Relaciones imposibles. Sin duda, aquella era la especialidad de Lisa Cuddy. Mientras observaba la TV, con pantalones anchos, un jersey enorme, un kleenex en la mano y un bote de yogurt helado en la otra, la joven decana llego a esa conclusión. Aquello era una maldición de la que no podía escapar. Daba igual lo mucho que desease que aquello acabara bien. Siempre fallaba algo y Lucas no había sido diferente.

Lo cierto era que no encontraba una explicación lógica. Era una mujer triunfadora. Desde pequeña supo que su mundo era la medicina. Su talento y su ambición hicieron que alcanzara la cima en muy poco tiempo, y su trabajo la hacia sentirse realizada.

Ser mujer en un mundo de hombres era difícil, y la obligaba a estar concentrada al 100%, 365 días al año. Normalmente, encontraba mas dificultades que sus otros colegas masculinos al negociar con ricos benefactores clasistas, o a la hora de convencer a su propia junta medica, formada en gran parte por médicos a punto de jubilarse… Pero ahí donde no llegaban las estrategias comerciales, es donde entraba en juego su encanto y mano izquierda. Durante su gestión había incrementado notablemente los ingresos del hospital (salvo por el departamento de diagnostico, que era un agujero negro) y había puesto en la orbita mundial de la medicina, como referente, su pequeño hospital de Princeton (en gran medida también, por la labor de dicho departamento). Con todo, conseguía un perfecto equilibrio que le había reportado numerosos premios y reconocimientos.

Su vida familiar era buena. Sus padres llevaban casados más de 40 años y solía ir a visitarlos a menudo a su casa familiar de Martha's Vinear.

La frecuencia de las visitas había incrementado desde hacia un año, justo desde que tenia a Rachel. Para sus padres no era su única nieta, pues su hermana pequeña Julia, les había hecho abuelos (por partida doble) mucho antes que Lisa. Aun así, acogieron a la niña con los brazos abiertos desde un primer momento, y esta, con sus primeras palabras y gestos, apuntaba maneras para ser el ojito derecho de su abuelo. Además, la pequeña era una forma de evitar las inquisidoras preguntas de su madre sobre cuando se casaría con un hombre decente…

Por otra parte, Cuddy sabía que era una mujer atractiva. A pesar de rondar los cuarenta, su largo y oscuro pelo, sus ojos verde azulados y su figura estilizada, hacían girar la cabeza a más de uno. En las fiestas y reuniones de trabajo, solía estar rodeada de aduladores, más o menos interesantes, con mucha labia y enorme ego, que pretendían finalizar los acuerdos en la habitación de un hotel.

Los hombres de su edad la deseaban por ser un aire fresco en su asfixiante vida de negocios, matrimonio e hijos. Los hombres jóvenes la deseaban por ser una mujer madura y segura de si misma. Con experiencia en la vida y en la cama…

Entonces, que era lo que fallaba??

Se acomodo aun mas en el sofá y subió el volumen de la TV. Había alquilado por enésima vez El Paciente Ingles. Le encantaba aquella película sobre deseo y amores prohibidos...

"- Llevas el dedal?"

"– Claro idiota, jamás me lo he quitado, porque siempre te he querido-"Dijo Kristin Scott-Thomas mientras se aferraba al cuello de Ralph Fiennes.

En ese momento la emoción desbordo a Cuddy y dejo caer sus lágrimas.

Aquel era también su problema. Siempre había querido a quien no debía. No podía echarle la culpa ni al trabajo, ni a Lucas, ni a Rachel, ni a su deseo de encontrar un padre adecuado. La única responsable de su suerte era ella y su corazón.

Amaba su audacia, su talento, su inteligencia, la aspereza de su barba contra su piel, el sabor de sus labios, su aroma extremadamente varonil y sus penetrantes ojos azules. Amaba a Greg House.

La evidencia cayo plomiza sobre su cuerpo y la hizo estremecerse. Se acabo, no podía luchar contra si misma. Había tratado de olvidarle en su juventud, no pensar en el de forma diferente cuando le contrato, y se juro a si misma, en la boda de Cameron y Chase, que jamás volvería a caer en sus brazos por el bien de los dos…

Pero todo esfuerzo resultaba imposible. House era en su vida una fuerza incontrolada que absorbía toda su energía y voluntad, y que la arrastraba a una vorágine de sentimientos. Lo único que podía hacer era bajar los brazos y rendirse ante la evidencia de que, aunque una relación al uso con el resultaría imposible, de que jamás tendría estabilidad a su lado, y que era lo que menos le convenía…. en su corazón no había espacio para nadie mas. Porque los sentimientos no entienden de esas cosas…escogen lo que quieren y no lo que necesitas. Y en su caso, con cada latido, y a pesar de que ya era tarde para ambos, la verdad ahora, golpeaba fuerte en su pecho. Amaba a House y eso era lo único que importaba.

Los títulos de crédito ya asomaban por la pantalla cuando Cuddy decidió acostarse en su cama. A pesar de estar agotada sabía que aquella noche no podría dormir. Se tapo, miro la oscuridad del techo y reflexiono sobre los acontecimientos que la habían llevado hasta aquella noche.

Todo había comenzado hacia unos 6 meses…