Ningún personaje me pertenece.

Tenía ganas de, este año, subir un fic por navidad, como hice el año pasado. Pero al principio no se me ocurría nada, y pensé que no lo iba a escribir. Pero estuve escribiendo un fic de varios drabbles, donde uno trataba sobre Yule, y me gustó la historia y decidí escribirlo en forma de one-shots.

Serán tres historias, y las subiré durante tres días. ¡Gracias por leer, y felices fiestas!


La nieve caía, y los hobbits la cruzaban sin temor, viajaban de un lugar a otro de la Comarca para poder encontrarse con sus familiares. Era lo que debían hacer en esas fechas, reunirse todos, comer juntos, celebrando el solsticio de invierno y la llegada del año nuevo.

En casa Brandi, muchos familiares estaban ya allí, pero aún más tenían que llegar. Y en esas fechas la casa se llenaba más que ningún otro día, en cualquier cumpleaños. Todos deseaban verse, reunirse y celebrar.

Aunque aquel año, no todos. Porque toda la felicidad de esa fiesta, en alguna ocasión podía traer también melancolía.

Frodo se levantó tarde la mañana del primer día de Yule. Nadie había ido a despertarlo, ni él quería. Aquella era una fiesta que siempre le había gustado. Cada año sus padres lo llevaban a casa Brandi a pasar las fiestas, y se divertía con sus primos y veía a familiares con los que no se encontraba el resto del año.

Pero aquel año…

Sus padres habían muerto hacía varios meses. Pensaba que el peor momento ya había pasado, ya lloraba menos, pero con la llegada de Yule el dolor había vuelto.

No quería encontrarse con todos sus familiares, y que no pudieran tratarlo con el mismo cariño que a sus demás primos, que tuvieran que tener mucho cuidado con él, por lo que le había pasado. Que todos le dijeran que lo sentían, mientras celebraban y estaban felices, cuando él ya no podía estarlo.

A pesar de estar sólo en su habitación, Frodo miró por la ventana y vio la nieve, y los hobbits yendo a la puerta. Escuchaba las risas y las bienvenidas abajo. Y recordó lo alegremente que los habían recibido los años que había ido con sus padres. Ya no podía compartir esa alegría, ya no podría celebrar esa fiesta con sus padres nunca más.

Escondiendo la cabeza entre las sábanas, Frodo lloró silenciosamente.


-¡Bilbo! No esperábamos que vinieras. Con la nieve, todo el camino desde Hobbiton…

-¡No podía perderme vuestra Yule aquí, Esmeralda! Aunque tenga que recorrer toda la Comarca congelada, no pienso pasar las fiestas solo.

Era una de las pocas veces, junto con su cumpleaños, que Bilbo se permitía salir de su cómoda soledad y encontrarse con su familia y amigos, como un hobbit más.

-Nos alegra tenerte con nosotros. Puedes llevar tu equipaje a una habitación de invitados, oh, no pesa apenas. Están por ese ala. Esta noche será la primera cena de Yule, la estamos preparando, aunque no por eso dejamos las otras comidas. Todavía quedan algunos familiares por venir, aunque casi todos estarán por la noche. Mi marido y yo nos estamos encargando de recibirlos, anoche muchos tuvimos que estar preparando las habitaciones…

-Bien, bien –dijo Bilbo-. Dime, Esmeralda, ¿Frodo está en su habitación?


Frodo escuchó pasos en el corredor, y enseguida dos personas hablando en su puerta. Temiendo que pudieran descubrirle y que quisieran sacarlo de su habitación, rápidamente se secó los ojos y se metió debajo de las sábanas, dando la espalda a la puerta.

Se encogió más cuando, segundos después, escuchó la puerta abriéndose.

-Buenos días, Frodo –le dijo la voz llena de tacto de su tía-. Feliz Yule. ¿Todavía no te has levantado?

-Lo siento, tía Esmeralda –respondió el niño, sin girarse y envolviéndose cada vez más en las sábanas-. Ayer estuve un rato en la nieve, y no me encuentro muy bien… -fingió una tos.

-Está bien, puedes quedarte descansando, si quieres… -dijo, con una voz algo derrotada, sabiendo que Frodo no querría celebrar las fiestas; y fue a cerrar la puerta. Pero no se escuchó el sonido cerrándose, sino que alguien más entró a la habitación.

Frodo se encogió más en las mantas, sólo queriendo que lo dejaran. Pero levantó ligeramente la cabeza cuando oyó la voz de su visitante.

-Buenos días, muchacho. Quería venir a felicitarte, aunque tuviera que ser en tu cama.

-¿Bilbo?

El hobbit sonrió cuando el niño se giró hacia él, y fue a sentarse en la cama.

-¿Dices que no te encuentras bien? Ven, déjame que te vea.

Frodo se apartó ligeramente cuando Bilbo acercó la mano hacia él, pero al final Bilbo le puso una mano en la barbilla y consiguió que levantara la cabeza.

-A ver… mírame, di aaah… bien, déjame verte los pies… -consiguió quitar las mantas con las que se tapaba Frodo, y ese se sintió algo avergonzado, ni siquiera estaba seguro de haber conseguido limpiar las lágrimas de su rostro del todo.

-No, definitivamente esto no tiene buena pinta. Creo que es mejor que no salgas de la cama en todo el día –dijo, y Frodo lo miró extrañado-. Pero toma, creo que tengo aquí algo que te hará sentir mejor. Acércame mi bolsa.

Frodo fue a coger la bolsa que Bilbo había dejado al pie de la cama, y notó que no pesaba mucho. Se la dio a Bilbo, y este sacó una caja de ella. Le dijo a Frodo que la abriera, y encontró que eran algunos de los dulces que se preparaban en Yule. Pero el niño apretó los labios.

-No tengo hambre… -dijo mientras volvía a cerrar la caja. Pero Bilbo lo detuvo.

-Vamos, prueba alguno. No los he preparado yo, sino mi vecina, su familia me lo ha regalado.

Finalmente terminó convenciendo al niño, quien por cortesía se decidió a probar uno. Y cuando lo hizo, abrió mucho los ojos de lo delicioso que estaba.

-¡Estará muy contenta de que te hayan gustado! Pero no son demasiados, y creo que se acabarían muy pronto si se los dejáramos al resto de la familia. Es mejor que deje mi bolsa aquí… -la dejó entreabierta sobre la cama, y Frodo pudo ver que también había un libro dentro. Le parecía haberlo visto alguna vez en su biblioteca. Bilbo se dio cuenta de que lo miraba, y sin una palabra, lo sacó y se lo puso en las manos.

Frodo vio la portada, dorada, y tras dudar unos segundos empezó a hojear las primeras páginas. Tenían una cuidada letra y de vez en cuando alguna detallada ilustración. Intentó leer lo que ponía al pie de los dibujos, pero no consiguió entender las letras. Debía de ser élfico, y por eso le pidió a Bilbo que lo tradujera.

Conocía ya muchas de esas historias, sobretodo de boca de Bilbo cuando lo había visitado, pero verlas en ese precioso libro fue diferente. Por eso Bilbo y Frodo se pusieron sobre la cama y empezaron a leerlo y a apreciar cada detalle.

Después de un rato hojeando ese libro, una de sus tías llamó a la puerta, avisando de la comida. Hicieron como que no la escucharon, y para aquel día les bastó con unos pocos dulces de Yule.

Un rato después, dejaron el libro, pero todavía no salieron de la habitación. Bilbo consiguió que Frodo se quitara la ropa de dormir para vestirse, y entonces abrió la ventana y cogieron y jugaron con la nieve que se había quedado en el alféizar, y los carámbanos que habían salido. Y entre esta y más cosas pasaron la tarde, hasta que se hizo de noche.

Habían pasado todo el primer día de Yule en la habitación de Frodo, sin nadie más que ellos dos, no necesitaron más. Y así lo terminaron.

Frodo, somnoliento, volvió a meterse en la cama, y le preguntó a Bilbo si podía leerle otra vez alguna de las historias del libro.

Fue leyéndole, mientras el niño se iba durmiendo en su regazo. Y cuando sus ojos ya casi estaban cerrados, lo dejó en la almohada y lo arropó. Sin embargo, todavía no se apartó de su lado.

Y casi ya atrapado en su sueño, Frodo le habló mientras bostezaba, y su mirada volvía a ser melancólica.

-A veces los hecho mucho de menos…

-Lo sé, Frodo, lo sé –le dijo acariciándole suavemente la cabeza-. Pero ellos no querrían que tú estuvieras triste. Sé que es difícil, pero… pronto los recordarás con cariño, y hoy es un día para tenerlos contigo –le sonrió, mientras el niño terminaba de dormirse-. Feliz Yule, Frodo…