INTRODUCCIÓN

Volvía a admirar Lorule.

Cierto era que a pesar de lo desolada que estaba, era hermosa en cierta manera.

Aunque quisiera odiarla, no podía, pues ella le pertenecía, era SU princesa…

La necesitaba, lo sentía en lo más profundo de su ser.

¿Pero qué podía hacer ella?

Si tuviera su trifuerza, claramente pediría que su pueblo fuera uno feliz, uno sin preocupaciones.

Hasta cierto punto entendía él porque su propio pueblo la odiaba…

La tierra estaba separada y llena de acantilados, no se distinguía la noche del día, había monstruos en todas partes…

Inclusive los soldados del castillo se habían vuelto en su contra.

Admitámoslo…–se dijo a sí misma seguida de un largo y pesado suspiro. Recargó su codo en el barandal de su balcón con el fin de apoyar su cabeza en su enguantada mano. Poco le importaba que la tela blanca se llenara de suciedad, le importaba más el hecho de cómo sufría su tierra, y la tortura infinita de no tener el poder suficiente para que las cosas cambiasen–…soy una terrible princesa…

Una silenciosa lágrima resbaló por su blanca mejilla, ¿Qué iba a ser de su pueblo si la prosperidad no era una opción para ellos?

Ya no sabía a quién rezar, ya no sabía que pedir, mucho menos que hacer…

El único héroe y esperanza que alguna vez tuvo, resultó ser que no tenía toda la madera ni los requisitos que su país necesitaba.

Cierto que no se refería al armamento, pues tenía el necesario para hacerle frente a cualquier mal que se interpusiera.

Pero carecía de lo más importante: el valor de hacerlo.

Y no es que fuera su culpa por completo, sino que hubiese sido un gran apoyo para ella y Lorule en esos momentos de desesperación y tristeza.

Abdicaría, pero ya no sabía si esto era realmente una opción.

Es decir, no conocía a nadie capaz de poder tener su lugar, ni si quiera tenía familiares a quienes dejarles el cargo, y sus padres ya no estaban a su lado.

Este último hecho le hizo romper en llanto. Los extrañaba, y mucho.

Se fueron demasiado pronto, y aun no entendía el porqué.

Cierto es que le dijeron que fue un grupo de monstruos quienes arrebataron la vida de sus progenitores. Pero, ella presentía que fue una turbia, cansada de la vida ofrecida en Lorule, que tan solo quería ser escuchada ante los reyes, pero, como cualquier manifestación, siempre había más de un herido, y esta vez fueron sus padres.

Ya no sabía qué hacer o decir para tener a su pueblo contento. Sus esperanzas murieron el día en que Ravio le falló. Sus consejeros la abandonaron con esta enorme responsabilidad…

Estaba completamente sola…

–Princesa…–se sobresaltó un poco al escuchar la voz de aquel peli morado de ojos esmeralda, quien a pesar de que le habló con preocupación no le volteó a ver. Seguía molesta, le había dejado muy claro que él era la última esperanza para Lorule, y aún así fue una gallina y huyó de su deber al ver lo que realmente implicaba el ganarse dicho título. Sintió como posaba lentamente sus manos en sus hombros de manera delicada –…yo, tengo que decirle algo importante…

Pero esa frase solo hizo que la noble frunciera el ceño con mucha furia, encajando sus dedos en el balcón de su estudio.

Escuchó como el joven respiraba hondo para después decir las palabras que hicieron que perdiera la compostura.

–Lo siento…

La chica solo se quedó tiesa de la furia, sin reaccionar al principio, pero, cuando lo hizo, se soltó del agarre del peli morado y se colocó frente a él, sus ojos rojos viéndole con la mayor ira que el joven pudiera presenciar.

–¿Solo eso Ravio?... –le habló de la misma manera que hubieran hecho sus ojos si estos poseyeran labios–…¿lo sientes?

El muchacho le vio entre miedo, confusión y tristeza, como si el solo fuera un niño inocente que se le acusaba falsamente de alguna travesura.

–S-sí princesa…–habló tratando de calmarla, sin saber que solo provocaba más su ira.

–¡¿Y crees que eso cambiará algo?! …–Su paciencia se agotó, sentía que hablaba con un niño de tres años, e inclusive sentía que Ravio era una ofensa a los infantes de esa edad–…¿¡Porque no lo gritas a ver si logras que algo en Lorule cambie?!

Pero el joven solo bajó la mirada. Hilda sabía que Ravio no era tonto, inclusive ella sabía que él estaba enterado del caos y horror que invadían su país, y aún así le falló.

–Yo…–le dijo viéndole tristemente a los ojos–…no soy el indicado para ayudarle…

–Eso es más que evidente–le habló con dureza, inclusive un corte de la espada más poderosa era suave comparado con el tono de voz de la princesa. Se acercó con furia hacia su "héroe", sus ojos pareciendo un par de dagas bañadas con la sangre del Loruleano–Dime Ravio, con honestidad, ¿Qué pensabas al autoproclamarte héroe de Lorule?

Un silencio incómodo les invadió. La princesa esperaba pacientemente la respuesta del joven, sin dejar de verle de manera asesina.

–Yo creí…–empezó–…que le sería de gran ayuda princesa…

La furia de la princesa la llevó a tomar al joven y hacer que diera la vuelta, con el fin que contemplara el paisaje de la tierra devastada.

–¿Has visto alguna mejora en Lorule?... –le habló con esa misma firmeza con la que le había estado hablando últimamente–…¿o acaso yo estoy ciega?

Vio como el hombre con un sombrero de conejo recorría su esmeralda mirada por la obscura tierra. No le gustaba ser así con él, pero solamente él se había buscado ese trato después de haber fallado en su misión.

–Yo…–escuchó que le habló, sin embargo contempló cómo no le dirigía la mirada y apretaba ligeramente su puño–…planeo hacer un viaje…

Eso colmó la paciencia de chica, ¿primero los abandonaba y después se iba?

–¿Porqué?... –le dijo con odio–…¿Por qué la gente te odia y no te ve como un héroe?

El chico giró para ver a la furiosa princesa, asintiendo ligeramente la cabeza.

Esto solo ocasionó que la chica frunciera el ceño y tuviera que resistir soltar más lágrimas.

–Pues bienvenido a mi vida…

Ravio le vio confundido, como si realmente no entendiera a lo que se refería la princesa.

–Mi país…–empezó la peli morada, sin poder evitar soltar unas lágrimas y ahogar su molesta voz–…me odia…mis soldados…se volvieron en mi contra…mis padres…fueron asesinados…–sollozó un poco, ya sin resistir más el egoísmo de Ravio–…y aun así estoy aquí, y antes de que digas que puedo abdicar, te informo de una vez que sigo aquí porque creo firmemente que lo sacaré adelante…y eso, mi querido "héroe", no se gana huyendo a otros lugares…

Supo que hirió el orgullo del joven con esa frase, pero era algo que en verdad no le importaba en lo absoluto. No solo le falló, la hizo quedar como boba ante el reino al presentarlo como el héroe que le ayudaría a sacarlos adelante y este le quedara mal. No merecía ni es más mínimo respeto de su parte.

–Si me disculpas…–le dijo limpiándose las lágrimas con la mano una vez de haber removido sus blancos guantes y volviéndolos a colocar una vez que ya no corría ninguna por sus pálidas mejillas–…debo buscar una solución al embrollo que me metiste…héroe…

Esa última palabra, se la dirigió de la manera más despectiva que pudo dirigirle, antes de dejar al Loruleano en el balcón, solo para dirigirse a su obscuro y destrozado estudio, sentándose como pudo en la silla del mismo. Pero por más que intentó escribir alguna solución en papel, no pudo más que pensar en el asunto de Ravio, al grado que no notar en qué momento el joven abandonó el balcón y cruzó por su estudio, dejándole una nota. Pero era tanta la furia con el muchacho que sin dudarlo dos veces lanzó dicha nota al resto de los papeles tirados por el suelo y se concentró en el papel bajo ella, que no tenía más que alguno que otro rastro de lágrimas en ella.

Siendo víctima de la frustración, decidió salir nuevamente al balcón. Llevaba días así, yendo y viniendo de su estudio, deseando poder pasear por su castillo o inclusive salir al pueblo. Pero, la parte lógica le decía que su castillo estaba mayormente poblado por monstruos, y aunque lograra salir con vida de sus garras, su propia gente no la iba a recibir con los brazos abiertos.

Era una prisionera en su propio castillo…

–Aww…–esa nueva voz si le asustó, haciendo que saliera inmediatamente de sus pensamientos, pero sin voltear a ver a quién le llamaba –…pobre princesa Hilda…

Su corazón se aceleró, ¿Quién demonios era? Tuvo que armarse de valor para poder ver al hombre detrás de ella. Aunque al principio dudó que fuera de ese género por todo el maquillaje en los ojos que portaba, y lucir más como un payaso que como alguien serio, no mostró terror en su mirar, solo esa fría vista que regalaba a todo aquel que la encarara.

Un leve viento acaricio a ambos, haciendo que sus cabellos y ropajes se movieran al son de la brisa.

–¿Quién es y qué desea? –le dijo de la misma manera que le miraba.

Una fea y burlona risa femenina fue lo que le contestó ese hombre a la noble, antes de dar una respuesta concreta.

–Soy Yuga señora…–le respondió haciendo una muy ligera reverencia–…y tengo algo que le interesará a usted…

La princesa alzó la ceja, en ademán de incredulidad.

–¿Y que es "eso" que me interesa?

El de cabello anaranjado rió de la misma manera.

–simplemente señora…–respondió–…la respuesta a sus plegarias…

El hombre hizo una pausa dramática, solo logrando que Hilda se impacientara más.

–Encontré la solución al problema de Lorule…–de sus ropas coloridas sacó un símbolo con un emblema que la princesa conocía a la perfección–…y está en Hyrule…


Gigidfoioii no lo resistí uwu

Buena esta será una historia corta sobre lo que Ravio escribió en su diario sobre los tres días antes de irse de Lorule, esta es la introducción antes de esto (se puede decir que es el 4 días antes :v) uwu

Espero les haya gustado tanto como yo, les invito a dejar review y a leer mis otras historias.

Nos leemos :D