N/A: Este fic está dedicado a Nortia, quien lo pidió en el foro Draco Dormiens Nunquam Titillandus. Espero que os guste.
Veréis que cada capítulo está dividido en unas cuantas viñetas relacionadas entre sí, pero que tienen saltos en el tiempo. Hay momentos de Isla de niña y luego de joven. He puesto las fechas correspondientes, partiendo de la base en que creo que Isla nació en 1853, pues no hay datos sobre ella.
De amor y otras maldiciones
Por Muinesva
Disclaimer: El Potterverso le pertenece a J.K. Rowling
Este fic ha sido creado para los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".
I
Egocentrismo
16 de agosto, 1881
Su reflejo ya no era el mismo. Habían pasado algunos años y de la jovencita optimista que otrora fue no quedaba ni la sombra. Los ojos grises no habían cambiado y el pelo oscuro seguía igual, pero la mirada no era la misma. Parecía como si su esencia se hubiera evaporado. Era ella, y sin embargo, no lo era.
Isla se miró en el espejo, ciertamente aún quedaba algo del orgullo propio de los Black, pero su mirada derrotada lo opacaba. Rápidamente elevó el mentón, en un gesto muy común en ella y trató de borrar todo rastro de infelicidad de sus ojos. Se dijo que no debería sentirse así, que las épocas malas las tenían todos y que seguramente pronto todo mejoraría.
Desató la cinta del extremo de su trenza y empezó a deshacerla con lentitud. Cogió el cepillo y procedió a peinar sus largos cabellos sin apartar la vista de su reflejo.
-o-
31 de agosto, 1864
Isla se encontraba sentada en el taburete frente al espejo mientras su madre le cepillaba el cabello con cariño. Era un ritual que compartían cada noche. La niña se contemplaba, pensando en que realmente era muy bonita. Con una pequeña sonrisa se dijo que había sacado los rasgos de su madre, Lyra.
La mujer suspiró con cierta tristeza mientras empezaba a trenzar el pelo de su hija. Isla, adivinando sus pensamientos, sonrió de manera tranquilizadora.
—No tienes por qué preocuparte, madre —dijo en un susurro—. El tiempo pasa rápido y estaré en casa nuevamente. Falta realmente poco para Yule.
—Y para tu cumpleaños, querida —Isla sonrió aún más ante la perspectiva de la doble celebración.
Su madre le dio un beso en la cabeza y continuó con su labor, sus ágiles dedos trenzando con rapidez. Isla en verdad echaría de menos a su madre.
—Os enviaré lechuzas cada día —aseguró, viendo a su madre asentir con una sonrisa, atando la cinta al extremo de la trenza.
Minutos después, mientras era arropada por su madre, Isla no dejaba de pensar en que al día siguiente estaría de camino a Hogwarts.
—No lo olvides, Isla —habló Lyra, de repente seria—, no agaches la cabeza ante nadie. Sé educada, como te hemos enseñado, pero no permitas que alguien te pisotee. Lucha si es preciso, y si pierdes, retírate con la cabeza en alto —Isla escuchaba con atención, sin parpadear. Lyra hizo una pequeña pausa—. Un sangre sucia no es mejor que tú. Lo mejor que puedes hacer con ellos es ignorarlos.
—Somos la realeza del mundo mágico, ¿verdad madre? —preguntó Isla, solemne. Su madre sonrió con cariño.
—Por supuesto, mi princesa.
-o-
16 de agosto, 1881
Querida Elladora,
No tienes idea de lo mal que me siento por no escribirte antes. Han pasado muchas cosas, pero lo que más lamento es no haberme despedido de vosotros. Necesito saber si estáis bien. Estoy segura que echarás al fuego esta carta sin siquiera abrirla, pues imagino que no querrás saber nada de mí. Aun así, conservo la esperanza de que la leas y sepas que deseo pediros perdón por haberme marchado de esa forma. Sé que tras tantos años es ridículo pedir disculpas, pero no ha pasado ni un solo día en el que no piense en mi familia. En vosotros.
Aquí las cosas no han ido como esperaba, sinceramente. Sé que sonreirás con triunfo al ver que tenías razón, Ella. A veces lamento no haberte escuchado.
Al principio todo para mí era perfecto. Cuando Bob y yo huimos nos casamos el mismo día. Nos establecimos en la pequeña casita en la que vive desde que llegó a Londres. A pesar de su aspecto humilde traté de acostumbrarme. Fue difícil. Pero Bob hacía que todos mis miedos e inseguridades se esfumaran. Me sentía feliz. Y tenía un motivo para sonreír cada día cuando él volvía de su trabajo y me abrazaba y besaba como si no nos hubiéramos visto en años. A veces me traía flores, cuando podía permitirse comprarlas, por supuesto. Era encantador.
Un día me atreví a contarle que era bruja. Al principio no me creyó, pero tras mostrarle lo que hacía con la varita se horrorizó. No te imaginas lo duro que fue. Me miró como si fuera un monstruo. Creí que me abandonaría y cuando salió de casa pensé que no volvería a verle jamás. Pero regresó. Me hizo jurar que no haría más magia y que destruiría mi varita. Lo prometí, Ella, le juré que no utilizaría más mi varita. Pero no tuve corazón para romperla. Le dije que lo hice, pero en realidad está escondida en una caja, en el fondo del armario. Es triste, pero le quiero y no puedo decepcionarlo.
Aun así, desde ese día, algo ha cambiado. Ya no hay flores y no me mira como antes. A veces creo que me tiene miedo, pero luego me doy cuenta que desprecia la magia y a la bruja que hay en mí. Sin embargo es amable y jamás me ha faltado al respeto. Quizás deba darle más tiempo. Después de todo, imagino que no es fácil hacerse a la idea de que vives con una bruja.
No tenemos mucho dinero. Lo que Bob gana no es suficiente y he tenido que aprender a coser. Al menos gano un poco todas las semanas. Trato de no quejarme porque Bob se sentiría mal, pero extraño la mansión y las atenciones de los elfos.
Ella, no sé por qué te cuento todo esto, lo más probable es que me digas que yo sola me lo he buscado. Pero todo lo he hecho por amor. Sin embargo, a veces me siento vacía.
Os echo tanto de menos.
Con amor,
Isla.
Isla se quedó mirando la carta por varios minutos, consciente de que después de escribirla se le habían pasado las ganas de enviarla. No tenía sentido alguno hacerlo. Aun así, prefirió guardarla junto a su varita, pues quizás algún día cambiaría de opinión.
Observó el vestido que había terminado de coser antes de redactar la carta. Era realmente precioso, pero no tenía comparación con aquel que lució el día de su cumpleaños número diecisiete.
.
21 de diciembre, 1870
—Me siento un poco extraña, Ella —confesó Isla.
—Deberías estar feliz.
—No me malinterpretes —se apresuró en decir—, estoy muy feliz. Es solo que ahí abajo ya están todos, entre ellos el joven que podría convertirse en mi esposo… ¿Y si ninguno me agrada?
Elladora sonrió.
—Ya conoces a la mayoría desde siempre, has estado con ellos en Hogwarts. Los conoces —le recordó— Sin embargo, madre jamás te obligaría a casarte con alguien que no te agrade. Padre te dirá su opinión de los que le parezcan mejores, pero la decisión final es tuya.
Isla asintió retorciendo sus manos sobre su regazo, nerviosa. Se miró en el espejo del tocador y sonrió levemente. No lo diría en voz alta, pero se veía realmente preciosa. Lyra entró a la habitación de repente e instó a las jóvenes a bajar al salón. Mientras Ella no dejaba de hablar en susurros nerviosos sobre el anuncio de su compromiso que se llevaría a cabo minutos más tarde, Isla, sin escuchar realmente lo que decía su hermana, no dejaba de pensar en que esa noche era suya y brillaría como nunca.
Nada más pisar el salón, todas las miradas se posaron en ella. Isla echó los hombros hacia atrás y elevó el mentón recorriendo con la mirada a todos los presentes, sintiéndose realmente halagada al ser el centro de atención.
