Capítulo I

El encuentro

Las miradas femeninas y masculinas volteaban una y otra vez para admirar a la pareja que caminaba por el aeropuerto de Londres como si fueran los dueños del mundo. Los hombres no podían pasar por alto a la mujer rubia, de profundos ojos azules, piel blanca y elegantemente vestida, la cual a pesar de pasar los cuarenta y tantos no tenía nada que envidiar a una mujer de 20; era realmente preciosa.

Era evidente que tanto ella como el joven que la guiaba del brazo eran madre e hijo. Ambos rostros poseían la tez blanca y tersa, llevaban el mentón levantado y caminaban con seguridad. El pelo rubio platino del joven, que no pasaba los 25 años y alcanzaba el metro noventa de altura, caía en sedosos y finos mechones cubriendo un poco las cejas, dando un marco perfecto a un impresionante par de ojos grises que no demostraban emoción alguna; la mandíbula cuadrada y mentón anguloso le otorgaba masculinidad a ese rostro cuyos labios finos y bien delineados de pronto esbozaron una sonrisa cuando se detuvo frente a otros dos muchachos de su edad.

-Narcisa, Draco. ¿Cómo estuvo el vuelo? –preguntó un chico de su misma altura, tez blanca, pelo castaño e impresionantes ojos azules, mientras besaba elegantemente y con sumo respeto la mano de la mujer mayor, para luego golpear amistosamente el hombro del rubio.

-No nos quejamos Theo, no hubieron problemas de clima en Japón y la tripulación que contrató Atkinson salió mejor de lo que esperaba. –Miró a su madre para confirmar su apreciación del viaje y ante su asentimiento dejó escapar una de esas escasas sonrisas sinceras que sólo dedicaba a las pocas personas que realmente le importaban: su madre y sus dos amigos allí presentes. –¿Y qué tal tus negocios Blaise? ¿o sólo te dedicaste a buscar unas muggles hermosas mientras la última bruja que pensó que sería la señora Zabini se recupera de la decepción?

El aludido, alto, piel morena y ojos verdes, sonrió divertido y alzó los hombros elegantemente como diciendo "¿qué culpa tengo de ser un regalo de Merlín?" y los otros tres rieron sin poder evitarlo ante su vanidad. Definitivamente la belleza y elegancia que emanaban esos cuatro seres juntos los hacía parecer más personajes de un cuento de hadas que personas de la vida real. Pero eran reales y su presencia sacaba los mismos suspiros en el mundo muggle como en el mundo mágico, donde realmente pertenecían.

-¡Cuidado! –gritó un niño acercándose a toda velocidad a ellos, pero no lo suficientemente rápido para evitar que Draco sintiera como algo frío chocaba contra su pierna izquierda y manchaba su fino pantalón negro de diseñador con un color rosa que, tras verificar con un rápido vistazo mientras retrocedía, reconoció como helado de fresa.

-Lo siento señor, no lo vi –se disculpó una entrecortada y melodiosa voz infantil mientras se dirigía a la pierna de Draco tratando de evitar con una servilleta que la mancha se siguiera esparciendo.

-¡Por Merlín niña! ¿No te enseñaron tus padres que no debes correr cuando llevas bebidas o helados en las manos? –levantó la vista furioso para dirigirla a la pequeña pero esta fue tomada protectoramente de los hombros por un niño de unos 6 años, que al igual que ella poseía pelo rubio platino y profundos ojos grises que lo miraban entre desafiantes y asustados. Ambos tenían los labios un poco llenos y sus figuras eran estilizadas a pesar de su corta edad. Sólo por la diferencia que la pequeña tenía el pelo rizado cayendo en sedosos y desordenados bucles y el niño el pelo lacio, eran la versión femenina y masculina de él mismo a dicha edad.

-Lo sentimos- dijo el niño por su hermana y olvidando la presencia de los adultos que los miraban impresionados, se giró nuevamente hacia ella y la jaló de la mano- ¡vamos Antares, mamá nos matará si volvemos a perdernos!

La niña asintió a su hermano y cogió firmemente su mano, pero se volteó una vez más hacia Draco mirándolo con curiosidad directamente a los ojos, como buscando algún reconocimiento en ellos. Luego, la mirada de la pequeña se centró en Narcisa, quien la observaba con el asombro reflejado en sus orbes azules y soltaba el brazo de su hijo para acercarse a los niños.

-Scor, podría ser él- susurró en voz baja, pero no lo suficiente para no ser oída.

-No hay tiempo, recuerda cómo se puso la última vez- la apremió su hermano y jaló nuevamente haciéndola avanzar.

Draco los vio a alejarse con irritación pero se contuvo cuando sin previo aviso y en un acto totalmente inesperado el niño volvió y le tomó la mano colocando en su palma un billete de 5 euros que había sacado de su bolsillo- espero que alcance para la tintorería y discúlpenos de nuevo- murmuró antes de tomar a su hermana de la mano y desaparecer de su vista mezclados en la multitud que circulaba por el aeropuerto.

-¡Vaya Draco! –dijo jocosamente Theodore Nott- si no fuera por la edad de esos niños y que tengo la certeza que en esa época estábamos en Hogwarts pensaría que estuviste haciendo travesuras con una muggle.

-¡No digas estupideces Theo! –replicó molesto mientras su mirada se dirigió a la mano en la que aún sostenía el billete de 5 euros y lo miró detenidamente no pudiendo creer la desfachatez de aquel niño.

-Bueno, por lo menos te pagó la tintorería- agregó un sonriente Zabini que estaba disfrutando a más no poder la situación. – Pero considéralo un aporte a tus arcas, con un fregoteo basta y sobre –se burló.

-Nos estamos retrasando por estupideces- su voz se oyó molesta mientras le ofrecía nuevamente el brazo a su madre para reiniciar la marcha hacia el coche y guardar, en un acto reflejo, los cinco euros en el bolsillo de su pantalón. Sin embargo, no pudo evitar preguntarse si algún día, cuando tuviera hijos, serían tan parecidos a él como lo eran esos niños. ¡Qué carajo estaba pensando! No le gustaban los niños y no tendría ninguno a quien torturar como lo había hecho su padre con él. Repetir la historia es lo último que deseaba hacer.

Por su parte, Narcisa volteó la cabeza buscando a su alrededor un par de pequeñas cabelleras platinadas. Cuando vio a los pequeños su corazón se aceleró por el gran parecido con Draco a la misma edad, pero ante la respuesta que dio a Blaise se tranquilizó un poco. Después de todo tenía la certeza que su hijo jamás hubiera abandonado a un hijo suyo y que se cuidaba muy bien de no embarazar a las muchachas con las que intimaba. Tanto en la familia Malfoy como en la Back jamás existieron hijos fuera del matrimonio y Draco no cometería esa irresponsabilidad. No, sólo era una coincidencia... aunque el parecido era extraordinario y la pequeña también llevaba como nombre una constelación. Raro, definitivamente su instinto le decía que había hipogrifo encerrado.

Horas más tarde, un níveo cuerpo se deslizaba con rápidas y ágiles brazadas de un extremo a otro en la amplia piscina techada, iluminada parcialmente por los rayos de luna que se filtraban a través de parte del techo y los grandes ventanales de vidrio. La tibieza del agua refrescaba su cuerpo cubierto sólo por el ceñido traje de baño modelo bóxer que se adhería a su cuerpo como una segunda piel. Por supuesto todo lo que lo rodeaba era lujoso: su vestuario, la villa muggle adquirida hace unos años próxima a Londres, sus automóviles, el jet privado; todo, absolutamente todo gritaba su posición social. Un Malfoy-Black no merecía menos, ni en el mundo mágico donde por generaciones fue una de las familias más importantes y menos aún en el mundo muggle.

Después de la segunda guerra y cursar nuevamente su séptimo año en Hogwarts (a petición de su madre al no haber podido realizarlo completamente el año anterior por estar el último tiempo metido en Malfoy Manor, viendo y sufriendo en carne propia los castigos de Voldemort para humillar a su padre por los errores y misiones fallidas), Draco se vio enfrentado a ver la fortuna familiar bastante mermada porque el Ministerio consideró que los Malfoy debían una "indemnización" al mundo mágico por todos los daños y menoscabos que cometieron los que se unieron al Señor Tenebroso. Lo mismo les sucedió a los Parkinson, Nott, Zabini, Yaxley y otros sangre pura cuyos padres tuvieron la brillante idea de exterminar a todos aquellos que no consideraban dignos a los ojos del estúpido y acomplejado mestizo al que tanto adoraban. Cada vez que pensaba en ello no lograba entender cómo pudieron caer en la nube de superioridad y limpieza que Voldemort pregonaba si él mismo era hijo de un muggle. Finalmente, lo único que lograron fue caer en batalla o ser enviados a Azkabán para recibir el beso del dementor, dejando a sus hijos en la ruina y con todo el lastre de sus acciones sobre sus hombros, tratando de recuperar o "salvar" algo del apellido que tanta gloria en antaño les había traído. Claro que también muchos de sus compañeros de Slytherin compartían las ideologías de sus estúpidos padres, cayendo algunos de ellos en batalla y los que no participaron, haciéndole la vida imposible a él y sus amigos que regresaron a Hogwarts a concluir su educación por considerarlos unos traidores.

Y no es que él y sus amigos pensaran que todos tienen el mismo lugar en el mundo, pero luego de ver morir a sangres puras, mestizos e hijos de mugles, se dieron cuenta que la sangre siempre era del mismo color: rojo. Y peor aún, que el nuevo orden no les traía seguridad a ellos, sino un destino de servidumbre ante un mestizo loco que no dudaría en torturarlos o matarlos si estaba en un mal momento y, considerando la mentalidad de sus seguidores, no importara quién sucediera al bastardo de Voldermot, el nuevo orden no les garantizaba el poder o la vida. No, definitivamente optar por el ministerio y sus seguidores les daban más oportunidades de conseguir un futuro, vivir sin temor y sin tener el cargo de sangre inocente en sus manos.

Fue así como Draco, al concluir con excelente todos sus Éxtasis, al salir del colegio se percató que si bien podría desempeñarse en el Ministerio de Magia tendría que sortear muchos obstáculos, humillaciones y ser apuntado frecuentemente con el dedo por los constantes recordatorios de todos los errores cometidos por su progenitor, incluyendo que él mismo se haya convertido en un mortífago a temprana edad, sin que a muchos le importara recordar que quedó demostrado que lo hizo obligado y para salvar la vida de su madre. Porque si bien Draco mamó desde la cuna la superioridad de la sangre y la importancia de su posición social, que realmente creía que los mugles eran inferiores al igual que los mestizos y que se comportó como el verdadero cabrón que conllevaba ser un Malfoy, en el fondo no era un asesino.

Por su parte, Lucius les hizo un último favor al tomar el lado que escogieron con su madre y luchar en contra de Voldemort en la batalla final junto a Potter, logrando en alguna medida salvar a su familia de la ruina total. Incluso su muerte fue considerada como un hito cuando Crabe padre lo alcanzó con la maldición asesina después de gritarle a todo pulmón que era un traidor. Si hay algo de lo que Draco hasta el día de hoy no se arrepiente es precisamente haberse cambiado de bando y haber ayudado a Potter a derrotar a Voldemort; eso sí, sin gritarlo a los cuatro vientos.

Descartado el trabajo del Ministerio, se vio en la necesidad de levantar la familia y evitar que la casi inexistente fortuna que les quedaba se le fuera entre los dedos. Bajo ninguna perspectiva iba a permitir que su madre dejara de vivir con los lujos de los que siempre había gozado ni que fuera humillada por las otras brujas que ahora se creían con el derecho de apuntarla con el dedo. La fuerza y orgullo de Narcisa Malfoy Black era implacable y Draco tenía la certeza que de repetirse la historia actuaría de la misma forma; para ella su hijo valía todos los riesgos, incluso su propia vida. Entonces toda la astucia y sagacidad de la serpiente que lo caracterizaba afloró volviéndose en el próspero hombre de negocios que era ahora. Zabini y Nott, los únicos amigos que permanecieron a su lado, lo apoyaron en su idea de lograr que el imperio Malfoy cruzara el mundo mágico y sacara partido de su potencial en el mundo de los negocios muggle.

Dragonet S.A. se transformó en poco tiempo en un poderoso grupo económico en el mundo muggle, algo de lo cual Draco se enorgullecía aún más porque jamás ha utilizado su magia para concretar sus negocios, lograrlo sólo por su inteligencia era un reto personal; ni siquiera la oclumancia y legeremancia que logró dominar mejor que la trastornada de su tía Bellatrix Lestrange ha sido un medio utilizado por él. Junto con Theo y Blaise eran parte del selecto grupo de jóvenes millonarios de la Europa muggle, y sabiamente hasta ahora han evitado la publicidad y medios de comunicación. Por experiencia saben que el anonimato puede ser una bendición.

A sus 25 años no podía quejarse: tenía dos mundos a sus pies, su madre viva y junto a él, dos amigos leales más la incondicional Pansy Parkinson y muchas mujeres a disposición. Lo tenía todo, bueno, todo menos la estabilidad que conllevaba matrimonio y nietos que hace poco había comenzado a señalar su progenitora y que sería lo único que no estaba dispuesto a cumplirle, al menos no en los próximos 10 años como mínimo. Lo único bueno dentro de todo lo malo fue que se pudo deshacer del contrato matrimonial que su padre y abuelo habían realizado para él con la familia Greengrass antes de nacer. Aunque Astoria y Daphne eran preciosas no quería ataduras forzadas sólo para mantener falsas apariencias, por lo que el repudio público que el padre de las aludidas le otorgó mientras su juicio no concluía fue un golpe de suerte que no dudó en aprovechar.

Salió de la piscina descartando la última idea y mientras se secaba y luego cubría con la bata de baño se dirigió a su habitación pensando en la reunión que tendría a la mañana siguiente con todo el cuerpo legal de su compañía. Normalmente sólo trataba con los gerentes y directorio, pero el último año sintió la necesidad de interiorizarse aún más en las distintas áreas de sus empresas. El reciente conocimiento que a los empleados les motivaba el interés de los ejecutivos aumentando su lealtad y productividad, lo había llevado a hacer una evaluación concienzuda de todos los equipos de trabajo en sus distintos niveles, conociendo de esta forma todos los procesos productivos y permitiendo la implementación de mejoras en aquellos que presentaban falencias, descartar los que ya estaban obsoletos o que requerían de mayor implementación tecnológica. Primero comenzó con exitosos resultados en sus empresas del mundo mágico y ahora lo estaba realizando en el mundo muggle. Llevaba varios meses en las empresas del extranjero y ahora concluiría con la elite que se encargaba de hacer que sus negocios cumplieran las normativas de todos los países donde se estaban expandiendo. Para él estos muggles eran un equipo importante y quería asegurarse personalmente que todos quienes lo conformaban no sólo calificaban para el cargo, sino que tenían los salarios adecuados para evitar que emigraran a otras empresas que explotaran mejor y reconocieran sus potenciales. Él pagaba bien por sus servicios y ellos daban el 1000% en agradecimiento. No se trataba que fuera un filántropo, para nada, simplemente descubrió que todos trabajan por dinero y si les das lo que ellos consideran justo, son tus ganancias las que finalmente se triplican.

Entró en su lujoso cuarto y se dirigió directamente a su sala de baño para darse una breve ducha y así sacar el cloro de la piscina; si algo le molestaba era ir a la cama con la sensación de no encontrarse completamente limpio. El agua caliente terminó por relajar su cuerpo y una vez seco y con sólo el pantalón de pijama de seda negro se dirigió a la gran cama ubicada en un extremo de la espaciosa habitación. Estaba corriendo las sábanas cuando algo llamó su atención en la silla donde había dejado su pantalón que al día siguiente recogería la empleada de la limpieza. Como si una fuerza extraña lo llamara se dirigió hacia ese punto y tiró el extremo blanco que aparecía del bolsillo encontrándose con el billete de 5 euros que aquel chiquillo le había dado en el aeropuerto; una sonrisa torció sus labios al recordar la arrogancia con la que ese pequeño le pasó aquel billete pensando que cubriría la limpieza de su fino pantalón. Al recordar al niño no pudo evitar verse reflejado a esa misma edad y las palabras de Theodore volvieron nítidas: "si no fuera por la edad de esos niños y que tengo la certeza que en esa época estábamos en Hogwarts pensaría que estuviste haciendo travesuras con una muggle". Movió de un lado a otro la cabeza y resolvió no volver a pensar en esos niños, no tenían ninguna relación con él y no valía la pena dedicarles un pensamiento más; sin embargo, se dirigió a su velador y tomó su billetera donde guardó los 5 euros tras la fotografía fija que ahí guardaba de su madre y él.

El corazón de Dragonet S.A. se ubicaba en el centro de Londres muggle. Ahí, en el exclusivo edificio de 26 pisos y ocupando los cuatro últimos, se desenvolvía la elite de su cuerpo ejecutivo, entre ellos, los mejores abogados que el dinero puede pagar. Hace aproximadamente dos meses, Draco pidió que le habilitaran su oficina en el último piso y que destinaran otras dos para Nott y Zabini. Si bien ellos poseían sus propias compañías, sus negocios estaban vinculados y asesorados por el cuerpo legal de Draco, por lo que finalmente se potenciaban mejor juntos y les permitía fortalecerse y crecer en igualdad de condiciones.

Para guardar las apariencias, cuando los jóvenes magos permanecían en el mundo muggle no daban pie en falso y se comportaban como tales. Uno de los acuerdos entre el ministro muggle y el mágico para permitir que magos realicen negocios era no ponerse en evidencia frente a los muggles. Increíblemente y frente a todo pronóstico, incluso para ellos mismos, los tres amigos se terminaron adaptando fácilmente al mundo que desde siempre habían despreciado. Mal que mal, sus fortunas se habían incrementado en el mundo mágico con aplicaciones de inventos que las personas sin magia habían creado.

Draco aparcó sin problema su Weismann negro en el estacionamiento destinado para él y observó que los espacios de Theo y Blaise se mantenían desocupados aún. Miró el reloj de su automóvil y se percató que recién eran las 8 A.M., aún estaban a tiempo y ellos por educación y regla jamás llegaban tarde. Una de las cosas que había aprendido de su padre en lo que a negocios se refiere es que la puntualidad es sagrada y el atraso no estaba en el vocabulario y acciones de los Malfoy. Salió del coche y con su altivez y elegancia habitual se dirigió al ascensor marcando el piso el 26, el cual pisaría por primera vez. En el corto trayecto observó personas subir y bajar aceleradamente: las mujeres vestían trajes dos piezas y los hombres ternos de buena calidad que denotaban sus distintos estatus sociales y profesionales. Observó con especial interés los que bajaron en los últimos cuatro pisos y que correspondían a Dragonet y sonrió satisfecho al constatar que todos iban bien vestidos; la imagen para él siempre ha sido muy importante. También se percató de las miradas apreciativas e incluso lascivas que le lanzaron varias mujeres, las cuales ignoró con petulancia. Los negocios y el placer no deben mezclarse, esa también era una de sus reglas de oro y las que hacía cumplir a Nott y Zabini, si él o uno de sus amigos se mezclaba con una de sus empleadas, esta se ganaba inmediatamente su carta de despido. Ya había tenido demasiados inconvenientes con enamoramientos pasionales de oficina porque alguno de ellos había cruzado la línea. Además, no valía la pena perder un buen elemento por un satisfactorio revolcón que podrían conseguir sin problemas fuera del trabajo.

La puerta del ascensor se abrió y un amplio e iluminado vestíbulo quedó a la vista. Se sintió satisfecho con la decoración austera pero elegante. A pocos metros de la entrada una mujer de unos 35 años, pelo castaño rojizo y piel bronceada abrió desmesuradamente los ojos al verlo. Sus orbes verdes se agrandaron y cerraron apreciativamente y pasó con nerviosismo una mano por su oreja, acomodando su cabello impecablemente arreglado en un moño que le sentaba de maravilla.

-Buenos días señor. ¿A quién debo anunciar? –dijo con una voz bien modulada y coqueta.

-Buenos días… Camille- le respondió en forma clara observando el nombre de la secretaria en la placa del escritorio- dígale al señor a Edward Atkinson que Draco Malfoy acaba de llegar- el rostro del rubio no cambió de expresión cuando los ojos y los labios de la mujer se abrieron con sorpresa mal disimulada, poniéndose de pie al reconocer su nombre.

-Señor Malfoy lo esperábamos, mucho gusto- señaló extendiendo una mano de dedos largos y con perfecta manicure que Draco estrechó ya acostumbrado a esa forma de saludo muggle. La mujer rodeó su escritorio y con un gesto de mano pidió que la siguiera.- El señor Atkinson lo espera en la que será su oficina.

Era evidente que la trigueña era consciente que poseía un cuerpo curvilíneo y atractivo al cual le sacaba provecho con un traje sastre color marfil y una falda sobre la rodilla que dejaba ver unas torneadas piernas; durante el corto trayecto, su cadera se contoneó sugerentemente. Cruzaron un largo pasillo y llegaron a una puerta de roble que tenía pegada en el centro una lustrosa placa de bronce con el nombre Draco Malfoy y que fue abierta por la secretaria. En su interior, Draco se encontró con un amplio y elegante despacho y en el centro de éste un hombre que sabía tenía 52 años; al verlo, Edward Atkinson se dirigió hacia él y estrechó fuertemente su mano, golpeando suavemente su hombro al estilo muggle.

-Draco, muchacho, que gusto verte!. Espero que hayamos seguido tus instrucciones y tu oficina sea de tu agrado.

-Igualmente Atkinson- respondió Draco, a quien aún le molestaba que lo llamaran por su nombre de pila sólo por haberse visto unas cuantas veces o trabajar juntos. Para él su nombre sólo debía ser pronunciado por sus cercanos y nadie más, pero mientras permanecía en el mundo muggle debía aceptarlo, eran las reglas del juego.

Si Atkinson notó la distancia formal de Draco no lo evidenció y tomó asiento en uno de los sillones de cuero negro colocado junto a otro similar y uno de tres cuerpos que formaban una antesala al imponente escritorio de ébano que se ubicaba al fondo, frente al gran ventanal que daba una vista impresionante de Londres. El joven observó sin disimulo su oficina y le agradaron las pulcras y sobrias paredes gris plata, en uno de los grandes muros se encontraba colgado el gran cuadro del dragón rodeando al león que encargó a unos de los pintores emergentes de Inglaterra, el bar de roble ubicado en otra de las esquinas y la formidable alfombra persa blanca con filigranas grises en degradé que cubría el piso donde se ubicaban los sillones.

-Está muy bien Atkinson, gracias.

Un golpe en la puerta cortó la conversación y tras la aprobación de Atkinson esta se abrió dejando ver nuevamente a la secretaria quien era seguida por unos sonrientes Nott y Zabini. Draco se puso de pie y respondió con un movimiento de cabeza su saludo. Luego, los dos recién llegados se dieron las manos con el ejecutivo y todos tomaron asiento.

-Ahora que estamos todos quisiera saber si has adelantado algo de nosotros al personal- preguntó Draco.

-No mucho, sólo que el dueño y dos de sus socios establecerán su centro de operaciones aquí y que se presentarán con ellos en la reunión programada para unos minutos más –respondió Atkinson quien al parecer le gustaba el aura de misterio que provocó en sus empleados el total desconocimiento de quién es realmente el dueño hasta ahora invisible de la empresa en la que se desenvolvían. La realidad es que si él mismo no hubiera visto en acción al joven rubio y sus amigos, llegando a admirar su sagacidad e inteligencia, pensaría que estaba frente a un trío de hijitos de papá jugando a ser empresarios. Pero en este caso, la juventud de Draco Malfoy no fue un inconveniente para que creara de la nada un imperio económico durante la mayor crisis económica mundial de los últimos 50 años. Miró la hora en el lujoso rólex de oro que envolvía su muñeca y haciendo gala de la puntualidad inglesa se puso de pie.- Es hora de irnos, ya todos deben estar esperando.

El hombre mayor se alzó con elegancia y los tres más jóvenes lo siguieron por el amplio pasillo hacia el otro extremo del enorme piso, hasta detenerse frente a dos puertas de madera a través de las cuales se escuchaban murmullos. Cuando Atkinson las abrió se hizo un silencio generalizado y Draco observó una gran sala de reuniones con una mesa rectangular de madera, con sitio para aproximadamente unas 40 personas y cuyas sillas, salvo cinco, estaban totalmente ocupadas. Antes que el ejecutivo pudiera señalar algo, un hombre de aproximadamente 30 años se acercó a él y le murmuró algo a lo oído, provocando un gesto afirmativo de su receptor.

-Me indican que una de nuestras abogadas llegará un poco más tarde porque recibió un llamado de Brasil- al comprobar que Draco afirmó reconociendo el proyecto inmobiliario que allí deseaba implementar volvió su atención a los empleados para comenzar la presentación.- Buenos días a todos ustedes, ya les había adelantado que el día de hoy conocerían a la cabeza del Grupo Dragonet y su interés en interiorizarse en el trabajo que el área legal se encuentra desarrollando. Señoras y señores, permítanme presentarles al señor Draco Lucius Malfoy, presidente de Dragonet S.A. y sus socios, los señores Theodore Nott y Blaise Zabini, cuyas compañías también asesoramos legalmente.

Decir que la sorpresa fue grande para los presentes es quedarse cortos y aunque los tres magos estaban acostumbrados a que los minimizaran por su edad en este mundo, su porte impecable, la solidez en su postura, la mirada segura y acerada, daban a entender claramente que sabían lo que hacían. Como buenos slytherins dirigieron con calma calculada su mirada sobre cada una de los presentes y esperaron las presentaciones individuales.

Cuando sólo restaban tres personas que saludar una de las puertas se abrió y una joven ingresó con las mejillas sonrosadas y visiblemente agitada por haber casi corrido para llegar hasta allí. Cuando su mirada se encontró con la del joven rubio y después con la de sus amigos, sus ojos se abrieron con un horror mal disimulado y cualquiera pensaría que estaba decidiendo si huía o permanecía en el lugar.

-¡Granger! –la voz de los tres jóvenes pronunciaron al mismo tiempo aquel apellido que no habían mencionado desde que salieron del colegio. Ahí, frente a sus ojos se encontraba Hermione Granger, heroína de guerra, la leal amiga de Harry Potter y la cual, después de terminar sus estudios, desapareció misteriosamente del mundo mágico.

Cuando Hermione Granger abrió la puerta de la sala de reuniones y sus ojos encontraron los grises de Draco Malfoy se horrorizó y su primer instinto fue salir huyendo, lo cual hubiera hecho si no fuera porque sus piernas no le obedecieron. Y lo peor, ver a Blaise Zabini , Theodore Nott y su jefe junto a él fue como si hubiera entrado a la dimensión desconocida. ¡Qué hacían esos tres en las oficinas de Dragonet?

Mientras el silencio se prolongaba en lo que parecían horas, su mente comenzó a funcionar a velocidad de la luz y a atar cabos: hoy estaban reunidos para conocer al dueño y presidente del Grupo Dragonet, persona de gran misterio hasta el día de hoy y Draco estaba parado saludando a Alice Moore (abogada especialista en medio ambiente) y junto a él Edward Atkinson cumpliendo las formalidades. Draco Malfoy… Draco, Draco… su nombre en latín significaba dragón. Dragón, Dragonet… la verdad le cayó como un balde de agua fría: Draco Malfoy, su némesis, estaba en el mundo muggle y era el presidente de la compañía en la que trabajaba, de donde salía su jugoso salario desde hace poco más de dos años. ¡Esto era una locura!

-Hermione –oyó a lo lejos pronunciar su nombre a Atkinson acercándose a ella- estamos en la presentación de Draco, Blaise y Theodore, pero por lo que parece ustedes tres ya se conocían de antes –aludió sobre el evidente reconocimiento que se produjo entre los cuatro jóvenes.

La castaña desvió la mirada que había permanecido fija en esos hipnotizantes ojos grises y la posó en los marrones de su jefe, asintiendo como en trance.

-Granger y nosotros nos conocemos del colegio- respondió Draco con voz grave y bien modulada, provocando que un escalofrío recorriera su espalda mientras sus ojos volvían a encontrarse con los del rubio. ¡Cuántos cambios se habían producido en ese joven en todos esos años! El tiempo sin duda lo había favorecido, era condenadamente más atractivo que a los 18 años, sus rasgos perfectos y tremendamente masculinos, alto y con espalda ancha, hombros poderosos y el fino terno acusaba una cadera estrecha. Y esos ojos, por Merlín, eran dos grandes pozos de gris mercurio que prometían llevarte al cielo o al infierno. Y a ella la habían llevado a ambos.

A su espalda Hermione escuchó el silencio de sus colegas, seguidos por murmullos, pero no alcanzó a percibir nada más porque un atractivo Blaise Zabini se paró frente a ella y le extendió la mano al estilo muggle y con una socarrona sonrisa en los labios la retó a hacerle el desplante.

-Zabini –murmuró la castaña estirando su delgada mano y estrechándola con la del moreno.

-Granger, tanto tiempo –respondió mostrando sus perfectos dientes blancos.

-Granger –Nott a continuación extendió igualmente su mano, la que pareció tragarse los finos y delicados dedos de Hermione. Aún así a ella le pareció muy cálida.

Sólo restaba un saludo formal, el más temido e inconcebible de todos, si eso era posible. Observó casi en cámara lenta como el rubio ocupaba el lugar de Nott y su mano se extendía hacia ella, sus ojos fijos en su rostro evaluando todas las expresiones de la castaña, recorriéndola, midiéndola.

-Granger –pronunció con voz seca y bien modulada causando una corriente eléctrica cuando su mano blanca, grande y de dedos largos capturó la de ella.

-Malfoy –respondió con voz igual de seca que su antiguo enemigo. ¿Enemigo? Un rubor cubrió sus mejillas al recordar que en sus últimos días en Hogwarts no fue precisamente su enemigo, rubor que no pasó desapercibido para el rubio que alzó una ceja.

-Vaya! –interrumpió jocosamente Atkinson, obviando notoriamente el tenso saludo de los jóvenes.- Hermione fue una de nuestras últimas adquisiciones y es nuestra abogado de política económica e internacional, todo un diamante en bruto- alabó su jefe.

-Somos conscientes de las potencialidades de Granger –puntualizó Draco sin emoción en la voz- siempre se "destacó" por "buena estudiante"- agregó con un sarcasmo velado que sólo ella y sus amigos notaron- pero continuemos con la reunión, ya tendremos tiempo de ponernos al día con nuestra excompañera. –Giró el rostro hacia los presentes y dio por finalizado el tema. Por el momento, pensó la chica.

Draco se sentó en la cabecera de mesa mientras Nott y Zabini tomaban sus lugares a su derecha e izquierda respectivamente; Atkinson por su parte se ubicó en la punta contraria. El rubio se tomó el tiempo para recorrer las caras curiosas de todos los presentes, deteniéndose fugazmente en la castaña que a diferencia del resto parecía haber encontrado un tesoro perdido en el punto de la mesa frente a ella, evitando de esta manera levantar el rostro. Frunció el ceño levemente, era un comportamiento muy anormal en la Gryffindor que conoció años atrás, su instinto le decía que había algo que no andaba bien en la nueva y más madura Hermione Granger. Se obligó a continuar el recorrido y cuando terminó el barrido visual se reclinó en el asiento elegantemente, cruzando sus manos sobre la mesa.

-Como les señaló el señor Atkinson- hizo la puntualidad para dar su lugar de rango al ejecutivo- uno de mis mayores intereses es estar al tanto de los diferentes procesos de todas las áreas de mis compañías, tanto a nivel productivo como los escalafones de los empleados. En mi opinión el estar interiorizado en los procesos críticos y nivel de capacitación de quienes ocupan los cargos nos permite establecer líneas de acción acordes a las potencialidades del grupo humano que contratamos, asegurando que los proyectos serán ejecutados por las personas idóneas.

Draco observó de reojo cómo la cabeza de Granger se levantó girando el rostro hacia él. Sin duda la cara de asombro de la castaña valía la pena y no pudo evitar preguntarse qué demonios hacía la bruja más inteligente de su generación en el mundo muggle. También se percató de las miradas apreciativas que las mujeres presentes le dirigieron a él y sus amigos y muchas adoptaron posiciones coquetas en sus asientos mostrando sus atributos y dejando traslucir claramente sus pensamientos; todas excepto Granger, en eso la sabelotodo no había cambiado absolutamente en todos estos años. Si no fuera por lo ocurrido pensaría que era una frígida y amargada. Por otra parte, observó que los hombres más jóvenes se medían inconscientemente con ellos tres como evaluando en qué situación quedarían en su papel de machos regentes frente a sus colegas y otros, tratando de adivinar si su presencia no significaba una amenaza para su puesto de trabajo.

-En todo caso- continuó el rubio- esta es sólo una presentación formal para que nos conozcan. A partir de hoy fijaré mi centro de operaciones en Londres y al igual que Blaise y Theodore ocuparé mi oficina en este piso, junto a la de Atkinson. – Se paró para dar cierre agregando- llamaré a reuniones de equipos para conocerlos e interiorizarme de los estados de avance, visiones y puntos críticos de los proyectos que estamos desarrollando así como las evaluaciones de los que ya están en marcha. Buenos días.

Dicho esto dirigió su mirada a su gerente general dándole a entender que se retiraba a su oficina y que él se haga cargo de las preguntas que se generaran. Los tres amigos caminaron en silencio hasta el despacho del rubio y apenas cruzaron la puerta Zabini fue el primero en tomar la palabra.

-¿Qué hace Granger acá?- dijo fijando los ojos verdes primero en Nott y luego en Draco- ¿creen que el ministerio la envió a supervisar que nos atenemos al reglamento mágico?

-Pensaría lo mismo que tú- razonó el castaño con su habitual calma mientras tomaba asiento- sino fuera por la expresión de horror que traslució su cara cuando vio a Draco y luego a nosotros- apoyó los codos en sus rodillas inclinándose levemente- por un momento pensé que saldría corriendo. ¿Qué opinas Draco?

El aludido se encontraba de pie ante el gran ventanal con la vista fija en el paisaje; aún así respondió sin girarse:

-No lo sé, también me dio la impresión que hubiera preferido una imperdonable a encontrarse con nosotros- su voz traslucía la misma incertidumbre que sus amigos- pero pronto averiguaremos qué ha hecho Hermione Granger estos casi siete años que ha estado desaparecida del mundo mágico. Porque vayamos descartando la idea del ministerio, de estar trabajando allí lo hubiésemos sabido hace años a través de los medios.

Blaise asintió y Theodore miró a su rubio amigo evaluando su comentario que parecía inocente, pero que conllevaba más connotaciones bajo cuerdas. Así que Draco llevaba la cuenta desde la última vez que vio a Granger. Tal vez la vida se pondría interesante de ahora en adelante. Observó a Draco girar y acercarse a su escritorio para apretar el interlocutor.

-Camile- lo oyó decir.

-Dígame señor Malfoy- respondió la melosa voz de la secretaria.

-Cite a Hermione Granger a las cuatro de la tarde.

-Sí señor, le indicaré a Hermione que cancele cualquier reunión o cita en ese horario.

-Gracias Camile. Ah! también solicite que en el recibidor que se encuentra fuera de nuestras oficinas se implemente todo lo necesario para nuestra asistente personal que llegará en tres días. Gracias.

Tras un breve silencio, se escuchó la aceptación desconcertada de la secretaria.

Draco se sentó en el gran sillón de cuero y miró nuevamente a sus amigos.

-Bien, contamos con tiempo más que suficiente para indagar y decidir lo que haremos con Hermione Granger.