Disclaimer: Katekyo Hitman Reborn! pertenece a Akira Amano.

Notas: Pequeño drabble de mi OTP, escrito originalmente para el reto diario. Fluff.


Era pequeños detalles los que hacían acelerar a su corazón más de la cuenta, y no precisamente por la chica de la que creyó estar cautivado desde primaria.

Y no sabía como explicárselo a sí mismo. Se sentía repentinamente idiota cuando le rozaba la mano, o no tenía palabras coherentes para darle una definición concreta a ese rubor, imperceptible al comienzo, intenso al ser estrechado contra un cuerpo más cálido que el suyo. No lo entendía, francamente.

Pero… se sentía agradable. Demasiado a gusto para siquiera pensar en la posibilidad de alejarse y terminar con aquello.

Cuando su Mano Derecha sólo le sonreía a él, no podía evitar sentirse un poquito egoísta. A su juicio le quedaba mucho mejor esa sonrisa que la expresión permanentemente huraña en su rostro.

Y para su creciente ansiedad no pasaba más de eso, caricias torpes que en un minuto fueron inocentes. No tenían mayor grado de necesidad hasta que Reborn, con golpe incluido, le explicó que a eso se le llamaban hormonas. Y que las suyas habían tardado en hacer efecto en su cuerpo.

Sólo que la explicación de su tutor no fue suficiente. La teoría no era igual a la práctica.

Así que, sin dudar, aprovechó cuando la oportunidad del 'ir más allá' se hizo presente cuando, genuinamente preocupado, Gokudera se le acercó en medio del campo de batalla para preguntarle si estaba bien. En aquella ocasión no fue el italiano el que quiso estrecharle contra su cuerpo, ni el que susurró contra su oído lo aliviado que estaba.

Totalmente conciente de lo que estaba haciendo, agarró firme la cintura de su compañero contra sí, suspirando de gozo al sentirle tan cerca, y más aún al ver que el muchacho le correspondía el gesto. Con la punta de su nariz le trazó un camino entre el blanquecino cuello hasta la mandíbula, sonriendo al sentir como el italiano se estremecía levemente, para finalmente llegar a sus labios, que resultaron ser más suaves de lo que creyó en un momento estando solo en su cama.

Y resultó mucho más gratificante el cómo Gokudera profundizó el contacto con mucho más ímpetu, y él no se quejó en momento alguno.

Se sentía bien, mucho más que bien, sabía que Hayato se sentía igual y dentro de su torrente sanguíneo, que bullía a mil, sus (nuevas mejores amigas) hormonas también concordaban con él.