CAPÍTULO 1
Y estaba ahí.
Sentado en la silla, pensativo. No entendía nada. "Las mujeres están locas" pensó.
De repente, apareció Beckett.
-Vamos, Castle. Tenemos que ir a interrogar a la mujer del asesinado.
Él remugó por lo bajo y ella se giró, y él disimuladamente hizo ver que estiraba las extremidades para que no le pudiese decir nada.
-Castle…
-Que ya voy!
Hoy Beckett llevaba un humor de perros. Castle pensó que sería por uno de
Pero si que la tenía. Kate no estaba pasando por un buen momento, y eso se notaba en su conducta. La forma de hablar, esa mirada perdida en la sala de espera, esos fallos que no comete nunca… no eran normales. La causa: lo había dejado con Josh. Y no porqué la hubiese dejado él, al contrario, fue ella. Aún no entendía porque lo había hecho, sólo
que lo había hecho por algún motivo y estaba intentando encontrarlo.
Hubo un silencio incómodo en el coche, el cual se rompió con la típica pregunta estúpida de Castle:
-Beckett, ¿Cuál es la mascota más rara que has tenido?
-Pues muy fácil, tu.
-Ja-ja.
Ahí terminó la conversación. Castle no quería meterle prisa, no quería preguntarle acerca del tiroteo que casi acaba con su vida, con sus vidas… Estaba dispuesto a esperar, pero no para siempre. Él tampoco sabía que era por temas sentimentales, pero lo intuía. Cuando lo dejó con Demming le pasó lo mismo, estaba ausente. Pero su ausencia actual se estaba haciendo larga y pesada, y él no sabía como animarla.
Llegaron a casa de la mujer. Después de hacerle el interrogatorio sin sacar nada de nuevo, se fueron hacia la comisaría. Cómo era tarde, Castle le dijo:
-Me voy a casa Beckett, estoy cansado y tengo a Alexis enferma.
-No te preocupes, vete. Buenas noches, y dile a Alexis que se mejore.
-Buenas noches para ti también. Que descanses.
Kate miró como se iba lentamente, con su chaqueta colgada del hombro. Cogió el ascensor y se fue.
"Otro día que pasa" pensó. "Otro día que se me escapa, otro día sin haber hecho nada de nuevo. Otro día monótono y triste."
Ella también decidió irse para casa, dónde la esperaba el silencio más incomodo de todos: el de la soledad.
