Divina comedia.
En respuesta al tercer reto de la KiriBaku week 2k18.
Prompt: Prohéroes.
Quería creer que no habría un infierno peor en esta vida, sin embargo, ese día la humanidad recibió un triste recordatorio.
Dicen que los dragones se elevan desde sus humildes comienzos. Irascible le repetía su cabeza una y otra vez si esa sería la manera correcta de culminarlo todo. Pues el cuerpo desvalido y abandonado estaba hundido en la desesperación, y clamaba letanía, se la debía. Pues sangra, llora, ríe, le concede la dicha de los parpadeos al pasado donde incluso los fantasmas son los que más dolor le causan.
El ver de nuevo aquellos ojos rojizos, quizá con miedo, o quizá con un morbo malintencionado le traían recuerdos a los inicios. Convertirse en una estrella desde el sótano donde nadie se preocupaba por él, donde los sonidos gemebundos no penetraban las paredes y todo era dolor para su carne y su mente cansada de las necedades del futuro.
Oh, al diablo con el destino. La satisfacción venidera luego de un duro trabajo era una divina comedia ¿porqué existía algo tan ridículo como la suerte? Había trabajado duro durante muchos años, no iba a regalarle sus lágrimas, sudor y sangre a algo que nadie había visto y no sabían definir con certeza.
Enférmate.
Cúrame.
Págame de nuevo.
Te volveré millonario.
Tiene sólo unos cuántos años más. Es normal ¿verdad? Es así de cruel la vida de superhéroe, una donde el miedo constante de la pérdida de la vida y la ganancia de saldos sobre tu cabeza es más común que tus horas de dormir. Cuando otras personas estaban creciendo, él estaba luchando contra el mal, es por eso que se vuelve pequeño a su lado. Cuando lo mira y teme lastimarle, cuando teme que sea su cuerpo, endurecido permanentemente el que termine por desgarrarle la piel y termine cayendo como pedacitos de papel trozado en sus brazos.
Ah, si tan sólo el mundo tuviera idea de lo difícil que era ser bueno.
Papá, no te preocupes por mí.
¡Yo no soy el problema!
Soy la solución al problema.
A pesar de su pasado, Kirishima Eijiro había aprendido a sobrellevarlo, pues había levantado la cabeza sobre la de los demás, resplandeciendo con luz propia y cegando a los demás con sus cabellos para decir: ¡Hey, mírame, soy yo! ¡He venido para salvarte! Ah, sí, qué cerca estuvo, piensa una vez más, cuando sus dientes se cuartean entre humores y temblores de su cuerpo por detener el impacto. Siente el poder, puede reestablecer su inspiración en la vida humana, hasta que el calor desaparece.
Se ha ido, me siento entumecido, lo estoy, estoy.
Éxito, la gente lo pide con berrinches ¿cuál es el punto en trabajar duro si nadie lo reconoce de todos modos? ¿para qué lo quieres? Negocias tu vida por comer y vestir bien. Adivina ¿sabes cuánto cuesta mi cara? ¿lo pagarías? ¿por qué está siendo castigado? ¿por qué el destino se lo quitó y se llevó los cabellos de sol?
No lo entiende, es verdad. ¿Tiene sentido? No.
Pues un ciudadano normal que canta (llora—combate), se convierte en actor nacional.
