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Mi Hermosa Criatura Marina
Por Ladygon
Los personajes no me pertenecen, son del mundo Supernatural. No espero ofender a nadie, solo escribo por diversión y son fantasías mías.
Es un Destiel ambientado en el siglo XVIII. Mermaid!Cas, una historia de sirenas.
Capítulo 1: Espectáculos del mar.
Una noche de tormenta en el mar, era uno de los espectáculos más hermosos y terroríficos del mundo. Él quería verlo. Sería peligroso, hasta prohibido, pero no podía dejarlo pasar como siempre, después de todo, vivir en el mar conllevaba vivir con estos peligros, incluso debía aprender a enfrentarlos, así como los torbellinos o los ojos de mar y un sin número de peligros constantes que no enumeraban por lo interminable de la lista.
Partió a la superficie, sacando la cabeza del agua justo a tiempo, para ver como una corrida de rayos caía en el horizonte. Fue una cosa asombrosa que lo dejó son una semisonrisa en el rostro, pero después, un sonido terrible atacó y eso lo hizo esconder la cabeza en el agua para sacudirse ese ruido. Su aleta azulina, lo ayudó con el movimiento rápido. Volvió a sacar la cabeza, ahora sabía dónde mirar, en esa dirección caían, mientras el viento y la lluvia caía sin control desde el cielo oscuro. El agua se balanceaba como un tobogán marino excitante, pero sus ojos acuáticos podían apreciar toda esa belleza, cuidando la corriente. La corriente te podía hacer perder el rumbo, esta siempre era peligrosa. Perderse era lo peor que le podía pasar a alguien de su especie. Así que desde chiquititos, enseñaban los peligros de las corrientes marinas. Eso desde hace ya muchos milenios.
Otro rayo cayó en el horizonte, iluminando el cielo, pero una explosión en llamas lo acompañó al caer. El ruido siguiente no quitó la curiosidad de la criatura, pues el fuego era otro espectáculo llamativo y no muy visto en las profundidades. Nadó hasta ese lugar llamativo con una velocidad asombrosa, aun así, estaba bastante lejos, por lo que fue dando descansos para sacar la cabeza del agua y ver la ubicación del fuego, el cual aumentaba de tamaño, producto del acercamiento.
Dos horas de espectáculo fascinante entre rayos, truenos, oleaje, lluvia, viento, iluminación del cielo y fuego, que hubieran espantado a cualquiera, pero que a él solo lo divertían. Mientras más se acercaba al lugar, un ruido extraño se sentía dentro de las aguas oscuras. Algo no escuchado nunca, un crujido desgarrador. Detuvo su camino. Un grupo grande de criaturas marinas, atropellaron su paso al venir en su contra.
Miró hacia la superficie y vio algo luminoso, así que subió a observar. A medida que subía la luminosidad crecía y cuando sacó la cabeza del agua, vio una gran montaña ardiendo, o eso pensó en primer instante. Otro crujido horrible, y la montaña se inclinó.
Fue cuando descubrió que no era una montaña, sino otras de las cosas prohibidas a las cuales no podían acercarse: un barco. Un barco poseía el peligro más grande de todos los conocidos por su especie, las criaturas más terroríficas, enemigas juradas del mundo marino y del mundo entero. No conocía especie sobre la faz del planeta que no le tuviera miedo, pues eran peor que una plaga o un volcán en erupción, o los terremotos marinos, los rayos o cualquiera de las amenazas existentes, porque de ellas no había escape. Se multiplicaban, arrasaban y podían estar en cualquier parte; tierra o mar. Si veía a algunas de ellas debía esconderse, huir tan rápido como pudiera. Desde los albores de la Tierra ellos habían matado a muchos de su especie y cuando su civilización avanzó hacia el mar fue peor. En su período de expansión por el mundo debieron ocultarse en las profundidades para siempre, pero existían los curiosos como él, que miraban las batallas en el mar, en especial aquellas con esas banderas negras. Había muchas batallas de esas, últimamente.
Otro crujido lo hizo salir de su ensoñación. La madera ardiente caía al mar, desintegrando la forma del barco. No quedaba mucho de él. Trató de ver si tenía esa bandera negra, abundante por ese tiempo, pero no la encontró. Había otra en su lugar, así que el barco debió perderse, porque estaba bastante lejos de su ruta marítima. Rodeó la nave para ver cómo se inclinaba y se hundía hecho carbón, prácticamente todo consumido. Con rapidez, desaparecía bajo el mar mientras algunos maderos en llamas flotaban como único vestigio. Al parecer, el oleaje y el fuego consumieron todo, no quedaba nada. Si hubiera demorado unos minutos más, no hubiera encontrado nada que mirar. Siguió nadando hasta que escuchó un quejido. Eso lo asustó, porque estaba muy cerca y podía ser la criatura horrible, temida por todos: el hombre.
Solo pensar en eso lo volvió torpe, ya que quiso escapar del lugar, pero tropezó con un madero a la deriva. Nervioso dio la vuelta y vio algo encima de él. Fue cuando su corazón dio un vuelco. Al parecer, otro tritón como él quiso ver el espectáculo y terminó herido. Tenía medio cuerpo agarrado a una tabla. Tenía que ayudarlo.
Lo llamó en su lengua, pero no le respondió. Al acercarse vio lo sucio que estaba por las cenizas y el hollín, no podía ver quién era. Estaba muy mal, así que lo rodeó por la cintura y lo soltó de la tabla. En ese instante se vio agarrado por su compañero de forma desesperada y tuvo que mantenerse firme para que no le hiciera perder el balance. Fue cuando dio cuenta de algo y se paralizó del susto.
No tenía aleta. Su piel bajo la cintura era rugosa con otra textura, diferente a la suya o a la del pecho de él. Castiel quedó petrificado con el descubrimiento, no supo qué hacer con la criatura en sus brazos. Pasaron unos minutos que parecieron horas y el quejido lastimoso lo sacó de su mutismo. Cometió, entonces, la imprudencia o el primer error más grande de su vida:
Vio el rostro muy sucio del herido.
Este abrió un poco sus ojos, justo en el instante en que un rayo iluminó todo, pero de inmediato colapsó. Castiel lo movió sin éxito de reaccionar. Miró para todos lados, la lluvia había cesado, aunque el oleaje todavía era intenso y la tormenta eléctrica seguía. Tampoco había otras criaturas sin aletas a su alrededor, debieron morir todas en el naufragio.
Quizás debía dejarlo morir, si era la criatura que pensaba que era, pues no conocía a ningún humano, tampoco había visto uno tan cerca, estaba seguro que la criatura que tenía en sus brazos era un hombre. No parecía tan terrible al verlo, bastante débil al decir verdad. Sin embargo, no debía subestimarlo.
Comenzó a nadar con él agarrado de la cintura y un brazo inerte, pasado por su cuello. Debía buscar un lugar donde dejarlo, un trozo de madera o algo donde pudiera permanecer a flote. Por un momento pensó en dejarlo en el mismo lugar donde lo encontró, pero el madero estaba quemado y no poseía la consistencia para mantenerlo en ese estado de desmayo. Buscó entre los pocos deshechos del naufragio y no había nada que pudiera soportarlo. Finalmente, decidió seguir nadando, hasta unas islas del sureste, las cuales quedaban bastante lejos, pero era la única solución, por lo menos, ahí quizás sobreviviría el humano, si es que era fuerte claro está.
Nadó toda la noche, ayudado por la corriente cálida. Nadar con un peso inconsciente de una criatura terrestre, fue demasiado cansador. Incluso dudó si alcanzaría a llegar, pero decidió mantenerse a flote y dejarse llevar por la corriente, eso ayudó bastante. Asimismo, la tormenta eléctrica amainaba, calmando las aguas.
El sol despuntaba, coloreando el cielo matutino de unos hermosos colores azulados, naranjas, cuando Castiel divisó la pequeña isla. Sonrió con satisfacción y pese a lo cansado que estaba, aleteó con fuerza para llegar pronto al lugar.
Descubrió que sacar del agua al humano sería difícil. Pocas veces usaba su poder especial para cambiar a su parte anfibia, así que estaba muy tope, tratando de poner sus dos pies en la arena del fondo marino. Incluso llegó perder el equilibrio y terminó casi ahogando al pobre humano en sus brazos. Cambió de inmediato sus piernas en aletas para subir a la superficie y darle aire al terrestre, aunque este todavía estaba inconsciente y no sabía lo que estaba pasando a su alrededor. Decidió entonces, llegar nadando hasta lo más que pudiera y luego cambiar su aleta, pero no podía caminar, así que terminó arrastrando al sujeto por la arena.
Cansadísimo, con un último movimiento, lo puso boca arriba y verificó si estaba respirando. Quizás había muerto con todo el ajetreo, lo cual sería una lástima después de todo el esfuerzo realizado para traerlo hasta ahí, pero a veces, sucedían cosas como esta y a pesar de todo el trabajo, igual morían. Como le pasó aquella vez que quiso salvar un delfín enredado por una red. El delfín se ahogó, pese a que logró sacarlo, estaba demasiado débil y no resistió.
El rostro todavía estaba bastante sucio con el tizne del fuego, acercó su oído a la nariz del otro para escuchar si respiraba. No sintió nada, así que puso su oreja en el pecho del otro y cerró los ojos para escuchar mejor. Ahí estaba el débil sonido de la respiración.
Era hora de marcharse. La criatura podía sobrevivir sola, no dudaba de eso si se trataba del hombre. La leyenda decía que ellos rechazaron el mar y salieron a la superficie. Por esta razón, no se sorprendió que el humano tuviera la misma forma física de él en su forma anfibia. Alguien que rechazó las bondades del mar debía ser una criatura muy egoísta y ególatra. Con esa capacidad podría sobrevivir sin problemas.
Arrastró su cuerpo por la pequeña playa de arenas blancas, rodeada de roquerías para volver al agua. Definitivamente, debía aprender a andar en dos pies con su parte anfibia, nunca se sabía cuándo necesitaría de ella como ahora. Llegó al agua con la ayuda de las rocas, aquí se sujetaba de ellas, y que el agua las acariciaba con cuidado. Volvió a su forma acuática con aleta y se disponía volver a las profundidades cuando volteó para ver al hombre.
Este se quejaba demasiado, luego pareció moverse y su instinto fue esconderse detrás de una de las rocas. Había varias rocas a su alrededor, pues la playita en sí, estaba rodeada de ellas, lo que lo convertía en un lugar muy bueno para esconderse. Siguió observando al sujeto que se sentó en la arena, pero que de inmediato volvió a caer de espaldas con un quejido.
El hombre estaba herido, fue la conclusión que sacó con ese simple acto. Quizás no podría sobrevivir solo como lo suponía. Ahora estaba en el dilema de irse o no de ahí. Por un lado, ya había hecho todo lo que una criatura marina podría hacer por un terrestre; por otro, el hombre podría morir y todo su esfuerzo sería en vano.
Suspiró con cansancio, volvió a las profundidades en busca de alimento para ese humano. Además, también tenía hambre.
El día estaba precioso y los rayos del sol les daban vida a los corales. Un hermoso espectáculo deleitó como siempre al tritón en su búsqueda de alimento.
Envuelto en unas algas dejó tres pescados, cerca de las rocas, así se mantendrían frescos pese al sol mañanero. El hombre todavía estaba desmayado, pero respirando. Veía como se movía su pecho al respirar. Sabía que también necesitaría agua dulce para sobrevivir, así que se dio la tarea de rodear toda la isla en busca de ese manantial. Nadó por su alrededor durante unas pocas horas, así que no era tan pequeña la isla, ni tan grande.
Atrás de la isla donde dejó al hombre, podía ver una serie de islotes, que la acompañaban. Eran hermosas con una variedad de pájaros cantores muy vibrantes. No parecía haber animales peligrosos y había unos árboles frutales que el hombre podría aprovechar. Sin embargo, no encontró agua, la cual debía estar en las profundidades de la isla.
Terminada su exploración, volvió al lugar donde dejó al humano. Fue sigiloso en no dejarse ver, ayudado siempre por las rocas. El pescado había desaparecido y el humano también, eso lo asustó. Debía esconderse mejor, antes de que lo descubriera, permaneció muy quieto con todo su cuerpo sumergido y la cabeza escondida tras una roca.
Esperó un momento, entonces lo vio salir de entre las palmeras. Venía cojeando, apretando su costado. Se acercó a la playa y Castiel tuvo las ganas locas de salir de ahí, a toda velocidad, mar adentro, pero algo lo detuvo.
El hombre ya no estaba sucio con el hollín del incendio, al parecer se limpió la cara. No es que con el agua y el ajetreo no se le limpió, sino que ese hollín era demasiado aceitoso y lo tenía muy pegado. Ahora que estaba limpio, quedó fascinado con esa criatura, pues si tuviera aleta, juraría que se trataba de otro tritón.
—¡Hola! —gritó el humano— ¡Hay alguien ahí!
Castiel escondió su cabeza en el acto y su corazón saltó a mil por hora. El sujeto quizás lo había visto. Debía huir a toda velocidad de ese lugar.
—¡Gracias por el pescado! ¡Yo… ay!
La voz de dolor del hombre puso de manifiesto que estaba herido. Castiel lo comprendió así, solo por eso no huyó de ahí. Cuando volvió a mirar, el hombre estaba sentado en la arena, tratando de calmar su dolor en el costado. Sintió pena por el herido y recordó al delfín que no pudo ayudar hace un par de años. Siguió observando todos los movimientos del humano, la distancia era prudente como para que no lo viera. Además, tenía mejor vista, así que pudo distinguir que en su brazo izquierdo tenía una impresión con hollín, la cual él miraba mucho. La impresión de una mano, de su mano. No sabía cómo la había hecho, pero lo seguro es que cuando lo estuvo acarreando por el mar, aplicó mucha fuerza en esa parte, por eso tenía moreteado.
Siguió observando, no podía quitarle la vista de encima, era como una especie de fascinación con esa criatura, la cual no parecía tan terrible como contaban las leyendas. Mientras lo veía, movía su cola con nerviosismo sin darse cuenta. El chico estaba desnudo de la cintura para arriba como lo encontró al principio, pero ahora estaba limpio y se veían sus músculos bien formados con ese tostadito por el sol. No como él, que tenía la piel pálida como una perla.
—¡Ya te vi! —gritó el chico.
Eso lo hizo esconder la cabeza otra vez en la roca y quedar inmóvil por unos segundos con su pecho latiendo asustado.
—¡Vamos, por favor! —gritó otra vez—. No tengas miedo, ¿no ves que estoy herido? No puedo hacerte nada. Sal por favor, es muy solo por aquí.
Castiel pensó en ese hermoso chico lastimado, viviendo en esa isla por el resto de su vida. Sintió lástima por él, además que sentía la necesidad de ayudarlo, quería ayudarlo. También, podía nadar escondido hasta otra roca lejos y mantener la distancia.
—¡Mi nombre es Dean Winchester! ¿Cómo te llamas? —gritó esta vez más cerca.
Castiel volvió a sacar la cabeza y vio con horror que Dean entró al agua, buscándolo. Estaba pasando entre las rocas, eso era muy peligroso, podía caerse, golpearse la cabeza o morir. Justo estaba pensando en esto cuando lo vio perder el equilibro. Rápidamente, salió de su escondite y alcanzó a tomarlo antes de que estrellara la cabeza en una roca.
El tiempo se detuvo, los dos quedaron mirándose a los ojos. Luego, Dean desvió los ojos a la cola de pez, entonces, Castiel lo soltó de improviso, pero el chico pudo apoyarse bien para no caer.
—No te asuste, por favor —le dijo Dean—. Sé lo que eres. —Desvió la vista y murmuró—. O creo saber. No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo, ¿a quién se lo diría?
Eso era verdad, estaba solo en la isla y quizás lo estuviera para toda la vida, así que su secreto estaba a salvo. Aunque no entendió a cuál secreto se refería. El único secreto que tenía era el haber escondido en los corales del norte, un medallón que encontró en el fondo del mar, pero eso era imposible que él lo supiera.
Dean trató de sujetarse a una roca próxima y el oleaje no lo dejó, porque justo rompió la ola en una roca próxima. La retirada del agua lo estaba arrastrando, así que se sujetó del brazo de Castiel.
—¿Podemos sentarnos en la orilla, por favor? —preguntó Dean.
Castiel no respondió nada, solo se deslizó por entre las rocas, hasta la orilla, ayudando al chico también en el proceso. Una vez que lo dejó sentado en una roca, él también se sentó con la ayuda de sus manos, ya que estar tan cerca de la orilla lo volvía torpe. Quizás debía cambiar a su forma anfibia, pero eso lo volvería más torpe. No la tenía para nada controlada y si necesitaba huir rápido, con su forma normal, podría hacerlo, aunque eso significara dejar solo al hombre para que muriera.
Fin capítulo 1
Hola a todos. Aquí un nuevo fic sobre la historia de una sirenita. Espero les guste.
