Resumen: Ella jamás ha conocido lo que significa vivir, por eso se resigna a ver pasar los días cuando le diagnostican su enfermedad, sin embargo el encuentro con un rubio rebelde logra dar un giro imprevisto que hará cambiar todo lo que conocía en ese momento.
Simbología:
---: separa un día de otro o de mayor tiempo.
- : los cuatro juntos parten los sucesos del mismo día que normalmente aparecen en distintas horas o lugares.
--- - frase interrumpida dentro del diálogo.
- bla, bla, bla –: diálogo.
-"bla, bla, bla" –: pensamientos.
Bla, bla, bla: narración.
Bla, bla, bla: fragmento de recuerdos.
Recuerdos
File 01: Comienzo…-
Era demasiado.
Las jaquecas constantes que normalmente le quitaban el conocimiento, la cantidad de medicamentos para contrarrestar el dolor… había pensado que debía hacer algo contra eso y se lo consultó a su madre a espaldas de su estricto padre.
- Mamá, no es necesario… p-puedo ir sola. Prometo que te contaré todo lo que me digan – sonrió. La mujer de ojos blancos y facciones finas asintió en silencio tras entregarle suficiente dinero como para comprar una lujosa tienda de ropa.
- Hinata, querida. Aunque sea sólo por estrés, por favor cuéntamelo – rogó. La muchacha forzó una sonrisa conciliadora y salió de la habitación de su madre enferma.
Temía a su padre. Por su culpa su madre tenía esa mirada triste en sus ojos, pero ella era tan débil como para decir nada. No tenía voluntad y siempre se resignaba a cualquier orden del presidente de una de las compañías más importantes del mundo.
También se lamentaba en silencio de su estilo de vida. Las cosas materiales ni siquiera eran suficientes para satisfacer el vacío que sentía, pero aún así tenía el pequeño valor para vivir el día a día.
Aparte de la relación pretérita de hija-padre, Hinata amaba ir al colegio. Era la vía de escape para olvidar por un momento todo lo lóbrego que era su hogar; los llantos de su madre, los comentarios silenciosos y de falso respeto de su hermana hacia su padre, y su propio miedo a hacer algo mal para que él fijase su mirada de hielo sobre ella.
En el colegio tenía amigos; Sakura que estudiaba medicina, Shikamaru que era un verdadero genio logístico, Tenten que pertenecía a un curso superior y hacía defensa personal con armas, Ino que era una fanática por la moda… Chouji que tenía el sueño de ser un gran chef como su padre y Lee que era un genio del trabajo duro. También estaba su primo; Neji Hyuuga que lideraba el equipo a nivel nacional de karate. Un orgullo para Hiashi, él joven Hyuuga era todo lo que ella no podía ser, lo mismo iba si se comparaba con su hermana. La pequeña Hyuuga era determinada y a pesar de que su padre le causaba temor, Hanabi era capaz de enmascararlo y poder mantenerle la mirada a su padre… pero ella, Hyuuga Hinata no.
Su labio inferior temblaba, sus ojos se desviaban al piso y su cuerpo amenazaba con desarmarse cada vez que su padre clavaba una dura mirada de desprecio en ella para recalcarle su inutilidad y debilidad. Era tan humillante…
Su madre, Nozomi Hyuuga había deteriorado su salud por las preocupaciones que causaba su padre; hubo un tiempo en que estuvo metido en negocios turbios para amasar una fortuna y lanzarse al estrellato económico e industrial. Su madre se quedaba hasta altas horas de la madrugada, aún débil por el parto reciente de Hanabi para esperar a Hiashi, para saber si sus negocios iban bien y para compartir la alegría de su marido. Pero sólo conseguía que él sonriera con ambición y avaricia. Algo que ella no compartía.
Nozomi se había ido secando como una flor a la que se le niega el agua. Ella ahora casi era una moribunda y prácticamente vivía en cama; ojerosa, pálida, enferma.
Y toda la culpa era de él que, ni siquiera ahora que sabía que Nozomi estaba realmente mal se dignaba a hacerle una visita al menos por simple cortesía para cumplir su rol de esposo.
Aquel día era sábado. No tenía clases y había rechazado todas las propuestas de salidas que ofrecieron sus amigas.
Contando desde ese día comenzaba el mes de su cumpleaños. Tenía la pequeña costumbre arraigada de su madre de considerar el mes completo como su cumpleaños. Entonces estaba de cumpleaños todos los días del mes, su madre decía que le sucederían muchas cosas buenas por eso.
Y lo iniciaría yendo al médico.
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El instituto médico de Konoha era el centro médico más importante del país del fuego y los países circundantes. Estaba a cargo de Tsunade, quien también era la tutora de Sakura y maestra de medicina que la pelirosa cursaba desde la niñez.
A Sakura se le daba bien la medicina, a sus dieciocho años ya tenía un nivel superior en conocimientos y práctica que un paramédico. La Haruno tenía un don para eso, y lo mejor era que le gustaba la carrera de médico.
Soltó un suspiro mirando el gran pasillo de baldosas blancas y brillantes. Las paredes pulcras con escasas placas a un lado del marco de las puertas donde anunciaban mudamente el nombre del médico que residía en cada oficina para prestar sus servicios al país.
Tomó asiento en una de las sillas de espera mientras llenaba la hoja de datos que le habían entregado. Había oído a una enfermera decir que una ambulancia venía con heridos pertenecientes a una de las dos bandas rivales que siempre se enfrentaban.
Concordaba con Shikamaru al decir que eran problemáticos. Siempre salían en las noticias, sobre todo la banda Rasen. Se rumoreaba que tenía integrantes jóvenes y que aunque eran vándalos, no eran así realmente.
Pensó que todo tenía una razón para ser.
Entregó la hoja de datos y la mujer que la atendía comenzó a transcribir los datos a la computadora. Cuando terminó le dio una sonrisa y tomó la hoja de datos que llevó a la puerta del fondo del pasillo derecho. Por el izquierdo estaban las escaleras que llevaban al segundo piso donde se iniciaba la cadena de instrumentos altamente tecnológicos para realizar exámenes. El tercer piso era para los pacientes que necesitaban reposo, y así seguía por los siguientes veinte pisos que tenía el edificio.
En el ala sur de la primera planta estaban alineadas todas las salas de operaciones, siempre con un grupo de enfermeras dispuestas a preparar todo el material cuando venían urgencias.
La mujer que la atendía sonrió acercándose.
- Tsunade-sama la atenderá enseguida, espere un momento Hyuuga-san – al terminar de decir eso, las puertas de urgencia se abrieron de par en par y dos camillas entraron. Hinata abrió la boca ligeramente al encontrarse con unos ojos cian de brillo indomable.
El muchacho iba sentado de piernas cruzadas en la camilla con expresión refunfuñada. Tenía el costado lleno de sangre pero no parecía importarle. Los paramédicos que lo llevaban reían por los comentarios del rubio que parecía tener humor a pesar de estar herido. Tras él iba un pelirrojo con postura rígida sobre la camilla y una expresión resignada al escuchar cada comentario de su amigo. Un costado de su frente estaba lleno de sangre que le daba un aspecto aterrador si se le sumaba la mirada afilada de color aguamarina que tenía.
Hinata contuvo levemente la respiración cuando un tropel de chicos entró después. A uno de ellos lo regañaron por llevar a un perro gigante e insistieron que debía llevarlo a un veterinario, no al hospital, pero el muchacho reclamaba los derechos del perro que Hinata dudaba que existieran.
Una mujer de cabello rubio pajizo atado en cuatro coletas y portando un enorme abanico estaba dentro del tropel. Miraba preocupada a los dos chicos de las camillas mientras un chico robusto jugaba con una marioneta y se burlaba de la cara de mala leche que tenían ambos heridos. Para sorpresa de la Hyuuga, Sasuke estaba ahí; el estudiante modelo, correcto, recatado y amable… vestía con pantalones de cuero y cadenas, guantes sin dedos, botas militares y una camiseta negra de mangas tres cuartos con una frase que citaba medianamente al filósofo Nietzsche "dios está muerto, y tu también"
El chico de gafas redondas y oscuras se mantuvo en una esquina mientras Sasuke se burlaba del rubio que inflaba sus mejillas acrecentando su enfado. La puerta del fondo del pasillo se abrió y una mujer de exuberante delantera se abrió paso con elegancia y mandato. Fue a mirar el papel que Hinata reconoció como la hoja de datos que había llenado, sin embargo la mujer rubia de ojos pardos frunció el entrecejo al sentir uno de los gritos del rubio. Dio un suspiro disimulando una sonrisa y se encaminó al rubio con el entrecejo fruncido de seriedad.
- ¿Otra vez? Hasta cuando te vas a cansar Naruto, me estoy planteando en regalarte una habitación en el hospital – dijo a modo de saludo. El aludido, Naruto, sonrió con una mueca zorruna y extendió los brazos con sorpresa mal fingida y divertida. La mujer centró su mirada inmediatamente en el jersey manchado de sangre. Una puñalada, debía revisar eso.
- ¡Tsunade baa-chan! – una vena se marcó en el joven rostro de la mujer médico. Y luego ella le dio una colleja.
- ¿Cuantas veces te he dicho que no me digas así? – reprendió. El chico se tocó la cabeza con dolor sabiendo que ella golpeaba fuerte, pero no era su intención decirle así, salía por inspiración.
- ¡Eh¿Ahora atacas a tus pacientes? – cuestionó divertido. El código de trabajo, sobretodo el código de trabajo de un médico, y por sobretodo el código de trabajo de la jefa del hospital; consistía en no agredir a su pacientes. Estando personas presentes eso se veía como una denuncia clara… a menos que…
Una vena se marcó nuevamente en la frente de la mujer. Él lo había vuelto a hacer, y ella había caído de nuevo.
- ¡Shizune! – La mujer que momentos antes estuvo atendiendo a Hinata, se acercó a la rubia con una sonrisa que intentaba no pasar por burla – lleva a este energúmeno traicionero a tu oficina y a Gaara también, yo tengo un paciente que ha estado esperando más que suficiente… también encárgate del tropel, aprovecha de hacerles un chequeo – la mujer morena asintió con una ligera sonrisa que daba a entender que eso era algo de todo los días.
La mujer revisó su ficha y luego buscó con la mirada hasta dar con ella. Se acercó con una sonrisa.
- ¿Hinata? – La muchacha asintió levantándose – tu eres la amiga de Sakura… me ha hablado mucho de ti – añadió antes de que la Hyuuga dijese nada – Sakura dice que eres muy inteligente y que tienes un don para el violín – sus ojos pardos miraron de refilón a la chica que se había encogido de hombros y se había sonrojado.
- No-no es así… yo… yo sólo muevo mis manos sobre el violín y suena algo parecido a la música. Aún me falta mucho – la mujer soltó una carcajada y le palmeó la espalda. Hinata casi besa el suelo por el golpe.
- Eres bien modesta, Hinata – abrió la puerta de la oficina y la chica pasó aún cohibida – tienes mi permiso para juntarte con Sakura.
- Gracias – y la acompañó de una reverencia falsa. Dirigió su mirada a la ventana de cortinas caladas pensando que a ella también le hubiese gustado que… por una vez su padre hiciese lo mismo, poner alguna clase de prueba a sus amigos para ver si eran realmente sus amigos.
No…
Estaba desesperada por tener algo del cariño de su padre, pero jamás permitiría que él interviniera en las amistades que ella tenía. Por que eso era lo único que le quedaba.
- Bien, cuéntame cual es el problema – pidió entrelazando sus dedos sobre el escritorio. Hinata carraspeó y se removió incómoda en la silla.
- Son d-dolores de cabeza… al menos lo eran al principio. Me daban demasiado s-seguido pero comenzaban leves y luego se intensificaba el dolor. Luego eran sólo jaquecas y a veces son tan fuertes que me hacen p-perder el conocimiento…
- ¿Te da dolor en alguna parte específica? – la peliazul se tocó en centro de la cabeza.
- Por el centro… a veces el dolor repercute en el lado izquierdo, p-pero siempre cerca del centro – la rubia asintió en silencio y pasó su vista por la mesa hasta que encontró una ilustración.
- ¿Podrías identificar exactamente…? – en la imagen del cerebro aparecía en dos posiciones y Hinata apuntó casi segura la orilla de la parte izquierda del cerebro, casi en medio de las dos partes. Tsunade se mantuvo en silencio, pero luego sonrió - ¿Tienes algo que hacer ahora? Me gustaría tomarte los exámenes en este momento, así estarían listos enseguida – la peliazul asintió.
- No tengo nada que hacer
- Bien¿quieres tomarte un examen de IRM, un TC o un EEG cerebral? – la rubia sonrió y le explicó brevemente cada uno de los procedimientos. Al final la Hyuuga se decidió por el primero y la mujer le pidió que se quitara cualquier cosa metálica que estuviera usando a menos que quisiera que esta se transformase en arma magnética.
Luego de que Hinata hiciese todos los trámites, la dirigieron a una sala para que se pusiese una bata blanca. Prontamente la condujeron a un cuarto con una cama y un enorme escáner redondo que ella una vez vio en la televisión por un video que había puesto Sakura en su casa.
La hicieron acostarse y le pasaron una manta. Cerró los ojos mientras se acomodaba unas orejeras y entonces sintió que ese escáner redondo comenzaba a sonar.
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Hinata terminó de vestirse y vio a la mujer morena pasar a la habitación. Dijo un par de cosas con una sonrisa y luego se fue guiñándole un ojo a Hinata. Ella terminó de atar su cadena de oro que le había regalado su abuela y se acercó a la rubia que miraba una hoja distraída.
Alzó la mirada antes de chocar con ella y pareció que por un momento se mostró sorprendida.
- Sígueme por favor – pidió sin quitar la mirada de la hoja. Entraron otra vez a la oficina y tomaron asiento quedando frente a frente – te lo diré sin rodeos; los exámenes no resultaron favorables, incluso nos tardamos más de lo acostumbrado por que quise repetir el examen, pero el resultado es el mismo – extendió la hoja en el escritorio y luego con el lápiz apuntó un lugar… el lugar que Hinata había marcado en la ilustración. Tsunade trazó un círculo imaginario y luego la miró – en este lugar hay un tumor.
- P-pero… - sentía un horrible nudo en la garganta, parecía una soga que la estaba ahorcando. La mujer suavizó aún más su mirada y habló con voz suave. El lápiz se deslizó por otro sector.
- Dime, Hinata. Al comienzo sentías el dolor en una parte específica, la que marcaste en la ilustración¿verdad? – la muchacha asintió con angustia. La rubia suspiró – en ese lugar había un tumor que comenzó a gestarse lentamente… era un tumor maligno ya que se ha diseminado al otro lado del cerebro – dio un suspiro y apuntó con el lápiz el resultado del examen otra vez – en este lugar hay muchas cosas que conectan un hemisferio con el otro, una operación en ese lugar es completamente delicada y un solo error, mortal… las probabilidades de que todo salga bien si es que decides intervenir el problema es de menos del 1.
Tsunade miró a la muchacha que comenzó a negar.
- No puede ser… yo… yo sólo tengo jaquecas continuas ¿Cómo puedo tener una enfermedad terminal por-por una simple anomalía en el cerebro? – la mujer se apiadó de la muchacha.
Diecisiete años era demasiado pronto para tener un plazo de expiración. Ella aún tenía mucho que vivir.
- El tumor está en un lugar delicado… no pasará mucho cuando comience a crecer más y presione tejidos… – tragó saliva – esto también… creo, tuvo que ver con una contusión que sufriste… Hinata, me gustaría que fueras sincera al responder mi pregunta ¿tu padre te ha golpeado alguna vez?
El labio inferior de la muchacha tembló. Su mirada se desvió al suelo. Siempre le sucedía cuando se mencionaba a su padre… él la había golpeado hace casi un año y el dolor había afectado a su cabeza… se había golpeado contra un mueble y había quedado inconsciente. Hanabi la había llevado a la cama y le había puesto hielo en la cabeza con nerviosismo de secuelas, en el momento no había pasado nada, pero unos días después habían comenzado los dolores de cabeza y con el tiempo avanzaron sumando náuseas…
Ahogó un gemido de angustia y sus ojos se llenaron de lágrimas.
- Él… él me golpeó una vez, muy fuerte… quedé i-inconsciente y… – rompió a llorar – lo odio, lo odio.
Tsunade chasqueó la lengua. Se podía alegrar de que ya hubiera pasado dos fases de la aceptación a la muerte, pero aún quedaba decirle cuanto tiempo le quedaba.
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Sentía que de un momento a otro le hubiesen abierto los ojos. Ahora se podía permitir apreciar hasta los más ínfimos detalles, sentía que tenía una ventaja contra la mayoría; sabía cuando iba morir, quedaba posiblemente menos de dos años y ella podía decidir la forma en que planificaría su vida para aprovecharla lo mejor posible.
¿A quien quería engañar?
Era completamente imposible que encontrasen una cura o un método para operar esa parte específica del cerebro en menos de dos años, incluso si llegaba a suceder, tenía la desventaja de que perdiera facultades cerebrales por el crecimiento del tumor… y sería demasiado tarde.
Se sentó en una banca de hierro con asiento de madera de cerezo. Miró la plaza y centró su mirada en los árboles, las aves, el aire fresco… y las lágrimas cayeron otra vez.
Había intentado negociar con la jefa de medicina para que la operara, pero decía que para eso faltaba un artefacto importante que pudiese penetrar hasta donde estaba el tumor para poder extirparlo. Hacerlo del método convencional no servía de nada por que moriría en medio de la operación. Sólo debía intentar vivir lo que le quedaba de la mejor forma posible.
Su vista opalina bajó lentamente al sobre que tenía con los exámenes. Lo miró fijamente como si quisiera desaparecerlo, pero al momento se rindió y un suspiro doloroso salió de sus labios.
Ella se había negado rotundamente a que informara la situación a su familia. Pidió tiempo para asimilarlo ella primero y agradeció que no le ocultara la información. Tsunade había dicho que respetaba su decisión por que ya estaba pronta a la mayoría de edad, sin embargo debía pensarlo detenidamente ya que era mejor tener a alguien en quien apoyarse antes de morir sola.
Sonrió irónica, algo poco común en ella y cerró los ojos pensando que ya había llorado demasiado ese día.
- Feliz cumpleaños Hinata – susurró.
