Hey, yep, no es Coffee Shop. :v

Bueno, básicamente esta historia trata de sexo y alcohol. Y como se que a todo el mundo le gusta el sexo, pues...

Disclaimer: Cazadores de sombras y sus personajes no me pertenecen, todo es obra de Cassandra Clare. Esta obra es ficticia cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Advertencias: Lemon.

Basada ligeramente en la canción Runaway Baby - Bruno Mars


Era simple

.

–Esto es una mierda.

Un par de cabezas voltearon a verle en cuanto soltó esa frase, y enseguida le dieron la razón, aunque en realidad no pronunciaron ninguna palabra.

La fila avanzaba tan lento que incluso una babosa parecería un auto de carreras. Él empezaba a desesperarse, estaba a punto de mandar a la basura sus planes e irse a su casa y leer algún libro; pero el hecho era que su alternativa sonaba demasiado patética hasta en sus pensamientos. Por eso seguía ahí, esperando que la dichosa fila avanzara.

Soltó un bufido y en ese mismo instante su celular comenzó a vibrar dentro de la bolsa de su pantalón, como si el mundo tratara de hacerlo olvidar su enojo.

Su mano se introdujo en el bolsillo delantero de su pantalón y extrajo su celular, todo eso en menos de cinco segundos dado a que estaba demasiado ansioso. Pero aún con todos esos movimientos apresurados no pudo contestar la llamada, la pantalla mostraba una hermosa llamada perdida de su hermana, y él no podía llamarle de vuelta.

Gruñó más alto de lo deseado y las personas delante de él que lo habían mirado hace un rato soltaron una risa ante su descontento. Era obvio que el chico nunca había tenido que esperar para entrar a un club nocturno, también era casi obvio que sería su primera noche en uno. Los chicos estaban a punto de dirigirle unas palabras de apoyo pero sus palabras se quedaron atoradas en su garganta.

Una chica alta, de cabello largo, tacones de aguja y vestido excesivamente corto, se paró frente a ellos, les dio una mirada a los tres y se acercó al chico que estaba a punto de empezar a maldecir al mundo entero. Sus delgados brazos rodearon el cuello del chico con demasiada fuerza. Los chicos no dejaron de mirarla ni un segundo, en especial la forma en que su vestido parecía subirse ligeramente por sus muslos.

–Querido gruñón –dijo la chica a modo de saludo.

Él bufó y miró a los chicos queriendo matarlos por mirar de esa forma a su hermana.

– ¿En serio saliste así?

La chica se despegó de él, su boca se torció en una mueca fingida de tristeza.

–No soy una niña, Alec.

Él volvió a bufar. Tomó a su hermana de la cintura y la jaló para que quedara detrás de él y los chicos no la siguieran desnudando con la mirada. Ella soltó una queda risa al darse cuenta de la intención de sus actos.

–Alec –le llamó sonriendo de lado–. Te advierto que cuando estemos dentro no podrás hacer esto.

–Pero por lo mientras puedo tachar a dos idiotas de tu lista de pretendientes –gruñó en respuesta.

Su hermana volvió a reír, le tomó por la muñeca y lo jaló con fuerza para sacarlo de la fila. Los chicos que la habían estado mirando gruñeron en desacuerdo por su huída. Ambos hermanos caminaron hasta la entrada, ella saludo al guardia y enseguida los dejaron pasar, él simplemente bufó de nueva cuenta.

En cuanto cruzaron la puerta de entrada la música comenzó a opacarlos. Su cuerpo entero se sentía tembloroso por el volumen excesivo de la música, y eso que la canción en ese momento era lenta. Ella no soltó la muñeca de su hermano en ningún momento, serpenteó entre los cuerpos que se movían de un lado para otro, sentía a su hermano chocar con diferentes personas pero aún así no disminuyó el ritmo de su andar. Tardaron casi la mitad de la canción en llegar a su destino.

Él tomó un respiro y entrecerró los ojos en cuanto llegaron al lugar indicado. Las luces del lugar jugaban al ritmo de la música y era ligeramente desconcertante dado que hace solo un minuto él había estado bajo la luz de un faro.

En ese instante se encontraban frente a una mesa. Había dos personas ocupando los sillones que rodeaban la mesa, un rubio y un pelirrojo. Su hermana se sentó junto al pelirrojo, demasiado cerca el uno del otro y él entendió enseguida que ese chico era la nueva conquista de su hermana. Tomó asiento al lado del chico rubio, el cual lo saludó con un codazo en las costillas. Por un momento la música paró y él aprovechó ese preciado momento para soltar un suspiro y saludar como se debía a su amigo.

–Así que decidiste venir –dijo el rubio.

Ese era un pésimo saludo pero lo aceptó. Asintió con la cabeza antes de añadir.

–Tengo que cuidar de Izzy.

El rubio dejó salir una risa.

– ¿Cuidar de Isabelle? ¿En un antro repleto de hombres? ¿Mientras ella usa un vestido del tamaño de una servilleta?

Él bufó y le soltó un golpe en el brazo.

–Cállate, Jace –gruñó en desacuerdo–. Cuando tengas una hermana lo comprenderás.

–Mis padres si usan condón cuando tienen sexo –respondió el rubio soltando una risa.

Mientras uno seguía riendo el otro rodó los ojos y soltó un nuevo bufido. En algún momento la música había vuelto a sonar, esta vez era el turno de una canción electrónica. Su amigo rubio se bebió el contenido de un vaso que había en la mesa y se levantó del sillón, le dio una patada juguetona a él y se dirigió al centro de la pista de baile. Su hermana y su novio estaban hablándose al oído y riendo uno con el otro, un minuto después se levantaron y fueron a bailar.

Y él se quedó solo en la mesa, observó por un momento a las personas que estaban bailando y pensó en ir a buscar a su hermana o a Jace para no parecer un fracasado, pero sabía que solamente los estaría interrumpiendo. Se levantó de su asiento y se dirigió a la barra del lugar, miró por un segundo las botellas que había por el lugar y se preguntó que tendría que pedir para no seguir luciendo como un fracasado, empezó a morderse el interior de su mejilla izquierda cuando uno de los chicos detrás de la barra se acercó a él.

– ¿Qué quieres?

Alec pensó que el sujeto debía de tener unas cuerdas vocales excesivamente buenas para poder dejar que su voz se escuchara por sobre la música.

Se pensó por un momento su respuesta y respondió lo primero que se le vino a la cabeza.

–Lo más fuerte.

De alguna forma el chico pudo entenderle aún con la música opacando su voz. Recibió una sonrisa y un guiño, unos segundos después le estaban preparando una bebida que seguramente mataría todos sus órganos desde el primer sorbo.

No es que él fuera un experto en bebidas o algo por el estilo, nunca se había sobrepasado con el alcohol y no quería hacerlo, pero quedarse parado mientras el chico lo observaba hubiera sido patético, así que dijo lo primero que se le vino a la mente, era una frase que su amigo había usado hace tiempo. Estaban solos en casa porque sus padres habían ido a una reunión de trabajo y regresarían hasta el día siguiente, su hermano pequeño estaba jugando en su cuarto con su consola, su hermana había invitado a su novio de hace una semana y estaban en la sala, él estaba en su cuarto hablando con Jace, ni siquiera recordaba de que hablaban.

Fue una hora después, cuando ambos tuvieron ganas de comer algo, que fueron a la cocina; tuvieron que pasar por la sala para poder llegar al lugar deseado y molestaron a la pareja feliz. El novio de su hermana estaba sacando una botella de licor de su mochila y se quedó congelado al ver a ambos chicos entrar a la sala. Alec estaba a punto de preguntar por qué había metido una botella de alcohol a su mochila cuando iba a ver a su hermana, pero Jace tomó la delantera, fue por un par de vasos a la cocina y regresó para aventárselos al chico.

–Sírveme lo más fuerte.

Esas fueron sus palabras exactas y soltó una risa burlona. Alexander decidió no participar en eso y fue a buscar algo para comer; salió de la cocina y fue directo al cuarto de su hermano para jugar un rato con él mientras los demás se emborrachaban. Media hora después solo se escuchaban las risas provenientes de la sala y él aprendió que pedir lo más fuerte no era bueno.

Y en ese momento querida golpear su cabeza contra la pared. El chico acababa de dejar la bebida sobre la barra y le sonreía de lado. Él estaba a punto de sacar su cartera pero el chico lo paró.

–Lo paga la casa –anunció guiñándole un ojo–. Ojalá te diviertas.

Y eso sonó tan raro que él prefirió no preguntar. Tomó el vaso con la bebida, la cual era de color azul, y se dirigió de nuevo a su mesa. Antes de llegar le dio un trago a la bebida, se arrepintió al instante, tuvo ganas de escupirla en cuanto la sintió en su lengua, la tragó con dificultad. Sus ojos se cerraron y tuvo ganas de comenzar a toser. Miró el vaso con el ceño fruncido y, aunque sabía que era una tontería, volvió a darle un trago, solo que esta vez mucho más largo.

Sintió un ligero sabor dulce a moras y el alcohol volver a quemar su garganta. Soltó un bufido y volvió a retomar su andar hacia la mesa, dándole pequeños tragos a la bebida mientras esquivaba a las personas. Cuando llegó a la mesa su hermana y su amigo ya estaban ahí, el novio de su hermana no estaba. Se sentó junto a su hermana y dejó su vaso sobre la mesa. Su amigo rubio miró el vaso y sonrió de oreja a oreja.

– ¿Y tu novio?

Su hermana se encogió de hombros. Jace fue el que se animó a responder.

–Comenzó a pelearse con un tipo que veía de más a Izzy y lo sacaron.

Él tenía ganas de sonreír por eso, así que tomó su vaso y lo acercó a su boca, de esa forma pudo ocultar satisfactoriamente su sonrisa. Su hermana se estaba acomodando el cabello y Jace estaba a punto de estirarse y arrebatarle el vaso con la bebida azul pero su hermana lanzó un pequeño grito y golpeó la mesa con fuerza.

– ¡Aún no te damos el tutorial!

Jace dejó la mano estirada, Alec alejó el vaso y le dio un trago, Isabelle volvió a acomodarse el cabello y se giró para quedar frente a frente con su hermano. Su amigo se recargó en el sillón y sonrió de oreja a oreja.

–Las reglas son realmente fáciles…

– ¿Ahora son reglas? –interrumpió Jace.

–Cállate –amenazó Izzy.

–No me intimidas.

Ella entrecerró los ojos. La mesa se movió por un segundo y su amigo soltó un gemido de dolor mientras alzaba la rodilla.

–Como decía –dijo Izzy retomando sus últimas palabras–. Las reglas son fáciles. Primero, no tomes más de lo que puedes soportar; no queremos tener que llevarte al baño a vomitar o que termines dormido en el suelo.

Él miró el vaso en su mano y supo que, básicamente, ya había roto la primera regla. Pero no dijo nada, su hermana usaba tacones de aguja y no quería recibir una patada mientras usara esos zapatos.

–Segundo, no te metas en peleas. Si un chico quiere pelear contigo solo ignóralo y ve a otro lugar, la mayoría solo son un par de idiotas.

–Pero si no te dejan siempre puedes noquearlos de un solo golpe –interrumpió Jace, guiñándole un ojo en el proceso.

Alec rodó los ojos y asintió con la cabeza.

La boca de su hermana estaba formando una línea chueca, su ceño estaba fruncido y sus ojos miraban detrás de él.

–Y la más importante –los ojos de Izzy se centraron en los suyos–. No mires, convivas o te acerques a Magnus Bane.

Fue el turno de su ceño para fruncirse.

– ¿Por qué?

–Es un rompecorazones –explicó Jace. Su boca se fruncía ligeramente.

– ¿Más que tú? –preguntó Alec tratando de bromear.

–Más que cualquiera aquí.

–Le gusta jugar con cualquier persona, así que aléjate de él.

–No entiendo, ni siquiera le conozco…

Su hermana le calló poniéndole un dedo sobre sus labios. Le sonrió tiernamente y comenzó a preguntarle a su rubio amigo si ya había tenido alguna conquista exitosa esa noche. Él bufó y le dio un trago a su bebida, el ardor en su garganta logró calmar las inquietudes que las reglas de su hermana habían provocado en él.

La música comenzó a sonar más fuerte, si es que eso era posible. Alec pensó que sería afortunado de salir del lugar con los tímpanos completamente sanos. Su hermana se levantó de su lugar y jaló a su amigo para que se levantara. Él se terminó su bebida de un solo trago, la mitad del vaso sin respirar siquiera. Su garganta lo resintió casi al instante, pero, si ya había roto la primera regla, qué más daba romperla un poco más.

Su hermana llegó a su lugar, su mano derecha sujetaba la muñeca izquierda de Jace, su mano libre se encargó de apresar su muñeca y lo jaló. Los tres se dirigieron al lugar donde todas las personas se movían excesivamente pegadas, empezaron a empujar a las personas que les cerraban el paso sin querer y de algún modo llegaron al centro de todo. Donde todo el caos se desataba. Su hermana tomó sus manos y lo obligó a moverse al ritmo de la música, aunque él sabía perfectamente que parecía un animal herido en vez de un bailarín.

Jace estaba bailando con una chica morena que había salido de algún lugar y que se había apropiado del chico rubio en un par de segundos. Y él se permitió sonreír y dejar que su hermana lo guiara, empezó a pensar que nadie lo observaría entre toda la gente que se movía realmente bien a su lado. Movió su cuerpo al mismo ritmo que el de su hermana. Y se dejó llevar por la canción del momento hasta que ésta terminó. Su hermana lo rodeó y empezó a bailar con un chico que estaba detrás de él, y lo aceptó, pero un par de brazos lo jalaron hacia atrás y cuando se giró encontró el rostro sonriente de su amigo.

Se dejó jalar y guiar por lo menos un minuto, un minuto que le pareció eterno. La música comenzó a crear un eco, incluso creía que podría ver las ligeras ondas que se formaban. Y no sabía por qué demonios le estaba pasando eso, en lugar de pensarlo cerró los ojos y siguió bailando con Jace, aunque él ya se había ido y se encontraba bailando solo, sin nadie que lo guiara. Nadie más que el alcohol que empezaba a hacer estragos en su cuerpo. Realmente pedir lo más fuerte no había sido una buena idea, y era seguro que Isabelle y Jace se lo iban a recordar.

Sintió a una persona pegarse a él y le dio igual, bien podría ser su amigo o su hermana, que habían vuelto para no hacerlo pasar la vergüenza solo. Siguió bailando dejando que su cuerpo se moviera de forma excesivamente tonta, abrió los ojos y siguió sintiendo que podía ver las ondas de la música. Las manos de la persona detrás de él se posaron sobre sus caderas, soltó una risa y se volteó para encarar a su nuevo instructor, pero la persona que lo sujetaba era un completo extraño.

Su ceño se frunció y al instante intentó alejarse del extraño pero éste sujeto sus manos y lo jaló con suficiente fuerza como para pegarlo a su cuerpo. El extraño comenzó a moverse al ritmo de la canción pero restregando su cuerpo todo lo que le era humanamente posible. Él soltó un quejido de disconformidad y trató de alejarse de nuevo, esta vez con más fuerza de la necesaria. El chico lo miró con disgusto y volvió a acercarse.

– ¡Deja de fingir! –gritó en su oído.

Alec soltó una maldición y empujó al extraño, dio media vuelta dispuesto a regresar a la mesa y alejarse para siempre de la pista de baile. Pero sintió el tirón en su ropa e inevitablemente trastabillo hacia atrás, su atacante había logrado tomarlo por el cabello y lo sujetaba con tanta fuerza que parecía que le arrancaría un buen mechón.

Y aún con alcohol en la sangre, con la vista nublada, y las ligeras alucinaciones, pudo ver el momento exacto en que el chico intentó besarlo. Recordó las palabras de su amigo y terminó estampando su puño en la mejilla del extraño, el cual retrocedió y soltó el cabello de Alec.

Cuando alzó la vista, mientras se cubría la boca con una mano, Alexander pudo notar que iba a recibir un golpe probablemente, y no estaba en condiciones para esquivarlo exitosamente, las personas a su alrededor seguían bailando sin darse cuenta que podrían salir lastimadas también. El chico dio un paso hacia él y algo rodeó sus hombros.

Posiblemente el tipo tuviera amigos que lo ayudarían. Perfecto.

–Aquí estas, cariño.

Él elevó la cabeza y miró a la persona a su lado. Un chico con un par de centímetros más que él, con el cabello revuelto, sombras de colores en los ojos, varios aretes que recorrían el largo de su oreja derecha, una camisa ligera de colores y varios anillos en sus dedos. En especial en la mano que apretaba su hombro. El nuevo extraño miró al chico que intentaba atacarlo, una de sus cejas se elevó de tal forma que parecía poder intimidar a cualquiera con ese acto, lo cual era absurdo.

– ¿Tienes algún problema?

– ¿En serio? –el chico torció la boca. Una gota de sangre resbalaba por su mentón.

La mano de chico permaneció en su hombro pero aún así dio un paso hacia adelante, elevó su mano libre y tomó la camiseta del sujeto.

–Lárgate –dijo poniendo énfasis en cada letra, como si estuviera deletreándolo.

El chico se soltó del agarre y se fue, empujando a todas las personas que se interponían en su camino.

Alec soltó un pequeño suspiro. El chico a su lado soltó una risa y la vibración que emanaba de su garganta recorrió su pecho por lo que él también terminó sintiéndolo.

–Ven, puede volver con sus amigos.

Y se dejó llevar, solo porque en parte tenía razón. El tipo podía volver con sus amigos y él seguía estando ligeramente ebrio. El extraño sujetó su mano y lo ayudó a serpentear entre las personas para poder llegar al otro lado, lejos de su mesa. Llegaron a la segunda barra que había en el lugar y se acercaron a un par de bancos libres que estaban juntos a una chica que se estaba comiendo la boca de un chico. No pudo rechazar la oferta de un asiento, su cabeza le estaba dando vueltas.

Casi al instante en que se sentaron, un chico se acercó para dejar un par de bebidas en la barra, pero Alec ya no quería saber nada que tuviera alcohol entre sus ingredientes. El sujeto se inclinó sobre la barra y le sonrió de oreja a oreja a Alec. Era obvio que era una sonrisa falsa, más que por cortesía era para fingir que todo el mundo le agradaba.

– ¿Dónde lo encontraste?

–Un tipo quería golpearlo.

El rostro del barman se tornó en una expresión de tristeza.

–Pobre, chico.

El extraño que lo rescató comenzó a reír mientras le daba un trago a la bebida, Alec se dio cuenta en ese momento que la bebida era color morado.

–Ragnor, vuelve al trabajo.

El barman miró a su amigo frunciendo el ceño.

– ¿Te crees mi jefe? –preguntó a la vez que le lanzaba el trapo que había estado escondido en una bolsa de su pantalón.

Su amigo se alejó para atender a otras dos personas. Alexander estaba a punto de levantarse e ir a buscar a su hermana o su amigo, cualquiera que encontrara primero, pero el tipo le acercó la bebida que estaba frente a él, y sin siquiera pensarlo la tomó y le dio un pequeño trago, sabía que igual que la anterior, a moras, pero está tenía menos alcohol.

Casi podía escuchar a su garganta agradecerle por el cambio de bebida.

– ¿Cómo terminaste con un tipo como ese?

– ¿Eh?

El chico sonrió, y Alexander pensó que era una sonrisa excepcional. Porque cuando el chico sonreía sus pómulos se remarcaban, un par de ligeros hoyuelos se formaban en sus mejillas, sus labios se hacían delgados y definidos y su sonrisa contrastaba a la perfección con sus ojos y su nariz.

– ¿Cómo terminaste con las manos de un idiota sobre tu cuerpo?

Y se sonrojó, aunque bien podría estar sonrojado desde hace tiempo por el alcohol y el baile.

–Yo estaba bailando con mi hermana y luego llegó él.

El ceño del chico se frunció.

– ¿Y tu hermana?

–No sé –contestó Alec elevando sus hombros.

–Pobrecillo –dijo la chica que se había estado besando con un chico cuando ellos llegaron–. ¿Quieres que te ayudemos a buscarla?

–Seguramente la encontraré –respondió Alec.

La chica le sonrío y le acarició el cabello con ternura, como si se tratara de su hermano. El chico que lo salvó alejó la mano de la chica de su cabeza.

–Ella es Catarina –le informó a Alec–. Le agrada besar a los hombres, salvar vidas, hacer trampa en cualquier juego o apuesta, y, como puedes observar, está visiblemente ebria.

La chica bufó y tomó el vaso que estaba frente a ella, pero éste se encontraba vacío.

–Tú, amigo mío, tienes una suerte terrible para los juegos de cartas, no me culpes por ganar siempre.

Alexander le estaba dando un trago a su bebida y casi se atraganta cuando trató de reír por los comentarios de ambos amigos.

–Linda sonrisa –elogió Catarina. La mano de ella se extendió y se la ofreció a él–. Catarina, un placer conocerte.

–Alexander –respondió tratando de sonar amigable mientras sostenía la mano delicada de la chica.

El barman que era amigo de la chica y el chico volvió y les dejó una nueva ronda de bebidas, casi enseguida se fue para atender a otras personas, o tal vez no quería estar presente para participar en la conversación. Catarina y el chico estaban discutiendo, mientras Alec paseaba la vista de uno a otro mientras se acababa su bebida y soltaba pequeñas risas.

Y en todo ese tiempo no se le ocurrió voltear a ver si su hermana estaba cerca o si Jace lo buscaba. Disfrutó de la charla lo suficiente y siguió tomando más de lo necesario. Más de lo que podía soportar.

A cada segundo estaba rompiendo la primera regla que su hermana había impuesto.

Fue en el tercer vaso de bebida morada que se dio cuenta que estaba tomando de más. Se giró para tratar de mirar hacia donde se supone estaría su mesa, o su hermana o su amigo; pero la gente seguía bailando y él no podía ver demasiado lejos.

Sintió una mano posarse en su cintura y el calor que un cuerpo emanaba, se giró de nueva cuenta para encarar al chico, éste estaba demasiado cerca, parecía que se había acercado para preguntarle algo al oído y había terminado a medio camino sin poder lograr su propósito. Alec observó que los ojos del chico eran color miel y tenían toques de color verde, que sus pestañas eran largas, que sus labios se acoplaban de tal manera que un pequeño círculo se formaba a la mitad entre ambos, que su piel tenía un perfecto tono tostado que parecía de nacimiento y que la nuez de Adán sobresalía en su cuello en una forma tan perfecta que podría hacer que cualquiera le envidiara.

Alec quería morder justo en ese lugar.

– ¿Quieres ir a buscarlos?

Él salió de su ensoñación y asintió con la cabeza ligeramente, sintió sus mejillas calentarse pero lo atribuyó al exceso de alcohol.

El chico se levantó y él trató de imitarlo pero tropezó con sus propios pies en cuanto estos tocaron el suelo, y ni siquiera había dado un paso. El chico volvió a salvarlo, lo sujetó por los hombros y lo ayudó a pararse adecuadamente.

– ¿Te importa si vamos al baño antes?

Asintió con la cabeza, no quería hablar porque tenía miedo de que sus palabras se mezclaran unas con otras.

De nueva cuenta esquivaron a las personas que se divertían, y llegaron al baño más rápido de lo que se esperaban. Ambos entraron, el chico se quedó afuera mientras que Alexander entraba a un cubículo.

Lo primero que hizo al estar solo en ese pequeño rectángulo fue lanzar un ligero suspiro, inclinó su cuerpo contra la puerta y trató de despejar su mente, al menos en ese lugar ya no se escuchaba la música tan fuerte, aunque el pitido en sus oídos no le era de gran ayuda. Terminó rindiéndose, se acercó a hacer lo que se había propuesto desde el principio, lo cual era la simple tarea de orinar.

Cuando salió del cubículo lo primero que vio fue al chico, estaba sentado sobre el mármol de los lavabos. Alec se acercó y se lavó las manos, acto seguido se secó las manos en su propia ropa.

– ¿Por qué alguien vendría a un club con un suéter y unos jeans obscuros?

Alec tardó un momento en entender que esa pregunta se refería a su vestimenta.

–No es que fuera de mi agrado venir a este lugar.

El chico le sonrió, paseó la lengua por sus labios y se acercó a él.

– ¿Y no te agrada como terminaron las cosas?

–Un idiota me manoseó, perdí a mi hermana y estoy ebrio –bufó en respuesta–. Parece el día perfecto.

El chico no eliminó la sonrisa que se extendía en sus labios, en lugar de eso su mano se elevó y alcanzó el cuello de Alec.

–Puedo mejorarlo.

Lo último que los ojos de Alec registraron fue la mejilla del chico y enseguida sintió los labios ajenos presionar los suyos, de alguna forma abrió los labios, porque su cerebro no funcionaba adecuadamente y no sabía lo que estaba pasando exactamente. Sintió las manos ajenas posarse en su cintura y él subió sus propias manos a los hombros del chico. La lengua ajena entró en su boca y él comenzó a jugar con ella, la succionó con cautela para después tratar de morderla, pero el beso terminó antes de lo previsto.

–Sabes a moras.

Su vista estaba ligeramente nublada y estaba tan cerca del rostro del chico que no sabía donde posar los ojos, terminó observando una de sus manos sobre el hombro ajeno.

Las manos del chico lo sujetaron con fuerza de la cadera y lo pegó a los lavabos, su boca volvió a presionar la suya y de nueva cuenta cerró los ojos. Sintió la lengua volver a entrar en su boca y esta vez fue más fuerte, podía escuchar el eco que el sonido de su beso provocaba y era tan excitante que en un momento dado se encontró con un brazo rodeando el cuello del chico y el otro sujetando el mentón ajeno.

Sus rostros se movían con extrema sincronización, al igual que su lengua y sus labios. Alexander perdió de nuevo la oportunidad de morder la lengua ajena pero en lugar de eso atrapó con sus dientes el labio inferior, lo jaló y succionó con cuidado para después comenzar él el beso. La lengua del chico sabía a fresa con una combinación de moras, era suave y se movía de una forma tan sensual que seguramente ya lo había hecho gemir sin que se diera cuenta. Y qué más daba que estuvieran en un baño, con la posibilidad de que cualquier persona entrara.

El beso volvió a terminar pero esta vez el chico comenzó a besar su mentón y descendió hasta llegar a su cuello, lamió y chupó con maestría, su lengua seguía moviéndose perfectamente incluso sobre la pálida piel de Alec. Un par de atenciones después sus manos decidieron tomar el trasero de Alexander y acariciarlo mientras sus dientes comenzaban a jalar la piel del cuello, y era obvio que esas acciones dejarían una marca.

–Jesús –murmuró Alec cuando ambos se restregaron contra el otro.

El chico soltó una pequeña risa. Su boca volvió a subir con parsimonia y capturó de nuevo los labios de Alec.

–Magnus –masculló entre besos.

– ¿Magnus? –murmuró tratando de responder el beso mientras su cabeza daba vueltas.

–Magnus Bane.

Y tras esa pequeña presentación volvieron a besarse. Alec dejó que su contrario tomara su cuerpo a su antojo y en algún momento terminó sobre el lavabo, sus piernas rodeando la cintura de Magnus, sus manos rodeando el cuello del otro, sus labios siendo mordidos y chupados, su cuerpo siendo tocando de cualquier manera posible. Y el gemía quedamente en respuesta, porque era lo único que podía hacer.

Su cabeza daba vueltas por el alcohol y el placer que estaba sintiendo, y era maravilloso, si pudiera quedarse en ese estado para toda la vida lo haría.

Todo lo que estaba pasando le hacía olvidar por completo que acababa de romper las tres reglas que su hermana había impuesto.


Yo se que les gusta pensar que Magnus se folla a Alec. No mientan.

Bueno, dudas, aclaraciones o felicitaciones son bien recibidas, si dejan un review seré feliz.

Trataré de actualizar pronto.

¡Gracias por leer!