No se lo digas a Hiashi

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Un crujido.

Unos pasos.

Un suspiro.

Y una oración: Hinata-sama.

Él se filtraba entre la seguridad de la mansión Hyuga por las noches y, con agilidad propia de un gato, entraba a la alcoba de ella por la ventana.

Él ya era conocido:

Neji. –susurró la Hyuga.

Neji asintió complacido. Caminó a pasos lentos y suaves hasta el lecho de su prima, la cual lo esperaba recostada en este. Ambos sonrieron al estar a pocos pasos de poder estar juntos.

La pelinegra tomó asiento en su mismo lecho y cogió las manos de él, logrando que este se arrodillase frente a ella. Rozaron sus labios y, complacidos ambos, volvieron a sonreír.

Él tomo por la cintura a Hinata y la recostó en el futón, fundiéndose en un beso voraz. Bajó hacia su cuello, recorriéndolo, y siguió bajando mientras su mano acariciaba lascivamente una de sus piernas por debajo de la bata.

– Una caricia prohibida en lo mortal – citó Neji al recordar una canción que habría escuchado alguna vez en la calle.

Hinata sonrió nuevamente y él se sintió satisfecho de ser él quien la hiciera sonreír.

La mano que acariciara su pierna minutos antes, fue a situarse entre ellas, en tanto la otra se apoderaba de uno de sus pechos; tocándolo, pellizcándolo con desesperación. Momento después dicha mano fue cambiada por sus labios, dejando en evidencia lo insuficiente que le era la sensación del tacto.

Succionó sus pezones, haciendo que estos pasaran de un tenue color carne a un intenso color rojo, irguiéndose al contacto con su boca.

Los cabellos negros de la joven se pegaban a su húmedo rostro y de su boca entreabierta brotaban verdaderos alaridos de placer, callados- de rato en rato- por los labios de él.

– Neji – llamó Hinata. Su opalina mirada se encontró con la de él y sonrió tímidamente – Perdámonos.

Extraña petición que solo él había aprendido a descifrar luego de tanto tiempo con ella.

Lamió con voracidad y anhelo cada trozo de piel de su prima, antes de hacer caso a dichas palabras.

Se situó entre sus piernas y lentamente empezó a penetrarla. Disfrutando al máximo ese momento, sintiendo su estrechez, humedad y palpitaciones.

Ambos suspiraron.

Neji empezó con el tan esperado vaivén de caderas y sintió las largas piernas de Hinata situarse sobre su cuerpo. El viento afuera movía las grandes ramas de los arboles, asiéndolas sonar entre sí, ayudando a callar sus gemidos.

Las embestidas se volvieron más aceleradas. Hinata clavaba sus uñas en la espalda de su primo, tratando de reprimir sus emociones y las repentinas oleadas de placeres que, sabía, iban en aumento.

No era la primera vez que hacían esto y, estaban seguros, tampoco la última. Él la amaba. Ella lo amaba. Y, mientras nadie supiera lo suyo, nadie podría separarlos. Neji había dicho una vez – Pueden acaparar todo mi día con arduas labores, pero las noches aun son mías Hinata-sama – y fue con aquellas palabras que iniciaron su amorío en la clandestinidad. Solo en las noches. Solo por un par de horas… Solo los dos.

Y como las veces anteriores, siempre llegaban al mismo final: una corriente eléctrica recorriéndoles el cuerpo, espasmos continuos y una necesidad casi palpable de gritar y entre gemidos decir "Te amo", mas no podían hacerlo, nadie podía saber esto. Nadie. En especial él.

El nombre de él era tácito y la única regla que ambos acordaron - con una mirada hacía mucho tiempo - también: No se lo digas a Hiashi.

Shhh…


No quedo como queria, pero sentí la necesidad de publicarlo u.u'

Ojalá les haya gustado, aunque sea un poquito.

Gracias por leer.