DISCLAIMER: Los personajes de D. gray-man no me pertenecen, son propiedad de su creadora Katsura Hoshino.
NOTAS: Este Fic se desarrolla en un universo alterno y contiene OoC y OC.
Tengo pensado para esta historia poner algunas canciones como tipo "soundtrack". Dentro del texto señalaré con un (*) donde se supone que va la canción, y al final del capítulo pondré el nombre o el link de la canción a la que hago referencia por si les gustaría escucharla mientras leen la escena. Sin más que decir, los dejo el primer capítulo.
CAPITULO I
El departamento cuatrocientos seis forma parte de un complejo habitacional de seis pisos, ubicado en una de las avenidas principales de la gran ciudad. Quizás aquel departamento no fuese muy grande, pero tenía todo lo necesario para un joven soltero…
Aquel era un día bastante activo, siendo apenas las nueve de la mañana, y el tráfico vehicular ya estaba a reventar, por las calles se podían ver personas ir y venir en todas direcciones, algunas de ellas más apuradas que las demás.
Para un joven que contemplaba aquel escenario desde un balcón del cuarto piso, era una mañana muy tranquila, aunque el estresante ruido de los claxons de algún malhumorado conductor dijera lo contrario… Con aquellos ojos platinados y de mirada soñadora, seguía el movimiento de los autos y de las personas que pasaban debajo de él.
Le parecía relajante estar ahí… recargándose en el barandal y dejándose acariciar por el viento que circulaba a su alrededor… Las corrientes de aire se sentían frescas, y su cuerpo a medio vestir lo resentía, pero eso no le importaba. Llevaba puestos unos jeans oscuros y ajustados, los pies descalzos y una camisa blanca sin abrochar que dejaba al descubierto la tersa piel que cubría su esbelta, pero bien trabajada figura, el abdomen delineado y sus pronunciados pectorales eran la prueba contundente de aquel torso bien formado.
Las mangas las llevaba arremangadas a la altura de sus codos. Ambos brazos permanecían flexionados sobre el barandal y sujetaba entre sus dedos un cigarrillo encendido, mientras que de sus labios rosa pálido, expulsaba lentamente el humo de tabaco que se mezclaba con el viento al instante…
Mismo viento que agitaba de manera rítmica, los mechones de cabello color níveo que caían desordenados detrás de su nunca y a los costados de su rostro, ocultando sus orejas. Con veinticuatro años de edad, su rostro juvenil detonaba una mezcla entre la inocencia de un niño y la melancolía de un adulto. La descendencia inglesa la llevaba en la piel, aquella de tonalidad clara parecida a la porcelana. Las facciones tan finas de su rostro lo hacían una verdadera obra de arte esculpida con suma delicadeza.
Sus ojos eran grises… un gris profundo, que en un descuido, podrían hacer que te perdieras en ellos… Perderte en su brillo tan singular, que bien, podrían ser confundidos con estrellas en un cielo teñido de plata.
Tras de él, se podía ver el interior de su apartamento. Una figura femenina dormía plácidamente sobre la cama. Completamente desnuda, llevaba enredada entre sus piernas una sábana blanca que cubría sus muslos, subía por sus caderas y cintura, para finalmente enrollarse cubriendo sus pechos, dejando descubierto los hombros y brazos.
Era una habitación bastante acogedora que estaba acomodada de manera muy sencilla. Junto a la cama, a su costado derecho, se encontraba un buró de madera, sobre él había una lámpara de noche, varios libros apilados uno sobre otro y la cajetilla de cigarros a punto de acabarse. De la cama caía una de las puntas de la cobija que se arrastraba por el piso.
Sobre el suelo se podían ver algunas prendas de ropa regadas por ahí, la mayoría eran femeninas. Cerca del balcón, en una de las esquinas de la habitación, había un moderno escritorio de oficina, que tenía una computadora portátil a medio cerrar, una cámara fotográfica profesional, varios papeles desordenados y una repisa con más libros y CDs. Junto a aquel escritorio habian recargados sobre la pared un estuche de guitarra y un amplificador que resaltaban de entre todas sus pertenencias.
Echando un vistazo por el resto del apartamento. La parte principal está formada por una sala comedor, la sala era modesta, dos sencillos sillones de color marrón y una mesa de centro adornada por un mantel y un florero de vidrio, que en su interior tenía dos "palos de Brasil" con varios retoños. No había televisor, en su lugar había un estéreo y un viejo tocadiscos.
El comedor consistía de un antecomedor de vidrio con cuatro sillas a su alrededor, sobre la mesa había dos manteles con un par copas, en el fondo aún se podían ver los restos del vino tinto que se había servido la noche anterior. Junto al comedor se encontraba la cocina, tenía todo lo básico, un refrigerador, una estufa, una alacena con algunos alimentos, un estante con platos y vasos, y dos cajoneras con varios cubiertos y utensilios de cocina en su interior. Sobre el desayunador había un frutero metálico con tres manzanas y un par de plátanos.
El joven se llevó el cigarrillo a la boca dándole una bocanada… retirándolo poco a poco, mientras que exhalaba lentamente el humo y disfrutaba de su sabor. Se llevó la mano al rostro, acariciando su frente y llevándose entre los dedos varios mechones de cabello que acomodó hacia el lado derecho de su cara despejando sus ojos.
Sintió el contacto de un cálido cuerpo que lo abrazaba por la espalda, las delicadas y femeninas manos de aquella persona se deslizaban juguetonas bajo su camisa, recorrían con la yema de los dedos su abdomen, y subían lentamente por su cuerpo hasta detenerse sobre su pecho desnudo.
Él la miró sobre el hombro. La joven que hasta hace unos momentos dormía sobre su cama lo abrazaba por detrás, escondiendo la cara en el pronunciado canal que formaba su espalda, dejando ver solamente su melena cobriza con destellos rojizos. La dueña de aquel hermoso cabello, alzó la mirada para sonreírle y mirarle con sus risueños ojos verdes que brillaban como esmeraldas... Las mejillas de la chica se sonrojaron ligeramente al contemplarlo embelesada. Se aferraba a su cuerpo, juntando sus pronunciadas curvas sobre el cuerpo masculino.
Era una mujer muy hermosa, con un cuerpo perfecto como de modelo, vestida solamente con una camisa varonil color azul marino, abrochada tan sólo por tres botones, mostrando provocativamente la parte superior de sus pechos. El chico curveó sus labios formando una tierna sonrisa y viró su cuerpo para quedar de frente a ella, que sin soltarlo, entrelazó sus dedos sobre su espalda, atrayéndolo más hacia ella.
– Buenos días… – Musitó el joven rodeado la estrecha cintura de la chica con sus brazos.
Ella no le respondió, en su lugar, jaló con firmeza del cuello de su camisa, aplicando la fuerza suficiente para hacer que el chico se inclinara un poco, dejando su rostro al alcance de ella y permitirle juntar sus labios en un apasionado beso robado. Al chico le tomó una fracción de segundo reaccionar ante los suaves y húmedos labios de la mujer, sin embargo, les correspondió besándolos con la misma intensidad. Los brazos que rodeaban su cintura, subieron lentamente hasta sujetar delicadamente su cabeza, y entremeter los dedos en sus ondulados mechones rojizos.
Aun con sus manos aferradas a su camisa blanca, la chica dio varios pasos hacia atrás, y sin romper el beso, arrastró al joven hasta el interior de la habitación, dejándose caer sobre la cama, quedando él sobre ella. El chico apartó sus labios para recorrer con ellos sus mejillas, siguiendo el camino hasta encontrarse con el lóbulo de su oreja, el cual aprisionó entre sus labios y mordisqueó tiernamente. Cambió de dirección bajando por su todo cuello, dejando un camino lleno de tiernos besos, haciéndola estremecer al acariciar con la punta de su lengua el hueco que se formaba entre su cuello y la clavícula.
– ¿Desayunarías conmigo hoy? – Preguntó la joven susurrándole al oído, y enredando sus brazos en su cuello.
– No puedo, estaré ocupado hoy… – Respondió al mismo tiempo que recorría con los dedos la camisa de la joven, descubriendo sus hombros para besarlos.
– P-pero… ¿Por qué? – Volteó a verlo – Nunca quieres que desayunemos juntos… – Soltó su cuello para colocar las manos sobre su pecho.
Él dejó de besarla, para dirigir sus ojos grises hacia ella. La miró comprensivo, y con delicadeza, le recorrió el cabello de la cara acomodándoselo detrás de la oreja.
– Lo siento… pero hoy no puedo – Le dijo con voz suave. La chica consternada, lo alejó de ella, empujándolo del pecho para que se quitara de encima. – Quizás otro día… – Pasó su mano por detrás de la nuca cabizbajo.
– ¡Siempre es lo mismo, Allen! – Se cruzó de brazos mirando hacia un lado. – Siempre dices: "otro día…" ¡Pero ese día nunca llega! – Lo miró con el ceño fruncido.
– Si, pero… – Trató de calmarla.
– ¡PERO NADA! Ya me cansé… – Agachó la mirada. – Ya no quiero escuchar tus pretextos… – Sin decir nada más, la chica recogió su ropa del suelo.
– Emily… – Allen intentó llamar su atención pero no lo consiguió. Recargó la mano sobre su cuello con pesadez viendo como la chica se encerraba en el baño.
Suspiró al tiempo que se sentaba a la orilla de la cama… alzó la cabeza mirando hacia el techo esperando a que la chica decidiera salir del baño para intentar hablar con ella. Al poco tiempo Emily salió del baño vistiendo un hermoso vestido corto color negro, que le quedaba bastante ajustado remarcando las curvas de sus cadera, aquel vestido llevaba un escote pronunciado que hacia resaltar sus atributos femeninos. Se colocó un suéter del mismo color pero con detalles blancos en las mangas y en los costados.
– Emily escucha… – Allen la seguía de un lado a otro, mientras que Emily recorría la habitación en busca de sus zapatillas.
Se detuvo un momento, y sin voltearlo a ver dijo:
– Por la tarde… – Él la miró sin comprender – Salgamos juntos en la tarde… – volteó a verlo.
Él la miró sorprendido, sin saber que decir, agachó la mirada apenado… La respuesta estaba más que clara… La joven se reprochaba a sí misma por ser tan ingenua, y creer que él aceptaría su propuesta.
– ¡Eres un idiota! – Le gritó empuñando las manos con ira. – ¿Por qué…? ¡¿Por qué eres así conmigo?! – Dos lagrimas se asomaron por los bordes de sus ojos – ¡¿Es que acaso no te importo?! – Lo miraba con reproche.
– No es eso… – Allen la miró a los ojos – Me importas, pero desde el principio… ambos acordamos que no tendríamos una relación seria… – Hubo un momento de silencio y luego continuó.
– Lo siento… – Se acercó a ella para acariciarle la mejilla y limpiar sus lágrimas. – Pero por ahora tengo otros intereses… no puedo formar contigo una relación como tú lo quisieras… – Ella le retiró la mano con brusquedad, mirándolo con los ojos cristalinos llenos de ira y decepción.
– Entonces… ¡NO QUIERO VOLVERTE A VERTE! – Le gritó, recogiendo de mala gana sus zapatillas, salió de la habitación hecha una furia y se dirigió hacia la puerta principal poniéndose los tacones a medio camino.
– ¿Emily por qué te enojas? – Allen fue tras ella. – ¿No fue lo que acordamos desde el principio? ¿Que sólo tendríamos encuentros casuales? ¡Tú misma lo propusiste! – Refutó, mientras que Emily tomaba su bolso ignorándolo.
– Pues eso ya no importa… – Lo miró despechada. – ¡Por que no volveré a buscarte nunca más! – La joven se acercó a la puerta dispuesta a irse, Allen rodó los ojos cansado de discutir con ella.
– Bien, puedo vivir con ello… – Dijo alzando los brazos de manera desinteresada, actitud que terminó por enfadar a Emily quien apretaba la quijada rechinando los dientes llena de ira.
– ¡TE ODIOOO! – Le gritó antes de salir dando un portazo tras ella, haciendo que el florero que estaba sobre la mesita de junto, callera y se rompiera en mil pedazos. Allen suspiró y fue a recoger la planta para ponerla en un nuevo recipiente lleno de agua. Levantó los vidrios del suelo y secó el agua que empezaba a escurrirse en todas direcciones.
Estiró los brazos dando un largo bostezo, y se dirigió al baño. Recargó su manos sobre el lavabo mirándose un momento en el espejo, abrió el grifó del lavamanos, juntó sus manos de manera que pudiera recoger con ellas el agua y llevársela a la cara. Cerró la llave secándose con las mangas de la camisa el exceso de agua que le escurría. Sin molestarse en cerrar la puerta del baño, comenzó a quitarse la ropa para entrar a la ducha.
Dejó que el agua de la regadera callera sobre él… empapando todo su cuerpo y cabello, colocó una pequeña porción de shampoo entre sus manos y se la llevó a la cabeza frotándola con la yema de los dedos, haciendo que su blanca cabellera se llenara de espuma, con ambas manos recogió el cabello de su frente llevándoselo hacia atrás, dejando totalmente descubierto su rostro.
Con un estropajo que colgaba del estante para baño, talló indiscriminadamente todo su cuerpo, que rápidamente se cubrió de jabón. Los chorros de agua escurrían sigilosamente por su cuerpo, llevándose consigo todo resto de jabón que hubiera sobre en él. El chorro de agua se hacía más delgado con forme Allen cerraba la regadera.
Salió de la ducha amarrándose la toalla alrededor de su cintura, mientras que con otra más pequeña se frotaba la cabeza para secar su cabello.
Del closet sacó unos jeans azul oscuro, una playera blanca con cuello "V" y unos bóxers negros. Primero se colocó la ropa interior, seguido de los pantalones y la playera, con los pies descalzos caminó hasta su escritorio para tomar del respaldo de la silla, su chaqueta negra.
Se asomó debajo de la cama para ver si estaban ahí sus zapatos color gris oscuro. Una vez puestos los zapatos se arremangó las mangas de la chaqueta hasta la altura de los codos y se dirigió al baño para cepillar sus dientes. Acomodó un poco su cabello peinándolo solamente con las manos.
De una cajonera sacó una chalina gris claro que colocó alrededor de su cuello más o menos a la altura del pecho, dejando una parte de ésta colgando libremente hacia el lado izquierdo casi a la altura del ombligo. Se acercó a su escritorio para guardar la cámara fotográfica en su mochila, que colocó cobre su hombro cruzándola hacia el lado Izquierdo. Del buró junto a la cama, tomó unos lentes oscuros para sol, que enganchó a su playera con una de las patitas de los lentes.
Se encaminó a la cocina, tomó de la mesa su cartera y celular para guardarlo dentro de los bolcillos de su pantalón, antes de irse, agarró una de las manzanas del frutero y las llaves del departamento.
Bajaba las escaleras del edificio dándole mordidas a su manzana. Al llegar al segundo piso, súbitamente se abrió la puerta del apartamento doscientos diez, al tiempo que un hombre robusto, de unos cuarenta años, con señales de calvicie en la parte superior de su cabeza, caía de espaldas contra el suelo. El sujeto estaría completamente desnudo, si no fuera por los calzoncillos flojos con figuras de corazoncitos que traía puestos.
Dentro del departamento se escuchaba la voz de una mujer que le reprochaba al sujeto mientras que le aventaba la ropa a la cara. Allen no parecía sorprendido con tal escena, al parecer aquella situación tan bochornosa se repetía constantemente.
– ¿¡De nuevo te fuiste de vago con tus amigotes, Verdad!? – Gritaba una mujer regordeta de unos cuarenta años que llevaba puesto un camisón rosa pálido y unas pantuflas que hacían juego.
– P-pero cielito… ¡Si sólo fue un ratito! – Suplicaba el hombre en calzoncillos, aun tirado en el suelo recogiendo la ropa que su mujer le aventaba.
– ¡SIN VERGÜENZA! ¡BORACHO! – Continuaba gritando.
– Buenos días Señor Jones… – Saludó Allen caminando por el pasillo.
– ¡Oh! Joven Walker… que pena… buenos días… – Dijo el hombre tratando de cubrir lo más que podía su cuerpo desnudo.
– ¡Suerte Señor Jones! – Se despidió haciendo un ademan con la mano, mientras que le daba otra mordida a su manzana.
– S-si gracias… – El hombre despidió también.
– Por cierto… – Allen lo miró de reojo – ¡Lindos calzoncillos! – Dijo en tono burlón mientras baja por las escaleras hacia el primer piso.
El señor Jones tenía la cara totalmente roja, estaba muerto de vergüenza, su vecino lo había encontrado en aquella situación tan bochornosa y además lo había visto en paños menores. Suspiró resignado y continuó recogiendo sus cosas regadas por todo el pasillo.
Al salir del edificio, Allen le dio una última mordida a su manzana antes de depositar el sobrante dentro de uno de los botes de basura, se colocó los lentes oscuros en los ojos y caminó por la amplia avenida llevándose una mano dentro del bolsillo del pantalón. Con una radiante sonrisa dibujada en sus labios, iba robando las miradas de algunas féminas (y uno que otro hombre celoso) que lo miraban pasar…
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Lejos del centro de la ciudad, en una de las colonias más prestigiosas y costosas, un lujoso automóvil se detuvo frente al enrejado de una hermosa casa tipo mansión. El chofer de aquel automóvil abrió inmediatamente la puerta trasera del vehículo, por donde bajó un caballero de traje y buen porte, sus facciones eran asiáticas, probablemente de descendencia china, su cabello era oscuro con destellos violáceos, portaba unas gafas, dándole una apariencia misteriosa e intelectual.
Seguido de él bajó una joven de unos veintitrés años, su larga melena era de un color oscuro en tonos verdes, que brillaba sedoso ante los rayos del sol. La sutil figura de la joven mostraba tanta elegancia como la del hombre a su lado.
– Hemos regresado a casa, Nii-san… – Dijo la chica con voz queda. Los hermanos Lee, observaban como las puertas se abrían de par en par frente a ellos.
– Nuestro querido padre debe estar esperándonos… – Dijo el mayor de los Lee, sonriéndole a su hermana menor, quien asintió con la cabeza y le devolvió la sonrisa.
Ambos caminaron al interior de aquella gran mansión.
CONTINUARA…
Esto fue el primer capítulo, espero que les haya gustado y me sigan hasta el final de esta historia :D Traía desde hace tiempo la inquietud de hacer este fanfic y en un rato de inspiración me puse a escribirlo.
Aun no estoy segura de cada cuando estaré actualizando esta historia, probablemente una vez cada quince días… Como le estoy dando prioridad a mi otro fic "Sumergido en el más dulce sueño" No sé qué tanta oportunidad tenga para seguirle, sin embargo, prometo que el tiempo de espera no será más allá de dos semanas :)
¡Mil gracias por leer! Nos leemos en el próximo capítulo, bye bye
