Capítulo 1.

—Albus, ¿has perdido la cabeza?—dijo totalmente fuera de sí Severus, lo que le estaba pidiendo el viejo iba más allá de todo lo que había tenido que sacrificar de sí mismo.

—Ojalá, muchacho, ojalá hubiera otro modo de resolver esto—decía Albus apesadumbrado.

—Y lo habrá, solo que no has pensado lo suficiente—dijo casi bufando—. No pienso enlazarme de ese modo con Potter, ya me has pedido más de lo que cualquier persona haría por una deuda, no puedes pedirme eso también.

—Severus, eres su única esperanza, no confío en nadie más que tú para ello.

—El chico me odia—dijo derrotado—. Y si no fuera por su madre, yo también lo haría.

—No hay verdad en lo que dices, sé que estimas a Harry, sino ni yo mismo podría haberte pedido todo lo que has hecho por él. Sino jamás me hubieras prohibido decírselo a él.

Severus estaba exasperado, no, bajo ningún concepto se convertiría en la pareja de Harry Potter, no había modo en que ambos se aceptaran ni aunque fueran los únicos magos sobre la faz de la tierra.

—Severus, cometí el mismo error con Tom, y me siento culpable de haberle convertido en lo que hoy es.

La voz del director estaba completamente devastada, Severus sabía que el hombre se culpaba del rumbo que había tomado su ex alumno. Y Voldemort solo veía rival en él; el pocionista hubiera jurado que a pesar de la mente psicópata de su "amo" podía notar admiración hacia al que consideraba casi como un padre.

Aún estaba en shock de todo lo que le había contado hacía apenas una hora, pero su mente aunque pudiera entender cada una de las palabras, aunque explicara cada una de las incógnitas de todos aquellos años, era incapaz aceptar el papel que se le pedía adoptar en esa historia.

Tom Riddle era un omega, una especie extinta hacía milenios, de los que solo quedaban leyendas. Y la profecía que había matado a su mejor amiga, su marido y dejado huérfano a su pequeño hijo tomaba la perspectiva que lo hacía todo encajar. "Uno con el único poder de derrotarlo, otro omega con la capacidad de amar intacta".

Solo Dumbledore y Trelawney habían podido escuchar la profecía completamente, y aquel dato había permanecido oculto todo ese tiempo.

—Él vino a mí, Severus—decía Dumbledore, nunca había visto al director así, notaba el dolor en sus palabras, más allá de la culpa, más allá del deber—. Él me necesitó y yo me negué a corresponderle. Pensé que era lo mejor para él, lo mejor para mí. Pero el perdió la poca humanidad que le quedaba, una vida plagada de rechazo y unos instintos que lo volvían loco… y yo no supe estar para él.

Sus ojillos acuosos le hicieron compadecerse del viejo, Severus había creído en él, a pesar de que casi siempre le ponía en circunstancias de extremo riesgo para su propia seguridad, sabía que el aprecio del hombre era sincero. Dumbledore era su mentor, su amigo y ahora descubría que al que consideraba infalible tenía más secretos ocultos.

—Eres un mago poderoso, un omega buscará al mejor candidato, y sin duda lo eres para él—le dijo Dumbledore—. El primer celo del chico se acerca y él va a necesitarte.

—Y me apuesto mi mano derecha a que no le has contado nada a Potter.

—Es complicado, Harry está constantemente en lucha, no ha tenido un minuto de descanso y desde la muerte de Sirius no he tenido fuerzas de cargarle con otro problema más—le miraba esperanzado—. No hasta tener tu palabras de que estarás para él.

—No es justo, Albus, no es justo para ninguno de los dos.

—Pocas veces las cosas son justas, no significan que por ello no sean correctas.

—Que pasa con Remus—dijo con algo de esperanza al recordar al licántropo—. Él quiere al chico, será menos traumático para él, y ambos son criaturas, sabrán entenderse.

—El poder de Remus también es alto, pero nada comparado contigo.—¿Por qué un reconocimiento como aquel no conseguía consolarlo?—Además Remus está prácticamente emparejado con la joven Thonks, y los lobos se emparejan de por vida. Sería doloroso para todos ellos.

Severus rumiaba posibilidades que le eximieran de aquella tarea.

—¿Los jóvenes Weasley? Los mayores, ¿cómo se llaman?—su tono era casi patético.

—Bill o Charlie no son lo suficiente poderosos para un omega.

—Hay magos muy poderoso allá afuera—dijo haciendo un gesto con su mano—. Incluso tú mismo eres inmensamente más poderoso que yo…

—Eres poderoso, Severus, y confío plenamente en ti. Sé que harás lo mejor para Harry, a pesar de que quieras negarlo, le protegerás con tu vida.

Odiaba esa realidad, ¿por qué debajo de aquellas capas de sarcasmo y malas pulgas tenía que haber un héroe que solo el viejo delante de él conocía?

—Hijo, yo soy demasiado viejo y mi final no está lejos. Tú serás un gran compañero para Harry, juntos podéis crear algo realmente fuerte y hermoso.

—En el caso que sobrevivamos…

—Confío plenamente en que lo haréis, juntos—las manos del director se posaron sobre la suya, aquel gesto íntimo que le suplicaba que aceptara su propuesta.

Tomó una gran bocanada de aire, aire que no consiguió llegar a sus comprimidos pulmones, pero desde el inicio Severus sabía que esa lucha la había ganado el director.

—Aceptaré siempre y cuando el chico lo haga, no pienso estar en esto si él lo rechaza.

—Ten paciencia, Severus, Harry te reconocerá.

Cuando Severus se fue, Albus Dumbledore se levantó de su cómodo sillón, el peso de los años y los restos de la culpabilidad por los actos que se había visto obligado a realizar mostraban lo anciano que era en realidad.

Miró su mano, bajo un encantamiento glamour era enteramente negra, a sus más de 115 años sabía que su final estaba cerca, quizás fue un estúpido al restarse los posibles 20 años que aún podría haber vivido pero el motivo lo ameritaba. Por eso en esos momentos se permitió aquel acto de debilidad dirigiéndose a su pensadero.

El liviano hilo de plata que extrajo de su sien le sumergió en uno de los momentos que más dolor le habían llegado a ocasionar en su larga vida.

Estaba igualmente en aquellos conocidos muros de Hogwarts pero no regentaba el puesto de director, él era profesor de transfiguraciones, y en su despacho un joven Tom Riddle de 16 años le esperaba.

Era tan hermoso como no había conocido a otro, su magia siempre luchando las batallas entre la luz y la oscuridad le hacían un ser enigmático; pero en aquel momento Albus no comprendía hasta que punto esa lucha estaba devorando el alma de su alumno.

—¿Tom, qué haces aquí?—Le preguntó amablemente, el joven hacía tiempo que no le buscaba.

Sus profundos ojos verdes le hacían querer protegerlo, aunque no sabía donde residía el peligro, sabía que algo se cernía sobre él.

La cabeza del joven calló hacia abajo, y Albus rápidamente corrió hacia él, sosteniéndolo por los hombros.

—Tom, háblame—le susurró su versión joven.

—Te necesito…—el ruego en su voz era algo que el chico entre sus brazos jamás había mostrado, ni siquiera cuando un diminuto pequeño en aquel desolado orfanato le miraba con sus inmensos ojos verdes.

Y al segundo una ola abrasadora de lujuria le recorrió barriendo cualquier pensamiento coherente, sus brazos apretaron más contra sí al muchacho.

—Te necesito…—Albus fue incapaz de despegar la vista del muchacho, éste subió a su regazo quemándolo con su contacto. Buscó sus labios conectándolos en un beso abrasador.

Albus intentaba ascender entre las capas de deseo que le ahogaban, un pequeño pensamiento de que todo aquello estaba completamente mal intentaba salir a la luz, pero era prácticamente incapaz de no obedecer a los demandantes labios de Tom.

El muchacho los había desnudado sin tan siquiera recurrir al uso de su varita, si Albus hubiera estado menos cegado por el deseo se hubiera sorprendido del alumno más avanzado que había pasado nunca por su clase. Pero cómo en nombre de Merlín podría pensar en nada que no fuera poseerle, en el cuerpo sentado sobre él a horcajadas que se frotaba con su fuerte erección.

Unos instantes para respirar y se separaron, entre sus brazos, sobre su regazo estaba la criatura más hermosa que hubiera visto en sus largos años, no era más aquel muchacho ávido de conocimiento que hacía de sus clases un inmenso placer, no de aquel huérfano que le buscaba como mentor, nada de aquel joven brillante al que había llegado a querer.

Sobre él tenía a su compañero, a su amante.

Y antes de que pudiera si quiera reconocer aquel pensamiento, notó la humedad que escurría desde la entrada de Tom; lúbrica y cálida, incitadora de tomarle en aquel mismo momento. No necesitaba las palabras del chico.

—Tómame, Albus—él hubiera sido incapaz de no hacerlo en ese momento. Y se clavó en el joven cuerpo.

El anciano miraba la escena con los ojos brillantes, pero rápidamente la escena cambiaba, él conocía aquella sucesión. Pocas veces había vuelto a ver ambos recuerdos, eran demasiado intensos para él. En ellos encontraba culpa y remordimiento, y otro sentimiento que pocas veces se había vuelto a permitir sentir.

En su actual despacho, diez años después ya ostentaba el puesto de Director, pero parecía que entre ambos lo único que había cambiado era el apuesto adulto que se sentaba delante de él.

Tom Riddle de 26 años, era el mago que había nacido para ser, atractivo, poderoso y un pecado para Albus.

—Sabes que nadie como yo podría enseñar a estos niños defenderse de la oscuridad—dijo con su voz modulada el hombre frente a él.

Albus podía notar como la corriente que existía entre los dos le empujaba a sucumbir ante él, pero ya habían hablado de ello diez años atrás.

Cuando Tom le confesó que era un omega, Albus pasó noches en vela buscando toda la información que pudo de aquellos seres extintos. Pero sabía que el muchacho no mentía y la necesidad de buscar su pareja le había llevado ante él.

Las fuentes hablaban de la necesidad del omega de buscar a un alfa poderoso, pero Albus sabía que no era ningún Alfa y que sobrepasaba de largo la edad en la que podría ofrecerle un buen futuro a ese joven brillante.

Le resultó completamente mortificante el tiempo en el que el joven aún permaneció en el castillo, pues se había negado en rotundo a mantener aquella relación. Y sabía cuan insistente podía ser su alumno cuando se proponía algo.

Después de su investigación había reconocido como aquel episodio de total lujuria correspondía al celo del chico, en el que se había visto completamente atrapado. La posibilidad de engendrar de los omegas podría haber dejado embarazado al niño y Albus sufría el daño que podría haberle ocasionado, y la inconsciencia del muchacho por no haber hablado de ello antes. Pero no quedó en estado.

Cuando quedó claro que Albus no correspondería a los deseos de Tom, le aconsejó que fueran al Ministerio y declaran su condición, que un omega hubiera nacido era todo un hito en la historia de la Magia reciente y debería ser estudiado y tenido en cuenta.

Pero Tom se negó a que su identidad fuera revelada amenazando a Albus con denunciarlo por tener relaciones con él cuando aún era su alumno. El mago quedó completamente sujeto al deber, a lo que sería mejor para Tom y por contra, a su reputación y carrera en el mundo mágico.

Tom aún no era mayor de edad en el mundo mágico, un alumno del que había abusado a vista de cualquiera, nadie comprendería el influjo del joven adolescente frente a un mago maduro y poderoso como él lo era.

Y tomó una de las peores decisiones de su vida salvo que no lo comprendió hasta tiempo después, le dejó ir. Y a pesar de todo, no fue la única mala decisión, el sentimiento de pérdida tras su marcha fue terrible.

No dejó la posibilidad de que pudiera corresponder a los sentimientos del joven, su corazón había pertenecido a otra persona a la que él mismo asesinó y no creía poder volver a amar de ese modo sin desencadenar un funesto final.

De vuelta al despacho y al joven Tom, el viejo director se concentró en la escena.

—Tom, sabes perfectamente los motivos por los que no se te aceptó en el puesto—dijo del modo más calmado que pudo.

—Eres un ser egoísta, Albus.—El tono acarició la mente del director, despertando sensaciones que pensaba poder manejar después de diez años.

—Quizás tengas razón, pero no puedo tenerte aquí. No sería bueno para ninguno, tú debes buscar tu camino y no es junto a mí, lo sabes de sobra.

—No pongas en mi boca tus pensamientos—su tono era letal.

—Debes irte, Tom.—Las palabras sonaron firmes, pero el espectador del presente sabía cuanto le había costado rechazar por segunda vez al joven.

—Te arrepentirás de esto Albus, te lo prometo.

Saliendo del pensadero quedó apoyado y desolado sobre el artilugio, la promesa de Tom se cumpliría hasta aquellos días. Se convirtió en el ser oscuro que hoy en día era, aquel que había vuelto a ver en el atrio del Ministerio el curso anterior.

Aquel ser que nada tenía que ver con su adorable muchacho, aquel al que se impidió amar. Quizás fuera presuntuoso pensar que él había creado a Vodelmort pero era el pensamiento que le había perseguido todos aquellos años.

Algo que no podría volver a ocurrir, no con Harry. En él la oscuridad era una amenaza latente que solo el amor conseguiría contrarrestar, y no podría haber nadie mejor para él que el hombre al que hubiera confiado su vida sin dudar.

Severus Snape debía ser la persona que Harry Potter necesitaría en pocos meses.

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Hola a todos, un nuevo fic, mi primer Snarry. Nunca me había animado con ellos y aún tengo reparos porque Harry es muy joven. Espero que eso no os incomode demasiado.

La historia sigue más o menos la trama aunque habrá algunos cambios necesarios que os iré mostrando.

Mi idea es ir publicando un capítulo semanal, probablemente martes o jueves, ¿qué os parece?

Espero que os guste.

Besos, Shimi.