.
.
.
«Sólo por esta vez, Kinomoto… Prometo no volver a meterte en estos aprietos.»
«Señor Li, yo…»
«Kinomoto, dime ¿cuándo es te pedí que me salvaras antes?... Ehh, mejor no respondas, pero en verdad te necesito… sólo esta vez. Te necesito… por favor.»
«Pero… señor Li…»
«Un ascenso.»
«¿Qué…?»
«Si lo haces; si me ayudas, tendrás un ascenso. Sólo tienes que hacer lo que te pido… no creo que represente un sacrificio tan grande, Kinomoto. Considerando que tú no tienes nada serio, yo creo que…»
«Sí, sí, ya entendí, señor Li.»
«¿Entonces?»
«Está bien… acepto.»
«Bien, Sakura Kinomoto, me presento, soy Shaoran Li… tu novio, y prometido.»
«Déjate de payasadas… Li…»
.
.
.
Accidentally in Love
By
Goddess Aeris
Idiota, idiota, idiota, idiota. ¿Cómo pudo meterse en semejante lío? Como si el mundo no le brindara demasiados problemas ya como para meterse –voluntariamente – en uno más. No, sí, a ella deberían darle el premio Novel a la mujer más idiota del mundo. Nah, qué mundo… ¡del universo!
Aún no entendía cuál había sido la fuerza sobrenatural que la había impulsado a hacer eso. Se jactaba tanto de ser una mujer inteligente que… ¡Dios! ¿Qué haría ahora? Era obvio que a esa altura del partido no podría echarse para atrás. Y odiaba que fuera así. Pero es que ver los endemoniadamente bien actuados ojitos de cachorrito de su jefe la había impulsado a aceptar toda esa… farsa. ¡Por todos los santos! Nunca había mentido tan descaradamente, ¿cómo se suponía que lo haría?
Demonio, demonios, demonios. Esto no tenía el más mínimo sentido para ella. No lo tenía.
—¡Hey! ¿Por qué tan nerviosa? Ni que nunca te hubieses subido a un avión privado.
Miró a su jefe, ahora novio con cara de pocos amigos, y él rió, como últimamente lo hacía con ella.
Piensa en el ascenso, se decía a sí misma, sólo tendrás que aguantarlo una semana.
Sakura Kinomoto suspiró, pasándose una mano por sus sedosos cabellos castaños, mientras que, sin que ella lo notara, el hombre que tenía en frente no perdía de vista ninguno de sus movimientos. Sus ojos verdes, se centraron en las líneas del autódromo de aviones. No entendía del todo lo que estaba haciendo, y estas cosas la alteraban. La alteraban más de lo que podría demostrar. Miró a su acompañante, encontrándose con sus ojos color miel, y se dispuso a hacerle la pregunta que desde hacía una semana le golpeaba una y otra vez en su mente.
—¿Por qué yo?
Él sonrió, sabiendo que ella no estaría tranquila. Se la notaba nerviosa, toda esa semana lo había estado… tanto así como si fueran a cometer un asesinato. Si de algo Shaoran Li estaba seguro, era que si alguna vez quisiera atentar contra la vida de una persona, nunca llamaría a Kinomoto como su cómplice porque con tan sólo ver esos transparentes y brillantes ojos verdes, el plan se le iría por la borda. La miró un largo rato sin responder su pregunta. Ella comenzaba a tensarse ante el silencio que se había formado entre ellos.
Shaoran sonrió interiormente; esa mujer era única y lo sabía. Lo supo desde que la había contratado. Lo supo desde que sus ojos esmeraldas se chocaron con los suyos. Lo supo desde que ella casi ni lo había mirado. Lo supo desde la primera vez que ella lo había desafiado con sus insolentes palabras.
Sakura comenzó a fruncir el ceño al no obtener una respuesta. Iba a replicar y a comenzar la disputa que, sabía, estaba pendiente, pero él se le adelantó, acrecentando su endemoniadamente sexy sonrisa.
—¿Por qué siempre tan tensa, eh? –preguntó, mirándola directamente a los ojos. ¿Por qué demonios le atraían tanto? Siempre le habían gustado esos orbes que decían tanto con tan sólo mirarlos. En ese instante, le decían lo mucho que le gustaría ahorcarlo, mutilarlo y descuartizarlo por no darle la respuesta que ella quería.
Típico, pensó con una sonrisa divertida. Aún no sabía cómo había logrado que ella, Sakura Kinomoto estuviera ahí, acompañándolo para ayudarlo a enfrentar… el infierno.
—¿Me vas a responder, o no? –espetó ella, cruzándose de brazos en el asiento. —Mira que me puedo bajar ahora mismo si se me da la gana y…
—Por si no lo notaste, acabamos de despegar, Sakura. –interrumpió él, amablemente, pero con la burla bailando en sus ojos color miel. ¡Cómo adoraba molestarla!
La joven, instintivamente giró su cabeza a la ventanilla, y como su jefe le había dicho, ellos ya estaban sobrevolando.
Sintió como su estómago se tensaba. Las entrañas se le encogían, y el delicioso desayuno que había comido en la cafetería del aeropuerto quería retornar a través de su boca. Asqueroso.
Volvió a mirarlo, tratando de distender su mente. Intentando pensar en otra cosa, como por ejemplo, en las ganas que sentía en ese mismo momento de tomarlo del cuello, y presionarlo hasta que su apuesto rostro se pusiera azul. Bien, quizás estaba exagerando, pero ganas de hacerlo, eran ganas, y punto.
—No me importa. –dijo, mirándolo desafiante. —El avión, seguramente, debe tener paracaídas.
—Oh, ¿así que harías eso sólo por un capricho? –ironizó Shaoran, sabiendo de su terror a las alturas. —Dios, increíble.
—Respóndeme.
Él rió, ignorando su última orden.
—Imagínate que el paracaídas fallara, ¡yo no podría cargar con una culpa tan grande! –añadió. —¿Cómo encontraría en tan sólo una semana una novia, y una eficientisísisima secretaria, que hace las veces de asistente personal? Creo que no podría soportarlo.
Sakura bufó hastiada, ese hombre podría parecer un témpano de hielo en los negocios, así como podría pasar como un niño con sus estúpidas bromas. ¿Cómo una persona podría llevar esas caras tan diferentes y cambiantes? Era como… como… ¡los polos opuestos en tan sólo una persona!
Gimió con desesperación, cubriéndose el rostro con las manos. Dios… ¿en qué se había metido…?
—Está bien. –musitó Shaoran, mirando la ventana. Si ella quería respuestas las tendría… o al menos, obtendría las que él podría darle, porque había muchas cosas que ni él mismo era capaz de aclararle. —Te lo pedí a ti porque eres la persona más profesional que conozco y…
—Esto no es para nada profesional, Li. –interrumpió Sakura con una ceja alzada.
—¿Me dejas acabar? –indagó él, obteniendo un gruñido de parte de su acompañante. Sonrió satisfecho y continuó. —Como decía, eres la persona más profesional que conozco… –mirándola, añadió: —Y a pesar de que a esto no se le vea nada de profesional, sé que tú no vas a estar vendiendo el cotilleo que podrías obtener de mi familia por dinero. Sea cual sea la suma que te ofrezcan. Sé que no eres así, Sakura.
Ella parpadeó confundida, tratando de buscar la burla en sus palabras, pero no la había. Él parecía sincero, y sin saber por qué, esas palabras provocaron un vuelco a su corazón. No entendía, pero le alegró el saber que él pensaba eso de ella. Bueno… era común que le alegrara que su jefe reconociera eso en ella… era algo común. Simplemente profesional.
—Entiendo. –murmuró. —Pero entonces sólo me queda algo por saber… ¿por qué lo haces? Es decir tú puedes, no digo, usted puede…
—No, Sakura. Tutéame, no creo que sea muy creíble si me tratas de usted, y mucho menos si no me llamas por mi nombre.
—Este… de acuerdo, Shaoran. –corrigió. —Bien, lo que quería saber es que por qué si tú puedes tener a…
—Te lo explicaré tan claro como me sea posible. –volvió a interrumpirla, con un suspiro. Ella frunció el ceño. ¿Acaso no le habían enseñado a Shaoran Li que no debe interrumpir de manera tan seguida a las personas? —Verás, mi familia es… algo poco convencional. –comenzó, con la mirada perdida en las nubes, mientras Sakura observaba el movimiento de su mandíbula al hablar y su barbilla tan altiva y elegante como siempre. —No me quieren casado ya mismo, pero les gusta ver a todos emparejados. Si vieras en mi casa, nada está sin su par. –sonrió, recordando cada utensilio, cada mueble, cada cosa en su casa no tenía razón de ser si no tenía uno igual para ser acompañado. Por esos detalles que podrían ser considerados absurdos para los demás, él creía que ellos eran poco convencionales. A decir verdad, todos estaban locos.
Sakura sonrió por primera vez desde que habían subido a ese avión, imaginándose lo que él le contaba. Jamás se había imaginado algo así.
Shaoran la vio, siendo bañada por la tenue luz que entraba por la ventana, y si lo que irían a hacer fuera cierto, hasta le resultaba una atractiva idea para llevarla a cabo, sin importar nada de lo que la soltería implicaba.
—Entonces quieren que tú también tengas una pareja, ¿o me equivoco?
—No, estás en lo cierto. Ya te lo había explicado, pero no con tanto detalle de mi parte. –contestó. —Por eso es que este Año Nuevo que pasaremos allá, necesitaba llevar a una… novia para presentarla, y así todos se quedarán tranquilos de que no permaneceré solo hasta los setenta años.
—Entonces era eso. –musitó Sakura. —Pero… ¿no estarías… engañándolos? Ellos quieren tu bienestar, y tú sólo les harás ver lo que quieren ver.
—Pensé en eso infinidad de veces. –confesó, pasando una mano por sus cabellos. —Lo pensé, claro que lo pensé, pero quiero dejarlos tranquilos de que no estoy solo. Quiero que dejen de preocuparse por mí, y… ¡Por Dios, desearía que no me llamaran los todos los condenados fines de semana a las seis de la mañana!
Ella largó una pequeña risita, que lo hizo reír también.
—Ya veo. Entonces es una especie de mentirita piadosa.
—Si quieres verlo así…
Se sumieron en un silencio que fue roto por Sakura y su infaltable curiosidad.
—¿Y por qué no tienes una relación en serio? Sé que candidatas no te faltan.
—Bueno, si quieres algo serio, forma fila Sakura. –bromeó Shaoran, obteniendo una mirada asesina de esos ojos verdes. Rió divertido, para luego aclarar. —La verdad si tengo una relación, tiene que ser algo realmente serio, no me gustan las aventuras ni nada que se le parezca. Y… hoy en día muchas personas no desean los compromisos; e incluso, podría ser por puro interés.
Sakura se quedó en silencio por un momento. Él tenía razón, en los últimos tiempos, a nadie le importaba nada de nadie, más que de sí mismo, y él como un gran líder empresarial, sería más que cotizado por su dinero. Era guapo, sí, eso no habría quién lo dudara, pero no sería al hombre, no sería a Shaoran Li al que mirarían, sino a lo que hay detrás de Shaoran Li… sus empresas, sus jugosas cuentas bancarias, todas sus posesiones. Eso debería ser algo duro para él… y en general para todo hombre de negocios. Era triste.
En ese instante, ella lo miró, encontrándose con que él estaba viéndola fijamente. Se aclaró la garganta, recordando unas cuantas cosas que sabía de su jefe… él no era ningún santo.
—Pero no pareces cumplir lo que dices cuando se la pasa acostándose con modelos, Shaoran. –soltó, mordiéndose la lengua al instante por su atrevimiento. ¿Que no hacía unos segundos suponía que todo era profesional? ¿Dónde había quedado eso? Esa conversación se estaba extendiendo a terrenos demasiados privados, y eso era peligroso. Ella estaba ahí por cuestiones estrictamente profesionales, aunque no lo pareciera. Estrictamente profesional.
Los ojos de fuego de Shaoran relampaguearon con una mezcla de emociones que ella no pudo descifrar. Se mordió el labio inferior, sintiéndose una tonta, ¿a ella qué le importaba lo que él hiciera con su vida, o no? Después de todo, ese favor, ella iba a cobrarlo con un ascenso. Ambos ganaban.
—¿De dónde sacaste eso, Sakura? –la pregunta del castaño logró descolocarla. ¿Cómo que de dónde lo sacaba? Quiso que la tierra se la tragara en ese mismo instante, pero haciendo uso de todo el autocontrol que había aprendido, trató de que su voz sonara lo más calmada posible.
—Bueno, verás, eso lo dicen todos los medios de comunicación. Las revistas, la televisión; todos esos hablan de los romances de noche de muchas de las celebridades, empresarios y…
—¿Tú lo crees?
Parpadeó ante la pregunta. No tenía una respuesta coherente para darle. Sabía todo lo que se trataba en la prensa amarillista, podrían ser las mentiras más grandes del universo, como decir que Michael Jackson había nacido blanco, hasta las verdades más absolutas como que el cabello de la Nana Fine era teñido… pero… ¿qué decir?
Shaoran la miró atentamente, ella no parecía dispuesta a darle una respuesta, y mucho menos, la que él esperaba que ella le otorgara. Suspiró nuevamente. No tenía idea de que Sakura tuviera esa imagen tan… desfachatada de él. No era un santo, porque tampoco iba a mentirle. A sus veinticinco años había logrado lo que muchos no lograban ni en una vida. Había seguido con el negocio familiar, tomando todas las responsabilidades y cargándolas sobre sus hombros, y había salido adelante ante cualquier problema que se le presentase. Nunca había pedido nada a nadie, y jamás había tomado dediciones irrevocablemente erróneas. Pero de lo que se sorprendía, más allá de todo eso, era que ella pensara así de él.
Claro que como todo hombre a flor de su edad, y con toda esa presión encima, necesitaba de momentos de… relajamiento, pero tampoco era un perro en celo que fuera a encajársela a cualquiera que encontrara por ahí. Aunque eso sonara a muy grosero.
—Sakura, no sé qué imagen tengas de mí, pero si realmente lees esas ediciones del diablo, creo que puedo imaginarme lo que piensas… o tal vez no del todo… ¡Ni quiero saber qué sandeces dirán!. –rió, al ver que un rubor cubría las mejillas de la joven, mientras ella miraba las manos que movía nerviosamente en su regazo. —Pero quiero que sepas que gran parte, por no decir todo, de lo que dicen es mentira. Tú lo sabes, creo, pero bueno, supongo que debí haberlo dejado en claro. Y ahora que me doy cuenta… ¿es por eso que siempre salías casi corriendo cuando nos quedábamos solos? ¿O todas esas veces que me mirabas desconfiada eran por lo que pensabas de mí?
Sakura no podía sentirse más abochornada con cada palabra que salía de los varoniles labios de ese hombre de rebelde cabellera castaña. Dios, incluso decía las cosas con tanta gracia que no hacía más que hundirla en su propia vergüenza. Sobretodo porque en cada una de las cosas que decía tenía razón. Siempre se había mantenido lo más alejada de él por temor al… al… acoso del que podría ser víctima. ¡Se sentía tan estúpida!
La carcajada de Shaoran logró volverla a la realidad, y ella lo miró con sus ojos verdes atormentados. Demonios, incluso él tenía derecho a burlarse todo un año de ella con las cosas que acababa de descubrir. ¿Por qué demonios tenían que estar en un avión en ese mismo momento? ¡Ahora ni siquiera la tierra podría tragársela!
—Increíble. –logró balbucear él con la voz aterciopelada por la risa. —Entonces sí pensabas eso. ¡Y por eso me tratabas como si fuera la peste personificada! –la explosión de la segunda carcajada, hizo que el entrecejo de la chica se frunciera. Ya estaba bien, ¿tan gracioso era? —Y por eso, te alejabas de mí como alma que lleva el diablo. Por eso también esa vez no aceptaste…
—¡Bien! –exclamó, ganándose una pequeña risita por parte de su jefe. —Bien… creo que ya quedó claro, ¿no?
—¿Pero ahora me crees? –preguntó él, adquiriendo un tono serio. En verdad no quería que ella tuviera esa impresión de él. No entendía del todo esa imperiosa necesidad, sin embargo, deseaba aclarar las cosas por completo. Era algo obvio que su asistente no le era completamente indiferente. Era una mujer hermosa, inteligente, y por sobre todas las cosas, desinteresada en lo que se tratara de materialismo. Tenía muy presente la atracción que ella le provocaba, al igual que tenía presente que si llegaba a actuar de una manera equívoca con Sakura, luego no habría marcha atrás.
No estaba seguro de lo que quería con ella… no estaba seguro de nada en cuanto a sus sentimientos. Pero de lo que sí estaba seguro era de que una relación con ella, jamás, jamás, podría representar solamente una aventura. Nunca se lo había planteado así… ni tampoco había tenido una oportunidad para hablar con Sakura como en esos instantes. Quizás esa semana… quizás en ese tiempo… con ella, lograría aclararle algunas cosas. En esos momentos se daba cuenta de que tal vez su necesidad no se debía a su familia, sino a él mismo. Quizás necesitaba comprobar algo por él, y utilizaba a su familia como un medio para eso, pero aún tampoco sabía del todo bien lo que deseaba comprobar.
Quizás… sólo quizás…
—Yo… me siento avergonzada, en serio. No sabía… –se silenció un segundo, mirándolo fijamente, mientras una sonrisa sincera surcaba el rostro bronceado del joven. —Lamento haber creído esas cosas. No suelo hacerlo, pero esta vez encajaba tanto… es decir, un magnate apuesto es seguro de que puede tener a cualquier modelo que desee, y pues…
—¿Me consideras apuesto, Sakura? –preguntó, sorprendiéndola.
Ella enrojeció y se recriminó mentalmente el haber sido tan despistada. ¡Había hablado justo delante del señor ego por delante! ¡Arrghh! Siempre le sucedía lo mismo. Ella y su maldita lengua parlanchina.
—Tengo ojos, ¿de acuerdo? No voy a mentir. –dijo simplemente, intentando controlar los colores de su rostro.
Shaoran sonrió. Esa era otra de las características que le gustaban de esa mujer, siempre era sincera, o cuando no deseaba serlo, simplemente se quedaba callada, pero nunca decía una mentira.
—¿Eso es un sí?
La mirada chispeante que ella le lanzó, le bastó para largar una gran risotada. Sólo con ella podía reír así. Sólo con ella se divertía tanto. Y sólo con ella podía explicar esos extraños sucesos que sólo le pasaban cuando estaba con ella.
El silencio se hizo entre ambos, al no haber más que decir.
Sakura trataba de memorizar todo lo que había aprendido de Shaoran en toda esa semana. Su color favorito, su comida preferida, sus postres, sus sueños, sus anécdotas de niño… Una infinidad de cosas, que con sólo recordarlas le provocaban gracia. Al parecer, el célebre empresario Shaoran Li había sido todo un diablo de niño, de adolescente, y todavía no le había confesado si de adulto habría hecho una de las suyas, pero pronto se lo sonsacaría. Aún no podía creer que hubiese incendiado el laboratorio de ciencias del instituto al que iba de joven por no haber estudiado la manera de diseccionar una rana. Ni tampoco podía creer que de niño hubiera saboteado una importantísima fiesta que había celebrado su madre para las damas de sociedad. Según él, había puesto sal al té, y hormigas y demás insectos en los bocadillos.
Un demonio.
Shaoran era un completo demonio.
Aunque, quizás, aún seguía siéndolo.
El castaño, observaba cada uno de los rasgos de ella. Era increíble que la estuviera viendo tan fijamente, y ella ni lo notara. Parecía demasiado sumida en sus pensamientos como para prestarle atención a él. Tenía que admitir que estaba completamente acostumbrado a tener toda la atención del género femenino, aunque no la deseara, y el que Sakura –prácticamente – lo ignorara era algo… frustrante, porque ella en verdad le interesaba. No había indagado demasiado en sí mismo para averiguar qué tanto esa mujer podría causar en él, pero tampoco deseaba hacerlo… temía lo que pudiera descubrir. Realmente sentía pavor ante lo que pudiera revelársele y, al menos por ahora, era mejor dejar las aguas tranquilas.
Sintió la necesidad de escuchar su voz una vez más… estaba aburrido, y aunque dormir no parecía una mala opción, quería hablar con ella todo lo que nunca habían podido cuando Sakura aún pensaba que él era un profiláctico andante.
Sonrió, ante lo último, carraspeando para llamar su atención.
—Espero no haberte causado muchos problemas, al venir conmigo. Después de todo, es Año Nuevo, y una fecha para pasar en familia.
Ella negó.
—No te preocupes. Siempre pasamos con mi papá, y la familia de mi hermano, una sola vez que no pase con ellos no pasará nada. –comentó, para luego sonreír. —Aunque me costó bastante escabullirme hoy en la mañana sin que mi hermano lo notara.
Shaoran levantó una ceja, curioso porque ella siguiera con su relato.
—¿Qué pasaba con tu hermano?
—Bueno, puso el grito en el cielo cuando se enteró de que viajaría con mi jefe a Hong Kong por… un supuesto asunto de negocios. –explicó. —Estuvo a punto de esposarme a él para que no pudiera alejarme de la casa.
—Hermano celoso, eh. –sonrió Shaoran.
—Demasiado. –añadió. —Y menos mal que piensa que eres un anciano.
—¿U-Un anciano? –inquirió, a punto de largar una carcajada. —¿Y eso a qué se debe?
—Creo que quedó claro, ¿no?
—Podrías explicarlo mejor. –sugirió con la burla en sus ojos.
—Míralo de este modo, si mi hermano se entera de que me fui de viaje de negocios con un magnate joven y, supuestamente, apuesto para las mujeres, creo que el grito que pegaría se escucharía hasta en Marte, sin contar que tú no amanecerías con vida.
—¡Wow! ¡Vaya cuñado que me he encontrado! –comentó con una sonrisa, mientras Sakura lo miraba con una ceja alzada. —Bueno, me corrijo, supuesto cuñado.
—Así está mejor. –musitó ella más para sí que para él. Era mejor marcar las distancias, ella aquí, y él allá. Ellos no tenían nada que ver el uno con el otro, y no tendrían nada que ver nunca como algo más que personas que trataran temas de trabajo estrictamente profesionales.
Estrictamente profesional.
¿Por qué tenía que repetírselo a sí mismas tantas veces para estar segura?
¿Es que acaso necesitaba convencerse de algo?
Suspiró cansinamente.
Era el cansancio, se convenció.
Eso tenía que ser.
-
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO
-
Miró atentamente a todas las personas agolpadas alrededor de Shaoran, quien sonreía abrazando una y otra vez a cada uno que se acercaba para saludarlo como si de una celebridad se tratase.
Se movió incómoda viendo que ella no era ahí otra cosa que un adorno más. Aún estaban en el enorme jardín de la mansión Li, y ya todo el mundo se había enterado de la llegada de Shaoran. Aparentemente era muy querido por todos, tanto familiares como las personas del servicio.
Observó el rostro sonriente de Shaoran mientras seguía abrasando a cada una de las personas que lo saludaban y que apretaban sus mejillas como a un niño, o le picaban las costillas, mientras él se retorcía con una gran sonrisa. Una sonrisa tan peligrosamente atractiva que le quitaba el aire, y más con esos hoyuelos que se marcaban en ese bronceado rostro de ángel-demonio que…
¡Ya, Sakura!, se reprendió a sí misma.
¿En qué demonios estaba pensando?
Pero… ¿para qué negarlo? En esos momentos, con esa sonrisa despreocupada, y esa ropa informal que estaba usando Shaoran se veía… apetitoso. Los jeans le quedaban endiabladamente bien a sus fuertes piernas, y esa remera negra que se ajustaba tan bien a las los músculos de su cuerpo le quedaba como un infierno. Aunque con el traje también se veía bien. ¡Demonios, con todo lo que se pusiera se veía de ensueño!
Suspiró, cansada de enfrentarse con su misma conciencia y sus pensamientos alocados, mientras trataba de fijar su atención al extenso jardín de la mansión. Menos mal que Shaoran la había llamado modestamente casa, porque lo que ese lugar menos parecía, era una casa.
Shaoran vio que cuatro alborotadas muchachas corrían acercándose a él, y abrió los brazos para recibirlas. Es mejor ir con la marea, que en contra, si sabes que vas a perder. Ellas se lanzaron a él, cayendo todos al suelo sonrientes, mientras eran observados por los otros empleados. Aún recordaba a la señora Wen, y a sus pasteles. Ella fue la primera para recibirlo, ¿cómo olvidar las veces en las que ella lo había encubierto en cada una de sus travesuras de niño y de adolescente? Siempre era la mediadora entre él y su madre.
—¡Hermanito estás muy grande! –exclamó una de las chicas, aún en el suelo.
Él rió sonoramente, mientras le revolvía los largos cabellos castaños.
—Fanren, no pude haber crecido demasiado en un año. –comentó. —Además de que esa es una de las facetas que, creo, ya dejé atrás.
—Pero cada vez estás más apuesto. –comentó Feimei, acercándose a ellos, y mirándolos estando de pie.
—Debes tener a tantas candidatas. –agregó Shiefa, apretándole una de sus mejillas.
Él gruñó en respuesta, haciendo que ellas rieran.
—Sí, hermanito, eres todo un bomboncito de chocolate. –dijo Fuutie con una gran sonrisa, mientras se levantaba de encima de su hermano.
Shaoran observó a sus hermanas. Todas eran mayores que él y ninguna se comportaba como lo que era; estaban casadas, con hijos y todo, y aún seguían siendo unas crías que se seguían lanzando encima de su hermano, diciéndole esas cosas que –en otro tiempo – lo habían abochornado tanto.
Shiefa y Fanren se levantaron, ayudándolo a él para que hiciera lo mismo. Shaoran sonrió, mientras sentía que una de sus típicas bromas estaba en la punta de su lengua, pero prefirió no decir nada antes de crear un conflicto que bien podría evitarse.
Recordaba que la última vez que había bromeado, diciéndoles, 'Hey, pesas como diez kilos más que el año pasado', sus hermanas casi no habían comido en la cena, creyéndose eso.
Mujeres, pensó. ¿Quién lo había mandado a tener tantas hermanas mujeres? Bueno, gracias a eso había aprendido a cómo tratar correctamente a una mujer, pero ellas eran un caso aparte.
Una imagen le vino a la mente en ese mismo instante, sintiéndose un idiota. Volteó la mirada encontrándose con esos ojos verdes que tanto le gustaban, mirándolo divertidos. Le sonrió a Sakura, alegrándose de que ella no se encontrara enfadada de que él la hubiera olvidado por completo; es que hacía tanto tiempo que no veía a todas esas personas que eran tan importantes para él, que su mente se había puesto en blanco y sólo había dejado lugar a la felicidad.
Se abrió paso entre todos, y se dirigió a ella, tomando su mano.
De acuerdo, la función tendría que comenzar.
Vio que Sakura tragaba duro, y él, sin saber el motivo, también empezó a sentirse nervioso. Si algo llegara a salir mal, no sabía cómo iba a poder arreglar ese lío. Pero estaba seguro de que algo haría.
Todos quedaron viéndolos curiosos, y Shaoran se acercó con el paso seguro que bien sabía utilizar. Siempre cuando estaba en reuniones o en juntas importantes, era imposible no ponerse nervioso, sin embargo, los consejos y entrenamientos que había aprendido toda su vida le ayudaban a la hora de parecer un ogro sin corazón, al que nunca podían distinguirle sentimientos o pensamientos… pero la verdad era que, en su interior, sentía tanto la inseguridad como la confianza en sí mismo. A veces eso le parecía extraño, incluso a sí mismo. Experimentar dos sentimientos tan opuestos era algo para calificar de extraño. Pero así era, y no había otra explicación.
—Bueno, familia, amigos… –comenzó, sintiendo la mano sudada de Sakura. Sonrió levemente, apretándosela para que sintiera que él compartía la misma inseguridad que ella. —Les presento a Sakura Kinomoto… mi novia.
Sakura contuvo la respiración en esos segundos, sintiendo como su corazón latía frenéticamente contra su pecho. No podía. No sabía qué hacer, o qué decir. No sabía si sonreír, si llorar o si salir corriendo de ese lugar con todas sus fuerzas, pero lo que sí sabía que estaba haciendo, era el ridículo. Abrió su boca para decir algo, pero ningún sonido salió de ella. Sintió como su mano era contenida por la de Shaoran con un suave apretón. Ella lo miró a los ojos con una expresión desesperada, y él le sonrió conciliatoriamente, queriendo transmitirle que todo estaba bien, que no se sintiera incómoda.
Ella se sintió perdida en las profundidades ámbar de sus ojos. Nunca había notado los matices cobrizos y chocolates que podrían adquirir al contacto con el sol. Se sintió tonta y estúpida, y… y… tantos sentimientos a la vez. Respiró hondamente, para volver a voltearse a las personas que la miraban atentamente, curiosas de lo que ella fuera a decir. Sentía las múltiples miradas clavadas en todo su cuerpo. La miraban de arriba hacia abajo, analizándola meticulosamente.
Sakura carraspeó, simulando una sonrisa, que no hacía más que mostrar su nerviosismo.
—Yo… –largó el aire retenido, convenciéndose de que nada malo pasaría. No tenía por qué ponerse así. —Mucho gusto a todos. Me alegra mucho poder estar aquí y conocer a la familia de… mi novio.
Un extraño regocijo asaltó el estómago de Shaoran al escuchar esas últimas palabras. Demonios, que sonaban tan bien saliendo de los rosados labios de ella que…
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la estampida que sus hermanas arremetieron contra él o, más precisamente, contra Sakura que se encontraba a su lado. Él soltó su mano, sonriendo divertido, mientras sus hermanas la abrazaban y le hacían una y mil preguntas a la vez en menos tiempo del que una persona normal podría respirar. Se sintió alegre de que la aceptaran. Bueno, a decir verdad, sus hermanas adoraban cualquier cosa que viniera de él, pero a pesar de que todo era un engaño, el que Sakura estuviera en su casa, con su familia, y con todo lo que a él le pertenecía más allá del profesionalismo, lo alegraba y lo hacía sentir que algo bueno podría salir de ese extraño viaje.
Algo bueno… sí, algo realmente bueno podría venir.
—No te preocupes, Ying Fa. –dijo Feimei, mirándola con una sonrisa. —Yo estaba igual de nerviosa que tú cuando fui a conocer por primera vez a mis suegros y cuñados, así que no debes preocuparte.
—¡Y más con lo mona que eres! Mira que linda te ves. –expresó Shiefa.
Shaoran notó el rostro de confusión de la joven de ojos verdes que miraba a las chicas castañas con desconcierto, y al instante se dio cuenta de que estaban hablando en chino, y que Sakura no podía entenderlas.
—Chicas, Sakura no sabe hablar chino, será mejor que le hablen en japonés, o no comprenderá una sola palabra. –apuntó, divertido de toda la situación. En momentos como ese, se alegraba de la estricta educación que cada uno de ellos había recibido para un futuro. Sabían más de cinco idiomas, y ahora se daba cuenta de la utilidad que eso implicaba.
—Ya veo. –Fanren se acercó a Sakura, y la abrazó, para sorpresa de la chica. —Bienvenida, Ying Fa.
Ella sonrió, devolviendo el abrazo. Agradecía a Shaoran por haberla sacado del aprieto, y también agradecía el hecho de que sus hermanas fueran tan simpáticas. Rápidamente, como habían hecho con el castaño, las demás personas comenzaron a rodearla y a presentarse, diciéndole bromas, dándole calurosos abrazos, y sonriéndole para darle la bienvenida. Todo era tan diferente a como lo había imaginado. Había supuesto que –al ser una familia adinerada – todos pretenderían demasiado de ella, y sólo la mirarían para criticarla, pero todo eso era tan diferente que… no pudo evitar sentirse feliz al saber que su trabajo sería más sencillo de lo que se había imaginado.
Él miraba la escena con una pequeña sonrisa. ¿Qué pasaría si…? ¿Qué pasaría si eso… si todo eso fuera cierto? Ciertamente no se sentiría atrapado, ni con correa, como siempre insinuaban muchos de sus amigos. Incluso podría sentirse… completo.
Miró los rostros sonrientes de todos, y pudo percatarse de que ese sería el mejor Año Nuevo que pudiera pasar hasta ese entonces en su vida.
Sus ojos brillaron, cuando unos esmeraldas los encontraron, y supo en ese mismo instante que a pesar de todos los errores que pudo haber cometido en toda su vida, éste, no era uno de ellos.
-
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO
-
—Madre… –musitó Shaoran, mirando con una sonrisa a la mujer que se encontraba frente suyo. —Venga, dame un abrazo.
Sin decir una palabra más, sabiendo que su madre no se movería de su lugar, ni haría algún gesto de alegría al verlo, se acercó abrazándola a pesar de que a ella no le gustara que fuera así. A través de los años había aprendido a entender a su madre, y sabía que si bien, ella no demostraba sus sentimientos, los sentía como cualquiera por dentro. Cuando era niño, había pensado que su madre lo aborrecía, que no lo quería, y que era lo peor que había podido pasarle en la vida, pero tras una dulce plática pasada por chocolate con la señora Wen, pudo entender el por qué su madre le exigía a él más que a sus hermanas; y también comprendió que deseaba convertirse en el hombre que ella deseaba que fuera… claro, sin dejar de lado sus travesuras.
¡Pero nunca era su culpa! ¡Las circunstancias lo ameritaban!
Sakura examinó las expresiones de la mujer. Al ver a su hijo, al que no veía supuestamente hacía un año, no había movido un solo dedo, y se había quedado estática, mirándolo fijamente. Pero, a pesar de eso, pudo notar el fulgor de luz que se había prendido en sus ojos oscuros al mirarlo cuando entraron. Quizás no era una madre muy demostrativa de afecto, pero se veía que, realmente, se alegraba de que su niño, su hijo grande estuviera ahí… con ella.
Sintió que una corriente le recorrió la columna vertebral al notar que los ojos oscuros de la mujer se clavaban en ella. Volvió a sentir en nerviosismos que antes la había abandonado, y nuevamente, sus manos comenzaron a sudar frío.
¿Por qué esa mujer tenía que poseer una mirada tan penetrante como la de su hijo?
Cuando Shaoran se giró hacia ella, y llevó a su madre, el tiempo se detuvo, y creyó que su corazón también.
Recuerda no volver a meterte en asuntos familiares, se reprochó, simulando la mejor de sus sonrisas.
Lástima que no era muy buena para mentir…
… y lástima que Ieran Li era la mujer más perspicaz del mundo.
-
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO
-
Suspiró con alivio, mientras se quitaba la remera que ya tenía pegada al cuerpo. Había tardado demasiado tiempo saludando a todos y cada uno de sus sobrinos. Dios… era todo un jardín de niños, sí que sus hermanas no habían perdido en tiempo.
Sonrió, sintiendo compasión por sus pobres cuñados, mientras buscaba de entre su equipaje algo fresco que ponerse, ¡hacía un calor de infierno!
Shaoran pensó por un segundo todo lo que había sucedido. La expresión que su madre había dejado entrever, cuando le había presentado a Sakura, dejaba demasiado que desear. No sabía si era algo bueno o malo… tan sólo se había mostrado… enigmática. Como si con sus ojos negros dijera 'Sé algo que ustedes no', pero eso tampoco, porque jamás se mostraba tan expresiva en sus facciones.
Negando con su cabeza con una sonrisa, se dispuso a ir al baño para tomar una muy merecida ducha de agua caliente. Todos sus músculos se encontraban tensos por el viaje, y los nervios de la bienvenida.
Escuchó la puerta de su habitación abrirse a sus espaldas, y se giró, sólo para ver la exclamación ahogada de Sakura, y una expresión de horror en su rostro.
Levantó una ceja, sintiéndose por primera vez desconcertado por su actitud, pero cuando un sonrojo cubrió violentamente su pálido rostro se percató de lo que sucedía allí.
Sonrió con arrogancia, al verla en ese estado. No era que él se creyera demasiado, no se creía nada más allá de lo que era, pero el verla sonrojada por algo tan… común, le provocó un salto a su corazón.
¿A que Sakura Kinomoto nunca había visto la pechera descubierta de un hombre?
Dios, eso era tentadoramente imposible.
Sakura sintió como su corazón martillaba con fuerza. ¿¡Qué rayos había Shaoran semidesnudo en la habitación que a ella le habían asignado!?
Oh, Dios… necesitaba un respiro.
Quiso aparentar tranquilidad; quiso hacerse la indiferente, quiso… quiso…
¡Al diablo! ¡Nunca había visto unos pectorales tan perfectos!
Sus abdominales eran… una tableta de chocolate. ¿Cómo un hombre que se la pasaba en una oficina podría ser tan vigoroso?
Sus anchos y bronceados hombros…
Y sus bíceps… Dios…
Respira, respira, respira.
Trató de entrar a la habitación como quien dice aquí no ha pasado nada, pero sus malditas piernas la traicionaron a último momento, haciéndola tropezar. Cerró los ojos, esperando el impacto de su pobre nariz con el suelo, para luego esparcir toda la sangre de su cerebro, pero nada de eso sucedió; y en cambio, se encontró fuertemente sujetada por los –ante analizados – extraordinarios brazos de Shaoran que la miraba divertido.
Al ver su socarrona sonrisa, Sakura se aclaró la garganta, sintiéndose por milésima vez en ese día, una completa idiota, y se alejó de él lo más rápido que sus temblorosas manos le permitieron. El calor que desprendía su cuerpo era abrasador, sofocante, e increíblemente, agradable.
—¿Qué haces aquí? –supuestamente, la pregunta tendría que haber sido firme, pero el maldito temblor en su voz, logró delatarla de su creciente nerviosismo.
Shaoran la miró curioso, para que luego, una sonrisa sensual apareciera en sus labios.
—¿Cómo que, qué hago aquí? –inquirió, acercándose a ella cada vez más. —Esta es… –susurró en su oído, mientras la aprisionaba cada vez más contra la puerta. —… mi habitación… Sakura.
Ella puso sus manos en su pecho pero, como si el contacto la quemara, las retiró al instante, tratando de escapar del dominio en el que él la tenía. ¿¡Por qué se le acercaba tanto!?
Con la agilidad que la caracterizaba, y con toda la fuerza de voluntad con la que podría contar una mujer en esas circunstancias, se apartó de él, escapándose por uno de sus costados, y corriendo al otro lado de la habitación, al tiempo que él reía más que divertido por sus desesperadas acciones.
—¿Qué te propones, Shaoran Li? –preguntó, arrugando el entrecejo.
—¿Sabías que te ves encantadora cuando haces eso? –esquivó la pregunta, tratando de desconcertarla. Rió al ver el rubor que volvía a cubrir las mejillas de esa castaña, y como sus ojos relampagueaban con una furia creciente.
—¿Estás bebido? ¿O qué? –masculló Sakura, recriminándose a sí misma por no poder controlar sus emociones. Él la miraba con esos profundos ojos ámbar y provocaba en ella sensaciones que nunca antes había experimentado. ¡Dios, en cualquier instante se haría pipí encima! —¡Ya basta, Shaoran! No es gracioso.
—¿Quién dijo que lo era? –cuestionó él, encogiéndose de hombros. —Yo estaba diciendo la verdad, y no, no estoy con tragos de más.
Ella se mordió la lengua antes de gritarle una sarta de cosas para nada recomendables para una señorita, y desvió la mirada con una mueca muy infantil de enfado. Él rió por lo bajo, observando nuevas facetas de su ahora novia por una semana.
—¿Qué haces aquí? –volvió a preguntar ella con firmeza, tratando de mirarlo a la cara… y no más abajo. ¡Ahh, ahora notaba que tenía la bragueta de sus pantalones abierta!
—Ya te dije. –contestó. —Es mi habitación.
—¡No! –exclamó ella, sin poder controlar sus nervios. En realidad eso iba más para sí misma que para él, pero eso era algo que Shaoran no podía averiguar.
—No, pero sí. –se mofó. —Esta es mi habitación, Sakura. No creas que yo quería que me vieras, ahora no podré dormir en las noches, pensando en que acabas de violar mi privacidad. –ironizó, al borde de las carcajadas.
Ella hizo oídos sordos a lo último y lo miró, interrogante.
—Pero tus hermanas me trajeron aquí. Ya instalé mis cosas.
—Ajá.
—¿Cómo que 'ajá'? Shaoran, entonces dame otra habitación, seguramente tus hermanas no sabían…
—Sí sabían que esta era mi habitación. –interrumpió Shaoran. —Que yo sepa, no tienen tan mala memoria.
—¿Qué…? ¿Entonces…?
Shaoran asintió sonriente, al tiempo que Sakura se sonrojaba hasta las orejas. ¿Tanto le costaba entenderlo?
—¡No! ¡No puedo aceptar eso! –exclamó aterrada con la idea de compartir habitación con él. ¡Por favor! ¡Eso era una mansión, una enorme mansión, tendría que haber más habitaciones!
—No te preocupes por mí, Sakura. No me molesta tener que compartir el colchón. –dijo él como si nada.
Ella lo miró con la mandíbula desencajada. ¿Él estaba… de acuerdo con… con que… durmieran juntos? ¿¡Juntos!?
—Tienes que estar bromeando. –susurró ella, mientras caía de un sentón en la cama, y cubría con sus manos su rostro. Eso estaba mal. Muy mal.
El silencio se hizo por unos momentos, hasta que sintió que unos pasos se acercaban a ella. No pudo moverse. No hizo ninguna especie de sonido, sólo esperó.
Shaoran se hincó en frente suyo, tomando sus muñecas con delicadeza, y apartando sus pequeñas manos de su rostro. Sonrió ante ese acto tan infantil; siempre que Sakura se ponía muy nerviosa, se cubría el rostro con las manos. Recordó que la primera vez que la había visto hacerlo fue cuando en una importante junta de accionistas, derramó café hirviendo en la entrepierna de uno de sus mayores sponsors. Aquella vez, ella estaba enfadada porque no tenía por qué llevarles el café, pero como a él le encantaba molestarla lo había hecho. No lamentó en absoluto lo ocurrido, y muy por el contrario, se divirtió como nunca al ver a ese tipo saltando de un lugar a otro, tratando de quitarse los pantalones. Ese día se había puesto casi azul por aguantarse la risa, y más al ver el rostro asustado de Sakura, mientras se cubría con sus manos.
Sus ojos se toparon con los verdes de ella, y le acarició el flequillo en un acto de pura ternura. Él no era un hombre al que podrían caracterizar por romántico o tierno, pero esas cosas le salían instantáneas cuando se trataba de ella. Tantas veces había deseado acariciar sus cabellos cuando se había quedado hasta tarde revisando contratos comerciales, y había caído dormida por el cansancio. Ahora podría hacerlo. La tendría una semana sólo para él.
El corazón de Sakura comenzó a acelerarse por ese tacto tan suave, y abrió enormemente sus ojos, ¿en dónde habían metido al verdadero Shaoran Li? Y ahora que se acordaba… ¿por qué seguía sin camisa? Dios… ¿acaso no sabía que las mujeres también tenían hormonas activas, tanto así como las de un adolescente?
—Tranquila, Sakura. –musitó él, posando su frente sobre la de ella. —Ambos dormiremos en la misma habitación, ¿bien?
—P-Pero… pero…
—Se vería extraño que no estemos juntos. Recuerda que somos novios. –aclaró el castaño, posando su mano en una de las mejillas de la chica, quien temía quemarlo, porque sabía que su rostro estaba ardiente. —Pero el que durmamos en la misma habitación no quiere decir nada, ¿de acuerdo? No tienes por qué asustarte de nada.
Parecía como si le estuviera hablando a una niña, y no a la mujer de veintitrés años que ya era; sin embargo, internamente, le agradecía la paciencia con la que la estaba tratando desde que habían llegado. Sabía que no había podido hacer demasiado por él, y que mayormente, era Shaoran el que hablaba y actuaba frente a ellos, pero era que ella no podía.
—Entiendo. –murmuró, asintiendo con la cabeza, mientras disfrutaba de las pequeñas caricias que él le proporcionaba. —Está bien, dejaré de quejarme con una niña.
Él se apartó un poco, y le levantó la barbilla con un dedo. Ambos se miraron unos instantes a los ojos, sintiendo como sus corazones se aceleraban sin razones aparentes.
Shaoran se fue acercando poco a poco a ella, y a pesar de que Sakura sintió miedo a lo que podría llegar a suceder, cerró sus ojos entregándose a lo inevitable. Sin embargo, muy distinto a lo que ella suponía, él besó su frente, para luego apartarse y caminar hacia una de las puertas de esa misma habitación, dejándola con una graciosa expresión de confusión.
Se volteó, nuevamente hacia ella, antes de meterse al baño, y le brindó una sonrisa por demás sincera.
—No quiero que dejes de comportarte como eres, Sakura. –dijo antes de cerrar la puerta detrás de sí.
Sakura parpadeó más confundida que antes. Bien… primero pensó que él iba a besarla, y no, no la besó. Luego, se aleja y le dice que… ¿quiere que se comportara como niña?
De acuerdo, algo no encajaba ahí.
Pero de lo que sí en esos instantes, Sakura se había dado cuenta, era que… ¡él la había engañado!
¡Dios, se sentía tan avergonzada! Y…y… ¡frustrada!
Escuchó como el agua de la ducha comenzaba a caer, y las imágenes que asaltaron su mente la sofocaron. Imágenes con… con Shaoran… con Shaoran… desnudo, siendo bañado por esas cristalinas gotas de agua caliente. Demonios… esas imágenes fueron absolutamente devastadoras.
Se levantó de la cama, directo a la puerta de la habitación. ¡Tenía que salir de ahí! ¡Tenía que hacerlo! Jamás imágenes así habían atacado su mente… y jamás se había sentido tan… deseosa en su vida.
Oh, Dios… eso estaba mal.
Lo último que Shaoran escuchó fue la puerta cerrándose con un fuerte golpe, y por primera vez en el día, su rostro develó confusión, mientras sentía como el agua tibia de la lluvia, pasaba por cada sector de su poderoso cuerpo. Se había retenido de besarla porque sabía que ella tenía la guardia demasiado baja como para evitarlo, pero que tenía ganas… ¡Sólo Dios podía saber cuántas! En frente de su familia sentía tantas ganas de hacer esa maldad, en ese caso ella no podría negarse, pero no pudo hacerlo porque sabía que sería un beso de uno; y para él, un beso era de a dos.
Cerró los ojos, levantando la cabeza para que el agua diera directo a su rostro. Suspiró al sentir las gotas seguir todo el camino por su cuerpo, mientras pensaba en lo que haría.
Las cosas no serían fáciles, pero debería intentarlo.
Esta era una de las oportunidades más importantes que tendría…
… por no decir… la única.
-
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO
-
—Delicioso…
Xuan Wen escuchó esa profunda voz hecha en un susurro en su oído. Se volteó, encontrándose cara a cara con un apuesto hombre de desordenados y rebeldes cabellos castaños, con esos ojos de fuego que ella tanto recordaba. ¿Cómo olvidarlo si lo había criado desde que prácticamente había nacido? Lo abrazó por segunda vez en ese día, y él como siempre le rodeó la redondeada cintura con uno de sus fuertes brazos. Ese niño se había convertido en todo un hombre, y en uno muy apuesto. No esperaba menos de su niño.
—Lo estoy haciendo especialmente para ti, mi pequeño. –le dijo cariñosamente, acariciando una de sus mejillas, mientras él le sonreía como siempre recordaba. Le encantaba que estuviera ahí… le encantaría aún más que pasara más tiempo con ellos, pero las obligaciones eran obligaciones… sólo que ahora su niño tenía algo más.
—Quiero probar. –él se acercó a la fuente que Xuan antes estaba batiendo, dispuesto a meter uno de sus dedos como recordaba hacer, siempre que iba de polizón a la cocina. Ella sonrió, pegándole en la mano con el enorme cucharón que tenía en la mano. —¡Hey! ¿Por qué?... eso me dolió. –protestó.
—Deja de quejarte que fue sólo un golpecito. –bromeó la mujer. —Vamos que ya no eres un crío.
—Y yo que pensé que hasta hace un segundo era un pequeño… –musitó, fingiendo decepción. —Aunque creo que lo superaré.
—Ya, deja de hacerte el tonto. –rió Xuan.
Shaoran sonrió, y volvió a abrazarla por la cintura, mientras se encogía para apoyar su mentón en el hombro de la señora.
—Lo sé, pero te extrañé mucho. –dijo en el tono meloso que él sabía muy bien, le encantaba a su nana.
—Oh, Xiao, yo también. Me faltaba el hombrecito de la casa.
—A decir verdad, ahora tienes a muchos hombrecitos. ¡Tendremos que hacer que a las locas esas les impongan un control de natalidad!
Ambos rieron como cada año lo hacían. Siempre compartían muchas cosas juntos, y Shaoran jamás dejaría de lado a su segunda madre. Una fue la que lo tuvo nueve meses en su vientre, y la otra fue la que le enseñó todo lo que necesitaba para defenderse en el mundo, la que lo convirtió en el hombre que era ahora, la que lo escuchaba y la que siempre le brindó el cariño que muchas veces Ieran Li no podía otorgarle. Con eso no quería decir que le tuviera rencor, simplemente que cada una de sus dos madres eran diferentes, y a las dos las quería de distinta manera.
—No digas eso. –reprendió la señora con una sonrisa. —Tus hermanas saben lo que hacen, y en cuanto a los hombrecitos, no le digas a nadie, pero tú sabes que siempre serás mi favorito.
—¡Oh, gracias, que honor! –se mofó Shaoran, obteniendo un coscorrón en la cabeza. —Auch, no me ves por un tiempo, y me maltratas. Que buena bienvenida, eh.
—Deja de decir tonterías, niño.
Xuen rió, volteándose nuevamente a seguir con lo que estaba haciendo, mientras su mirada se perdía a través de la ventana que daba al jardín principal de la mansión. Allí estaban jugando los niños de las hermanas de Shaoran, junto a una recién llegada castaña. Una sonrisa comenzó a surcar el anciano rostro de la mujer, al tiempo que se giraba para ver al joven de ojos ámbar, sentado en la mesa de la cocina.
—Hasta hace unos segundos, tenía a una ayudante que había encontrado en uno de los pasillos, pero tus sobrinos me la arrebataron. –dijo con gracia.
Shaoran sonrió, imaginándose la situación. Sakura nunca se podía negar a nada que le pidieran, y mucho menos a una anciana aparentemente indefensa, y a unos endiablados niños con rostro de ángeles.
—Que pena, mi Xuan, porque Sakura es muy buena en la cocina.
Y no mentía. Él había probado la comida de la joven de ojos verdes. Aún lo recordaba, ese día había un diluvio infernal, y él se había ofrecido a llevarla hasta su casa; ella –atenta como siempre –, por temor a que le ocurriera algo por las calles mojadas, lo había invitado a pasar, y como la lluvia no paró en toda la noche, habían cenado, mirado películas, y finalmente, Sakura le dio la habitación de su padre para que pudiera pasar la noche. Casualmente ese día en su casa no había nadie, cosa que agradecía, porque ese había sido el primer contacto más allá de lo profesional que había mantenido con ella. En ese entonces, había desechado sus absurdas ideas de que la secretaria siempre era osada y tendría sexo con su jefe, dándose cuenta de que Sakura Kinomoto no era ese tipo de mujer sino, por el contrario, una mujer cálida y cariñosa.
Sonrió, percatándose de que sí una vez habían dormido bajo el mismo techo. Ésta no sería la primera.
—Es una linda chica. –comentó Xuan, despertándolo de los recuerdos, mientras se sentaba junto a él.
Shaoran sonrió, sin darse cuenta de que su nana lo miraba de una manera analizadora. Para que Xuan Wen dijera eso de una mujer que iba a tirarle el lazo, Sakura debía haberle caído realmente bien, y eso ya era extraño porque aún no habían pasado ahí ni un solo día.
—Lo sé. –musitó, perdiéndose en un punto de la habitación, sin mirar nada en particular.
—Es muy hermosa. –continuó Xuan, con una mirada inquisidora. —Y parece muy inocente y sincera.
—No sólo lo parece, nana, sino que lo es. –replicó Shaoran, elevando levemente su guardia. De acuerdo, Xuan se estaba comportando un poco extraño. No… no extraño, sino de una forma que él bien conocía.
Ella quería averiguar algo.
—Se nota. –musitó, pensativa. —Es una muchacha de familia, ¿verdad?
—Ajá.
—¿Y cómo se conocieron? –Shaoran levantó una ceja. ¿Acaso comenzaría a atacarlo con preguntas? Xuan vio la expresión desconfiada de ese hombre que había criado, y sonrió. —¿Qué? ¿No puedo preguntar?
—No es eso, nana. Es que a veces no sé a dónde quieres llegar con tanto interrogatorio.
—¿Tendría que llegar a alguna parte, mi niño? –devolvió, con aparente ignorancia.
Shaoran suspiró… esto no se le haría fácil. Xuan Wen no se la haría fácil.
—De acuerdo. –accedió, mirando a través de la ventana como Sakura jugaba con sus sobrinos. Apenas había llegado, y ya se estaba ganando a toda su familia. Sonrió, imaginándose de que si todo aquello fuera verdad, las cosas serían realmente fáciles. Volvió la mirada a su nana, que seguía mirándolo fijamente. —¿Qué quieres saber?
—¿A qué estás jugando, Xiao Lang?
La pregunta lo tomó por sorpresa, y parpadeó con desconcierto. De un momento a otro, al ver en los ojos chocolates de su interlocutora, la realidad le cayó encima como un balde de agua helada… ¿acaso ella…?
—No entiendo. ¿Qué…?
—¿Recuerdas que cuando tenías diecisiete trataste de engañarme con un examen que no habías aprobado? Claro que como tu letra era muy similar a la de tu profesor, casi ni se notaba.
Shaoran la miró suspicaz. No entendía a dónde quería llegar, pero el rumbo no le gustaba para nada.
—Sí, sí me acuerdo. ¿Qué hay con eso? –preguntó, apoyando sus antebrazos por encima de la mesa, para inclinarse.
—¿Y recuerdas lo que sucedió después? –volvió a preguntar Xuan.
—Cuando te mostré el examen, tú me miraste con tus lindos ojitos marrones, y me felicitaste. Una felicitación algo extraña, por cierto. –añadió. —Entonces comenzaste a hacerme preguntas, y finalmente me hiciste escupir la verdad como si yo fuera un niño de cinco años haciendo una travesura… ¡ah! Y ahora que recuerdo, siempre me hacías lo mismo con cada fechoría que yo hacía.
—Tienes buena memoria. Ese es mi chico. –sonrió ella, desordenando aún más sus sedosos cabellos chocolates.
—Pero, nana, ¿qué tiene que ver…?
—¿Aún no te das cuenta? ¿O seguirás haciéndote el tonto, Xiao? –inquirió la anciana, con una mirada fulgurante. —Ten cuidado, porque hacerte el tonto a veces se te da muy bien.
Shaoran le sonrió, dejando caer su cabeza pesadamente sobre la mesa de fino roble que se encontraba en esa enorme cocina. Ya se imaginaba algo así, su nana se había estado comportando extraño… y con decir extraño, se refería a aún más extraño.
—No llevamos ni un día aquí y ya te has dado cuenta. –no fue una pregunta, sino una afirmación. Levantó su cabeza, sonriéndole ampliamente como él sabía que podría conquistarla para convencerla. —¿Cómo haces para siempre saberlo todo?
—Años y años de práctica, mi querido.
—Uff, ni lo digas. –rió, cuando ella le golpeó el brazo.
—Mi niño, mi niño… –comenzó, negando con su cabeza. —Si al menos hubieras actuado bien.
El castaño levantó una ceja, interrogante. ¿Cómo que no había actuado bien? ¡Había dado lo mejor de sí! ¿Cómo se suponía que tendría que hacerlo si no era como ya lo había hecho?
—Actué bien. –refunfuñó.
Ella sonrió, mientras comenzaba a jugar con una de las grandes manos del muchacho. Siempre hacía lo mismo, desde que había sido un niño.
—Te equivocas. –refutó. —Si hay algo de lo que puedo estar segura, Xiao, es de que te conozco, y tú no actuarías tan… respetuoso con tu novia. –aclaró, provocando que él le lanzara una mirada excéntrica. —Es verdad, eres un joven con hormonas y, sobre todo, muy apasionado. Jamás te quedarías tan tranquilo, y menos cuando se nota que mueres por arrinconarla contra una pared y hacerle todas las cosas sucias y depravadas que de seguro te estás imaginando en este mismo momento.
Él parpadeó, pero al asimilar todas sus palabras, sintió como su rostro le quemaba. Tendría que comenzar a implementar la costumbre de Sakura cada vez que se ponía nerviosa, sin embargo, en un hombre eso quedaría ridículo. Demonios, Xuan nunca cambiaría, seguiría hablándole de esa misma manera a pesar de que ella fuera una mujer anciana que debería horrorizarse con sólo ver un leve roce de labios. Si algo le encantaba de su nana, era la mente tan abierta con la que siempre le había hablado cada uno de los temas que le conciernen a un adolescente en crecimiento. Para cualquiera hubiese parecido extraño aquello de que un muchacho fuera aconsejado por su nana, en vez de un hombre como podrían haberlo hecho sus entrenadores de karate o de espada; pero en su caso, ella era la mejor para explicar esas cosas sucias, como le llamaba. Si sabría las cosas que habría hecho la nana de joven…
¡Uff, patitas para qué las quiero!
Shaoran sonrió, tomando una de las manos de ella, para llevarla a su mejilla, y ponerle la mejor cara de cachorrito… que ella también le había enseñado.
—Eres una desvergonzada. –rió él, volviendo a sus colores. —Aunque tampoco creo que haya actuado tan mal, quizás mi falta de pasión podría haber adjudicado a que le tengo respeto a mi familia, ¿no?
—De acuerdo, tal vez no fuiste tú el que cometió el error. –dijo la mujer.
—¿Qué? –inquirió Shaoran. —¿Quieres decir que Sakura…?
—La verdad… –interrumpió. —Sospeché un poco apenas los vi, y cuando la encontré en el pasillo vi mi oportunidad de averiguar lo que te traías entre manos. –Él le brindó una mirada de falsa desaprobación, y ella continuó: —Mientras la retenía aquí, que por cierto se nota que es muy humilde, Ying Fa me comentó un poco de su familia, y yo comencé a preguntarle de su relación contigo.
—¿Y qué te dijo? –urgió el castaño, algo impaciente por saber qué era lo que su supuesta y ahora descubierta novia le había dicho a su nana brujita.
—Bueno, me di cuenta de que la niña es… –suspiró, con un brillo extraño en los ojos que Shaoran no pudo descifrar. —… ella es demasiado inocente, y muchas de mis indirectas no las captaba. –concedió, causando una sonrisa en él, quien sabía qué tan despistada podría a llegar a ser Sakura. —Y fue entonces que me di cuenta de las cosas. Según tú, llevan juntos casi un año… y que no haya pasado nada… nada de nada, ya me parecía extraño. Pero seguí perseverando, tratando de ver si ella sólo estaba fingiendo porque no quería que fisgoneara en su intimidad, y lo último que me dijo me acabó de comprobar mi teoría.
El joven de ojos ámbar la miró, insinuándole que siguiera con su relato; por un segundo, pudo ver la burla en sus ojos color chocolate.
—Está bien. –dijo, por fin, dispuesta a contarle cada detalle. —¿Recuerdas ese bonito lunar en forma de luna que tienes en una de las partes más bonitas de tu cuerpo?
Nuevamente, Shaoran sintió como la sangre se le agolpaba en el rostro. ¿Que si lo recordaba? ¿Cómo olvidarlo? Ese era un punto distintivo de su cuerpo… No cualquiera tenía un lunar con esas características en el trasero; y le sorprendía que Xuan aún lo recordara cuando sólo lo había visto cuando era un niño.
Un momento… eso quería decir…
—Dime por favor que no le preguntaste sobre el lunar. –rogó, sintiéndose tan abochornado como hacía mucho tiempo no se sentía.
—Eso fue lo que hice. –rió, viendo como él se pasaba una mano frenéticamente por el cabello. —No tan directamente, pero lo hice.
—¿Qué le dijiste?
—Sólo le pregunté si le gustaba tu lindo lunar. –respondió. —Y créeme, hizo su máximo esfuerzo por fingir, pero era obvio que no sabía a qué lunar me refería.
Shaoran sonrió, aún sintiéndose avergonzado. Dios… esa mujer era el demonio, ¿cómo no ser fatal de pequeño si la tenía a ella de ejemplo? Sí, esto era definitivo, esa era una familia de locos.
—Bien, creo que sí cometí unos cuantos errores, debí haberle comentado acerca de ese lunar. –admitió. —Pero no dirás nada, ¿cierto?
Xuan rió, ante aquello. ¿Cómo negarse a unos ojos de color miel tan bonitos? Sin embargo, lástima que a ella no podían convencerla tan fácil.
—Tendrás que hacer tu mayor esfuerzo para sobornarme, Xiao Lang.
Shaoran sonrió, dándole un sonoro beso en la mejilla. Sabía que ella no le tiraría el teatro abajo, pero no estaba en sus planes que su nana no le creyera. Aunque debía haberlo supuesto. Esa mujer era una bruja que leía mentes inocentes. Bueno, era una bruja en el buen sentido… y quizás las mentes no eran tan inocentes.
—De acuerdo, lo intentaré. –musió, levantándose de su asiento. —Ahora, si me permites, tengo que ir a ver a mi novia.
Xuan Wen lo miró fijamente. Había visto esa mirada perdida y llena de sentimiento con la que su niño miraba a esa muchacha. Quizás las cosas no estarían tan mal, Xiao Lang se merecía a una buena mujer, y esa chica parecía serlo. Sabía que no había hablado con ella más que unas pequeñas líneas, pero tenía una especie de habilidad con la que podía ver el interior de las personas a través de los ojos, y los ojos de Ying Fa eran tan transparentes como sinceros… y también encerraban ciertas cosas hacia su niño castaño.
—Si realmente quieres a Ying Fa, vas a tener que aprovechar el tiempo, Xiao. –dijo, antes de que él cruzara el umbral de la puerta. —Estoy segura de que no la trajiste de actriz solamente, y si de algo te sirve, tienes mi aprobación. Es una buena chica.
Al principio, él se mostró confundido por sus palabras, pero luego comprendió… sí, definitivamente, ella era una bruja. Asintió con un movimiento de cabeza, y fue al jardín para encontrarse con Sakura… ya era hora de que la pareja pasara tiempo a solas, ¿no? Tal vez su nana tenía razón, tendría que aprovechar el tiempo… y ¡tenía su aprobación! ¿Qué diablos le habría hecho o dicho Sakura para ganársela de esa forma? Supuestamente, toda mujer que se acercaba a Shaoran Li era odiada por Xuan Wen por no ser completamente merecedora de un hombre como él. La verdad, eso nunca le interesó, porque las típicas novias pasajeras que llevaba a su casa eran justamente eso… relaciones que terminaban en la nada por falta de interés de ambos lados. Pero ahora era diferente…
Ahora tendría que ser diferente.
Sonrió… bien, las cosas estaban tomando un rumbo que no se imaginaba…
O quizás, el rumbo que inconcientemente había estado esperando.
-
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO
-
—Fue un día bastante largo. –comentó Sakura, saliendo del baño con un pijama más grande que su talla, repleto de lunitas y estrellitas. —Estoy muerta.
Shaoran la miró con una mueca divertida. Con que Sakura se vino preparada para matar hormonas, ¿no? que pena, porque ese pijama, a pesar de no mostrar nada, lo incitaba a querer ver lo que había debajo.
Sonrió, volviéndose a la cama para acomodar los edredones.
—Sí, el vuelo fue agotador, y la bienvenida… mejor ni hablar. –rió, divertido.
—Tu familia es demasiado numerosa. –apuntó la joven, en frente de un espejo, mientras cepillaba su cabello. —No podíamos acabar de saludar.
Él se encogió de hombros, sin quitar su sonrisa.
—Eso díselo a mis hermanas.
—Que malo, Shaoran.
—Cuando quieras.
—Aunque creo que lo más agotador fue el recorrido por tu… casa. –dijo con una sonrisa en sus labios, ¿cómo no tenerla? Para todo el recorrido, había tenido unos excelentes guías que habían sido los sobrinos de Shaoran, y él mismo acompañándolos, mientras con sus tontos comentarios les arrebataba grandes carcajadas. Tío y sobrinos por separado ya eran unos diablos, pero juntos eran todo un infierno. No dejaban de mofarse de ella por sus preguntas obvias, pero ¿cómo iba a saber? Esa casa era un laberinto. Y no conforme con todo eso, Shaoran la había llevado a recorrer parte de la ciudad. ¿No tenían toda una semana por delante, acaso? ¿Por qué tanto apuro?
Sonrió y lo miró a través del espejo, ¿por qué tenía que rellenar taaan bien ese pijama de raso azul oscuro? ¿Por qué tenía que ser tan apuesto? ¿Por qué tenía que ser su jefe? ¿¡Por qué ella estaba pensando en tonterías!? Trató de despegar su mirada de él, y fijarla en su propio reflejo, pero no podía. Shaoran se veía tan… encantadoramente tierno, arreglando la cama sin dejar ni una sola arruga que… ¡Arrrghh! ¡Eso no tenía importancia!
—No sé por qué miras tanto si no piensas comprar, Sakura.
Ella parpadeó sin comprender por qué él le había dicho eso, pero al encontrarse con su mirada a través del espejo, la sangre subió impetuosamente a su rostro como tantas veces le había sucedido en esa tarde.
—Y-Yo… yo no… no estaba…
—Tranquila, tranquila. –rió Shaoran, ante su nerviosismo y su rostro sonrojado. —Por ahora es gratis, luego veremos…
Sakura lo escuchó con indignación, e infló sus mejillas sin darse cuenta de la niñería que estaba haciendo. Él volvió a reír más fuerte, al tiempo que esquivaba con gran facilidad los objetos que ella alcanzaba a tirarle. Bufó frustrada al ver que sus esfuerzos no daban resultados, y volvió a girarse para seguir cepillando su cabello, a pesar de ya haberlo hecho por los últimos cinco minutos.
—Idiota… –susurró, con el entrecejo fruncido.
El joven castaño seguía mirándola divertido. Ella era una niña, una niña crecidita que jugaba a ser adulta. Y eso le encantaba. Le encantaba su forma de ser; le encantaba su entusiasmo por cosas simples, y le encantaba su desinterés sobre el hecho de poder verse siempre atractiva. A lo largo de los años, se había acostumbrado a que las mujeres, estando con él, se fijaran excesivamente en su atuendo, y eso lo hastiaba. Pero Sakura era tan desgarbada en ese asunto que no hacía más que encantarle más y más.
Se acercó sigilosamente a ella por detrás, era increíble que aún reflejándose en el espejo ella no lo viera.
—Me gusta tu pijama. –susurró en su oído, sobresaltándola.
—¡No hagas eso! –exclamó, llevándose una mano al pecho. —No tienes derecho a invadir de esta manera el espacio personal.
—¿Espacio personal? –repitió, levantando una ceja. —¿Es que te pongo… nerviosa?
—¡Pues claro! –expresó sin pensar, arrepintiéndose al instante por haberle dado un motivo para que él pudiera burlarse de ella. —Quiero decir… no estoy muy acostumbrada a que me anden tan encima, ¿sabes? Hay gente que respeta a los demás.
—¿Yo no te respeto? –inquirió Shaoran, en tono divertido.
Ella lo miró por el rabillo del ojo para luego suspirar. No valía la pena…
—¿Por qué siempre eres tan cínico?
—Wow, ahora soy cínico.
—Aish, no vale la pena discutir contigo.
Él sonrió, ¿cuántas veces había sonreído en un solo día? Indudablemente, más veces de las que lo habría hecho en toda su vida. Se acercó un poco más a Sakura, invadiendo aún más su espacio personal, como ella le llamaba; y le quitó el cepillo de cabello. Ella estuvo a punto de protestar, pero cuando vio como Shaoran comenzaba a peinarla se quedó sin nada para decir. Su mente era un papel en blanco.
¿Desde cuándo Shaoran Li se había convertido en una especie de peluquero?
Demonios… hasta para hacer una actividad de una mujer se veía increíblemente apuesto y varonil. ¿Sería que ese hombre tenía masculinidad en cada parte de su cuerpo?
—Shaoran, ¿qué…?
—Te estabas peinando adelante, y atrás está todo enredado, Sakura. –respondió él con una sonrisita burlona. —No te preocupes, procuraré no estirarte demasiado el cabello. Aún no quiero que me asesinen.
Sakura no respondió, sólo esperó paciente a que él terminara de hacer lo que estaba haciendo. No le incomodaba ese contacto, pero tampoco podía estarse del todo quieta. Estaba nerviosa… muy nerviosa. El cuerpo de Shaoran irradiaba un calor demasiado agradable y tentador como para poder soportarlo. ¡Dios, era su jefe! ¡Su jefe! ¡Jefe! Siempre se había sentido atraída físicamente a él, ¿qué mujer en su sano juicio no lo estaría? Sin embargo, jamás dejó que sus hormonas tomaran el control de la situación… ¿por qué ahora sí? Quizás eran las circunstancias… estaban en la misma casa, en la misma habitación, fingiendo ser novios.
¡En la misma habitación…!
Los ojos se Sakura se pasearon nerviosos por toda la gran extensión del lugar… no, no, no. No había otra cama. ¿Cómo dormirían? No podría compartir la misma cama con él, ¿o sí…?
Lo escuchó reír, y con su inconciente expresión atormentada se volteó para mirarlo interrogante, mientras él dejaba a un lado el cepillo.
—¿Te está molestando algo, cariño?
Ella levantó una ceja, enfrentándolo con la mirada.
—¿Debería?
—Realmente no, pero siempre dejas volar a esa cabecita tuya. –dijo simplemente, colocando sus brazos detrás de su cabeza.
—¿Cómo lo…?
—Elemental, mi querida Sakura. –la interrumpió, sonriente. —Siempre que te pones a pensar en cosas… extrañas, tu rostro te delata. Y créeme, eres muy graciosa.
Ella suspiró cansada… no tenía más ganas de seguir con esa absurda pelea de niños. Si fuera por él, sus luchas verbales jamás culminarían.
—¿En dónde dormiré? –preguntó, cambiando de tema.
—En la cama, ¿en dónde más?
—¿Y tú? –cuestionó, nuevamente, ignorando su sarcasmo.
Shaoran suspiró, mirando alrededor de la habitación… un sofá. Bueno, no podría quejarse, después de todo, él la había metido en todo aquello.
—Allí. –señaló el mueble, mientras caminaba hacia él.
Sakura frunció el ceño ante su falta de improvisación, ¿en el sofá? ¿Iba a dormir en un duro sofá? No era que quisiera que durmiera con ella… pero ¿un colchón de más? ¿Algo?
Demonios… no era tan descorazonada.
—Pero Shaoran… creo que eso es…
—¿Quieres que duerma contigo, Sakura? –preguntó él con una sonrisita arrogante, aparentando desinterés.
Sí, ella podría ser descorazonada.
—Ni en tus sueños. –espetó, volteándose sin ningún remordimiento y metiéndose en la cama, debajo de las cobijas. A pesar de en las mañanas y tardes hacer un intenso calor en Hong Kong, las noches eran demasiado frías, como si estuvieran en la época invernal.
Shaoran negó con la cabeza, y luego de apagar las luces, se recostó en el duro sofá. Mierda, si amanecía con la columna vertebral al menos algo derecha estaría sumamente agradecido. Se movió inquieto por unos instantes. Trataba de escuchar a Sakura, pero ella no hacía ningún ruido.
No supo cuánto tiempo pasó en silencio, boca arriba, aún con los ojos abiertos, tratando de divisar alguna sombra de entre toda la oscuridad. ¿Hacía un momento no estaba que se moría de cansancio? ¿Por qué no podía dormir?
Volvió a moverse. Mierda, mierda, mierda… Morfeo, ¿en dónde diablos se había metido? ¿El hada de los dientes? No, bueno, esa era dudoso que lograra dormirlo, pero al menos que hiciera el intento.
—Estoy solito… –comenzó a murmurar con ritmo de una melodía. —No hay nadie aquí a mi lado.
Esperó a que Sakura le replicara algo… que al menos le dijera que se callara, o que llamara a la perrera municipal, pero nada. El más crudo silencio.
—Necesito que me apapachen. –trató nuevamente, con un tono de voz de cachorrito desvalido.
Sin resultados.
Silencio.
Silencio.
Shaoran sonrió torcidamente… esa sí que le funcionaría.
—Sakura… tengo… tengo frío. –y era mentira. Él no era de tener demasiado frío, estaba acostumbrado, pero…
—De acuerdo, Shaoran. -¡Bingo!, pensó mientras una sonrisa aparecía en sus labios. —Ven, pero cada uno en su parte… además, yo también tenía… algo de frío.
El castaño se levantó sin dudar del incómodo sofá, y como si de una carrera se tratase, se recostó en la cama al lado de una Sakura algo sorprendida y sonrojada. Agradecía la oscuridad para que él no pudiera notar lo avergonzada que se encontraba. Ella jamás había dormido con un hombre… Si su familia llegara a enterarse. Touya pondría el grito en la galaxia. Es que eran adultos… y los adultos no sólo duermen en una cama, aunque ellos… ellos eran una especie de amigos. Sí, eran una especie de amigos. Bueno, sencillamente podría decirse que su relación era extraña.
Shaoran aspiró el aroma a flores de su cabello, y pasó un brazo por su cintura para atraerla más a él. Sakura ahogó un grito, y él rió divertido… ¿acaso creía que la iba a violar, o algo por el estilo? ¡Ni que estuviera tan desesperado! Bueno… quizás un poco. Pero, por Dios… eso era inaudito.
—Tranquila. Dijiste que tenías frío.
—S-Sí… p-pero… p-pero…
Sakura apoyó una de sus manos en su pecho, su cabeza estaba prácticamente apoyada en el fornido hombro del castaño, sintiendo sus rápidos y fuertes latidos… él, él estaba cálido… tan cálido, suave y al mismo tiempo firme que provocó que su cuerpo reaccionara. Su respiración comenzó a agitarse, mientras el latido de su corazón aumentaba, y la sangre se agolpaba en su rostro, como era la costumbre. Casi no había espacio entre ellos… y no sabía por qué, pero la temperatura había aumentado. Si antes tenía frío, ahora estaba sofocada de calor.
Él sonrió, intensificando el agarre de su brazo, notando así, la estrecha y curvilínea cintura de su asistente –ahora novia –, mientras cerraba sus ojos, conciente de los latidos de su desbocado corazón.
—Buenas noches, Sakura. –musitó, para luego de unos instantes quedarse profundamente dormido como antes no podía hacerlo; dejando a una chica que sí no podría conciliar el sueño en toda la noche.
¿Por qué diablos su perfume tenía que ser tan atrevidamente rebelde y seductor?
Demonios… noche de vigilia.
-
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO
-
—¡Maravilloso!
Shaoran miró atentamente el rostro sonriente de la castaña, quien iba de un lado a otro en su humilde cochera. La vio detenerse en uno de sus autos favoritos, y se acercó a ella con paso lento, y sus manos en los bolsillos, dando un aspecto casual y desinteresado.
—Es un Mercedes-Benz CLS. –informó, mientras ella detenía su mirada del automóvil, analizándolo completamente. —Es uno de mis favoritos.
—Supongo que debe costar una fortuna. Es un deportivo.
—Bueno, podría decirse que sí, pero me encanta coleccionarlos.
Sakura volteó hacia él… sí que era extraño.
—¿Para qué?
—Simplemente me gustan. –respondió, encogiéndose de hombros.
—Eso es extraño, más que nada porque no los tienes en Japón que es donde pasas todo el año, ¿no?
Shaoran sonrió ante su observación… cierto, ella tenía mucha razón. Pero también había otras causas para que hiciera eso.
—Allá tengo otra colección, así que no importa dónde la tenga. –sonrió, mostrando sus blancos y perfectos dientes.
A veces Sakura se preguntaba cómo sería sentirlos sobre su cuello… o en otras partes.
¡Claro que no para ella! pero siempre –con hombres realmente apuestos – se preguntó lo que se sentiría al encontrarse en determinadas circunstancias. Por eso pensaba lo mismo de él… Shaoran era un hombre como todos los demás para ella… ¿cierto?
Ella fijó sus ojos en él, más allá de sus estúpidos pensamientos. Basta, se dijo internamente. Si seguía de esa forma, iba a perder la razón. Demonios… estaba desvariando demasiado.
—Eres extraño. –se limitó a decir. —Y estás loco.
Por ti, quiso decir Shaoran en tono de broma, pero no tentó demasiado a su suerte. Ni por ella, ni por él. No estaba demasiado seguro de que esas, para algunos, insignificantes palabras pudieran salir con algún tono de broma; y temía que quizás luego de que abandonaran sus labios, no pudiera dar vuelta atrás.
—Es una colección, Sakura. Nada más que eso; una simple colección como muchas otras diferentes.
—Mm… permíteme discrepar contigo, Shaoran. –dijo, suavemente, recorriendo el enorme lugar lleno de modelos nuevos, viejos e, incluso, futuristas de automóviles. —Dudo mucho que esto sea una colección simple… aquí debe haber como unos… no sabría darte un valor exacto, pero demasiado dinero como para que alguien se lo pudiera imaginar.
Y tenía razón. Había muchísimo dinero invertido en esas cosas que eran sólo tonterías de un hombre millonario, sin embargo, más allá de poseer lo necesario para obtener esos bienes, él no lo hacía por exhibirlos, ni mucho menos; sino que lo hacía porque realmente disfrutaba de la pasión por la velocidad, por los modelos y todo lo que tuviera que ver con las compañías automotrices. Y como todo buen coleccionista, tendría que tener lo mejor costase lo que costase, con el agregado de que podía costearlo.
—Como sea. –replicó, restándole importancia. —De todos modos, creo que eso no es lo importante.
Sakura roló sus ojos. ¿Que no era importante…? Bah… no importaba seguir refutando sus palabras si nunca le haría caso. Esa colección era lo más grande que había visto en su vida; desde cantidad, calidad y precio. Ese hombre tenía más en su cochera de lo que podría tener el país en su conjunto, pero para él eso no era importante.
—De acuerdo. –respondió con voz monótona.
Bien… habría que darle la razón, después de todo, había sido ella la que le había pedido que le mostrara lo que había en esa enorme cochera cuando había visto a una de sus hermanas sacar un hermosísimo deportivo azul de ese lugar para sacar a pasear a los niños. Tenía que ver lo que había allí, y su espíritu curioso no la ayudaba para tratar de ser un poco más discreta. ¿Qué? Supuestamente era su novia, y como tal –aunque fuera mentira – gozaba de ciertos derechos.
—¿Quieres que te muestre mi más valiosa posesión? –preguntó Shaoran con una sonrisa que logró aflojarle la ropa interior. ¡Maldito sea! Deberían arrestarlo por ser tan terriblemente seductor… ¡todo el tiempo! Si fuera hombre, diría que se le caerían los pantalones, pero su falda estuvo a punto de seguir ese destino.
Y con lo poco que a ella le gustaba el destino…
Apartó sus ojos verdes de los avellanas de él que brillaban con intensidad, y carraspeó la lengua, tratando de recuperar su compostura. Últimamente, todo lo que hacía llevaba un tratando por delante… porque ya no estaba tan segura de nada. O, por lo menos, no con él.
—¿Cuál es esa dichosa posesión? –cuestionó, finalmente dignándose a mirarlo con una ceja alzada. —Supongo que si es la mejor… tiene que ser realmente sorprendente.
Lo vio sonreír con una mueca que le dio miedo… malicia y sensualidad. ¿Por qué esa combinación tan dinámica sonaba taaan bien?
—No te das una idea, Sakura. –musitó con voz ronca. —No te das una idea.
Y era que en verdad ella no se daba una idea…
Continuará…
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Notas de autora:
¡Hola! xD no me pude resistir e hice algo parecido a lo que será un One-Shot. Sé que el tema puede sornar muy repetido y típico y todo eso, pero sentía unas ganas descomunales de hacer algo de este estilo. Simple y no tan largo… como una especie de relax para con lo demás. Al principio había surgido como un proyecto corto, tampoco tan largo, pero a medida que fui escribiendo se fue alargando, y me vi forzada a cortar los capítulos, así que bueno… ¡espero que les guste! Es sólo un relax, a veces hace bien escribir o leer algo así n.n.
Como ven, fui demasiado imaginativa con el título jaja xD en realidad, esto había surgido luego de escuchar esa misma canción de Shrek, pero luego de comenzar a escribir, no le vi demasiada cabida en la historia, es más, creo que quedaba algo grotesca, pero bueno, pensé que al menos podía respetar el título de lo que la inspiró.
En fin, n.n creo que no hay demasiado que decir ni que explicar, sólo que no sé cuántos capítulos tendrá, pero deduzco que no demasiados, por no decir que termina en el próximo, pero aún no lo sé jeje. Así que por ahora, espero que les guste. ¡Ay! Sin mencionar que estoy tentada a escribir tantas historias cortas que tendrían potencial para historias largas que no sé xD… En fin…
¡Dejen sus comentarios!
¡Besos a todos!
¡Nos vemos! :D
