Disclaimer— Inazuma Eleven y sus personajes no me pertenecen, son propiedad del Level-5.

Música del capítulo— Wherever you are de ONE OK ROCK. (Es una recomendación para que escuchen durante la lectura, de lo contrario recomiendo "The Beginning" de la misma banda)

Notas— Primero que nada, un saludo a todos los chiquillos de este fandom que siguen mandándome mensajes a mi cuenta anterior (Nao-chan16) y se acuerdan de mi, los quiero mil.

Hace mucho que no escribía nada para Inazuma Eleven, he estado retocando mi estilo un poco, así que espero darle al clavo. Este será un multi-chapter, de romance hetero (por lo menos las parejas principales) y no se centrará específicamente en ese género tampoco. Advierto con antelación que sólo habrá una pareja homosexual (no yaoi, shounen-ai) y tendrá cierto protagonismo pero no exagerado. Para mí lo esencial de esta historia será el desarrollo de los personajes y el humor/romance entre ellos. Ese es mi objetivo.

El OOC (Out of Character) de los personajes es apropósito, pero también lo advierto porque sé que no agrada mucho.

No habrá lemon ni lime, esos serán capítulos optativos que se adjuntarán en una mini-serie anexa a esta. Pero si no tiene un mínimo de "impacto" o, las cosas como son, apoyo y reviews, será borrada y eliminada de este tipo de "saga". Como aún las parejas no están dadas pueden votar a lo largo de los capítulos futuros sin ningún problema.

Sin nada más que aclarar espero que disfruten muchísimo.

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Wherever you are

Prólogo

Runo Cartwright


Fudou

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Siempre he sido una persona de acciones, no de palabras. Desde temprana edad, aprendí que esa era la mejor alternativa, soy un gran hater de la charlatanería. Si uno quiere, puede. Si de verdad quieres hacer algo, hazlo, no necesito saber tu vida para darme cuenta que eres bueno en lo que haces.

Hoy por hoy, puedo ver que muchos de quiénes están aquí tienen talento, un poco de torpeza, raras conexiones y sueños que comparten. Es incómodo ser la oveja negra dentro del ganado alegre e ignorante; son personas de vidas fáciles, no puedo juzgarlas tampoco, al contrario de como ellos lo hacen conmigo.

Desde lejos puedo escuchar sus conversaciones, venenosas oraciones fluyen fuera de sus bocas. Sé que van dirigidas hacia mí, por supuesto, soy el único con un estilo tan extravagante y poco convencional, un mohicano, un par de piercings; pero claro, como tener el cabello rosa o azulado es muy normal.

Finjo que no me importa, volteo. Aun así puedo ver de reojo como me apuntan sutilmente con un dedo, mientras no dejan de preguntarse qué hago aquí y de quién fue la brillante idea.

Su nombre era Hibiki, si mal no recuerdo.

—¿Qué hace él aquí? —reconozco la voz de Sakuma Jirou, uno de las tres personas de las cuales recuerdo el nombre.

Qué grosero.

A pesar de que mi idea era no ser visto hasta que nos reunieran, escondido tras los muros llamo la atención de todas formas. Sin embargo, con ellos nunca emplearé el uso del "verdadero Akio", el chico normal, sino el "verdadero Fudou", la contraparte, el embustero, egocéntrico y presumido.

Gracias a los dioses, minutos después alguien más captó la atención del gentío. Había llegado aquél chico extraño, lo reconocía obviamente como el capitán del Raimon, puesto que no había olvidado nuestro enfrentamiento tiempo atrás, pero no recordaba su nombre. ¿Tapotu? ¿Jatoru?

—¡Mamoru Endou! —¡sí, ése era su nombre! Ignorando quién fuera el que había acertado, por lo menos pude conseguir recordar completamente a ese chiquillo. Su expresión de odio hacia mi (Fudou) jamás la podré sacar de mi mente, de verdad parecía ofendido por todo lo que yo había provocado. Me sentiría avergonzado, si es que: primero, actuara como Akio y, segundo, si me hubiera notado. Creo que incluso la segunda debería tener más protagonismo que la primera.

Ellos, amigos, hablaron y contaron sus aventuras, hasta que el viejo (insisto, su nombre no lo recuerdo) llegó al gimnasio. ¿Había olvidado mencionar que estaba en la Secundaria Raimon? Se me antojaba mucho más imponente que esto, la verdad. Prefiero mil veces a Teikoku. Pero ese no es el tema, resulta ser que habíamos sido convocados para formar parte del equipo Juvenil Japonés para el Torneo Futbol Frontier International. Estaba emocionadísimo, para qué mentir, pero una sonrisa cómplice esconde cualquier sentimiento de euforia, por lo menos eso creo. Explicó en qué consistía (¡¿quién diablos no conoce este torneo?!), cómo nos calificarían y que serían eliminados dieciséis de los veintidós llamados. Normalmente diría que esto no es para nada un reto (soy humilde, no lo es) pero nadie realmente había alabado mi estilo de fútbol jamás. Yo sé y creo que tengo talento, pero nadie puede constatarlo. Yo (Akio) estoy verdaderamente nervioso, yo (Fudou) sólo espero que me elijan de una buena vez.

La emoción me posee, no aguanto más y azoto un balón contra el incomparable Kidou Yuuto. Los espectadores fingen impresión, pero tres cuartos de ellos me habían visto desde un principio. Puedo ver una pequeña sonrisa, casi imperceptible brotar en su rostro, pero se intercambia inmediatamente por un deje de rabia, a la vez que me devuelve el balón con una violencia bastante elegante.

—¿Qué haces aquí, Fudou? —me grita.

Sonrío.

—Lo mismo que todos ustedes, compañeros.

Esta vez, el asombro es verdadero.

—¡Me reúso a ser tu compañero, miserable! —Sakuma exclama.

—Aún no es seguro de que seas mi compañero de equipo, querido Jirou. No te adelantes al espectáculo.

Sus puños son apretados por la rabia que recorre sus venas. Podría decirse que incluso veo ese color carmín a través de su piel.

—Déjalo, no merece la pena —suena como alarde, y uno bastante ofensivo, pero lo ignoro completamente.

—¡Chicos! —el viejo nos llama, no quiere juegos—, serán divididos en dos equipos, los cuales se enfrentarán la tarde del segundo día…

¡Sorpresa, sorpresa! Estoy en el equipo del estimadísimo Kidou, y se nota el desagrado en su gesto al escuchar mi nombre después del suyo.

—Raimon ha implementado varias habitaciones para que se hospeden. Pueden usar todas las instalaciones: cocina, comedor, baños, gimnasio, cancha. Esfuércense y mucha suerte.

La buena noticia es que tengo donde dormir.

—Ah, casi lo olvidaba. Cada equipo contará con una gerente que estará a su disposición. Ellas serán las encargadas de las comidas y de orientar los entrenamientos —revisa una hoja, la misma donde estaba la distribución de los equipos—, equipo A: Kino Aki; equipo B: Kudou Fuyuka. Es todo.

Esta vez, sí se fue.

Fue entonces cuando pude ver por primera vez a la persona que probablemente jamás en mi vida superaría.

Era baja, le ganaba por más de una cabeza, tenía rasgos suaves y delicados (bueno, ¡era una chica!), piel vainilla (espero que también huela así), unos ojazos azules dignos del hechizo de una bruja malvada, y un largo cabello violeta. Lacio, brilloso, perfecto. He estado al lado de muchas chicas, pero nunca había sido testigo de una belleza tan sobrenatural, tan embriagante. Ignoraba por cuántos minutos me había quedado perplejo ante ella, pero por su mirada incómoda caí en que debió haber sido bastante.

Le sonreí de forma coqueta (siempre me ha funcionado) y fui testigo del sonrojo más tierno del universo. Fue un privilegio. Mas noté, también, que finalmente había sido un gesto de repugnancia.

—Ah-… ¡Ah! —salió dispara hacia el edificio de Raimon, y le seguí la pista hasta que su cabello dejó de verse por las escaleras.

Creo que me apresuré un poco.

—Casi —me volteé, descubriendo al gordo y la ardilla burlándose de mí en mis narices. Les lancé una mirada de advertencia, porque si continuaban sin duda atacaría. Al momento acataron el gesto y, repitiendo el gesto de aquella preciosura, subieron hasta las habitaciones hechos un bólido.

Ah. Era bastante agradable el ambiente de aquél lugar, a la par que molesto. Una combinación extraña, que me ponía los pelos de punta y me tranquilizaba al mismo tiempo. Pasé los dedos por mi mohicano, sintiendo la grasa que a ellos había quedado impregnada, en definitiva necesitaba un buen baño. Necesitaba olvidar ese día, la presión, los nervios de mi corazón, la impotencia y la prepotencia para/hacia mis compañeros de equipo, a Sakuma y ricitos, y también a la chica ojos de bruja.

Mañana sería un nuevo día.

Al salir de la ducha, descaradamente cruzándome por el pasillo de las habitaciones sólo con una toalla cubriendo mi vergüenza, entré a mi habitación, la número siete, ¿el suertudo número siete? Ni pensarlo. Era un basurero. Sólo incluía una cama, un armario y un escritorio. ¡¿Ni siquiera una televisión, Raimon?! ¿Dónde carajos voy a jugar play ahora? Inaudito. Con toda la pereza que mi cuerpo podía permitirse en estas situaciones saqué una camiseta roja y unos bóxers negros; me lancé hacia la cama. Hundí lo más profundo posible mi rostro en las sábanas y suspiré. Pensar que la mañana de este mismo día había golpeado a una pandilla entera y ahora estoy ofendido por la deficiente hospitalidad de este lugar. Lamo el piercing de mi boca con nerviosismo.

A pesar de todo, me sentía muy cansado. Así, sin importar la pinta que tenía (¿a quién le importa?), me entraron las ganas de dormir, y como a mí (Fudou) nadie me ordena, lo hice.

Y soñé cosas terribles.

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Estaba yo, en la cancha de Raimon, pateaba, pateaba y pateaba el balón: no conseguía meter un gol. Salía disparado hacia el cielo, hacia los laterales, ni siquiera sé cómo llegó hasta mis espaldas. La portería me evitaba. Caí rendido al piso, respirando como podía, casi nada para ser sincero, y miré hacia arriba; estaba ahí. Mi padre, avergonzado, observaba cada bocanada de aire que en vano trataba de dar, aplastó con sus pies mi espalda, provocando que escupiera.

—Eres inútil, hijo, patético. No sé para qué tienes piernas si ni las usas —enrojecí, de ira y pena, porque desde pequeño él me había dicho eso: no vales para nada Akio, un inválido juega mejor al soccer que tú—, párate.

Trataba de apoyar mis dos manos contra el suelo para levantarme, mas la fuerza que su pie ejercía sobre mi columna era infinitamente superior, por cada intento sólo lograba ascender míseros milímetros.

—Tu padre está decepcionado, Akio, algún día el mundo acabará con los débiles y tú te irás por el agujero con ellos —me mostró el pulgar abajo con sarcasmo, riéndose de mí, de mi inferioridad, del miedo que le tenía gracias a sus constantes agresiones.

Hacía por lo menos dos años que no lo veía, y aunque estuviera consciente de que era un sueño continuaba siendo igual de aterrador. Su rostro, sus expresiones, el asco nada sutil con el que me dirigía la mirada. Era repulsivo, vomitivo.

—Déjame levantarme, papá —supliqué.

Él también me obligaba a suplicar.

—¿Te mereces levantarte? Del plato sólo comen los que son grandes.

—¡Soy grande, puedo hacer grandes cosas! Si tan sólo me dejaras demostrártelo todo sería distinto…

No debí decir eso.

Hundió toda su pierna en mis gemelos. Sentí un crujir de algún tipo, un dolor que era demasiado punzante para ser un sueño y un grito demasiado desgarrador para ser una pesadilla.

El grito fue mío.

Sabía que mi pierna no estaba rota, pero sentía que podía llevarme el diablo. Era un dolor quedo y extremadamente persistente. Terrible y mórbido. Mientras tanto mi padre sólo festinaba su acción, porque regocijo se quedaba corto en esta situación.

Sollocé en el piso, mi saliva se esparcía con lentitud por el campo. El hombre que me dio la vida me dio el último golpe y sentí como la sangre se mezclaba en mi boca.

No era un sueño.

Nunca había sido un sueño.

—Esta es la realidad, Akio, vive con ella.

Y lo último que vi fue él, yéndose, mientras mis ojos se cerraban.

Quizás, para siempre.


Espero que les haya gustado, y si fue así, no duden en dejar un review, follow o favorite! :)

Besitos y saludines.

—R.