Fruto de una obsesión.
Summary: En un día de reflexión, Draco encuentra a su eterna obsesión de colegio. La toma en cautiverio y ocurren una serie de hechos decisivos para el mundo, tanto mágico como muggle. ¿Qué más podría salir de esto?
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Disclaimer: Obviamente si esto estuviera inventado por la magnate Rowling no estaría escrito originalmente en este idioma. Los personajes y paisajes descritos son propiedad de Warner quien me demandaría si hago uso más allá de ellos.
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Capítulo 1. Llamado a la colina.
Ginny:
Deseo verte en la colina que está cercana a tu casa.
Te espero puntual.
Ginny Weasley recibió al nuevo día con esta nota. No era la primera ni la última: era parte de la interminable lista de cartas que había recibido durante el verano. Y pertenecían al chico del que estaba enamorada. Harry Potter.
Ese muchacho tenía cierto algo, misterioso, que la seducía por completo y la había enloquecido desde el primer día que lo vio: Aquel pasado que lo marcaba y del cual supo salir con fortaleza y valentía, pero no podía dejar atrás ese encantador cabello negro pizarra y las chispeantes esmeraldas que enmarcaban el centro de sus ojos, escondidos en vano detrás de sus enderezadas gafas.
Guardó el pequeño pedazo de pergamino en una caja especial para ello, y fue a ducharse. Mientras se despojaba de la toalla su enamoramiento hizo que la pelirroja sintiera la presencia del moreno tras la ventana, montado en su Saeta de Fuego, y le hacía a la vez una seña.
-¡Ginevra Molly Weasley!. ¡Te he llamado en infinidad de ocasiones para que bajes a desayunar! – la atronadora voz de su madre la nombraba por encima del barullo que se escuchaba en el piso de abajo. La imagen de Harry se borró de su mente y se apresuró a cambiarse mientras aseguraba su rápida asistencia a la cocina.
Bajó rápidamente de su habitación, la cerró antes con cuidado. Ya cuando llegó al lugar de donde provenían las incansables charlas de su familia, encontró la causa: Sus mejores amigas del colegio, Hermione Granger y Luna Lovegood, habían llegado para quedarse el resto de las vacaciones.
-¡Hermione!. ¡Luna! – Y corrió a abrazar a cada una, quienes le decían que era gustoso llegar a un hogar donde sólo reinaba la unión familiar.
-Hola Ginny. – Una voz grave y profunda hacía acto de presencia en el lugar. Ella sintió que sus mejillas se tornaban a un color parecido al carmesí, y Luna se hizo a un lado para permitirle la entrada a Harry Potter.
-Harry. ¿Cómo has estado? – preguntaba ella firme. Verlo después de un eterno mes, y justamente el día de su cumpleaños, producía en ella inmensa felicidad.
-Yo muy bien¿Y tú? – Extendió su mano para ofrecérsela a la pelirroja. Fue correspondido.
-¡Harry, querido! – La madre de Ginny lo saludaba como de costumbre. – Siéntate, ahora subo tus maletas. –
-No, mejor yo lo hago. Le evito más trabajo. –
-No, no¡qué va!. ¡Vamos, necesitas llenar ese hueco que hay en tu estómago! – le decía acariciando su abdomen, provocando unas cuantas risas. El pelinegro, un poco sonrojado, tomó asiento y se unió a la contagiosa y entusiasta algarabía del lugar.
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A unos cuantos kilómetros del feliz hogar, ocurría un doloroso castigo hacia uno de los seguidores de aquel hombre que era capaz de destruir la entrañable paz existente en el país. Capaz de destruir al mundo si él lo disponía.
El eterno Crucio había terminado.
-Para que aprendas a no entrometerte en los asuntos concernientes a mi círculo más cercano. ¿Entendiste? – Advertía sosteniendo con fuerza su varita sobre la víctima del maleficio.
Parkinson sólo corrió hacia la salida. No ofreció ninguna respuesta.
-Llama a Malfoy. – ordenaba Riddle a un hombre que se encontraba a su lado, lujosamente vestido, en un tono remarcando furiosa indiferencia. Éste asintió sin titubear.
Cuando había tomado camino hacia el ancho pasillo, se topó con la persona mencionada. Estaba riendo.
-Lo llama mi lord. – señalaba.
Éste hizo caso y sin agradecer, fue hacia la oficina de operaciones. Encontró al Señor Oscuro ahí.
-¿Qué tal Lucius? –
-Excelente. El grupo que usted dejó a mi mando destila mucho talento. Han tomado en posesión varias tierras y asesinado a gran proporción de impuros. – Respondía más que feliz. Sus ojos glaciales brillaban.
-Muy bien, muy bien Lucius. – Voldemort tenía una expresión parecida a querer absorber la afirmación de su seguidor. Tomó rápidamente la palabra.
-¿Y qué tal va tu hijo? –
-De maravilla. Su manera de domar la varita al momento de los ataques es inigualable. – Afirmaba el rubio con presunción.
-Lo dices por que es de tu sangre. – Lo miró, en el hombre rubio halló ganas de demostrarle lo contrario. Enseguida recordó las batallas en las que se oía que el heredero de los Malfoy combatía igual a un veterano. -Muy bien, muy bien. Te creo. – Adquirió una nueva decisión. – Tráelo conmigo. Hablaré con él. –
-Eso haré. Buenas tardes. – El hombre sintió orgullo dentro de sí. El que Voldemort llamara a los hijos de sus seguidores para formar parte de su grupo más cercano no era una oportunidad común. Tan jacto se hallaba que salió rumbo a su mansión sin escuchar a nadie. Sólo pensaba en la gran ventaja que tendría Draco, su hijo.
El joven Slytherin se encontraba caminando en los terrenos de su gran residencia, finamente vestido con un traje negro que lo hacía ver soberbiamente elegante. Quien lo viera diría que sería exacto sucesor de su padre.
-¡Hey, Draco! – El aludido volteó hacia el origen de la voz que lo llamaba. Era su padre.
Con extrañeza se acercó hacia él, viendo la sonrisa que se dibujaba en su rostro de hielo. Prácticamente era raro encontrarlo en aquel estado.
-Padre... – El hombre lo saludó con una palmada en el hombro. - ¿Qué te pasa? – lo preguntaba por la sonrisa y el brillo de sus ojos que habían en su cara.
-Draco... El Señor me mandó a llamarte. Quiere hablar personalmente contigo. –
El joven sintió que el mundo no existía. Las emociones corrían por su cuerpo. ¡Eso era para presumir!
-No quiero que comentes nada de esto con nadie¿de acuerdo? – Su padre había arruinado justo lo que iba a realizar con sus amigos. Éste asintió, pensando que mejor sería así.
-¿Cómo dijiste? – preguntó recobrando la incredulidad.
-Sí. Su excelencia te manda llamar. – Repitió el hombre.
-Muy bien. Iré a ducharme y de ahí me retiro hacia el centro de operaciones. –
-Excelente. – Le dio una segunda palmada en el hombro. – Que te vaya bien. – Difícilmente pudo creer que de su padre emanaran aquellas palabras, pero más contento, se introdujo a su residencia.
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La comida había terminado. Ahora, mientras la señora Weasley lavaba los platos, los jóvenes se hallaban en la sala, riendo con estridencia ante los comentarios de los gemelos. Harry sintió algo que lo hizo cambiar de expresión y se retiraba sin que los demás dieran cuenta de aquello. Ginny fue la única que lo siguió en medio de las risotadas.
El moreno se detuvo, contemplando la colina, rodeado del cielo azuloso, limpio de nubes. Un suave viento dio de lleno en su rostro.
-¿Qué tienes? – La aguda voz de la pelirroja lo sacó de sus pensamientos.
-El futuro es incierto. Mucho. Tengo miedo de que, aquella alegría que existe adentro, termine definitivamente. –
-Ya, Harry. Ahora eso no nos debe apurar. Mejor vamos. – El joven tuvo una rápida reflexión.
-Tienes razón... – Y los dos se adentraron hacia el hogar. Algo hizo que la pelirroja se detuviera rápida y secamente: La cita con el pelinegro en la colina. Y sin mencionar nada, se alejó corriendo hacia su aposento, sin advertir las extrañadas miradas que la gente que se hallaba en la sala le dirigían.
Después de ducharse y arreglarse por ese motivo, bajó imponente ante la mirada de su familia y amigos. Tras ver que Harry no se hallaba ahí, su emoción se acrecentó.
-¡Estás preciosa, hija! – decía Molly observándola.
-Lo mismo opinamos todos. – Indicaba su castaña amiga. – Pero ... – inquirió inteligentemente. – ¿Cuál es el motivo por el cual te vistes de esta forma? –
Las repeticiones de la misma pregunta arribaron cual caballos en una peligrosa carrera.
-Gracias por sus comentarios. – Tomó una pausa después de intentar responder a la marea de preguntas que le fueron hechas y siguió. – Iré a la colina. –
Las reacciones no se hicieron esperar.
-¡Pero cómo, hija!. ¡Si ese lugar es conocido por su peligrosidad! – Bramaba su padre, Arthur Weasley.
-Papá: Me sé cuidar sola. Además, alguien me llamó para que lo acompañara... – Al advertir la pregunta que el hombre le haría, respondió que un amigo.
-Ah... ah... Eso era. – Se dibujó una pícara sonrisa en su rostro, mientras daba unas cuantas palmadas. – Está bien, pero te cuidas. Y si puedes, observa la colina muggle y me comentas detalles curiosos de allí. –
-¡Ah, Arthur! – Susurraba la señora Weasley a punto de reír. Enseguida añadió: –Te cuidas, hija. – Le dio un abrazo, como si ella fuera a irse para siempre de ahí.
-Igual ustedes. – Y después, emprendió camino hacia el monte.
La puesta de sol estallaba en su máximo punto de consolidación, y a cada paso que daba, el astro se ocultaba más y más, dando lugar a las estrellas que, dando gracias a la ida del astro, iluminaban bellamente el paisaje. Sintiendo que no debía acercarse más a la colina, en primer lugar por el temible color negro pizarra que poseía, decidió seguir. Harry debía ser lo suficientemente valiente como para estar ahí.
El cansancio la invadió, y decidió sentarse en uno de los pilares de la montaña. Ya había llegado pero el trayecto fue ajetreado. Reflexionaba la forma en que revelaría sus sentimientos hacia el muchacho de ojos esmeralda.
-Todo bien, tranquila. – Con estas palabras logró calmar sus ánimos. Pero el ambiente se tensó.
Silencio. Ni el aullar de los lobos que vivían ahí se escuchaba. Ni su exhalar. Su cuerpo no respondía al llamado mental que pronunciaba.
El viento no ondeaba las ramas de los oscuros árboles presentes. Parecía que algo, o alguien había puesto fin temporal al ritmo normal del tiempo.
-Obliviate. – Cayó en un desvanecimiento profundo, antes de que el autor de aquel hechizo la tomara entre sus brazos y la llevara lejos.
¡Hola!
Éste es mi nueva historia, un Draco-Ginny que me ha encantado escribir. La tenía escrita desde hace varios días y hasta ayer me dieron ganas de subirla. Espero les guste y dejen sus comentarios con puntos de vista, dudas, sugerencias o felicitaciones (aunque sería precipitado), para ver si gusta o no.
¡Saludos!
