Está sentado en el despacho que hasta muy poco fue el de Dumbledore. Observa en silencio los cachivaches plateados mientras hacen ruidos y sueltas pequeñas nubes de vapor. Siente que su victoria es más bien una derrota, y una muy amarga.
Sabe que todo esto es como tiene que ser, que fue planeado de antemano, que él dio su consentimiento y que la muerte del director era inevitable.
Pero no puede evitar sentirse como un maldito desgraciado. Se pregunta si no podría haber hecho algo más. Algo que no implicase matar al único hombre que creyó en él y le confió la vida de Harry.
-¡Maldito Potter! - escupe con rabia y se agarra el grasiento pelo en dos puños y gruñe, lleno de frustración.
Cuando vuelve a abrir los ojos, se vuelve despacio y mira el pensadero. Se acerca a él y con su varita empieza a sacar una memoria de su sien. En ese momento se oye un suave carraspeo y una voz familiar.
-¿Estás seguro de que quieres volver a verlo? - Pregunta el retrato de Albus. - Sabes que solo te servirá para echar mas leña al fuego.
Snape ignora las palabras que, muy a su pesar, sabe son ciertas. Cuando la memoria esta lista, se inclina sobre ella, respira hondo y se sumerge en la extraña sustancia.
No puede evitar volver a ellos de vez en cuando. Es en el unico lugar donde puede ver, oir, oler a Lilly. Casi, casi, puede tocarla. Donde puede revivir una epoca de su vida donde no siempre se sentia desgraciado, donde aun tenía esperanzas e ilusiones...
Un par de horas mas tarde vuelve a estar sentado en su silla de director. Ya se ha hecho de noche, y mientras mira por la ventana hacia el Hogwarts que ahora esta bajo el mando del Señor Oscuro, una lagrima baja por su mejilla.
-Te lo advertí - dice Dumbledore, pero su voz es amable, casi un susurro.
-¡Maldito Potter! - Repite Snape, mientras de un puñetazo destroza unos cuantos de los incomprensibles artefactos del despacho.
Ya no queda nada dentro de él que no sea oscuro y desagradable.
Nada.
