Song Woo Bin alzó la mano, se echó el pelo hacia atrás y murmuró una maldición entre dientes. Puso los ojos en blanco y, fatigado, se recostó contra el volante de su coche. Estaba en medio de un atasco desde hacía media hora y no tenía grandes expectativas de que terminase pronto. Y todo aquello por culpa de Yi Jeong.

"¿En qué puñetero momento…?" La petición de Yi Jeong de ir a recoger a Ga Eul a la salida del colegio se le había antojado graciosa. No había ido nunca a un centro de enseñanza pública y la parte de la ciudad donde estaba situado le era ligeramente desconocida. El problema es que no había contado con tardar tanto. Contempló con pesar como la anciana a la que había estado a punto de atropellar hacía por lo menos un cuarto de hora lo adelantaba ufana, tambaleándose cogida a su bastón.

- A la mierda - abandonó el coche en doble fila y, después de asegurarse que no corría peligro de rozaduras, se lanzó calle abajo. Todavía tenía tiempo antes de que el timbre anunciara el fin de las clases, así que tenía tiempo de llegar hasta Ga Eul. Las indicaciones de Yi Jeong, que había memorizado mientras conducía, le serían útiles para no perder el tiempo. La alarma sonó cuando subía corriendo las escaleras que llevaban a la puerta principal. Una abalancha de niñas y niños vestidos con un uniforme azul marino se lanzó hacia la salida. Esquivó a un niño rellenito y estuvo a punto de estrellarse contra un grupo de quinceañeras.

- Oh, vaya, ¿habéis visto a ese oppa?

- ¡Qué guapo!

No pudo disimular la sonrisa al sentir su ego catapultado hasta el infinito y más allá. Don Juan reprimió el deseo de girarse, pero no pudo evitar guiñar el ojo a otro grupo de chicas. "¡Chu Ga Eul!" No debía olvidarse. Rápidamente se metió por el pasillo que se abría a la izquierda y subió de dos en dos los escalones. Medio minuto más tarde estaba frente a la clase de la chica. Trató de contener el aliento y, sin llamar, entró en el aula.

Ga Eul estaba recogiendo los restos de barro con que habían trabajado los niños. Tarareaba una canción entre dientes y sonreía. Había sido un buen día. Sus alumnos se entretenían dando forma, aplastando y pellizcando la arcilla. Algunos prometían llegar a mucho, y en general, eran tranquilos y aplicados.

De repente, unas manos cubrieron sus ojos. Woo Bin sintió como toda ella se ponía rígida y para fastidiarla, se apoyó sobre su hombre y le susurró:

-Don Juan sorprende a Cenicienta en plena tarea y aprovecha para desbancar a Casanova.

- ¡Woo Bin Sunbae! - riéndose, Ga Eul se deshizó de él y se giró, la cara iluminada por una franca sonrisa. - ¿Qué haces aquí?

- Ya te lo he dicho: gano ventaja sobre…

- ¡Chss! - ella lo hizo callar, aunque Woo Bin notó que había enrojecido. La mirada amenazadora de sus ojos le hizo finalmente decir la verdad.

- Vengo a secuestrarte para llevarte adonde te aguarda tu marido.

- Sunbae…

- Bueno, tu futuro marido.

- Woo Bin…

- Pues lo que sea: Yi Jeong me manda a recogerte.

Ga Eul sonrió. Por enésima vez, Woo Bin se admiró de la suerte de su amigo. Hasta hacía poco se había negado a reconocer el cambio experimentado por Yi Jeong. Pero al verla a ella…entonces sí entendía porque su amigo había decidido colgar de una vez por todas sus botas de Casanova. Sin embargo, a Don Juan todavía le quedaba mucho camino que recorrer.

- Bueno, ¿estás lista? El carruaje de calabaza te espera.

- Tres minutos y voy.

Woo Bin la observó ordenar su mesa de trabajo con rapidez y terminar de retirar la arcilla. Luego se lavó las manos y, cogiendo el bolso y la chaqueta, indicó que ya estaba.

- Bien, y ¿a dónde me llevas?

- Secreto secreto…

Al ver la cara de decepción de Ga Eul no pudo evitar comentar:

- En serio, no tengo ni idea. Yi Jeong me ha pedido que te lleve hasta la tienda de porridge…pero no se qué planea.

- Pero puedo perfectamente llegar sola y sin problemas.

- Yaa, pero - Woo Bin vaciló - Yi Jeong prefiere que te tenga a vista. Ya sabes, para evitar a esos moscones que tienen debilidad por las profesoras jóvenes como tu.

- ¡Déjalo correr!

Riendo se dirigieron hacia la calle donde Woo Bin había aparcado.

Ga Eul estaba feliz. En realidad llevaba casi un mes subida en un carro de felicidad completa. El regreso de Yi Jeong poco más de cuatro semanas antes había supuesto el fin de su tan larga espera y ahora que por fin estaban reunidos, las horas parecían volar y los días se escapaban llenos de intensidad. Miró de reojo a Woo Bin. Cinco años habían pasado desde la primera vez que lo vio. Entonces jamás se le habría ocurrido que tras aquella fachada seductora se escondiese una amigo de gran corazón. Un buen amigo.

¡Me cago en…! ¡Fuck! ¿Dónde está mi coche? - Woo Bin se apretó el pelo contra el cráneo y empezó a caminar nerviosamente. Ga Eul no pudo evitar una risita: la grúa municipal había hecho un buen trabajo, como siempre.

No te preocupes, Sunbae, haremos mi ruta.

Woo Bin la miró, irritado consigo mismo:

¿Y cómo vamos?

En metro, por supuesto.