme moño. Los ojos marrones me escrutaban con cariño.

-Supongo, pero, como siempre, vendré sólo. - dije, con pesar. Afra ladró, intentando consolarme. Bajé la vista.

-Jake, algún día aparecerá la mujer de tu vida, la que te ame como tu la amas a ella. Ya lo verás. - me aseguró, guiñándome un ojo y poniendo el desayuno sobre la mesa: tostadas, mermelada y zumo de naranja recién exprimido. - Buen provecho. - dijo, cantando.

Sonreí levemente.

Suspiré lentamente mientras limpiaba a fondo aquel coche. Sabía que Charlie necesitaba ayuda y yo estaba dispuesta a dársela, sobretodo por que era mi padre.

La noche caía fuera del local. Dejé el trapo en el suelo y miré por la ventana. Estaba algo cansada y deseaba darme una ducha e irme a dormir lo antes posible.

-Bella. - dijo la grave voz de mi padre a mis espaldas. Di un pequeño saltito, y me giré.

-Dime, papá.

-Voy a salir, Harry Clearwater me ha invitado a una cena con su mujer y sus hijos y no quiero hacerles el…

-Anda papá. -dije. No hacía falta que se excusase conmigo. - Ve y diviértete, casi nunca sales del taller. -le animé. El se merecía más que yo un descanso.

-De acuerdo. - dijo el, poco convencido. Salió del taller.

Me agaché para limpiar las llantas del coche negro, que ahora relucía, limpio.

La cena estaba bastante animada. Las chicas (Anne y Jessica) eran bastante guapas, morenas y de ojos negros y brillantes. Nuestras risas inundaban el local.

-Bueno, Embry no nos ha hablado mucho de ti, la verdad. - dijo Jessica, escrutándome interesadamente.

-Ya, es que Embry quiere toda la atención para él. - contesté yo, aunque en realidad no me importaba mucho no ser el centro de atención. Al menos con esas chicas. Sonreí levemente al ver que las dos me sonreían.

-Pero tu eres bastante guapo. - dijo Anne. Perfecto. Estaba intentando tener algo conmigo aquella noche. No lo conseguiría.

-Tu también. - le dije, aunque me arrepentí. Eso podría dar pie a su macabra imaginación.

Embry carraspeó.

-Bueno, bueno, no nos alteremos mucho, ¿eh? - dijo Embry. Se lo agradecí mentalmente.

Nos reímos todos.

Estaba demasiado borracho como para conducir, pero debía hacer un esfuerzo, no me iba a quedar a dormir aquella noche en el local.

Me monté en el todoterreno negro y apreté el acelerador. Cuanto antes llegara a casa, mejor.

Tarareé la canción que sonaba en la radio. Era una de rock. Estaba tan borracho que incluso moví la cabeza al ritmo de la canción.

No me di cuenta de lo que hacía hasta que lo había hecho.

Ni siquiera vi el pequeño cochecito blanco que pasaba delante de mí.

Arrollé el coche, aplastándolo, mientras el mío se volcaba más adelante. Recibí un fuerte golpe en las piernas.

Me desmayé del dolor.