Notas de autor:
Este fic va dedicado a una hermosa usuaria "Angeles-sama 99''
Espero te guste.
Disclaimer:
Este fic participa en el "Reto: La Pareja Ideal" del foro de InuYasha "Hazme el amor"
La tormenta cae fuertemente. Las personas refugiadas bajo sus sombrillas van. Algunos en los restaurantes tomando algún café o chocolate junto a una magdalena u otro postre… felices mientras ven la lluvia caer.
Lamentablemente… la historia para él es diferente…
Corre y corre sin siquiera mirar atrás y comprobar si le siguen, no le importa que sus piernas le duelan, no importa que le cueste respirar, ni las lágrimas que resbalan por sus mejillas que se funden en una con la lluvia, tampoco que su ropa esté mojada. Solo quiere escapar, se siente traicionado y su corazón quebrado en mil pedacitos.
¿Por qué?
¿Por qué lo hizo?
Su cabeza se llenaba de preguntas que le atormentaban, así como el sufrimiento que estaba sintiendo. No lo soporta más. Ya no quiere seguir con él, soportó muchas cosas pero no el engaño que sufrió en su ausencia. Eso no se lo esperaba, ¿Qué podía hacer?
Irse… porque ser infiel quería decir que ya no le amaba, ¿verdad?
Corre.
Corre forzando a sus piernas, ordenando a su mente a que no vuelva, para que no paren, para que no vuelvan su camino. Sus sollozos solo él los escucha, quienes lo ven le pasan de largo, le miran extrañados y otros asustados, ¿Qué le pasó al chico? Era la pregunta que rondaban por sus mentes. Los niños lo miraban con sus ojos brillosos y otros se ponían a llorar al ver su apariencia.
A él no le importa… solo quiere un poco de consuelo.
|-|Recuerdo|-|
—
Acomodaba las cosas en la mesa, la vela estaba puesta con un lazo a sus pies, la cena servida en los dos platos y el vino en su cubo de hielo. Solo faltaba él. Su cuerpo temblaba de pura emoción y sus dorados ojos miraban con ilusión el lugar. Miró el reloj con un poco de impaciencia…
||10:50||
Lo admitía; estaba nervioso. Hacia unas dos semanas que no se veían pero no era porque no quisiera o porque hayan peleado… todo era culpa de su carrera como vocalista en la banda conformada por él y sus amigos desde hace unos años. Una de las bandas más famosas en Japón y otros continentes.
Grabaciones, conciertos, autógrafos, entrevistas… ¡Joder! ¡Que ni siquiera podía ir al baño en paz porque otros ya querían meterse allí sin importar que él tuviera los pantalones a medias piernas con algo al descubierto!
Pero no se quejaba…
Aunque cansara, a él le gustaba ser cantante. De pequeño agarraba el cepillo de su madre y le cantaba a ella y a su padre cualquier canción que ellos quisieran. Siempre era el centro de atención en los Karaokes, y él lo agradecía —véase modestia—.
Esas dos semanas estuvo trabajando duro hasta el cansancio. Sus cuerdas se resintieron pero merecía la pena haber trabajado —cantado— tanto para grabar las canciones para el próximo disco con tal de estar a su lado en menos tiempo.
Quería darle una buena sorpresa a su esposo. Había prometido volver en tres semanas completas… pudieron adelantarlo y, que por suerte, sus amigos no rechistaron con el sobre-trabajo que hicieron. A él le dolían las cuerdas vocales, pero debía de imaginarse el dolor en las manos y pies de sus amigos —lo último al baterista—.
Byakuya, Kōuga y Sesshōmaru.
Sus mejores amigos de la infancia, tuvieron sus contrabajos y altos… pero por lo menos seguían juntos a pesar de todo. Soltó un suspiro y se fue a la cocina, apagó la luz de allí. A la sala también, solo encendió la vela que estaba en la mesa donde cenarían juntos… pronto todo quedó en completo silencio y oscuridad.
Se sentó en el suelo… y esperó.
—
—
El sonido de la puerta al alguien querer abrirla llegó a sus oídos. Se levantó de golpe del sillón y miró la puerta. Una sonrisa apareció en sus labios al divisar la melena larga y oscura de su esposo. Abrió sus labios para decir o gritar algo con alegría pero… quedó petrificado, con la palabra en la boca y sus ojos abiertos de par en par por la impresión.
Sus ojos se humedecieron, su labio inferior tembló, la caja de regalo en sus manos cayó al suelo en un golpe seco. Soltó un sollozo inaudible para su acompañante y… el acompañante de este.
— N-Naraku… — sollozó. El aludido le miró con susto y soltó las caderas de la mujer a la que estaba besando y tocando por debajo de la ropa hacía poco. La joven reía, murmuraba cosas sin sentido y se tambaleaba por su borrachera. En una atrapó los labios de Naraku y tocó su entrepierna ignorado al vocalista. El chico gimió y sostuvo su vista en la de su esposo con sus ojos llenos de lágrimas.
Se podía leer el mudo ¿Qué está pasando? Con solo mirarle el rostro.
— ¿Inuyasha? ¿No ibas a llegar… después?
— Q-Quería darte u-una sorpresa — respondió. Suspiró en un intento de que sus palabras no sonaran atropelladas o tartamudas — pero veo que la sorpresa me la llevé yo — bajó su mirada escondiendo su rostro entre sus manos… soltándose a llorar al fin mientras salía corriendo del lugar… ignorando los gritos, de quien más amaba, para que volviera y le explicara…
¿Explicar qué?
¿Qué le engañaba? ¿Por qué razón? ¿Por estar aburrido? ¿Por diversión?
¿Un error?
Que va. La lengua que ese hombre tenía… era como una vil araña que tejía ideas en su mente para lograr su cometido. No caería en eso… lo que sus ojos miraron bastó para romper su corazón.
—
—
Ese era un recuerdo vago, algo confuso ahora que lo rememoraba. No recordaba mucho, las palabras y acciones en su mente estaban confusas… porque sigue llorando y le duele recordar.
Tocó fuertemente la puerta de esa casa a la que sus pies le habían llevado. Su amigo podría ayudarle. Una de sus manos apretujaba su camisa empapada por la lluvia que caía sobre su cabeza. Sus lágrimas se confundían con las gotas de esta. Su cuerpo tiritaba del frío y sus labios se habían puesto morados, se mordía el inferior.
Volvió a tocar la puerta y dejó posar su cabeza sobre ella. Sus labios solo dejaban salir sollozos y ¿porque?, su corazón dolía como si le hubieran clavado una estaca en él. Aun no creía lo que sus ojos habían visto, esa chica… él conocía a esa chica, ¿no era la hija de su manager? Si no más recordaba ella se llamaba Kikyō…
Un intento fallido de chasquear los dientes es lo que pudo hacer. Estos chocaban como castañas contra sí. Su cuerpo cayó hacia adelante cuando abrieron, pero unos brazos le agarraron de la cintura antes de tocar suelo. El dueño del lugar se impresionó al verle allí, su apariencia le dio pena y al mirar afuera; negó con la cabeza.
— Te lo había advertido — el chico se abrazó a su torso y escondió su rostro entre su pecho. Bien, no valía la pena reclamarle, bastante era el sufrimiento que su amigo estaba sintiendo. Besó su cabeza y el cuerpo bajo suyo tembló.
— ¿P-Puedo… — su voz se apagó contra su ropa y levantó su vista — puedo q-quedarme aquí?
— Inuyasha — el chico se pegó más a su cuerpo. Sesshōmaru acarició sus cabellos — Claro que sí. Pasa.
Inuyasha no hizo ningún movimiento y Sesshōmaru soltó un suspiro cansino. El mayor caminó hacia atrás pegándole a su cuerpo, los sollozos eran lo único que se escuchaba en esa casa solitaria. Llegó cansado de las prácticas y grabaciones, y todo lo respectivo a la banda… y no pasan ni ocho horas e Inuyasha ya venía llorando.
¿Dónde quedó su sonrisa?
Dejó al chico en el sofá con un poco de esfuerzo al este no querer despegarse de su cuerpo. Preparó un té caliente en una taza. Miró a Inuyasha de reojo, jugaba con un mechón de su cabello distraídamente y sus lágrimas seguían cayendo.
Volvió a negar con la cabeza y llevó el té a su amigo. Inuyasha se sentó con desgano, y lo aceptó, solo dio un pequeño sorbo y dejó el vaso en su regazo. Se quedó así, con su mirada gacha y sus ojos cerrados.
— Mejor ni pregunto — comentó en un pequeño susurro para sí.
— L-Lamento…
— No eres molestia — interrumpió el mayor al ver hacia donde iban sus palabras —. Puedes quedarte todo lo que quieras.
El peli plata asintió sin decir más. Terminó el té de un solo sorbo y le tendió el vaso. Sesshōmaru lo agarró, se levantó y fue a la cocina, lo lavó y lo dejó en su lugar. Volvió con su amigo. Se sentó en el sillón que quedaba al frente de donde él estaba. Mordió sus labios ahogando las palabras de reproche que de estos quisieron salir.
Que niño más terco, pensó.
Ya le había advertido sobre su tal esposo. Ya le conocía las mañas que tenía, como beber, fumar e incluso acostarse con mujeres cada que Inuyasha salía. Siempre lo había sabido, él mismo le mandaba indirectas sobre eso al menor… pero él, por ser más terco que una mula, y por estar más enamorado de lo que Cupido hubiera querido… no hizo caso.
Sabía el final de la historia del chico… pero no creía que eso hubiera pasado tan pronto. Se sobresaltó al sentir que Inuyasha se sentaba en su regazo para poder esconder su rostro entre su cuello nuevamente. Lo dejó hacer, y le abrazó de la cintura para que no resbalara de sus piernas.
Inuyasha soltó un suspiro. Se sentía demasiado dolido como para querer separarse del calor que desprendía Sesshōmaru. Sonrió y besó el cuello del mayor, Sesshōmaru parpadeó y dejó su mentón en el cuello de Inuyasha.
Agradecía que él fuera leal, que le tratara bien, que fuera su amigo… porque siempre estaba cuando más él lo necesitaba. Porque le ayudaba a enfrentar problemas cuando su… esposo no lo hacía.
¿Ahora qué haría?
¿Qué haría con lo que llevaba en el vientre?
Con esa bella criatura que se iba desarrollando en él desde hacía un mes.
Cerró sus ojos intentando que sus sollozos se calmaran. Apretujó entre sus manos la camisa del mayor sintiendo como él le acariciaba la espalda logrando que se calmara más rápido. Soltó un suspiro inaudible.
Dos años de casados que se fueron al caño.
¿Había hecho algo mal?
Vale, no estaba en casa todo el tiempo pero no salía mucho. ¿Hacia cuanto no hacían una gira? Lo mínimo que tardaba en salir eran menos de un mes, y no era hasta tres de ellos después que dejaba su hogar para volver con la banda, pero… ¿engañarle? Encima con una mujer, ¿no que era homosexual? O ¿solo le mintió?
Tal vez… bisexual, ¿no?
— ¿Qué haré? — su voz fue ahogada por la camisa del pijama que portaba el otro pero que fue audible para él — ¿Que hago ahora? N-No puedo c-creer que me h-haya engañado.
— Los chicos te lo advirtieron y yo también…
— Pero yo… yo lo amo.
— Lo sabemos, no por nada hiciste la… — calló su frase. Inuyasha restregó su nariz en su cuello al entender a lo que se refería con eso — la boda.
— Sesshōmaru… — silencio — Por favor, responde — otro silencio. Apartó su mirada.
— ¿Que harás con el bebé? — Inuyasha se petrificó ante esa mención, ¿Cómo lo sabía? — el doctor había llamado al manager para avisarnos sobre que tuviéramos cuidado con eso… ¿eres hermafrodita?
— Yo… — que vergüenza — sí, si lo soy. Tenía tanta ilusión en poder tener una familia, Sessh… ¿hice algo malo como para que quisiera engañarme?
— No — respondió de inmediato — eres un chico brillante, piensas primero en los demás antes que de ti. Tienes muchas buenas cualidades y no creo que hayas hecho nada malo como que él hiciera tales cosas desde hace más de un año y medio… creo, tal vez más o menos…
— ¡¿Qué?! — exclamó Inuyasha sorprendido y horrorizado. ¿Desde hace cuánto tiempo le engañaba exactamente? ¿Cuántas noches pensaba en él desde un balcón y su esposo se fundía en uno con una mujer a sus espaldas? Definitivamente… eso rompió los pedacitos en más pedacitos de su corazón hecho añicos.
— ¿Por qué crees que decíamos cosas como…? — mordió sus labios y soltó un suspiro no queriendo decir. Al intuirlo; Inuyasha pellizcó sus cachetes — ¡Oye! — agarró sus manos al ver que lo iba a hacer de nuevo. Inuyasha hizo un puchero — Naraku te ha empezó a engañar seis meses después de vuestra… boda — soltó un suspiro y las manos de Inuyasha, colocándolas en su regazo, entrelazando sus dedos. Inuyasha empezó a jugar con ellos y cerró sus ojos no queriendo escuchar más — Byakuya y Kōuga le han visto liándose con mujeres muchas veces… te lo decíamos pero no hacías caso.
— Porque lo amo — se justificó el chico. Reposó su mentón en el hombro de Sesshōmaru y este le abrazó desde la cintura de nuevo —. Pensaba que el sentimiento era mutuo.
—
Esa noche… Inuyasha lloró por horas, sollozando en el pecho de su amigo; el nombre de la persona a quien amaba. Partiendo el corazón de Sesshōmaru por verle sufrir ante un hombre que no merecía la pena. Le daban ganas de matarlo pero se contenía. Por él…
—
Dormían juntos en la cama ante la petición del chico. Reconfortando, el mayor, con dulces palabras en su oído, y acariciando su espalda con suavidad. Le veía dormir en silencio, esos ojos se habían empezado a hinchar por tanto llorar, sus labios estaban semi abiertos soltando suspiros y el nombre que él empezaba a odiar.
—
Inuyasha; desde ese día había dejado de sonreír y el brillo soñador en sus ojos ambarinos desapareció. Dando bienvenida a un dorado vacío, carente de emoción. Se le notaba muy decaído y dejó de cantar por diversión a solas. Su cuerpo siempre se mantenía rígido, y si no fuera por el bebé; él no comería nada. Ya no jugaba con nadie, y si no reaccionaba a las bromas que él hacía y antes le divertían, decía un si deprimente o solo asentía a eso con un sonido de labios o inclinando los hombros.
Sesshōmaru se empezó a preocupar, intentando por todos los medios posibles para que a Inuyasha el ánimo le volviera. Su vientre había empezado a abultarse y los dos meses de embarazo eran notables. El chico no salía y eso le deprimía.
Byakuya y Kōuga se habían enterado de la noticia… no les sorprendió mucho el hecho de que Inuyasha se diera cuenta… pero no soportaban al ver al vocalista así. Sin vida, sin alma, ¿Qué pasó con él? ¿Qué pasó con el chico que intentaba seguir, por todos los medios, adelante cuando una piedra se interponía en su camino?
Solo se encogían de hombros no hallando la solución a ese problemón.
Sesshōmaru quería hacer mucho y a la vez no podía. Quería animarle pero veía que, mientras lo hacía, mientras lo intentaba, Inuyasha se hacía más esquivo. Eso sí, seguía durmiendo con él; utilizando su pecho de almohada.
Los antojos eran frecuentes en él y Sesshōmaru no rechistaba si a Inuyasha le ganaban esos impulsos cuando dormía en la pura madrugada… él lo hacía con gusto. Buscaba cualquier cosa que el bebito quisiera. Desde una sopa, hasta onigrís. Desde pasteles a tonkatsu. Vale, era un poco exhausto pero valía la pena las leves sonrisas y los besos en las mejillas que se ganaba —acompañando sus sonrojos—.
Ese bebé.
Soltaba suspiros cuando pensaba en la pobre criatura. Preguntándose si Inuyasha le iría a contar sobre esa criatura a Naraku.
Naraku… ese nombre le empezaba a dar repulsión con tan solo pensarlo o recordarlo.
—
Ya había pasado unos meses desde que aquello ocurrió. El bebito, de ahora siete meses, crecía sano y salvo. Nadie tocaba el tema, sus amigos tampoco. El vientre abultado traía mucho ensueño en todos los de la disquera y los integrantes de la banda. Muchos lo tocaban y reían al sentir las pataditas, que daba el feto, en sus manos.
Inuyasha sonreía junto a ellos mientras tocaba su vientre junto a los curiosos. Esos eran los únicos momentos en los que el vocalista mostraba verdaderamente sus sentimientos y el brillo soñador en sus ojos aparecía por unos instantes… allí, era el momento en los que todos veían al verdadero Inuyasha… el momento en que la esperanza de que ese momento perdurara para siempre; volviera.
—
Ese día; cumpliendo el octavo mes; Inuyasha había despertado más tarde. Era mediodía y seguía acurrucado entre las sabanas, con sus brazos y piernas asfixiando a una pobre almohada. Los mareos y vómitos le habían azotado en todo el día anterior y el cansancio por llevar a una maravillosa criatura en su interior… le hacía enorgullecerse de las mujeres que soportaban todo lo que él vivía en esos momentos.
Sesshōmaru leía un libro mientras estaba sentado en el sillón. Cansado por haber intentado de todo con el menor para que se animara. Soltó un suspiro y dejó la taza de chocolate caliente, que había preparado por estar lloviendo en esos momentos, en el buró algo pequeño a su lado, y siguió con su lectura… o por lo menos lo intentó.
Quitó los lentes de su rostro al oír como tocaban la puerta de la entrada. Con un suspiro dejó el libro junto a la taza y se levantó para ir a abrir. Sus puños se apretaron fuertemente al ver a quien se hallaba allí. Quiso cerrar la puerta pero un pie atravesándose se lo impidió.
— ¿Qué haces aquí? — escupió sus palabras y abrió la puerta completamente. Se cruzó de brazos impidiendo el paso a Naraku —. Bastante daño le has hecho como para venir aquí, ¿no crees? ¿Qué quieres?
— Necesito hablar con él — espetó serio, Naraku. Sesshōmaru negó mirando hacia atrás luego a ese hombre —. Tú no puedes decidir por él, Sesshōmaru…
— Y tú tampoco puedes verlo después de lo que siempre le has hecho, Naraku — espetó Sesshōmaru con impaciencia —. Inuyasha ha sufrido mucho por tu culpa. Ya no es el mismo desde que te vio llegar con una mujer a vuestra casa… — Naraku apretó los puños hasta encajarse las uñas —. Y sí, me ha contado todo… pero de todos modos, Byakuya, Kōuga y yo ya sabíamos que engañabas a Inuyasha. Se lo advertimos y nunca hizo caso, pero es porque te ama — soltó un suspiro y explotó — ¡No quiero que te acerques a Inuyasha! ¡Ya sufrió bastante por tu culpa! ¡Cambió mucho por tu culpa! ¡Déjale en paz!
— ¿Y qué vas a hacer si no lo hago? — Naraku miró una silueta detrás de Sesshōmaru, algo escondida. Sonrió para sus adentros —. Es mi esposo, Sesshōmaru, él me ama a mí.
Sabía que esas palabras le dolerían al muchacho de cabellos plata. Sesshōmaru dio un paso atrás. Miraba a Naraku con desconfianza, sabia de sobra que ese hombre era un vil mentiroso que atacaba por donde más dolía. No tenía que flaquear, aunque él supiera su secreto no se rendiría, no dejaría ir a Inuyasha al lado de ese hombre que le ha lastimado tantas veces.
Apretó sus puños conteniéndose.
— No sé de qué hablas — mintió entre dientes. Naraku dejó salir una sonrisa socarrona cruzándose de brazos — ahora, váyase.
— No, Sesshōmaru. ¿Cuánto tiempo aguantaras? — El muchacho frenó en seco —, ¿Cuánto tiempo callaras? Ver que la persona a la que amas amando a otro. Sabiendo que nunca corresponderá tus sentimientos… que ese te amo solo irá dirigido a otra persona que no eres tú… ¿Qué harás con ese sentimiento que tienes hacia Inuyasha?
— ¿Y eso a ti que te importa? — respondió esquivo. Claro que habían dolido esas palabras, calando en su corazón, sintiéndolas como pinchazos allí… pasó saliva y mantuvo su mirada en Naraku.
— Solo digo — se encogió de hombros restándole importancia —. ¿Qué harás con ese amor que le tienes, eh?
— Yo…
— Sesshōmaru — Sesshōmaru se paralizó al oír la voz de Inuyasha. Volteó notando que el chico se apoyaba en la pared para no caerse. Por el embarazo perdía fuerzas y si apenas podía mantenerse de pie sin sentir la sensación de caerse — ¿Q-Quién está allí?
Naraku miró por sobre el hombro de Sesshōmaru para poder hablarle a su esposo. Sus ojos se abrieron atónitos al igual que los del chico al verle. Las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos cuando estos se pusieron brillosos por verle.
— ¿N-Naraku?
— ¿Inu-yasha?
Sesshōmaru negó.
— ¿Inuyasha? Debes descansar.
— Ya no tengo sueño — el chico hizo puchero como un niño al que le obligan a comer brócoli. Inuyasha miró a su acompañante otra vez quedando paralizado al instante — ¿N-Naraku?
El vientre…
Su vista solo miraba el abultado vientre del menor. Andaba una camisa verde manga larga que le quedaba floja, de Sesshōmaru quizá. ¿Qué es…? ¿Por qué tiene el vientre así? Miraba sorprendido ese estomago e Inuyasha se incomodó un poco al ver como el padre de su futuro hijo miraba el lugar donde lo resguardaba.
Sesshōmaru lo notó y caminó hacia él para abrazarlo, Inuyasha solo se dejó hacer y escondió su rostro entre su lugar favorito. El cuello de su salvador. Apretó la camisa de él y miró a su ¿esposo? con ojos brillantes.
Naraku rechinó sus dientes al ver la escena.
— ¿Q-Qué haces a-aquí? — preguntó con timidez el chico sin salir de su refugio. Cerró por unos momentos sus ojos cuando su cintura fue sujetada para que su cuerpo se diera vuelta y poder pegarse más al cuerpo de Sesshōmaru, quien le abrazo desde el pecho y reposó su mentón en su cabeza. Agradecía estar así, lastimosamente, él prefería quedar de cara pero su hijo se lo impedía.
— Quiero… — carraspeó su garganta quitando su vista del vientre — hablar contigo, Inuyasha… sobre lo que pasó aquel día.
El chico dudó.
— Inuyasha no tiene nada de qué hablar contigo, Naraku —. Inuyasha se sobresaltó al sentir como los brazos de su amigo se cerraban más en torno a su pecho, levantó su vista y besó el mentón de Sesshōmaru para intentar calmarlo. Sus mejillas se tiñeron y su corazón empezó a latir fuertemente y él nunca hallaba la razón. Solo le pasaba cuando estaba cerca de su amigo. El muchacho bajó la suya al sentirlo y besó su nariz al tiempo que aflojaba su agarre.
— Linda escena — se mofó el pelinegro. Inuyasha suspiró decidido, se soltó y caminó hacia él con la intención de hablar… Pero en una, dio un paso en falso y cayó en los brazos de Naraku. Su cara quedó en el pecho del hombre y con un sonrojo le miró sin apartarse. La mirada ¿dulce? que Naraku le mandaba causó que las mariposas, dormidas, en su estómago se removieran inquietas.
Cerró sus ojos al sentir unos labios posarse en los suyos y correspondió quedándose estático, sin saber, que detrás suyo… un corazón se comprimía al verlos crear esa atmosfera tan… dulce. Su propietario ahogó un sollozo y se dio media vuelta para irse a la cocina… desilusionado.
Cuando oyó el portazo de la puerta de ese lugar; Inuyasha reaccionó y se separó de Naraku. Le miró con el ceño fruncido y le soltó una sonora cachetada que causó que su mano quedara pintada al instante. Lágrimas de rabia corrían por sus mejillas. Se limpió la boca y los ojos con el dorso de la mano y escupió el traje de ese hombre.
Naraku volteó su rostro cuando la saliva del menor llegó a su rostro. Sonrió, sacó un pañuelo de su bolsillo y se limpió la cara. Miró a Inuyasha, sus puños apretados y su ceño fruncido daban miedo a cualquiera que lo conociera pero… ¿Cómo tomarle en cuenta dado el caso de que estaba… gordo?
— ¡¿Qué mierda crees que haces?! — gritó enojado el chico. Naraku se tensó ante el cambio repentino de humor de Inuyasha — ¡Deja de mirar mi vientre que se me es incómodo! — se quejó intentando cubrir inútilmente ese lugar, haciendo un moín con sus labios inconscientemente. Naraku se acercó y él ni se inmutó, entrecerró sus ojos ignorando el dolor que causo una repentina patada de su criatura.
— ¿Por qué estás así?
— ¿Así, cómo?
Dejó salir un gemido de sorpresa cuando el mayor tocó, con delicadeza, su panza abultada. Su mano, que seguía en ese lugar, buscó la del mayor y entrelazó sus dedos. Naraku sonrió para respingar al sentir un movimiento bajo su mano.
— ¿Estás…? ¿No me digas que…?
— Te iba a dar la noticia al llegar… — bajó su mirada y se apartó de Naraku con un fuerte empujón que hizo caer al otro al suelo —. Pero ver eso me hizo cambiar de opinión, ni siquiera podía reaccionar ese día… ¡Me das asco! ¡¿Cómo pudiste engañarme así?! ¡Yo te amaba! ¡Imbécil!
El pelinegro le miró con el ceño fruncido e hizo amago de levantarse, pero una patada en su abdomen, que le sacó el aire, por parte de Inuyasha le hizo doblar su cuerpo. Intentó gemir pero de sus labios solo salió un sonido ahogado.
Vaya fuerza tenía el condenado.
— ¡Quiero que te largues! — Exclamó, su mandíbula se tensó — ¡Quiero que no vuelvas a aparecer en mi vida! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Desaparece de una maldita vez y deja de atormentarme! — dio pataletas con un pie ante sus gritos.
Inuyasha se cruzó de brazos y miró a Naraku. Este, con pocas fuerzas, logró levantarse. Clavó su mirada en el chico que le miraba inexpresivo pero con un brillo de dolor en sus ojos.
— Q-Quiero… — tomó aire. ¡Joder! Que feo se siente que te saquen el aire. Es como si tus pulmones se detuvieran por unos momentos y tu pecho doliera por no poder expulsar el aire innecesario — quiero explicar… lo que… pasó allá.
El menor relajó sus facciones.
— No hay nada de qué hablar — demandó decidido. Soltó un suspiro y se dio media vuelta —. Si viniste solo para decirme eso… allí — señaló detrás de él — está la puerta. No quiero volver a verte, duele lo que me hiciste… Sesshōmaru me dijo lo que hacías a mis espaldas… — Naraku abrió sus ojos por la sorpresa —. No, no pongas esa cara — pidió, cuando de reojo le miró — Después de todo… tarde o temprano lo iba a saber… por favor, Naraku… vete de una vez y no me vuelvas a buscar… no voy a impedir que veas a nuestro hijo mientras él crezca… pero eso no significara que volvamos a estar juntos.
— Pero, Inuyasha…
— ¡Vete! — volvió a girarse. Agarró de los brazos a Naraku y abrió la puerta para sacarlo a patitas a la calle — ¡No te quiero ver! — Soltó un suspiro y tocó su vientre — este niño, esta criatura tenía un mes cuando hiciste eso… no le mentiré, y le contaré lo que hiciste… allá él si quiere pasarla contigo. Adiós — cerró la puerta. Apoyó la frente en esta y volvió a llorar tapando su rostro con sus manos.
—
Naraku se quedó estático, ¿iría a ser padre? ¿Desde cuándo Inuyasha puede tener hijos? Se agarró de los cabellos, furioso y se fue de allí dando zancadas. Mirando como, por la ventana, Inuyasha le miraba con lágrimas en sus joyas ambarinas. Quiso decir algo en silencio pero la cortina fue cerrada justo cuando el menor volvía a tocar su estómago y apartaba la vista…
—
Cuando oyó esos gritos provenientes de su amigo; Inuyasha se levantó preocupado. Se había calzado y, con sigilo, bajó las escaleras para esconderse en la pared que estaba cerca de allí. Ver a su esposo hablando con Sesshōmaru le preocupó, y los recuerdos y sentimientos de aquel día volvieron a él… pero las lágrimas en sus ojos ya se habían secado. No tenía nada porque llorar.
Se quedó tras la puerta…
Sabia de sobra que Naraku le había visto pero no se dio a ver para seguir escuchando. Quería ver con que mentiras saldría ese hombre a su mejor amigo. Y cuando saliera… haría como si no lo hubiera visto.
— Y tú tampoco puedes verlo después de lo que siempre le has hecho, Naraku — oyó decir a Sesshōmaru —. Inuyasha ha sufrido mucho por tu culpa. Ya no es el mismo desde que te vio llegar con una mujer a vuestra casa — abrió sus ojos sorprendido al escucharle decir eso y contuvo sus lágrimas —. Y sí, me ha contado todo… pero de todos modos, Byakuya, Kōuga y yo ya sabíamos que engañabas a Inuyasha. Se lo advertimos y nunca hizo caso, pero es porque te ama — oyó un suspiro — ¡No quiero que te acerques a Inuyasha! ¡Ya sufrió bastante por tu culpa! ¡Cambió mucho por tu culpa! ¡Déjale en paz!
— ¿Y qué vas a hacer si no lo hago? — Sintió que, disimuladamente, Naraku le miraba pero solo cerró sus ojos y apartó su vista a su amigo —. Es mi esposo, Sesshōmaru, él me ama a mí — tenía razón, pero, ¿Por qué decía eso?
Su amigo apretó los puños.
— No sé de qué hablas — dijo Sesshōmaru — ahora, váyase.
— No, Sesshōmaru. ¿Cuánto tiempo aguantaras? — Sesshōmaru, ¿se tensó? —, ¿Cuánto tiempo callaras? Ver que la persona a la que amas amando a otro. Sabiendo que nunca corresponderá tus sentimientos… que ese te amo solo irá dirigido a otra persona que no eres tú… ¿Qué harás con ese sentimiento que tienes hacia Inuyasha?
— ¿Y eso a ti que te importa?
Tapó sus labios para no gemir, ¿Sesshōmaru… tenía esos sentimientos hacia él? ¿A eso se debía tanto trato amable, ese empecimiento en que cambiara su ánimo y sonriera? ¿Por eso lo hacía? ¿Por qué le amaba? Llevó una mano a su pecho y salió de su escondite.
— Solo digo — dijo Naraku, encogiéndose de hombros —. ¿Qué harás con ese amor que le tienes, eh?
— Yo…
— ¿Sesshōmaru?
—
Todo lo que siguió, esa charla, ese… beso, todo lo que siguió con Naraku le hicieron enojarse consigo mismo. Seguía amando a ese hombre a pesar de que le había engañado. ¿Se podía ser más tonto? Negó con la cabeza. Tocó ligeramente con sus dedos la tela de la cortina y miró la puerta de la cocina.
¿Sesshōmaru le amaba? ¿En verdad tenía esos sentimientos hacia él?
No podía creer que tuviera a un hombre increíble como su amigo. No se lo merecía, tampoco que él estuviera enamorado de un pobre chico como lo era él. Toda su vida había vivido desgraciado, sus padres le rechazaron cuando dijo ser gay, su esposo le había engañado, y se había quedado embarazado de esa cochina araña musaraña…
No se consideraba la gran cosa, él solo era alguien… normal con una vida pesimamente normal. Pero la música, ¡Vaya que cambiaba el rumbo de su vida! Cantar era lo que más amaba en el mundo, y estar junto a sus amigos; bailando o haciendo cosas parecidas… le alegraban mucho el día.
Hundió los labios en su boca y caminó a la cocina. Tembloroso; abrió la puerta sin hacer ruido. Se sorprendió al ver a su amigo sentado en una silla, con las manos tapando sus ojos y… lágrimas corriendo por sus mejillas.
Se enterneció ante la escena.
¿Cómo pudo haber sido tan ciego?
Sentía que su corazón ya amaba a ese hombre. Los tratos que recibía por parte de su amigo le hacían sonrojar y desviar su mirada. Recordando… solo con Sesshōmaru había sido tan feliz en su vida. Solo con él… podría pasarla el resto de sus dias… Naraku ya era otra historia. Seguía amándole, pero no tanto como lo sentía hacia su mejor amigo y salvador.
