Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, así como tampoco sus derechos ni copyright
Spoiler: Contiene referencias directas e información esencial de la trama y final del manga
WHAT IF WE LOST
"Toda historia tiene un final pero… ¿Y si éste no es el que todos esperábamos?"
Capítulo 1: Todo final tiene su historia
Dejó de escuchar su voz; segundos, minutos tal vez… La noción del tiempo parecía haberse rebelado a su control. ¿Qué estaba sucediendo? Roy estaba desorientado y perdido, aislado de la realidad.
Aún podía sentir el movimiento a su alrededor, quería descifrarlo todo, pero aquello era demasiado para alguien que apenas perdió su sentido más valioso. Podía oler el aire húmedo, el fuego, la pólvora; podía oler la sangre. ¿Ella estaba bien? Aquel olor le provocaba nauseas, le recordaba imágenes que quisiera olvidar.
Sabía que Ed había vencido, fue lo último que ella dijo. ¿Qué estaba pasando, entonces? Escuchó nuevos ruidos, armas disparando, pasos apresurados, retazos de conversación que no logró entender. Todo debería haber terminado. ¿Vencieron, no? ¿Acaso no habían acabado con aquel ser? Sintió la frustración apoderarse de su cuerpo, sus manos temblaban de impotencia, buscando a ciegas las de ella, exigiendo la única conexión que aún tenía con el mundo. Al fin ella regresó.
—¿Qué está pasando? —preguntó, tratando de enmascarar la ansiedad que sentía— Teniente…
Sintió cómo ella agarraba su brazo, tirando de él bruscamente, moviéndose para apartarse de algo. Sin entender nada escuchó su voz.
—¡Cuidado! —gritó Riza acercando el cuerpo del hombre al suyo, tambaleándose hasta recuperar el equilibro tras el leve contacto.
Se escuchó el sonido de una fuerte explosión tan cercana que pudo sentir el calor que emanaban las llamas. La adrenalina se disparó. ¿Qué era eso? ¿Qué estaba pasando? Sentía la respiración acelerada de su teniente, podía oírla también.
—Coronel —dijo Riza casi sin voz, sin soltarle—, debe salir de aquí.
—¿Salir de aquí? —repitió desconcertado— ¿Por qué?
—No hay tiempo —insistió ella, acomodando su brazo para ayudarle a avanzar; encontrándose con la oposición del moreno.
—¡Suéltame! —gritó enfadado; se sentía impotente y confuso, reaccionando con rabia por su propia situación de desamparo— Dime qué pasa.
—Ahora no —contestó con voz entrecortada—, por favor.
—No voy a moverme hasta que… —su frase quedó inconclusa cuando una segunda explosión sonó tan cerca como para obligarle a proteger sus oídos del ruido. Se intensificaron los disparos, las voces y de fondo apenas lograba escuchar un sonido que no podía identificar. ¿Era eso un animal? ¿Quimeras?
—¡Roy, corre!
No había sido una orden, no un imperativo. Su voz teñida por la angustia y el cansancio apenas logró arrojar aquella última demanda, un último ruego para hacerle entrar en razón. Roy se sorprendió al escuchar su nombre, al oírlo en aquella voz teñida de una ansiedad impropia. Desconcertado, su cuerpo obedeció; demasiado perdido para cuestionar decisión alguna. Sus pasos eran inestables y torpes, podía sentir sus pies temblorosos sin saber cómo adaptarse a aquel terreno desconocido. Apoyado sobre la espalda de su compañera, trataba de apresurar el paso, de seguir su ritmo, corriendo a ciegas sin saber dónde pisaba.
De golpe la escuchó hablar con alguien, un cruce de palabras que se perdió entre el ruido de lo que parecía un nuevo combate.
—Coronel —escuchó decir a una voz grave— puedo ayudarle a ir más rápido.
Sintió unos brazos grandes y musculosos tratando de alzarlo, inmediatamente se negó, luchando con su cuerpo; aferrándose al de ella.
—¡Suélteme! —gritó enfadado, a diferencia de los ojos su dignidad y orgullo seguían intactos— Aún puedo moverme.
—Coronel… —escuchó quejarse a la rubia.
—Está bien Hawkeye. Entonces corran, yo cubriré sus espaldas.
—¿Está seguro? —preguntó Riza disconforme— Debería huir también.
Armstrong. Al fin reconoció la voz del hombre, con aquel mismo tinte de ansiedad que adornada la de ella; con un ligero temor y desconcierto. Roy no entendía que estaba pasando, por qué sus oídos se llenaban de aquel término inaceptable ¿Huir? ¿Huir de qué? ¿Por qué?
—Vayan hacia el sud —dijo Armstrong entre explosiones—, nos reuniremos en Dublith. Tenemos que salir de Central.
—Los demás… —empezó a quejarse Mustang, entendiendo al fin la conversación, pero el rubio lo cortó.
—Debemos huir por separado —explicó el rubio con prisa—, será más difícil que nos atrapen así. Ahora corran. ¡No hay tiempo!
—Gracias —susurró Riza, recolocando el cuerpo del hombre sobre el suyo—. Vamos a movernos, coronel.
Corrían. De nuevo corrían huyendo de algo que él desconocía, algo que asustaba a su teniente, al comandante Armstrong, algo que asustaba a aquellos que vieron el infierno con sus ojos. Su cabeza empezaba a dar vueltas, desorientada, sin más referencia que el cuerpo de su teniente, su respiración acelerada y el ruido de batalla que los rodeaba. Estaba cansado, cansado de correr, de tropezar, de luchar por mantener un equilibrio que parecía querer abandonarlo en cualquier momento. Le dolía escuchar los leves quejidos de ella, luchando por no evidenciar el dolor y esfuerzo que suponía cargar con el peso del hombre. Estaba enfadado pero, sobre todo, frustrado e impotente por no poder hacer nada, por ser verdaderamente inútil.
Al fin, sus cuerpos se desplomaron; agotados. Podía escuchar sus respiraciones aceleradas y el sonido de su propio corazón palpitando más fuerte que nunca, tratando de controlar el ritmo y recuperar el aliento. No sabía dónde estaba pero apenas se escuchaba el ruido de disparos, el sonido residual de explosiones aisladas; no más gritos. El viento se sentía frío, contrastando con la temperatura de su propio cuerpo, con el sudor que empapaba su frente. Cayó sobre un suelo duro que parecía piedra. Aún estaban en la ciudad.
—Hawkeye —dijo sin voz, sintiendo el calor de su cuerpo junto al suyo
—Puede descansar —se limitó a contestar.
—¿Qué ha pasado? —preguntó ignorando sus palabras, ávido por saber.
La escuchó tomar aire.
—Coronel —empezó sabiendo que debía responder, le debía una explicación antes de seguir avanzando—, alguien dentro del ejército esperó nuestra acción contra los homúnculos para contraatacar, nos tomó a todos por sorpresa.
Su voz sonaba firme, inexpresiva, una voz entrenada para informar a un superior en los peores escenarios. Pero la conocía demasiado, eran demasiados años como para no notar el cansancio, el leve temblor al final de cada frase, la duda al escoger sus palabras…
—Edward venció al homúnculo, Alphonse y él han recuperado sus cuerpos y ambos están bien —aclaró Riza, sintiendo la tensión en el cuerpo del hombre—, los médicos estaban por llegar cuando han empezado los disparos. Hemos intentado cubrirnos y ver de dónde provenía el ataque pero no había tiempo, eran demasiados.
—¿Quién nos ha atacado? —preguntó impaciente.
—No lo sé señor, parecían quimeras —ambos permanecieron en silencio unos segundos, él analizando la nueva información mientras ella trataba de coger fuerzas y ordenar todo lo que había sucedido—. Hohenheim gritó que debíamos huir, Edward protestó pero enseguida empezaron las explosiones. Esos seres visten uniforme militar, algunos atacan con alquimia, son más agiles y parecen más humanos…
Roy se sobresaltó al escuchar aquello. ¿Eran capaces de usar la alquimia? ¿Más humanos?
—Sigue –su voz sonó dura. Ella lo ignoró.
—No podíamos detener el ataque, huir era la mejor opción. Los heridos debíamos abandonar el lugar de inmediato mientras el resto ha tratado de ganar tiempo —contó algo titubeante, sintiendo el cansancio acumulado por el esfuerzo y la pérdida de sangre. De haber podido hacerlo, el coronel hubiese visto su rostro pálido y el tinte oscuro bajo los ojos— Mientras nos alejábamos hemos hablado con Armstrong y nos ha indicado el lugar donde dirigirnos.
—Lo recuerdo —la cortó bruscamente, cansado de escuchar, frustrado al oír aquellas palabras.
—Eso es todo lo que sé Coronel —confesó—. Ahora debemos ir al sud.
—¿Y los demás? —preguntó impaciente, sin esconder su malestar.
—No lo sé, señor, deberían dirigirse hacia Dublith.
Roy se llevó la mano hasta los ojos, frotándolos con desespero mientras intentaba serenarse. Demasiada información, demasiadas cosas que asimilar. Todo parecía venirse abajo, todo en cuanto luchó durante años, todos sus esfuerzos tratando de salvar aquel país nacido en desgracia. Incluso su cuerpo lo abandonaba en el peor momento, dejándolo indefenso e inútil, incapaz de razonar, de decidir, de actuar. Jamás, nunca jamás se sintió tan perdido y desamparado. Había fracasado; les había fallado.
—Coronel —escuchó su voz en un susurro—, debemos seguir o nos alcanzaran.
Sonrió irónico; tan sólo intentaban salvar a ese maldito país y fracasaron. Nunca fueron unos cobardes, nunca antes se dieron la vuelta en una pelea para huir, Roy Mustang nunca abandonaba a sus hombres ni a su país para esconderse y mantenerse a salvo. Sus puños temblaban; difícilmente podía contener esa rabia e impotencia que sentía.
—Maldita sea Riza ¿Qué hemos hecho? —gritó al aire; alejándose bruscamente— ¡No sabemos nada, los demás podrían estar muertos! Edward... Alphonse… Armstrong… ¡Armstrong puede haber muerto; lo dejamos atrás!
Ella no respondió.
—Tenemos que volver y sacar a todo el mundo de allí, tengo que salvarlos… —balbuceó tratando de orientarse, buscando alguna forma de acallar aquel sentimiento amargo de impotencia y culpabilidad.
—¿Cómo les salvará? No puede hacer nada —apenas sin voz; la crudeza de aquellas palabras le paralizó. Era necesario, debía comprender la situación— .Tiene heridas en ambas manos, perdió el sentido de la vista, dígame, coronel ¿Cómo piensa proteger a los demás cuando no puede ver que está sucediendo a su alrededor? No puede si quiera salvarse a sí mismo…
—¿Es mejor huir? —interrumpió incapaz de soportar aquel envite de verdad— Mi deber es morir cómo un perro protegiendo a los demás antes que dar la espalda y correr con la cola entre las piernas mientras ellos siguen luchando. Podríamos haberlo intentado y ni siquiera nos diste esa oportunidad —recriminó buscándola en su oscuridad— ¿Qué me has hecho? ¡No somos cobardes!
—Mi deber es protegerle, coronel —dijo apenas con un hilo de voz.
—¡Riza, basta ya! —le gritó vencido finalmente por la frustración, la situación le estaba superando— Aún estamos a tiempo de volver, juntos podemos hacer frente a esas criaturas y asegurarnos que los demás han salido de allí…
—Lo siento, no puedo… —le cortó sin poder añadir nada más. Su cuerpo se desplomó.
—¿Riza? —cuestionó al oír el peso de la rubia caer sobre el suelo de piedra— Por favor, Riza, contesta.
Un temor más grande se apoderó de él. Con sus manos buscaba el rostro de la chica, acariciándolo al principio, sacudiéndolo con fuerza intentando hacerla recuperar el sentido. Nada. Se aferró a ella, abrazándola contra su pecho, enterrando su rostro en su largo y dorado cabello. No podía ser, otra vez no...
—Riza… Por favor… —repetía una y otra vez, balanceando ambos cuerpos. Era inútil; llovía— Lo siento… No me dejes, te necesito —susurró desesperado, reviviendo aquella agonía una segunda vez— Te necesito… Por favor…
Ella no contestó, tampoco se movió. Sus ojos seguían cerrados y su respiración cada vez sonaba más débil e inestable. Mei lo había advertido, tan sólo habían ganado algo de tiempo, pero su estado seguía siendo crítico. La herida aún sellada adornaba su delicado cuello pero el daño permanecía allí. Había perdido mucha sangre y el esfuerzo de mantenerlos a salvo había acabado de consumir sus últimas energías.
—Por favor… Ahora no, no puedo ayudarte ahora… maldita sea… Lo siento mucho Riza… ¡Riza! —gritó su nombre desesperado.
Había dejado de respirar.
Continuará...
Hasta aquí el primer capítulo.
Es algo distinto a lo que he escrito hasta ahora, es también una historia más larga que quiero y me apetece elaborar, pero hace años que esta idea va rondando mi cabeza y me obligué a no demorarla más.
Espero poder recibir vuestro feedback a través de los reviews, me interesa especialmente porque estoy abandonando mi zona de confort cómo escritora de One shoots o Drables (dónde me siento más cómoda).
¡Hasta el próximo capítulo!
