Lo seeeeé, debería de actualizar mis otros VARIOS fics, pero las ideas sólo llegan a mi cabeza, y debo escribirlas ú,u. En fin, es un Elsanna, AU, ambientado en el siglo XIX en Gran Bretaña. No poderes, no incesto. Será un fic cortito :P. ¡Eso! ¡Disfrute de la lectura (:!
Disclaimer: Frozen NO me pertenece, sino que a Dsiney y a sus asociados.
Hielo
Por E. Waters
Capítulo I
Siempre habían estado juntas, siempre se acompañaban una de la otra, y siempre andaban tomadas del brazo, tomadas, como si fuesen hermanas, parientes, tal vez primas. Pero no, Anna Summers y Elsa Arendelle podían ser muchas cosas, pero familiares no eran.
Y es que mientras que Anna era entallada, con curvas donde debía de haber curvas y tenía un sedosos cabello cobrizo y uno lindos ojos azul verdoso, Elsa era pálida, muy pálida, con unos enormes ojos azul hielo.
—Mira, prima, una carta de los Summers — dijo Hans Arendelle, el famosamente conocido 'príncipe feliz de la familia Arendelle'. Y es que era guapo, muy y guapo pero sumamente holgazán y algo bobo.
Por el contrario, Elsa, quien tenía la misma edad de su primo hermano, uno diecisiete años, era apática, empedernida y obsesiva… porque ella siempre lograba sus objetivos, fuesen éstos cómo fuesen.
Pero últimamente, no todo estaba resultando como debía de ser, o al revés, las cosas iban sí debían de ser.
Y cuando digo esto, me refiero a esa peculiar relación amistosa que Elsa tenía con Anna.
—¿Tú y ella se han peleado? — preguntó inocentemente Hans —lo digo porque por lo general, eres tú quien trae las noticias e invitaciones de esa familia.
Cuando Hans dijo 'esa', lo hizo sin tener un dejo de burla; Arendelle y Summers eran enemigos, desde que los primeros se asentaron en Gales originarios de Dinamarca, hace ya unos dos o tres siglos atrás.
— No —fue la escueta respuesta de la chica, mirando intensamente a su primo.
—¿Entonces, por qué…?
—No te metas en mis asuntos, Hans —la voz de la muchacha era grave y ronca — siempre hay que complacer al abuelo, y eso estoy tratando de hacer.
—Salud por ti, primita — y seguidamente el chico bebió algo de whisky-.
Y es que él actual cabecera de la familia, Rudhiger Arendelle, era sumamente conservador y demasiado apegado a las tradiciones.
Era tanto su nivel de tradición, que era extremadamente machista.
Si bien, Elsa era hija de Dagr Arendelle, el heredero por excelencia de la familia, Hans era el hijo de 'alguien' quien embarazó a Emma Arendelle, el tesoro de Rudhiger
Y aunque Dagr estuviese muerto, y por ende la herencia debía de recaer en Elsa, su abuelo insistía en que Hans fuese el próximo heredero y no su nieta.
Elsa era ambiciosa, muy ambiciosa, a tal punto que haría lo que fuese porque la herencia y el renombre de su antigua familia recayesen en sus hombros, no el de los ineptos de su primo.
Sin embargo, había siempre una excepción a la regla, y esa excepción era precisamente Anna
—¿Y qué dice la invitación, Hans? — preguntó Elsa, cómo haciéndose la que no sabía.
—Wow… un compromiso — los ojos verdes de Hans se abrieron mucho, como esperándose cualquier cosa, menos que la hija de la familia vecina, se casase — ¿en serio no sabías nada de esto, Els?
—Ya te dije que no me llames así — se notaba a leguas que la muchacha no estaba en sus mejores días — y no, no sabía nada —mintió con maestría.
La verdad de las cosas, es que Elsa Arendelle sí sabía lo del matrimonio de su mejor amiga con el joven Bjorman, el heredero de un conde noruego asentado en Gran Bretaña hace unos quince o veinte años atrás.
Kristoff Bjorman, que era el nombre del chico en sí, no sólo era atractivo, igual de atractivo que Hans, cosa que ya quería decir mucho, sino que tenía riquezas y un título nobiliario en mano. O sea, era el prometido perfecto…
Y aún así, Elsa no podía concebir la idea de que Anna se casase con él. Bueno, en realidad con cualquiera, sea Kristoff u otro.
Pero lo cierto, es que Kristoff era demasiado perfecto, como que ella encontrase una mancha en él e impedir el matrimonio entre él y Anna.
¿Por qué quería impedir el matrimonio?
A veces, la muchacha sentía cosas, cosas que era mejor ignorarlas.
—El baile es al atardecer —dijo el primo de la chica — le diré a mamá y al abuelo, si quieres tú puedes comenzar a arreglarte.
Elsa asintió con la cabeza y se dirigió hacia su inmensa habitación. Cuando entró a ésta, se miró al espejo de cuerpo completo, que estaba colgado en una de las paredes de la alcoba de la chica. Era definitivo; Elsa Arendelle no era una chica excepcionalmente guapa, no como Hans…
No cómo Kristoff.
—¡No pienses cosas raras, Elsa! —se dijo ella sí misma.
No podía negarlo; para ella Anna era toda su vida, y es que la muchacha después de todo, había sido la única persona que le había brindado amor de verdad, no ese fingido de su abuelo, tía y primo.
Anna era suya, sólo suya y ella encontraría una manera como para que eso fuese más que demostrado frente a ese tal Kristoff Bjorman.
Siendo así, la muchacha se vistió con un hermoso vestido celeste, uno que le sentaba perfectamente bien, y realmente se veía hermosa, no cómo se veía comúnmente con sus vestidos marrones y pasados de moda.
Con su mirada más helada que nunca, la muchacha se subió al carruaje que estaba compuesto por su abuelo, su tía y Hans, claro está.
—Recuerden algo, nosotros somos Arendelle, mejores que esos Summers… nunca se olviden de eso, Hans, Elsa.
Elsa en realidad jamás había tomado eso como una regla, pero estaba tan frustrada por el asunto de Anna, por el asunto de ese maldito compromiso, que quiso creerle a su abuelo, que quiso creer que era mejor que Anna.
Pero ella sabía muy bien que eso era una mentira.
No pasó más de unos quince minutos, hasta finalmente llegaron a la mansión Summers.
Agarrada del brazo de su primo, en vista que no tenía otra posibilidad de pareja, la joven hizo ingreso a la grandiosa edificación. De esta manera, sus fríos e intensos ojos azul hielo comenzaron a observar todo el sitio, en busca de ella…
En busca de Anna.
Y fue entonces cuando la encontró; los ojos de la muchacha se abrieron más que nunca, al ver allí a su amiga, más hermosa que nunca usando un traje muy de doma de un exacto color rojo escarlata.
Sin embargo, esa especie de embrujo acabó pronto, cuando la chica vio como Kristoff Bjorman tomaba del brazo a su amiga.
Su amiga…
—Buenas noches, ¿usted debe de ser la señorita Arendelle, o me equivoco?
La furibunda mirada de Elsa se posó sobre el apuesto de Kristoff, y no pudo evitar sentir celos, unos enfermizos hacia él, él que tendría Anna a su lado por siempre, despojándola de ese sitio que era sólo para ella.
—Usted no se equivoca, joven Bjorman — dijo ella — ¿cómo usted me ha reconocido?
—Anna me ha hablado mucho sobre usted.
Cuando dijo 'Anna', de esa forma tan confianzuda, la muchacha no pudo evitar molestarse de forma ligera, y es que por algo se trataban con esa familiaridad.
—Buenas noches, Elsa — Anna sonreía, y Elsa creía saber que esa sonrisa era por Kristoff, y no por ella como usualmente así lo era.
—Buenas noches, señorita Summers.
Algo cambió en los ojos verde azules de Anna, cuando la otra chica la trató de tan semejante y fría manera.
Siendo así, el baile comenzó, y cómo era típico en ella en esas situaciones, Elsa se colocó en una esquina, con un trago en la mano, mirando a todos danzar…
Observando justamente a Anna.
De pronto, y aunque no supo muy bien cómo, alguien le agarró de la muñeca y la arrastró con algo de fuerza hacia detrás de las cortinas. Tan pronto como cuando llegaron allí, la chica se soltó de forma brusca del agarro.
Fue cuando su mirada se topó con la castaña de Anna, sí, de su Anna.
—Vamos, Elsa, dime, ¿por qué me tratas así?
—Lo siento, señorita Summers, pero yo no tengo nada que hablar con usted —habló la muchacha de forma helada, y en cierto punto hasta algo hiriente.
—Elsa, por favor… — y Anna intentó nuevamente retener a la chica — ¿Cuál es el problema?
—No hay ningún problema… si me disculpa…— y la chica se dio le media vuelta en dirección hacia afuera de las cortinas.
—Yo creo que sí hay un problema — dijo Anna, la cual rodeó a Elsa por la cintura y dejó descansar su cabeza en el hombro de su amiga. — Somos las mejores amigas, debes confiármelo.
Al sentir como las enguantadas manos de la otra chica la rodearon, el corazón de la muchacha de ojos azul hielo dio un gran brinco. Estaban tan cercas sus cuerpos, que hasta podía sentir como el corazón de Anna latía.
—Temo perderte— soltó de pronto Elsa, en un hilillo de voz.
—¡No me perderás, Elsa! — y la chica hizo que su amiga se diese la media vuelta para encarar a la otra joven. —Kristoff es mi prometido, pero tú, pero tú…
—¿Pero yo qué?
Y fue cuando alguien entró entre las cortinas, y ese alguien era el mismísimo Kristoff.
—Anna, te estaba buscando, ya es hora de anunciar nuestro compromiso.
Los dolidos ojos de Elsa se posaron sobre la mirada azul verdosa de Anna, sólo para después mirar con desprecio a Kristoff, él cual entendía poco y nada. Salió entonces de forma abrupta de la escena, dejando solamente a los dos prometidos a solas.
—¿Pasa algo, Anna?
—No lo sé… — la voz de la muchacha sonaba algo confusa — vamos, es cierto, es tiempo de anunciar nuestro compromiso.
Y mientras Elsa observaba todo desde un rincón, como espiando desde las sombras, los novios se pararon al centro del inmenso salón y cuando dijeron lo de su compromiso, todos brindaron contentos, todos menos la muchacha de ojos pequeños.
—Vamos, Els, quita esa cara… además deberías seguir ese ejemplo de tu amiga y…
—Ella no es ya más mi amiga, Hans… y creo que hay cosas más interesantes e importantes que el matrimonio.
—Eres única, Elsa.
—Gracias.
—Aunque no lo decía como un halago…
La muchacha soltó un respingo. Malditos celos, esos que la invadían por completo, esos que hacía que su alma se envenenase y su corazón se marchitase.
—Pero ella se ve feliz — pensó ella algo amarga — feliz sin mí.
Pero Elsa no se rendía, y ciertamente Anna Summers no sería la excepción a la regla, aún cuando ella ya varias veces hubiese quebrantado las extrañas normas de Elsa Arendelle, incluso los principios de esa familia.
Detestaba, detestaba sentirse de esa forma, tan vulnerable, tan fácil de leer.
Después de todo, la muchacha tenía a Anna como única y exclusiva amiga, y el solo tener que pensar que ella pronto se casaría, y haría una familia con ese tal Kristoff, hacía que su corazón brincase de forma adolorida.
Ya estaba en su tercera copa, cuando sintió cómo todo comenzaba a verse bizarro para ella, y volverse más desinhibida que antes, toda empujada por el alcohol que había ingerido y que le era tan poco conocido para ella.
Con las mejillas algo sonrojadas, tuvo que limitarse a sentarse y mirar como siempre lo hacía.
Pero Elsa Arendelle era una chica egoísta. Años y años de ser la compañía casi exclusiva de Anna, le provocaban unos celos terribles el solo hecho de pensar que Anna ya no sería por siempre suya, que sería de alguien más.
—Vámonos, Hans.
—No, esperen — y tanto Elsa como su primo, ladearon a la dirección de esa voz, la voz de Anna — yo y Elsa debemos hablar.
—Toda suya, señorita Summers — dijo Hans, haciéndose el gracioso.
La mirada azul hielo de la muchacha se topó otra vez con la mirada verde azulada de Anna, y entonces ella supo que le diría todo lo que sentía, más que nada debido a todo el alcohol que había tomado esa noche.
—Estás ebria, Elsa— habló Anna, mirando genuinamente preocupada a su amiga.
—¿Lo estoy? — unas sonrisa afectada se formó en su cara.
Anna acercó un poco más a su amiga, para así observarla mejor, pero entonces la otra chica, inducida por el alcohol obviamente colocó una de sus manos sobre la nuca de la chica, y la atrajo hacia sí.
Había sido un beso, un mero toque de labios, pero el suficiente como para que ambas muchachas comenzaran a recordar el pasado, antes de Kristoff, antes del malicioso Hans, y definitivamente esa ruptura por el compromiso de Anna…
Elsa desprendió sus labios de la boca de Anna, y esos ojos estuvieron más oscuros que nunca.
Elsa separó sus labios, y cuando tuvo el impulso de seguir besándola, se dio cuenta que lo que estaba haciendo.
¡No sientas! ¡Nos sientas!
Y sí, era cierto, estaba siendo egoísta, sumamente egoísta, pero ya no más; Anna se veía feliz, radiante y feliz y ¿quién era ella cómo para negarle toda esa felicidad? Lo mejor sería alejarse de ella, y no retroceder más el tiempo.
Era obvio, ella era la pieza sobrante.
—Lo siento, Anna — exhaló Elsa, y antes que su mejor amiga, si es que aún era amigas, pudiese decir cualquier otra cosa, la joven se desprendió de ella y casi salió corriendo en dirección a su primo Hans.
—Ahora sí nos vamos.
—¿Problemitas con Summers?
—He dicho que nos vamos, Hans.
Y antes de que Anna pudiese decir algo más siquiera, la silueta de los primos Arendelle se perdieron entre el gentío, y en breves instantes abandonaron el palacete de los Summers.
—¿Qué pasa, Anna?
La voz de Kristoff sacó a la muchacha de sus cavilaciones.
Y no, no sabía lo que pasaba.
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