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CLARO DE LUNA

INTRODUCCIÓN

POR: Gaiasole

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Coqueteando, así fue como te conocí por primera vez y no era a mí a quien coqueteabas si no a mi mejor amiga, sin embargó, debo admitir que no tardaste en desviar tu atención hacía mi. Un temblor recorrió mi cuerpo al ver tus pupilas azules mirándome no pensé en nada y no me di cuenta que tras ese preciso momento yo había perdido la cabeza por ti pero jamás te lo habría de demostrar porque a fin de cuentas era una de las muchas chicas que la había perdido al conocerte.

Sentada en el piano tenía este pensamiento en mente y como siempre después de darle muchas vueltas me sentí frustrada por ser solo Tomoyo, solo una chica más que te miraba embobada, disconforme conmigo misma deje que la música avanzara con las teclas en un ritmo apresurado, rápido sin llegar a distorsionar la melodía que llenaba el cuarto de paredes blancas, en el salón de música yo era completamente libre y no me importaba si por el hermoso cortinaje hasta el piso de formas simétricas mi sombra se proyectaba como un fantasma que había perdido algo de sí mismo.

—Eriol –fue el susurro de sus labios de la morena sentada al piano.

—Tomoyo –se oyó una voz autoritaria a su espalda.

—Madre, ¿Qué haces en casa?

—También es mi casa querida.

—No lo pongo en cuestión –Tomoyo se levantó del taburete y se dirigió a los ventanales donde una majestuoso paisaje se ocultaba pues la Luna pendía desde hace un rato en el cielo—. ¿Qué pasa madre?

—Saldré de viaje.

—Ah –dijo secamente.

—Volveré en un mes y estaba pensando que…

—Estaré bien, te puedes ir.

—Tomoyo –dijo con voz lastimera pero que en nada afecto el aspecto lejano de su hija.

—¡Que te vaya bien madre! –dijo dando por terminada la plática.

La morena pensaba que hacía mucho tiempo que los constantes viajes de mamá habían dejado de importar, a veces en un intento por recordarla ya no podía siquiera recordar su rostro y le costaba pensar en la última vez que habían compartido tiempo juntas, sentía que ella también la había dejado de lado, igual que su padre.

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—No comprendo la insistencia de Sakura, sabe bien lo nervioso que yo me pongo– pensaba Eriol fuera de la casa de Tomoyo—. Eso debe ser, Sakura se venga de mi por haberle dado un empujecito para acercarle a Li quién me manda a andar de celestina.

El chico de cabello azul termino su pensar con un suspiro cuando se vio cara a cara con la figura que rondaba sus pensamientos, la chica que traía vuelto loco su perfecto y apacible mundo la misma que causaba que perdiera todo equilibrio.

Preciosa belleza de largo y brillante cabello negro que se extendía hasta media espalda, con pasos delicados haciendo que el ajustado vestido verde denotara aun más las largas piernas que se movían a un compás bien estudiado, sin maquillaje, no lo necesitaba su rostro era muy bello sin él y sus ojos, sus ojos felinos que ocultaban un misterio que el se moría por descubrir.

—Buenas noches Eriol –saludó Tomoyo que lo había visto llegar desde la ventana.

—Buenas noches –decía un poco azorado—. Bonita casa.

—Gracias, me dijiste lo mismo las otras cuatro veces anteriores que has venido.

—Es que es hermosa –sonrió mientras se sentía como un pelmazo.

—¿Tienes calor?

—¿Yo? No para nada.

—Pareces acalorado.

—Con ese escote estoy sudando mares –quiso decir pero opto por guardárselo para sí.

—¿Vienes? –invitó Tomoyo para entrar de nuevo a la casa.

—¡Ah claro!

Eriol no hubiera querido quedarse tan atrás porque al ver el escote de la espalda de ella pensó que ese si llevaba a imaginar mas de una cosa que muchos hubieran condenado o tal vez no después de todo ningún hombre podía dejar de admirar a Tomoyo siempre que ella entraba en escena, si ella se daba cuenta lo disimulaba con ademanes educados y sonrisas que arruinaban pensamientos bien intencionados de los varones. Eriol llegaba a pensar que ella lo hacía a propósito, que de alguna manera había conseguido adivinar los mucho que ella le gustaba.

—¿Quieres algo de tomar? –preguntó Tomoyo en tanto le señalaba uno de los sillones de estilo Luís XV que igual que la mayoría de los muebles de la mansión eran objetos de colección seleccionados por personas especializadas en decoración.

—No, así estoy bien gracias.

—Como gustes –le sonrió amablemente sentándose en otro sofá al frente de él—. ¿A que se debe tu visita Eriol?

—Necesito tu ayuda bueno más que ayuda tu consejo Tomoyo.

—¿Consejo, de mí?

—Si, veras eh comprado una casa nueva, nada exagerado.

—Ajá –los dos opinaban distinto de la palabra exageración.

—Y veras, a mi eso de la decoración no se me da en lo más mínimo.

—Y necesitas ayuda para decorar.

—Pues si, un poco –sonrió sin admitir lo desastroso que era en aspectos de ese tipo.

—¿Y por que me pides ayuda a mi?

—Sabía que no querrías pero yo debía al menos preguntar, concédeme eso –comentó Eriol.

—Sería un gusto ayudarte Eriol.

—¿En serio? –el mago la observo detenidamente intentó hallar alguna señal de broma.

—Seguro me encanta la decoración aunque pocas veces la practicó, ¿Cuándo empezamos?

—¡Mañana mismo! –dijo tan contento que apenas pudo recobrar la postura—. Lo siento, mañana si tienes tiempo.

—Mi tiempo es todo tuyo mañana –rió Tomoyo.

—¡Será grandioso! Entonces mañana mismo te mudas conmigo.

—¿Qué? –ahora la desconcertada era Tomoyo—. Perdona, ¿En que momento de la platica me perdí?

Continuará…