Llevaba tiempo deseando hacer algo así xDDD Y qué mejor oportunidad para hacerlo que ahora que me lo pidió mi amiga yuikominamoto a cambio de un pequeño (gran) favor.

Aprovecho para decir que NO, no voy a abandonar mi serie original. Voy a hacer las dos cosas. Aunque cueste. Pero me da igual x)

Importante: no saltarse nunca este prólogo. El resto de la historia podría resultar confusa si no se lee todo.

Basado en "Charlie y la fábrica de chocolate", con sus obvios y pequeños cambios. No reclamo ningún derecho sobre el libro ni sobre las películas (y menos sobre la primera, la odio).

Axis Powers Hetalia no me pertenece, es exclusiva propiedad de Hidekaz Himaruya.

¡Dentro fic!


No hace mucho, en las afueras de Helsinki, vivía una humilde familia en una todavía más humilde y antigua casita de madera. Esta familia se llamaba Väinämöinen, y estaba compuesta por siete personas: los abuelos paternos, Ukko y Akka Väinämöinen; los abuelos maternos, Tapio y Mielikki Koivurinnen; Kave e Ilmatar, los señores Väinämöinen; y, por último, el benjamín de la familia, el pequeño Tino Väinämöinen.

Los siete vivían en aquella cabaña, pequeña y acogedora, aunque antigua. Había pertenecido en total a siete generaciones de los Väinämöinen, y los estragos del tiempo que había pasado se hacían notar con crueldad: había en las paredes numerosas rendijas que permitían el paso del aire, helado; el horno de piedra se atascaba con mucha frecuencia, haciendo que el humo, en vez de salir por la chimenea, anegara toda la planta baja, haciendo que los ancianos miembros de la familia (que llevaban como veinte años sin poder salir de una amplia cama de matrimonio, la única en toda la casa) tosieran sin parar; y, además, todos los veranos el techo se agujereaba, lo cual ponía en movimiento al señor Väinämöinen y a Tino, quienes tardaban en repararlo todo un día.

En la parte de atrás, lindando con el bosque, había un pequeño jardincito que empleaban como huerta. En ella plantaban básicamente patatas y repollo, necesarios para la manutención de la familia, aunque también crecían arbustos de bayas en la zona más alejada de la casa. Hasta unos años antes del nacimiento de Tino, los abuelos Koivurinnen solían trabajar en ella junto con la señora Väinämöinen, mientras los abuelos y el señor Väinämöinen estaban fuera, con sus respectivos empleos; pero, a medida que fue pasando el tiempo, la señora Väinämöinen acabó siendo la única en trabajar en la huerta (junto con la ocasional ayuda de Tino), y el señor Väinämöinen se convirtió en el único con empleo estable en la familia.

No eran ricos; por más que lo intentaban, no conseguían vender lo poco que les sobraba de lo que cultivaban, y el poco dinero que entraba en la casa gracias al trabajo del señor Väinämöinen apenas llegaba para cubrir sus necesidades. Tanto era así que, como no se podían permitir más camas, Tino y sus padres dormían en colchones viejos extendidos en el suelo, en el ático, y su dieta, consistente en reikäleipä y mantequilla para el desayuno, kaalikäärylet para la comida y helmipuuro para la cena, se debía en su mayor parte a lo sacado de las cosechas.

A Tino no le desagradaba tanto aquel estilo de vida. Disfrutaba mucho escuchando las fantásticas historias que sus abuelos le contaban, le gustaba mucho salir al bosque para coger bayas y siempre ayudaba cuanto podía y sin quejarse. Pero había veces que, en su habitación, suspiraba, melancólico, pensando en todo lo que había visto aquel día.

Había algo que le gustaba mucho más que las historias, las bayas y corretear por el bosque, algo que hacía que se sintiera insatisfecho cada vez que tenía que comer el casi insípido helmipuuro. Lo que más le gustaba a Tino en el mundo era el salmiakki.

Cada vez que iba a la escuela, veía cajas y cajas de salmiakki expuestas en los escaparates de las tiendas de golosinas, y pasaba horas mirándolas con la nariz pegada al cristal y babeando, fascinado. También las veía, por supuesto, asomando desde los bolsillos de los pantalones y chaquetas de los demás niños, quienes se comían el contenido ante sus ojos, lo cual suponía una tortura mayor para el pobre Tino, quien solamente se podía permitir comer aquel manjar de dioses una vez al año, el día de su cumpleaños.

Pero lo que más le torturaba no era las tentadoras cajas que no podía comprar, las caras de los niños al comer un dulce que no le ofrecían ni los momentos de hambre en los que soñaba más que nunca con tener una cajita en sus manos. En la ciudad, perfectamente visible desde su ventana, había una fábrica de salmiakki. Pero no cualquier fábrica de salmiakki. Se trataba de la Fábrica Oxenstierna, la más famosa e importante en el mundo entero.

La Fábrica Oxenstierna era un edificio alto, rodeado por un amplio patio a su vez protegido por una enorme muralla y portones de hierro que dejaban ver por entre sus rejas aquella maravillosa fábrica. No obstante, y a pesar del humo que salía por las chimeneas, los apetitosos y envolventes aromas del caramelo derretido, del chocolate, del azúcar y, cómo no, del salmiakki, aquel lugar aparecía solitario y vacío. Nunca se había abierto una puerta o ventana en aquel edificio, y nunca nadie había salido o entrado. Según le había contado su abuelo Ukko, que había trabajado en aquella fábrica en su juventud para el abuelo del señor Oxenstierna, desde las misteriosas aparición y desaparición del actual dueño, lo único que salía de allí eran camiones repletos de cajas y cajas de Salmiakki Oxenstierna, listas para vender.

Así y todo, pese a las excentricidades del misterioso señor Oxenstierna, Tino miraba a la fábrica y, suspirando, fantaseaba con poder visitar aquel fascinante lugar, aunque sólo fuera por un día...


Reikäleipä: tipo de pan de centeno finlandés.

Kaalikäärylet: repollo relleno.

Helmipuuro: gachas de patata.

Lo sé, muy corto. No me gustan los capítulos cortos, pero no voy a hacer un prólogo de diez páginas. Prometo que los demás serán más largos.

Reviews, por favor. Necesito vuestro ánimo y apoyo ahora que el tiempo se me echa encima (tengo un montonazo de compromisos ineludibles en los próximos días T_T). Aparte de críticas de lo que hago bien y mal y etcétera.

¡Hasta pronto!