Capitulo uno:
Recuerdo cuando me fije en ella por primera vez, en ese parque discutiendo con otra niña mas mayor, parecía triste, no tan triste como yo pero se la veía decaída. No creáis que no la había visto antes por allí, pero ver no significa fijarse. Era imposible no ver su pelo entre todos los colores monótonos que tenían los niños de ese parque, incluyéndome a mi.
Ese día no quise acercarme a ella, por mucho que los niños me dijeran para jugar decidí quedarme en un rincón dibujando en la arena del suelo mientras oía las risas de todos los niños. Niños normales hacia falta recalcar, no como yo, era parte de lo que me impedía acercarme a ellos no quería ser el bicho raro, ya lo era en mi escuela de primaria donde tenia que ir cada día.
Ella se columpiaba en los columpios que habían a mi lado, oía como ella gritaba "¡Arriba, arriba y muy lejos!" pero jamás se atrevía a saltar cuando llegaba a lo mas alto. Yo seguí escribiendo en el suelo, dibujando cosas sin sentido, hasta que oí un golpe y vi a la niña de pelo anaranjado de cara al suelo.
- Es que eres tonta, ¿eh?- le dijo la chica morena con la que discutía antes. - Ya veras cuando le diga a mama que te has manchado el vestido nuevo.
La niña se tapaba la cara con las manos llorando, supongo que del susto o del dolor, yo no podía dejar de mirar la escena me sabia mal por esa niña. Cuando quito sus manos sucias de arena de su cara pude ver que le salía sangre de la boca, pero ella estaba sola porque su hermana ya había salido corriendo a decírselo a su madre, cumpliendo así su advertencia. Se la veía muy asustada y sola, y los niños se habían alejado también asustados por la sangre. Yo, por mi parte, acostumbrado a ver sangre me acerque a ella con cuidado tratando de no asustarla.
- Déjame ver.- Le pedí sin ni siquiera saber porque lo hacia.
Ella me miro confundida, y abrió la boca.
- Es solo un diente, se te ha caído, tienes que hacer gárgaras para que se vaya la sangre, ven.- Dije dirigiéndome a la fuente.
Ella aun en silencio me siguió y me hizo caso, saque un pañuelo limpio de mi bolsillo y se lo ofrecí.
- Muérdelo, dejara de sangrar.
Empecé andar otra vez hacia el sitio donde antes estaba para seguir dibujando y escribiendo, pensando en porque había ayudado a esa niña, cuando nunca antes había hecho algo así. No pude evitar querer echar otro vistazo a la niña para ver que estuviera mejor, pero me la encontré de cuatro patas buscando por el suelo, decidí ignorarlo ya que no era asunto mío. Pero pasaron las horas, todos los niños se habían ido ya a sus casas y yo aun sin querer abandonar ese sitio, vi como ella seguía por allí buscando algo.
- Agh…- la oí suspirar.
- ¿Puedo ayudarte en algo?- dije sin pensarlo.
- ¡Mi diente! No me puedo ir sin mi diente…- se cruzo de brazos enfadada.
- ¿Por qué?
- ¿Cómo que porque? Es mi diente de leche, la hada de los dientes vendrá a por él y si no lo encuentro no tendré regalo.
La mire confundido, ¿creía en la hada de los dientes? ¿Existía la hada de los dientes, ahora que lo pensaba? Si yo era mago, podía existir sin ningún problema, pero quizás era solo una invención de los muggles para hacer feliz a los niños…
- ¿Hola?- dijo ella sacándome de mis pensamientos.
- Es muy tarde y esta oscureciendo.
- Entonces vete a tu casa, yo no me puedo marchar sin ese diente.
Y siguió buscando a cuatro patas, yo solo pensé en que era la niña mas extraña que había conocido nunca, normalmente cuando alguien se cae va corriendo a su casa a que le curen, ella se había confiado de un niño no mas mayor que ella y había seguido allí solo por buscar un diente…
De pronto me encontré de cuatro patas buscando con ella, diría que fue una obra de buena fe pero realmente solo no quería volver a casa. Ella buscaba por todos lados, yo simplemente me acerque donde ella había tenido el accidente y moví los dedos por encima de la arena, hasta notar algo distinto. Lo cogí, lo limpie con mi camisa y dije:
- ¡Lo encontré! Tu diente…
Se acerco dando saltitos y me sonrió mostrándome el hueco que le había dejado el diente.
- ¡Gracias! Ya puedo irme a casa.- empezó a correr y se detuvo un instante, giro encima de sus talones y me dijo- Mañana a las cinco aquí, con lo que me de el hada ¡te invitare a golosinas!
Y así se alejo, dejándome un poco confundido y parado en medio del parque. Volví a mi casa con tranquilidad, disfrutando de cada segundo de soledad que me envolvía, sin poder parar de pensar en ese pelo anaranjado, esa sonrisa mellada y sus pecas… "Que niña mas rara" pensaba, mientras mi cerebro me contestaba "Fue hablar Don Normalidad." En eso tenia razón, de normal yo tenia muy poco.
Cuando llegue a mi casa mi madre estaba en la cocina como casi siempre, mi padre en el sillón leyendo el periódico, no me miro cuando entre tratando de no hacer ruido sin lograrlo. Mi madre me miro un poco por encima y me dijo con voz muy baja:
- Severus, llegas muy tarde y vas hecho un desastre, ve a ducharte y baja ayudarme.
Mi padre clavo su vista en mi y puso cara de asco, luego volvió a levantar el diario y me ignoro. Cuando estaba de ese humor me sentía un poco mas tranquilo, sin gritos ni golpes. Mientras me duchaba me di cuenta que ni siquiera sabia como se llamaba esa niña y ella tampoco sabia mi nombre ¿Cómo invitas a comer golosinas a alguien que no conoces de nada? Sin duda era rara.
Mi padre esa noche estuvo tranquilo, se fue a dormir temprano y yo también pensando si iría o no mañana al parque a ver a esa niña, pensando si ella se iba a acordar de su promesa y si solo seria darme unas golosinas y luego echarme de allí… ¿Para que me iba a dar una golosinas entonces? Mi cabeza estaba hecha un lío y ni siquiera sabia porque me preocupaba una niña que no conocía…
