Durante los últimos días, Wilson no se había visto muy bien. Estaba pálido, tosía con frecuencia y se cansaba con facilidad. Parecía que el cáncer lo estaba venciendo.

House estaba contando los días que le quedaban: la cuenta se había reducido a 3 semanas. Estas semanas se convirtieron en días.

Ese día Wilson no se había querido levantar de la cama. Había permanecido todo el día dormido, con la piel casi tan pálida como el metal pulido y la piel igual de fría. Si no fuera por las constantes toses que emitía, House hubiera asumido que estaba muerto.

Le dejó una jarra de agua y algo de comer en la mesa de noche mientras se dirigía por una ruta de la ciudad que creía que nunca tomaría: la de la iglesia.

La poca educación religiosa que se había dignado a escuchar le había dado a entender que Jesús era "el Salvador" y que con el rezo se les hablaba a los santos. Así que se sentó en uno de los bancos de la iglesia y se puso a rezar.

Una vez hubo terminado la misa, el padre que la había dado se dio cuenta de una persona seguía en las bancas. Era un hombre con abrigo, bastón y cabello marrón canoso. Tenía los ojos cerrados dado que al parecer se había ensimismado en la oración.

Decidió decirle que (aunque admiraba su dedicación a la oración) debía irse porque ya había terminado la misa por hoy. Una vez hubo llegado donde se encontraba House le dijo:

-Disculpe, pero ya ha terminado la misa.-trató de hacerse escuchar el sacerdote.

-¿Acaso ustedes, los sacerdotes, no consideran de mala educación interrumpir a un hombre en sus plegarias?-dijo House abriendo los ojos por primera vez toda la misa.

-Si lo hacemos, pero…

-Entonces me dejaría terminar mis oraciones, estoy rezando por un amigo.-dijo House, zanjando la conversación, al menos por su parte.

El sacerdote, resignado, le dijo que apagase la luz cuando terminase y salió de la iglesia.

Una vez llegó a la casa que compartía con Wilson, tocó la puerta. Se sorprendió al ver a Wilson abrirla.

Durante los siguientes días, House notó las mejoras de su amigo: la piel pálida había sido remplazada por una piel colorada. Las toses habían desaparecido y de seguro no se podía ver a un hombre de su edad más energético.

Aún así, House seguía siendo escéptico y necesitaba ver la memoria con sus propios ojos.

Le pidió a Wilson que se hiciera un examen a comprobar si el cáncer se había ido. A los pocos días, House tuvo la hoja con el resultado en sus manos…

No había cáncer alguno en el cuerpo de James Wilson.

Ese mismo día, cuando estaba durmiendo, oyó que alguien le decía:

Sabía que volverías, hijo

Y House le contestó:

-Sabías que era solo cuestión de tiempo, Dios.