¡Hola a todos los lectores! Aquí vuelvo con este fic, para los que no lo saben, es la continuación de otro mio anterior llamado Asesinatos I. Para los que ya lo han leído, espero que les haya gustado el final y ya pronto habrá más LuNa. ¡Lo prometo! Claro... También ZoRo. Les prometo que habrá más de los dos.
Ahora si, les dejo el fic y ojala les guste.
Los habían despertado a las cinco de la mañana. Aun era temprano para recibir llamadas de emergencias, y todo por que a alguien se le daba por suicidarse a ese horario ¡Maldición! Zoro giró el manubrio hacía la derecha y el auto hizo exactamente lo mismo. Luffy se frotó un ojo debido al cansancio, soltó un gran bostezó y luego de cerrar la boca, la volvió a abrir para decir:
- ¿Dónde es esta vez? -
- La Basílica de San Francisco de Asís, Santa Fe - Zoro dio uno pequeños golpecitos a su GPS
- ¿Qué nunca nos va a tocar otro estado? - Murmuró Luffy mientras suspiraba
- ¿Quién sabe? Sin embargo... Nuevo México es muy lindo - Zoro contempló aquellos paisajes áridos típicos de la zona
- Casi todos los colegas han sido desparramados en Estados Unidos... Nosotros deberíamos estar... en Nueva York, Montana, Chicago, California... - Luffy quedó pensativo mientras pasaban junto a un lugar de comida rápida - Aun así... - El cartel se alejó lo suficiente como para que el morocho pudiera volver a prestar atención en lo que hablaba - ¿De qué se trata? ¿Una suicida religiosa? -
- No tengo idea - Comentó el peliverde - No hay edificios muy altos en Santa Fe, quizás sea esa la razón por la prefirió la Iglesia -
Frenaron a media cuadra del lugar donde se estaba llevando a cabo el operativo para rescatar, no solo física sino psicológicamente, a la persona. Al poner un pie en el suelo, ambos tuvieron que evadir a decenas de personas que habían decidido dejar de hacer su trabajo rutinario, para contemplar como una mujer de cortos cabellos rubios amenazaba con dejarse caer contra el duro pavimento. Llegaron hacía donde se encontraban los oficiales de la policía.
- Fullbody - Lo llamó el peliverde al verlo de espaldas
- Oh, son ustedes - Comentó al verlos, puso los ojos en blanco ¿Por qué siempre se tenían que meter los investigadores de alto rango? - Tenemos todo controlado -
- No la han bajado, nada esta controlado - Luffy colocó sus brazos en su nuca y contempló hacía arriba ¿Cuál podía ser la razón por la que las personas tomaran esa decisión?
- Tenemos a expertos convenciéndola para que se entregue y no siga con esa locura - Afirmó con una sonrisa burlona
- Nos llamaron por el hecho de que no esta solucionado, ya ha pasado tiempo Fullbody, y esa mujer sigue allí arriba - Zoro clavó su mirada en él - Luffy ve arriba y solucionalo, se te dan bien esas cosas -
- ¡ Si ! - Sonrió éste y corrió hacía adentro de la Iglesia
- Pero... -
Luffy ingresó en la iglesia y corrió por los pasillos para llegar a una gran escalera de caracol que se alzaba hacía un balcón interno. Una vez allí, se encaminó al extremo derecho y subió por una escalera más pequeña que llevaba hacía uno de los dos enormes campanelas. Una vez allí, salió por los gigantescos huecos que la iglesia poseía.
- ¿Quién eres y qué haces aquí? - Preguntó uno de los policías psicológicos
- Mi nombre es Monkey D Luffy y son especialista en crímenes - Mostró su placa - Ahora muévanse -
El morocho pasó entre los dos policías y analizó la escena. La mujer se encontraba de espaldas a él, de frente al precipicio, estaba apoyada en el borde del techo eclesiástico y lo único que la mantenía estable era una mano apoyada sobre uno de los paredones que cubrían las campanas doradas. El hombre dio unos pequeños pasos, y al hacer un sonido la mujer volteó bruscamente.
- ¡Hola! - Sonrió - Soy Luffy ¿Cómo te llamas? - La mujer no respondió - ¿Por qué haces esto? - Ni una palabra - ¿Acaso quieres esto? No debes hacerlo si no es lo que quieres - Pero cuando intentó dar un paso más, la mujer retrocedió. Los gritos comenzaron a surgir desde abajo - ¡No espera! Espera... - Dijo más tranquilo al ver que solo había sido un susto - ¿Crees que no puedes confiar en nadie...? - La mujer lo miró a los ojos - Oi... Puedes confiar en mí - Su tono de voz fue sincero - Confía en mí... Por favor... - Tendió su mano y dio un pequeño paso hacía adelante - No hagas esto, se que no quieres, si no ya lo hubieras hecho antes - Dio otro paso - Puedes confiar, te lo prometo... - Tocó su mano con la yema de sus dedos - Juro que sea lo que sea, te protegeré -
Los ojos de la mujer se abrieron como platos y fue en ese momento que cedió. Tomó la mano del morocho y se alejó lo más rápido del borde de la Iglesia. El morocho la abrazó contra su pecho y la apretó en un cálido abrazo. Sintió como unas pequeñas gotas comenzaban a mojar su camisa y sonrió.
- Tranquila, todo va a estar bien -
(...)
El rescate había sido un éxito pero ahora, la interrogación no estaba dando buenos frutos. La mujer poseía cortos cabellos rubios, ojos oscuros y piel clara como la nieve. Parecía tener un cuerpo atlético pero aun así, no podían ni siquiera saber cual era su nombre o de donde venían. No había hablado. Todo era muy frustrante para el dúo.
Luffy se recostó en uno de los sillones de su oficina privada, y soltó un bufido.
- Maldición... - Dio un gran mordisco a su hamburguesa - Ya han pasado dos semanas y la mujer no ha hablado... -
- Esto se esta volviendo molesto... - Chilló Zoro, odiaba que los casos se volvieran monótonos y aburridos - Más vale que hable, ni siquiera podemos saber si es de Santa Fe o si es de otra ciudad o pueblo cercano... -
Inesperadamente, la puerta se abrió dejando pasar a una mujer de cabellos naranjas y ojos completamente azules.
- Oi, chicos, la chica rubia ha llegado para una nueva sesión de interrogación... -
- ¡Maldición...! - Suspiró Zoro - Otra vez... Será lo mismo... No separa que sigue viniendo... -
- ¡Vamos! La joven esta yendo a un psicólogo, quizás en alguna de estas, habla - Sonrió la mujer
- Dios te escuche, Koala - Agregó el peliverde desganado
Ambos salieron de su oficina para dirigirse hacía el área de interrogatorios. Rogaron que esas reuniones con el psicólogo ayudaran a conseguir algún tipo de información... El caso ya se estaba enfriando. Hasta ahora, lo único que tenían era una mujer muda que no sabían de donde provenía o por que había intentado quitarse la vida.
Cunado entraron a la habitación en la que solo había una mesa y tres asientos, la rubia ya se encontraba allí. Luffy y Zoro se sentaron en sus lugares y la contemplaron, el morocho con pena y el peliverde con desesperación.
- Bien... - Volvió a refunfuñar Zoro - Empecemos de nuevo... ¿Cómo te llamas? -
La mujer no dijo nada. Esperaron unos momentos. Luffy la contempló ¿Qué hacía con un buso con semejante calor? Se puso de pie cuidadosamente y se acercó a su lado.
- ¿No tienes calor? Déjame... - Intentó quitarle el abrigo con cuidado, pero un gran chillido por parte de la mujer, seguido de un brusco forcejeo lo detuvo - Veo que no... - Agregó un tanto sorprendido por la reacción de la mujer
- ¡Oi, ya me he cansado! ¡Di de donde demonios eres o como te llamas! ¡No tengo toda la vida para averiguar de donde eres y que te ha pasado! - El peliverde se puso de pie y mientras gritaba rudamente esas palabras, golpeó la mesada con un puño
- ¡Cierra el pico! - Al ver el rostro empapado en terror de la mujer, Luffy no pudo contener su ira - ¿Qué te pasa? ¡¿No ves que está asustada?! -
- ¡No podemos quedarnos todo el día aquí cuando han gente siendo asesinada en la calle! ¡Ni siquiera sabemos donde empezar a buscar! -
- Utah... -
Los hombres quedaron en silencio.
- ¿Qué has dicho? - Preguntó Luffy mientras la contemplaba fijamente
- Utah - Repitió en voz baja
- ¡¿Utah?! - Preguntó el morocho pensativo
(...)
Ya había pasado un año desde que Nami había llegado a Salt Lake City, y la realidad era que se había adaptado bastante bien. Ahora vivía en una casa en un barrio muy confortable, rodeada de personas agradables. En general, era una ciudad tranquila, solía tener problemas, pero dado que era la ciudad más grande del estado, era algo esperable. Y, una vez más, se encontraba conduciendo hacía la casa de una persona que había llamado al 911 pidiendo auxilio. Al frenar contempló la casa cuya dirección había sido emitida por radio. Era una típica casa norteamericana. Los peldaños, la madera impecable, los techos de teja rojizos, el césped bien cuidado.
Bajó del auto y subió los pequeños peldaños que la llevaron al porche, una vez allí, se apresuró a tocar la puerta con fuerza. Un hombre pelado de ojos muy finos, y barba exuberante le abrió la puerta.
- Buenos días, soy Nami, agente de la policía ¿Usted llamó al 911? - Preguntó seriamente
- Si, lo siento - Comentó el hombre cuyo rostro expresaba tristeza y preocupación
- ¿Quién es y qué ha pasado? - Preguntó al notar su intranquilidad
- Mi nombre es Pagaya, y mi hija... creo que mi hija... - Tragó saliva y bajó la voz hasta sonar en un murmullo - Ha sido violada -
- ¡¿Qué?! - Su expresión fue de confusión ¿A que se refería con "Creo"? - ¿Cómo que cree? -
- Anoche llegó muy tarde, ha estado llorando, no quiere hablar conmigo, no se... Es algo que sospecho... - Agregó con la mirada gacha
- ¿Y para eso llama a la policía? El 911 es un número para emergencias... Si no esta seguro, no puede llamar a un servicio de seguridad nacional... - Comenzó, entendía como se sentía, pero la realidad era esa.
Pegó media vuelta pero cuando estaba a punto de volver a su vehículo, el hombre le tomó del antebrazo. La obligó a frenar y a darse vuelta. Aun así, Nami no emitió resistencia alguna.
- ¡Por favor! Ella no tiene madre y... - En ese momento, la imagen de Vivi cruzó por su mente - No confía en mi con muchas cosas, y creo que es por el hecho de que... ¡Una hija jamás le diría a su padre que fue abusada! O al menos... - Acotó más calmado - Sería muy complicado... -
- Bien... - Había dado en el clavo, ahora si que se había apiadado de él - ¿Usted quiere que hable con ella? -
- Es una mujer al igual que ella, quizás... se entiendan mejor... -
Aceptó entrar. Aceptó hablar con la joven. Caminó por un pasillo y subió las escaleras que la conducían al primer piso. Giró a la derecha y allí vio una puerta blanca, con un cartelito el cual decía "Conis". Debía ser el nombre de la muchacha. Golpeó la puerta con fuerza y tomó aire antes de hablar.
- ¿Conis? ¿Estás ahí? -
Al no haber respuesta, Nami tomó eso como un acto de rebeldía o de depresión, ingresó a la habitación. Las cortinas estaban cerradas, y las luces apagadas, parecía ser una peligrosa cueva llena de bichos, osos y agujeros a los que caer. Estiró su mano hacía la pared y tanteó, buscando el interruptor. Al encontrarlos, lo accionó. La habitación era propiamente dicho, de una nena. Las paredes eran rosas, la cama era completamente rosa y blanco y las cortinas jugaban con los colores entre el fucsia y el rosa bebe.
- ¿Conis? ¿Dónde estás? -
Abrió las cortinas y comenzó a revisar dentro del placar. Al ver que no se encontraba allí, se agacho y revisó debajo de su cama. Y allí la vio, hecha un ovillo contra la pared. Con un corto vestido rosa y unos largos cabellos rubios. Tenía unos ojos verde petróleo y dentro de ellos, Nami descubrió la infelicidad misma.
- Conis, sal de ahí, he venido a hablar contigo -
- No quiero... - Murmuró
- ¡Vamos! Tu papá me ha dicho que algo malo te ha pasado, soy policía, puedes confiar en mi - Soltó una sonrisa amigable - En serio -
Poco a poco la joven comenzó a moverse, salió de debajo de la cama, hasta dejarse agarrar por la luz solar que provenía de la ventana desprotegida. Se sentó en su cama y luego de cruzar sus brazos, posó la mirada en el suelo.
- Anda, cuéntame que te ha pasado anoche - La pelinaranja se sentó a su lado y acarició con su mano, la espalda de la muchacha
- Yo... Un hombre... - No pudo decirlo, pero esas palabras bastaron para que la mujer se diera cuenta de lo que estaba pasando
- Escucha, Conis - Tragó saliva, ahora que lo pensaba, decirlo era más difícil de lo que esperaba - ¿Algún hombre te ha tocado sin tu consentimiento? -
La mujer de corta edad asintió y en seguida, colapso. Comenzó a llorar desconsoladamente y se abalanzó en los brazos de la detective, quien quedó estupefacta por la declaración.
- Tranquila, necesito que te tranquilices y que me cuentes todo lo que ha pasado - Acarició sus largos cabellos mientras intentaba calmarla
- Yo... El... Anoche... - Los sollozos no dejaban que terminara ninguna oración
- Bien, espera - Se puso de pie y la dejó recostada en la cama - Llamaré a un refuerzo para que nos ayude ¿De acuerdo? -
Nami salió de la habitación y se quedó inmóvil al pie de la y con la mirada perdida en la nada, tomó su teléfono y marcó al departamento de policía de Utah. Necesitaría a una persona más para poder solucionar ese problema, y si era una mujer, mejor.
(...)
El refuerzo no tardo en llegar. Nami aprovechó el tiempo de espera para informarle a Pagaya sobre el descubrimiento del estado de su hija. Claro que no se lo tomó muy bien, pero la pelinaranja había hecho varios cursos de apoyo psicológico para las victimas de diferentes clases. La puerta sonó lo que hizo que ambos se pusieran de pie. Por supuesto que el hombre fue el que abrió y dejó ver a una alta mujer de cabellos negros y ojos celestes como el hielo mismo.
- ¿Tú? - Preguntó Nami al verla - Tu eres... La mujer del caso de... La infiltrada... - Tartamudeó al reconocerla
- ¡Nami! Así que eres tú la que pidió un refuerzo - Sonrió y le tendió la mano al hombre - Mi nombre es Nico Robin, un gusto, soy agente especial de la policía -
- Gracias por venir - Aceptó su mano y la estrechó
- ¿Y bien? ¿Qué esta pasando aquí? - Preguntó mientras tomaba asiento en uno de los sillones
- Su hija, dice haber sido violada anoche - Le explicó
- ¿Anoche? - Robin afiló la mirada y contempló a su compañera - Eso es grave... Puede significar que hay un violador suelto -
- O quizás fue cosas de algún amigo, compañero, cosas de algún chico loco, sin embargo... la violación esta penada por la ley y por ende debemos buscar al culpable -
- Bien dicho, los novatos vienen cada vez más capaces - Sonrió mientras se ponía de pie
- No soy novata y lo sabes - Gruñó y se puso de pie bruscamente junto con ella
- No, si lo eres pero has resuelto uno de los casos más importantes, eso te da cierta ventaja - Le guiño un ojo y le regaló una sonrisa burlona - Bien, manos a la obra, creo que lo mejor sera buscar mandar a la niña a un tratamiento psicológico, además de que debemos buscar rastros de ADN -
- Si, tienes razón - La mujer volteó hacía Pagaya y lo contempló fijamente - Necesita llevar a Conis a un hospital, puede estar herida, llamaré al número de emergencias de la policía, ellos sabrán donde y como encontrar ADN -
(...)
Era un tema delicado. Hablar de la violación de una joven menor de edad en plano barrio familiar, siempre era un tema difícil de lidiar. Las dos mujeres no habían tenido oportunidad de hablar formalmente con la joven a la cual, todavía se le estaban haciendo estudios. Si no calculaban mal, ahora debía estar con una psicóloga, encargada del tratamiento para que la joven Conis pudiera volver a su vida anterior, sana y salva.
Pero nadie iba a estar sano si no capturaban a aquel hombre quien había efectuado el acto.
Nami bebió un sorbo del café, y contempló como otras familias felices salían a disfrutar de una hermosa tarde a una confitería. Mujeres, jóvenes y niñas, sin saber cual sería la siguiente.
- Me acaban de informar que hubo penetración, han encontrado ADN - Comentó Robin mientras guardaba en su cartera el teléfono celular
- Eso es algo positivo, ahora necesitamos encontrar a algún sospechoso - Nami suspiró. Era difícil lidiar con un caso semejante, siendo lo doloroso que debía ser para Conis... - Debemos hablar con ella, lo antes posible -
Antes de que cualquiera de las dos pudiera emitir palabra, el teléfono de la pelinaranja sonó. Ella lo tomó y apretó el botón verde para contestar.
- ¿Hola? -
- ¿Nami? ¿Eres tú? - ¿De quién era esa voz?
- Si soy yo ¿Quién habla? -
- Soy Luffy ¿Te acuerdas? -
- ¡¿Luffy?! - Preguntó sorprendida
Bueno ¿Qué les ha parecido? Espero que les haya gustado. Ha sido el primer capitulo y no se si me ha quedado largo o corto, pero como saben, este fic se caracteriza por capítulos cortos. Más allá de eso, estaré ansiosa de esperar sus comentarios y sus opiniones. ¡Nos leemos!
