****ESCRITA POR RIONA25****

CAPÍTULO 1

Desde la colina observaba con su catalejo como se aproximaba la carroza por aquel árido sendero y que no tardaría en adentrarse en el bosque. Allí, a caballo, escondidos tras las sombras que les brindaba el espeso follaje, aguardaba con Alaric, Jenna, Marcel y algunos hombres más que, preparados, con sus rostros ocultos, esperaban sus indicaciones.

-Aquí están -sentenció con una media sonrisa y su mirada de esmeraldas brillando de satisfacción. Cerró el catalejo guardándolo en su morral, tomando después el pañuelo que le servía de máscara y, colocándolo sobre su cabeza, lo anudó en su nuca. Apenas si le dejaba al descubierto parte de su rostro, su boca, sus ojos verdes y algunos mechones de su rubio cabello que escapaban rebeldes al amarre de aquel tejido tras el que ocultaba su identidad.

-Entonces, la información era cierta -puntualizó Marcel. -Al fin pondremos las manos sobre el dinero que financia a las malditas tropas francesas.

-Y además llega sin escolta -añadió él complacido. -¡Vamos! -les ordenó espoleando su caballo.

-¡Señor! ¡Señor! -voceó el cochero con acento extranjero al observar una figura a caballo que se interponía en el camino mientras detenía el carruaje. -¡Retírese, señor! -insistió. De repente vio como aquella figura se dirigía hacia él elevando una pistola, apuntándole directamente. Su primer instinto fue buscar su arma.

-Yo que tú no lo haría -le dijo su atacante mientras se acercaba hasta él, sin dejar de apuntarle, escuchando como sus compañeros cabalgan hasta apostarse tras él. Ante tal amenaza, el hombre no pudo menos que levantar las manos en señal de rendición.

-Baja de ahí, cochero -le gritó Marcel. -¿Comprendes, francés? ¡Baja! -le ordenó.

-Los de dentro -exclamó el joven enmascarado hacia el carruaje que presentaba todas las cortinillas corridas sin permitirle observar el interior. -Baja y se les perdonará la vida -habló, sin bajar su arma en momento alguno -¡¿Me oyen?! -alzó la voz impaciente, en vista de que nadie se dignaba a contestar.

Escuchó entonces como la dorada manecilla de la carroza se abría lentamente. Alzó la mano indicando a sus compañeros que aguardasen antes de cualquier movimiento. Esperaba que algún soldado francés que pudiera ir escoltando el cargamento intentara atacar pero, había que esperar antes de cometer el error de matar a alguien inocente. Sin embargo, al abrirse la portezuela, no fue un uniforme azul francés con lo que se encontró sino con la muchacha más hermosa y deslumbrante que jamás había tenido ante sus ojos. Su tez blanca, nívea contrastaba con lo rubio de su largo cabello que le daba un aspecto fascinante, casi irreal. La observó bajar la escalerilla con gran seguridad, a pesar de verse apuntada con un arma, su frente altiva y su mirada oscura y profunda sin ninguna muestra de temor. El muchacho sorprendido, tratando de guardar la compostura, apartó la pistola de su objetivo.

-Evidentemente, nos hemos equivocado de carruaje -la escuchó decir a la muchacha con su voz igual de serena que su mirada. -Por lo tanto ¿tendrán la gentileza de ofrecerme me excusas y dejarme ir?

-¿Y usted quién es? -se rió él ante tal desenvoltura.

-¡Quítate esa máscara! -Le desafió ella. -Que al menos pueda mirarte a la cara.

-No parece francesa -sugirió él bajando del caballo y caminando hacia ella.

-Soy tan italiana como vos -respondió con firmeza.

-Entiendo -sonrió divertido, dirigiéndose ahora hacia la carroza, para comprobar su interior. -Entonces, si usted no es francesa -continuó mirándola de nuevo, tras cerciorarse de que no había nada de valor en ella -y viendo que no transportan lo que buscamos, tal vez podría decidirme y los dejo ir.

-¡Oh, cuánta generosidad de tu parte! -manifestó llena de sarcasmo. Él se rió inclinando la cabeza aceptando su ironía. -¿Puedo saber cómo te llamas? -preguntó ofendida.

-¡Las preguntas las hacemos nosotros! -gritó Marcel -¿Dónde está la guardia francesa?

-"El Gavilán" -le respondió él ignorando la interrupción de su compañero. -Me llaman El Gavilán -le repitió mientras la miraba fijamente a los ojos, sin observar ningún tipo de inquietud en el rostro femenino y que habría sido de esperarse. Sonrió maravillado. Quizás no hubiera escuchado nunca hablar de él, cosa que ya era improbable, pero le sorprendía gratamente que tampoco le amedrentara el verse asaltada por un grupo de malhechores enmascarados.

-Déjala ir -les indicó finalmente a sus compañeros.

Caroline se dispuso entonces a volver a la carroza.

-Si usted es tan gentil -la detuvo él -tal y como lo he sido yo contigo, concédeme tu nombre.

-Soy Caroline Forbes, Condesa de Vilastagno -le dijo alzando su barbilla, mientras sostenía la verde mirada masculina.

-¿Caroline Forbes?-titubeó él, cambiando su gracioso semblante por otro lleno de inseguridad, casi de pavor.

-Veo que el nombre del Señor de estas tierras te hace temblar -se mofó ella ante la gravedad de su rostro.

Sin embargo no solo él sino que todos los jinetes se agitaron a escucharlo, incluso Alaric se había adelantado un poco para ocultar tras él a Jenna, quien ya había tomado la precaución de bajar su rostro para ocultarlo, aún más si era posible, en cuanto hubo visto a la muchacha descender de aquel coche.

-Lárgate ahora -le ordenó el joven con premura -Casi han llegado a casa. ¡Lárgate!

Ella obedeció mientras él cerraba la portezuela de la carroza. Ya en la seguridad del carruaje, Caroline se llevó las manos trémulas al pecho respirando agitada, preguntándose de donde había sacado esa valentía que le era del todo desconocida para enfrentarse a un bandido como aquel.

-¡Vamos francés! -le voceó Marcel al cochero instándole a marcharse -¡Vamos!

Los jinetes se apartaron del camino y dejaron que la carroza reanudara la marcha.

-La información no era exacta -se lamentó Alaric -No había ningún tesoro.

-Al menos no el que esperábamos -se rió el muchacho negando con la cabeza.

-Yo me temo que tendré que dejarlos -anunció Jenna, señalando el carruaje que casi desaparecía ya de su vista.

-Si vas por el atajo del riachuelo llegaras antes que ella -le susurró insinuante Alaric.

-Gracias por la indicación -le sonrió Jenna.

-Ve con precaución -le pidió el joven cabecilla -Nosotros volvemos al refugio.

-Igual ustedes -les dijo ella tras lo que espoleó su caballo y se marchó.

En cuanto la vieron alejarse, el resto de sus compañeros emprendieron la marcha en dirección contraria a la que había tomado la mujer para adentrarse en el bosque y dirigirse a su escondite.

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El sonido de un arcabuz rompió el silencio reinante del bosque. Tras la humareda producida por el disparo, se vislumbró apoyada en la culata, una espesa, larga y ondulada cabellera negra que enmarcaba un bello rostro de ojos cafés. Una gran sonrisa de regocijo se dibujó en sus labios.

-Un gran tiro señora marquesa -la alabó uno de los criados.

Hayley le lanzó el arma, que el sirviente cogió al vuelo, y se dirigió corriendo hacia un árbol cercano donde le aguardaba un joven noble, moreno, de agradables facciones.

-No erraste ninguno, querida -le dijo mientras la recibía en sus brazos.

-Herir el corazón es mi especialidad -le sonrió ella sugerente -deberías saberlo.

Sin esperar respuesta alguna por parte del joven comenzó a besarlo con pasión.

-Hayley, te lo ruego -le pidió, tratando de alejarla de él del modo menos ofensivo posible.

-¿Tu prometida no merece ni siquiera un beso? -se quejó haciendo un mohín infantil.

-No estamos solos -le aclaró él besándola en la frente a lo que siguió la expresión de fastidio de ella. -Será mejor que regresemos a casa -le sugirió recogiendo su propia arma -mi hermana estará de vuelta de París de un momento a otro.

-Estoy ansiosa por conocerla -concordó Hayley. -¿Tu hermana Caroline ha buscado ya marido? -inquirió la morena mujer a su prometido mientras cabalgaban ya hacia la finca. -¿Han conversado sobre eso?

-No -negó él. -No es algo de lo que se pueda hablar por carta.

-Mañana, en la recepción que celebra la Condesa Camille O'connell estará también el Capitán Tyler Lockwood -puntualizó ella. -Una unión con un oficial francés podría ser muy útil políticamente -le sugirió.

-Lo importante es que Caroline encuentre a un hombre que la proteja y que le asegure un futuro tranquilo -la contradijo. -El Capitán Lockwood es un capitán de un ejército invasor, Hayley. Todavía no entiendo como puede ser él la persona adecuada -discrepó -Además será Caroline quien decida.

-Le gustará -insinuó Hayley sin darse por vencida -Es un hombre fascinante.

-¿Debo estar celoso? -se rió él.

-Yo ya tengo mi trofeo, Forbes -sentenció ella.

-Apresurémonos o Caroline llegará antes que nosotros -le indicó su prometido que azuzaba su montura.

Efectivamente, la carroza ya se estaba aproximando a Vilastagno, los criados habían corrido a abrir las verjas para dar paso al coche. Caroline observó por la ventana la majestuosidad de la finca, todo seguía igual. En cuanto llegó a la puerta principal, la servidumbre se apresuró a recibirla.

-¡Condesita Caroline! -exclamó Jenna corriendo a su encuentro.

Caroline se apeó del carruaje y caminó hacia ella sonriente.

-¡Qué placer volver a verla después de tantos meses! -la saludó la sirvienta mientras besaba sus mejillas. Caroline, aún sonriente, se dirigió a otra de las muchachas.

-¡Rose! -la saludó besándola también.

-¡Bienvenida, Condesita! -respondió la doncella.

Caroline se separó también de ella y se dirigió entonces a una joven doncella que esperaba al lado de Rose y a la que abrazó de modo efusivo.

-¡Katherine!

-¿Ha ido bien el viaje, Condesa? -le preguntó.

-No, por desgracia he tenido un encuentro bastante desagradable -le dijo Caroline ahora con rostro serio mientras caminaban ya hacia la casa.

-¡Santo Cielo! ¿Qué encuentro? -se alarmó Rose.

-Bandidos -les dijo. -El jefe llevaba una máscara, se hacía llamar el...

-El Gavilán -la interrumpió Katherine.

-Sí -se sorprendió Caroline -¿Lo conoces?

-En Vilastagno no se hace otra cosa más que hablar de él en estos los últimos tiempos -le informó Rose.

-¿Y quién es? -quiso saber Caroline.

- Tú lo has dicho -le indicó Katherine. -Un bandido.

-Para algunos es un héroe -añadió Trevor.

-¿Un héroe? -se molestó Caroline -¿A un villano enmascarado que asalta carrozas lo llamas héroe, Trevor?

Las doncellas lo miraron con desaprobación mientras él hacía una mueca de disconformidad.

-Venga, Condesa, la acompaño a su habitación -la instó Jenna a la que también acompañó Rose.

-¿Estás loco? -le reprochó Katherine duramente a su hermano, tomando su brazo para detenerlo. -Defender a ese bandido delante de la Condesita.

-Si fuera de verdad un bandido como tú dices, a esta hora la Condesita no estaría aquí -le rebatió Trevor.

-¿Y mi hermano, Jenna? -preguntó Caroline estando ya en su habitación, un poco más calmada. -¿Cómo que no ha venido a recibirme?

-Tu hermano salió con su prometida a cazar -le aclaró. -No te esperaba tan pronto.

Caroline asintió entristecida mientras se sentaba sobre su cama y miraba a su alrededor.

-Qué hermoso estar en casa -suspiró.

-Te hemos extrañado tanto -le sonrió la doncella.

-Jenna, ¿cómo puede Trevor ver con buenos ojos a ese bandido? -preguntó Caroline extrañada.

-Querida niña, hace mucho que no venís a Vilastagno -le dijo Jenna -y en los últimos tiempos han cambiado tantas cosas...

-Allí están, ya vuelven de la caza -las interrumpió Rose que observaba por la ventana a los recién llegados.

El rostro de Caroline recuperó la sonrisa y se apresuró a encontrarse con su hermano. Mientras bajaba por la escalinata de piedra lo vio ayudando a su prometida a bajar del caballo.

-¡Elijah! -gritó llamando la atención de ambos. El muchacho corrió a su encuentro y ella se lanzó a sus brazos.

-¡Qué felicidad poder volver a abrazarte! -exclamó él mientras giraba con ella, abrazándola con fuerza. -Acaban de decirme lo que te ha sucedido de camino a casa -la miró con aprensión dejándola en el suelo -Aquí estás segura, pequeña.

-He tenido tanto miedo, Elijah -le confesó -Pero he tratado de que él no se diera cuenta -admitió. -De hecho, apenas oyó el nombre de Forbes fue él quien se asustó -le comentó extrañada.

-Elijah -los interrumpió por detrás una voz femenina. -¿No me presentas?

-Perdóname -se excusó él. -Caroline, al fin puedo presentarte a la Marquesa Hayley Labonair.

Caroline se acercó a ella y le besó las mejillas, cosa que sorprendió a la joven.

-Deseaba tanto verlos -le sonrió Caroline -Pero después de todo lo que me ha escrito Elijah sobre vos es como si ya te conociera.

-Yo también conocía mucho sobre vos pero ignoraba tu belleza -la alabó Hayley. -Siento que tu regreso a Vilastagno haya sido arruinado por un desagradable episodio.

-Aquel bandido esperaba a otra persona -le narró con rostro serio -Apenas se dio cuenta del error me dejó marchar.

-Has sido afortunada -discrepó la marquesa. -El Gavilán es un bandido muy peligroso. Por suerte están los franceses para protegernos.

-Ahora vamos a festejar tu regreso de Caroline -trató Elijah de cambiar a otro tema un tanto más animado. -Vamos, pequeña -le dijo tomando su mano y caminando con ella hacia la casa.

-Gracias -le sonrió ella.

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-Se suponía que teníamos un informador muy fiable -se quejó Alaric mientras entraban en la cabaña, todos con caras de decepción fruto de una operación fallida.

-Ve a fiarte de un francés -se quejó Marcel -Deberíamos haber verificado si la Condesita llevaba dinero o joyas -se lamentó iracundo.

-Sí, claro, robar a una señorita... un gran gesto -se mofó el joven cabecilla. -Pensaba que éramos rebeldes -le reprochó soltando con un golpe su espada sobre la mesa, dejando clara constancia de cómo le contrariaba aquella opinión -no ladrones.

-¿Crees que los campesinos que tienen hambre se preguntan de dónde viene la comida? -le respondió.

-¿Y tú crees que robar a una joven indefensa puede traer a esta tierra la paz? -se le enfrentó.

-¿Joven e indefensa? -se rió el muchacho. -¿Te tengo que recordar que esa joven indefensa es la hermana del Conde Elijah Forbes? ¡El único que no se ha opuesto al abuso de los franceses sobre esta tierra! -se exasperó Marcel.

-¿Y yo te tengo que recordar que ha habido una guerra y que el Piamonte la ha perdido? -le contradijo. -Si los soldados golpean es porque el Capitán Tyler Lockwood ha dado la orden de golpear, si roban es porque el Capitán Tyler Lockwood ha dado la orden de robar -argumentó. -Así que el problema no es Elijah Forbes, el problema es el Capitán Tyler Lockwood -sentenció. -Nosotros no somos como él, no robamos y no golpeamos.

-Eres bueno jugando con las palabras, Klaus -aseveró Marcel lleno de sarcasmo -pero ese es un lujo que sólo se pueden permitir los nobles como vos, no los campesinos.

-¿Sabes por qué la gente está de nuestra parte, Marcel? -atajó Alaric con timbre calmado y sereno. -Porque hacemos como dice él -señaló a Klaus. -Nadie debe tener miedo de nosotros, aparte de los franceses.

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-Oh, bravo por Jenna -exclamó Elijah mientras entraban a la biblioteca -has hecho traer una botella del mejor vino -agradeció mientras olía el exquisito brebaje.

Caroline entró siguiendo a su hermano aunque no se detuvo a su lado sino que continuó hasta donde estaba colgado un retrato de su madre, la Condesa Elizabeth Lombardi de Forbes. A Caroline le emocionaba contemplar aquel cuadro en el que su madre se mostraba en toda su belleza y esplendor. A pesar de no ser una noble, conquistó por completo el corazón de su padre, el Conde William Forbes y, tras enfrentarse a todo y a todos por su inmenso amor, consiguieron unir sus vidas. Caroline fue el fruto de esa unión. Elijah, en realidad, era hermano suyo sólo por parte de padre, podría decirse que fue la consecuencia de un desliz de juventud. Pero Elizabeth jamás se lo reprochó a William, al contrario, en cuanto supo de la existencia de ese hijo, mucho antes de que pudieran incluso casarse, insistió sobremanera para que Elijah fuera reconocido como un Forbes. Y gracias a Dios que así lo hizo. Su padre fue vilmente asesinado poco después de que ella naciera y, a los pocos años, con el corazón destrozado, y sin poder superar la muerte de su esposo, Elizabeth falleció, así que Elijah y su querida prima Elena eran lo único que le quedaba en el mundo.

-Elena me escribió informándome de que ella y su marido asistirán a mi matrimonio -le contó su hermano mientras servía las copas de vino. -Serán nuestros huéspedes por unos días.

-Me alegro mucho de tener la oportunidad de volver a verla pronto -le dijo Caroline sin retirar la vista del lienzo.

-Heredaste su belleza -le susurró su hermano al oído ofreciéndole la copa. Caroline sonrió aceptándola.

-Querido, deberías dejar que nos sirvan -puntualizó Hayley con cierta apatía -Es por eso que existen los criados.

-¿Porqué? -refutó Caroline -Es un gesto cariñoso y me gusta que mi hermano mayor continúe ocupándose de mí -sonrió mientras observaba a Elijah. -Me hace sentir protegida.

-Sí, y por eso existen los maridos -le sugirió Hayley.

-¿Para servir el vino? -se mofó ella con fingida inocencia.

-Para dar protección, querida mía -respondió la marquesa -Dar seguridad a las muchachas que dejan la casa paterna -concluyó ofreciéndole su copa para brindar con sonrisa pícara. Hayley tenía muy claros los planes que tenía para aquella jovencita y, al día siguiente, en la recepción de la Condesa Camille, empezaría a ponerlos en práctica.

De hecho, comenzó ya en la carroza, de camino a Turín. Le lanzó un par de miradas insinuantes a Elijah, mirando de reojo a Caroline. Elijah con gesto de desgana asintió, entendiendo a que se estaba refiriendo su prometida.

-En la recepción estará también presente el Capitán Tyler Lockwood, el comandante de las tropas francesas en Vilastagno -comentó Elijah.

-Es un hombre fascinante y con un gran futuro -añadió Hayley entusiasmada, entusiasmo que Caroline no compartía.

-Pequeña, creo que ya va siendo hora de pensar en tu futuro -le dijo su hermano al ver la apatía de su rostro.

-Elijah, me casaré cuando sea el momento justo y con la persona que amo, como es tradición en la familia Forbes -sentenció Caroline bajando del carruaje -Y tú mejor que nadie deberías saberlo.

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El Palacio O'connell se presentaba majestuoso ante sus invitados, no sin motivo eran conocidas y muy bien valoradas las fiestas de la Condesa Camille. En el salón principal, deliciosamente ornado por los artistas más afamados de toda Italia, un piano forte ponía la melodía a la exquisita voz de la soprano que amenizaba la velada. Toda la alcurnia piamontesa se agolpaba a su alrededor mientras, desde uno de los rincones, con claro hastío y sopor, observaba la escena el Capitán Tyler.

Cuando entraron en el salón, Elijah dirigió sus pasos hacia su amigo, el Conde Jeremy Summer, quien escuchaba con gran emoción cada una de las notas que resonaban en la estancia. Su ensimismamiento se quebró al ver llegar a su amigo en compañía de su prometida y su hermana. Al terminar la sonata, tras lo que los asistentes rompieron en vítores, aprovechó para acudir a saludarlos.

-Caroline, bienvenida -la tomó las manos observándola. -Estás espléndida -le sonrió ampliamente.

-Eres siempre demasiado gentil conmigo, Jeremy -le agradeció ella el cumplido. -Es una alegría volver a verte.

-Marquesa -saludó el Conde a Hayley tomando su mano y besándosela. -¿Y desde cuándo mi amigo Elijah Forbes frecuenta los acontecimientos mundanos? -se dirigió a su amigo.

-Desde que tu amigo Elijah no está solo para decidir -admitió inclinándose con gesto de resignación mientras Hayley lanzaba una risita. Fue entonces cuando su mirada, accidentalmente, se posó sobre los pies de su amigo. Atónito comprobó que se había calzado con zapatos distintos, si bien eran del mismo color crema, y que, por suerte había hecho que fueran a juego con su casaca, eran definitivamente distintos pues los broches que adornaban el empeine así lo eran. Efectivamente, su querido amigo era una completa calamidad.

-Lo sé -le respondió Jeremy a la mirada reprobatoria de su amigo -Llegaba tarde como siempre. Es lo mejor que he podido hacer.

-Caroline ¿puedo presentaros a mi hermana Bonnie? -Hayley se acercaba a ella con otra muchacha, que, aunque no era de belleza tan llamativa como la de su hermana, su candidez y encanto eran remarcables.

-Encantada de conocerte -se inclinó Caroline

-Mi hermana me había hablado de tu belleza, pero la superas cada una de sus descripciones -le sonrió Bonnie.

-Marquesita -la saludó besando su mano Elijah. -Seguramente conoces al Conde Summer.

-Conde Summer -se inclinó Bonnie. Jeremy, sin embargo, contemplaba sin habla la preciosa imagen que se presentaba ante sus ojos. Elijah tuvo que carraspear para devolverlo a la realidad.

-Marquesa Labonair -dijo al fin, besando su mano a la muchacha que había enrojecido.

-Ven Caroline -interrumpió con desgana Hayley la idílica escena.

Tomó a la muchacha de la mano y la condujo hacia el rincón donde se encontraba un muchacho de facciones agraciadas aunque angulosas y de pelo negro, atado a la nuca con una cinta de raso, mas no fue ese el detalle que llamó su atención, todos los nobles solían recoger así sus cabellos, sino el hecho de que su cabello fuera tan largo, casi alcanzaba la mitad de su espalda. Sin duda muchas mujeres envidiarían un cabello así. Viendo su uniforme de oficial francés y sus galones pudo suponer que se trataba del Capitán Lockwood.

-Marquesa Hayley Labonair -se inclinó el capitán al verla llegar -Estoy complacido de volver a veros.

-Capitán Lockwood, imagino que no conoces a la Condesa Caroline Forbes. -sonrió Hayley con malicia.

-Capitán Tyler Lockwood -se cuadró ante ella -A tu servicio, Condesa.

Caroline se limitó a inclinar la cabeza, esforzándose por dibujar una sonrisa en sus labios que no reflejara su desinterés.

-Al fin tengo el honor de conocerte -continuó él. -Tu fama te ha precedido... "la joven y deliciosa condesa que hizo frente a El Gavilán".

-El Capitán Tyler dirige las tropas francesas en Vilastagno -le informó Hayley.

-Al menos aquí estaremos seguros de aquel bandido -afirmó Caroline, no sin cierta ironía en su voz.

-Ahora entiendo como lo has enfrentado -se maravilló el capitán. -No te preocupes he controlado personalmente la lista de los invitados y El Gavilán no se encuentra entre ellos.

-Aquel encuentro me ha turbado mucho, capitán -quiso atajar Caroline ese juego que no estaba dispuesta a continuar.

-Estate tranquila, lo apresaremos pronto -le aseguró Tyler con firmeza. -La próxima vez que lo veras estará colgando de una horca.

Por descontado que Caroline tampoco pretendía que la conversación tomara un cariz tan... violento. Miró a Hayley con mirada suplicante pero ésta, lejos de darse por enterada, le guiño un ojo y, disimuladamente, se distanció de ellos para dejarlos solos.

-Mientras tanto -continuó el capitán -vos me podrías ayudar contándome cualquier detalle de vuestro encuentro con él. En aquel saloncito podríamos hablar más tranquilamente -le insinuó con declarada intención.

-¿Ahora? -dijo ella con fingido asombro -Sería descortés aislarse en un recibidor ¿no crees?

-Caroline -la voz de la Condesa Camille le sonó a absoluta salvación -al fin te vuelvo a ver.

-Magnífica recepción -la felicitó Caroline.

-Imagino que has vuelto al Piamonte por la boda de vuestro hermano -supuso la condesa -así que espero que permanezcas algún tiempo en Vilastagno.

-Puede ser, veremos...

-Te entiendo -la cortó Tyler -Para mí, por ejemplo, Vilastagno no es París, pero apenas he descubierto que también en el Piamonte se pueden tener encuentros interesantes. Sería un pecado que te marches tan pronto -susurró el capitán.

Un invitado recién llegado, que trataba de resultar inadvertido para el resto de los presentes, los observaba desde la distancia. Klaus contemplaba con deleite a aquella hermosa muchacha a la que había asaltado por error el día anterior y a la que no había creído que volvería a ver. Comprobó con satisfacción que se había equivocado y quiso gozar desde la lejanía de aquella imagen fascinante que suponía su femenina y delicada figura, a pesar de tener que admitir que le desagradaba sobremanera la identidad de su actual acompañante.

-De veras que es muy Caroline -susurró Camille que se había acercado a él con sigilo.

-Tu belleza no tiene comparación.

-Siempre tienes el don de ser galante y la desgracia de ser mentiroso -afirmó ella con falso reproche.

-No es una novedad -se rió él.

-Es Caroline amenaza para cualquier mujer -admitió mientras miraba el objeto de las miradas de su amigo.

-No para ti, Camille -la quiso adular aunque ella bien sabía que había poco de cierto en esas palabras.

-¿La conoces? -quiso ella cambiar de tema.

Klaus la observó durante unos segundos, sonriendo. Jamás podría olvidar aquel primer encuentro con ella.

-No -respondió al fin.

-Es la Condesa Caroline Forbes, hermana del Conde Forbes- le informó Camille.

Klaus continuó observándola, hasta que al fin Caroline notó su presencia. Sus miradas se fundieron durante varios segundos y Caroline no consiguió encontrar explicación alguna a porqué no era capaz de despegar sus ojos de aquellas pupilas verdes con las que, accidentalmente, se acababa de encontrar.

-Ven, te la presento -se ofreció Camille en vista de su interés.

-Gracias pero no, Camille -se negó él apartando por un momento su vista de Caroline -Ciertos encuentros prefiero hacerlos a mi manera -le susurró insinuante. Ella le sonrió divertida.

Klaus volvió sus ojos hacia Caroline de nuevo y le complació ver que ella seguía observándolo con una mezcla de curiosidad y deslumbramiento en su mirada. Él le dedicó una media sonrisa muy sugerente y, sin más, salió del salón, sumiendo a Caroline en una incomprensible desilusión.

-Conde Forbes, su hermana es verdaderamente preciosa -le dijo Tyler a Elijah que se acercaba en ese momento a ellos. -¿Dónde la has tenido escondida durante todo este tiempo?

-En el colegio, en París -respondió él.

-Le ruego que me excusen -una necesidad muy difícil de obviar impulsó a Caroline a querer salir de aquel salón y buscar a aquel desconocido que tanto la había cautivado -hay tantas personas que no veo desde hace tanto tiempo y que me gustaría saludar... -le mintió.

-Me apena muchísimo -le susurró -pero eso no puedo impedírselo.

Caroline se inclinó y se alejó de ellos. Se dirigió hacia el jardín pero no había rastro de aquel desconocido que la había deslumbrado así. Suspiró tratando de conseguir algo de tranquilidad y se encaminó hacia un pequeño mirador cercano. Era ilógico ese desasosiego por alguien que sólo había visto un momento y que, tal vez, jamás volvería a ver.

-Señorita -Caroline escuchó una voz masculina tras ella.

-Capitán Tyler, eres verdaderamente muy insistente... -dijo con tono molesto mientras se volvía encarándolo para, de forma inesperada, encontrarse con aquellas esmeraldas que la habían hecho prisionera hacía unos minutos. Ahora, así, tan cerca, podía apreciar la perfección de sus rasgos masculinos, helénicos, digno modelo del propio Miguel Ángel. Su cabello rubio recogido en la nuca se esforzaba rebelde por escapar de su atadura, dándole un aire incluso más varonil.

-Perdóname -alcanzó a decir ella, mientras Klaus la observaba con cierta frialdad, casi con altivez -Pensaba que era otra persona.

-¿Te sientes mal? -le preguntó con la misma frialdad que reflejaba su rostro.

-Si...no... -titubeó ella ante su actitud distante -Tenía necesidad de un poco de aire -se excusó.

-Entiendo, quizás la fiesta te aburra -dijo él ahora con desdén, sin apenas mirarla.

-Quizás -se molestó ella -pero eso no te importa -le dio la espalda. -De hecho también he venido aquí para estar sola un momento.

-Yo también -afirmó él -¡qué coincidencia! -exclamó con falsa sorpresa. -¡Por favor, continua! -prosiguió él con su comportamiento casi hostil. -Se puede estar perfectamente solos, aunque estemos aquí los dos. De hecho, ignórame, no me dirijas la palabra -concluyó alzando su barbilla, evitando mirarla en ningún momento.

Y así, quedaron uno al lado del otro, observando aquel majestuoso jardín italiano que se abría ante sus ojos... en completo silencio. Klaus tuvo que hacer gala de todo su esfuerzo para no reír ante la situación que él mismo, a conciencia, había provocado aunque, para Caroline, que no entendía la actitud de aquel muchacho, se había convertido en uno de los momentos más violentos de su vida. Cuando, para ella, se volvió insostenible, decidió volver al palacio.

-¿Ya te cansaste de la soledad? -le preguntó Klaus con sonrisa arrogante haciéndola detenerse.

-No creo que te deba ninguna explicación -aseveró ella molesta. Reanudó de nuevo sus pasos pero paró cuando comprobó que, frente a ella, en el jardín, paseaban Tyler y Hayley y, por sus miradas, habría jurado que estaban buscándola. Caroline los observó con disgusto. Lo que menos quería ahora era tener que soportar otra conversación con aquel capitán que le resultaba del todo desagradable. La sonrisa de Klaus también se tornó seria al ver que el francés buscaba a Caroline.

-¿Quizás has cambiado de idea? -siguió él con su juego, aunque caminó disimuladamente hasta ella para ocultarla de la vista de aquel capitán obstinado.

-No te muevas, por favor -musitó ella, rindiéndose. Prefería su compañía a tener que soportar la charla insulsa de Tyler. Klaus se giró entonces observando a la pareja, dando a entender a Caroline que comprendía la situación.

-Qué difícil debe de ser para ti -le dijo -venir a la fiesta, vestida a la última moda parisina para permanecer sola y pasar inadvertida... ¡Te comprendo tan bien!

-¿Sabes que si me provocas puedo responder a tus ofensas? -le inquirió molesta.

-Pero yo no quería ofenderte -dijo Klaus con cálida voz inclinándose sobre ella, clavando su mirada sobre la suya. -Una rosa roja no puede pasar desapercibida en un campo nevado.

De nuevo Caroline quedó prendada de aquella verde luz que despedían sus ojos, sin habla, y sin acabar de comprender como aquella actitud fría como el hielo había sido borrada de un plumazo por aquella calidez que surgía ahora de sus labios y que parecía ser capar de devastar toda su voluntad.

Klaus se volvió un instante a observar a la pareja que había decidido volver al salón.

-Ya te puedes ir -habló él -Si aún lo quieres -le dijo en una clara insinuación.

-¿Y qué te hace pensar que he cambiado de idea y deseo quedarme? -titubeó ella, confundida.

-Sólo una esperanza -se inclino de nuevo, murmurando sobre su oído.

Aquellos orbes de esmeralda, esa voz aterciopelada, aquel cabello teñido de oro...

-¿Nos hemos conocido antes? -preguntó Caroline con voz tenue, casi imperceptible.

-No, no lo creo. No lo habría olvidado nunca -susurró Klaus inclinándose más sobre ella, acercando su rostro más y más al de la joven.

Sin embargo, su vista se desvió por un momento y vio con disgusto que el Conde Elijah Forbes se dirigía hacia ellos. Tomó entonces su mano y se la besó.

-Condesa Forbes -dijo a modo de despedida tras lo que comenzó a caminar apresurado.

-Entonces, sabes mi nombre -acertó a decir Caroline pasados unos instantes, pero Klaus ya se había adentrado en el jardín.

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REVIEWS

5/5/14

A/N Hola hice unos pequeños cambios nada importante si quieren no tienen que volver a leerlo.