Inercia

Naruto no es mío, ¡¿y qué?! ¡Tampoco de ustedes! Pertenece a Kishimoto.

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Hay cosas que son más fáciles que respirar, y casi tan necesarias.

Besarla, por ejemplo.

Sus besos son suaves, dulces, sabor a café; pasan lentos, como si el tiempo se detuviera por un trozo de eternidad. En cambio, los de él siempre rozan con lo salvaje, se llenan de respiraciones entrecortadas, y jadeos, porque Sasuke Uchiha, sabe hacer el amor con la boca; su lengua se enreda en la suya, gira, persigue, somete, devora, como en una guerra bocal donde el ganador se conoce anticipadamente: él.

Sasuke nunca cierra los ojos. De vez en cuando el primer contacto boca-boca es tan frío y lleno de electricidad, que estos se cierran casi sin saber lo que hacen, hasta que es tarde. Sabe que ella no estará cuando los abra. Sus besos son suaves, dulces y tienen un pequeño y extraño sabor a café que le encanta. Sus besos son sueños. Y aunque cree ver su rostro lunar, la piel de marfil y los ojos enormes y blancos, cómo el inicio del invierno, no están. Ella no está, se repite después, una, dos, tres veces. Lo repite hasta que las palabras empiezan a carecer sentido y él no recuerda por qué ha comenzado a tejerlas como cadenas a su boca.

En la mañana al despertar –porque joder, siempre tiene que hacerlo– su mano tantea, como por inercia, hacía su lado de la cama, buscando el bulto blando y cálido que hace rato que se ha ido.

Pero volverá. Siempre vuelve.

Al igual que siempre vuelve a irse.