Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation. No hago esto con fines lucrativos
Para Chia Moon
¡Espero que te guste!
Aprendiendo cómo ser un detective con Taichi Yagami
Yamato yacía sentado en la silla del computador, con los brazos cruzados y prácticamente recostado sobre el respaldo en una actitud perezosa y aburrida que Taichi siempre le decía que usaba para verse cool. Una estupidez en toda regla que solo podía provenir de su mejor amigo.
Que las chicas se murieran por sus huesos y encontraran sexy esa pose no significaba que lo hiciera a posta. El problema era de ellas y sus mentes retorcidas.
—Yagami, ¿quieres calmarte y explicarme de una vez por todas qué diablos pasa? —reclamó con hastío.
Súbitamente, Taichi detuvo su andar y lo miró con el ceño fruncido.
—Ya te lo expliqué.
—No, no lo hiciste. Lo único que has hecho desde que llegué ha sido blasfemar y dar vueltas por la habitación como un loco. Pero yo sigo sin enterarme de nada.
El castaño lo miró en silencio un par de segundos y luego suspiró, yendo a sentarse en su propia cama, que estaba justo frente a Ishida, con aire derrotado. Los hombros caídos, espalda encorvada y las manos sobre sus rodillas. El colchón crujiendo levemente bajo su peso.
Entonces, y solo entonces, Yamato pensó que el asunto podía ser serio. Que por una vez en la vida podía tratarse de algo grave y no de una estupidez de esas por las que Taichi solía armar escándalos innecesarios.
Se debatió internamente entre instarle a hablar o darle su espacio hasta que estuviera listo, pero antes de que decidiera qué hacer Taichi se le adelantó.
—Hikari tiene novio —pronunció aquellas palabras con una seriedad mortal, como si acabara de decir que estaba enferma y su enfermedad no tuviera cura o algo muchísimo peor de lo que en efecto había dicho.
Al principio Yamato no reaccionó. Se quedó con la boca entreabierta y palideció casi imperceptiblemente (¡gracias ascendencia francesa!). De todas las opciones en las que había pensado, esa no estaba precisamente entre ellas. Un montón de preguntas lo asaltaron, todas ansiosas por salir disparadas de sus labios; por fortuna tenía experiencia contenido sus palabras.
Tragó con incomodidad y carraspeó para disimular el estado atónito en el que estaba. Al menos Taichi no se percató, o si lo hizo no dijo nada. Debió suponer que solo estaba digiriendo la noticia, lo que en parte era verdad.
—¿Esa era la emergencia nacional? —replicó irónicamente; su voz un tanto titubeante y una sonrisa temblorosa en los labios—. Por teléfono dijiste que era importante. —A pesar de sus esfuerzos, no consiguió que sonara del todo a una queja.
—¿Y te parece poco? ¡Tiene dieciséis años! No está en edad de tener un novio.
Esta vez el rubio no tuvo que esforzarse por rodar los ojos. Le salió natural como cada vez que Taichi decía una sandez con el convencimiento exasperante de quien está seguro de tener la razón y te advierte que no dará su brazo a torcer.
—¿Tengo que recordarte que empezaste a salir con Sora cuando tenías casi dieciséis? —preguntó enarcando una ceja—. Y no me vengas con esa mierda de que es distinto porque Hikari-chan es chica.
—No es eso —suspiró—. Es solo que… no lo entiendes porque Takeru es un chico y él…ya sabes, no es como si una chica fuera a romperle el corazón. Los hombres somos diferentes. Pero Hikari es ingenua y siempre espera lo mejor de las personas.
—Pero es lista también —defendió Yamato, quizá con demasiado ahínco—. Y fuerte. No es una muñequita de porcelana que tengas que andar protegiendo todo el tiempo. Pienso que lo demostró de manera más que suficiente cada vez que peleamos en el Mundo Digital. Deberías confiar más en ella.
—¡Por supuesto que confío en ella! —dijo Taichi, ligeramente exasperado—. En quien no confío es en el imbécil con el que está saliendo. Quiero decir, ¿si el chico éste fuera en serio con ella no debería querer conocer a su familia o amigos?
—No si sabe que el hermano de su novia es una especie de psicópata sobreprotector. Yo mismo no estoy seguro de que quisiera enfrentarte. Me refiero a si estuviera en el lugar de ese chico.
De pronto el castaño alzó la cabeza como un cachorro que acabara de escuchar algo que captó su atención.
Miró a Yamato y éste no tuvo de otra que sostenerle la mirada, aun con la saliva acumulándose en su boca y todo su sistema nervioso alerta. Tragó lo más silenciosamente que pudo.
La tensión en el ambiente era palpable y no estaba seguro de qué exactamente la había generado, aunque tenía una seria sospecha. Taichi lo observaba acuciosamente, no supo si porque esperaba hallar algo en su rostro que lo delatara o porque solo lo estaba probando, midiendo cuánto más podía soportar estar así, bajo su escrutinio constante.
Yamato apretó la mandíbula y se mantuvo firme. Si tenía algo que decir, que lo hiciera. Él ya había hablado suficiente y por dentro se estaba dando de cabezazos, pero aparentemente todo fue idea suya, porque de un momento a otro el castaño relajó la expresión y la tensión se deshizo tan fácil como una cuerda que cede o un terrón de azúcar que se disuelve en una taza de té.
Sin quererlo se relajó, y tarde se dio cuenta de su error. Tantos años conociendo a Taichi para olvidarse a la primera oportunidad de una regla elemental para sobrevivir en esa relación o al menos mantener intacta su dignidad: Nunca bajar la guardia.
—Ni siquiera sé si me conoce.
—Bueno, pero Hikari-chan le habrá hablado de ti y no creo que te haya pintado como un tipo amistoso.
—Como sea. Lo que importa es que no pienso quedarme de brazos cruzados sin saber quién es este idiota.
Yamato frunció el ceño y se enderezó en la silla.
—¿Y qué piensas hacer al respecto? —preguntó, obviando la segunda regla para mantener una sana amistad con un Yagami: Nunca, jamás, preguntar.
—Me alegra que preguntes, Yama, porque tengo un plan.
Recién entonces el rubio percibió el peligro, como un animalillo torpe cegado por los faros de un auto cuando ya es demasiado tarde para escapar.
Aterrado, se dispuso a oír lo que sea que su mejor amigo tuviera en mente, rogando porque no fuera nada ilegal. Tampoco era un iluso. Pedir que no fuera arriesgado o una estupidez hubiera sido demasiado.
—Voy a encontrar a ese chico y me presentaré educadamente, si entiendes lo que quiero decir.
Leyendo entre líneas el mensaje resultaba claro: Lo amenazaría para asegurarse de que no hiciera daño a Hikari.
Yamato alzó las cejas, sorprendido de que sonara tan… prudente.
Tercera regla para sobrevivir a la amistad con un Yagami: Nunca dar nada por sentado.
Antes de que pudiera reaccionar o decir cualquier cosa, Taichi, experto en el arte de la manipulación, remató:
—Y tú vas ayudarme.
—¿Qué? ¿Por qué debería?
—Porque eres mi mejor amigo y lo prometiste, ¿recuerdas?
—¿De qué estás…?
—Hace dos años, nuestra primera borrachera, ¿te suena?
La mandíbula de Yamato se desencajó y poco le importó verse como un tonto con la boca abierta. ¡Aquello era una infamia!
—¿Necesitas que te refresque la memoria? —preguntó Taichi, malinterpretando la expresión del rubio—. Te hice prometer que me ayudarías a alejar a todos los chicos que rondaran a Hikari como moscas, y debo decir que hiciste un gran trabajo hasta que salimos de preparatoria.
Yamato no se sentía orgulloso de ello, pero era verdad. La mayoría de las veces solo lo acompañaba y se aseguraba de que el otro no se metiera en problemas. El que daba los discursos era Taichi
—Eso no es justo. No estaba en mis sentidos. ¿Realmente vas a arrastrarme a esto en base a una estúpida promesa que hice bajo los efectos del alcohol?
—Una promesa es una promesa —dijo Taichi con aire solemne—. Al menos mientras alguien la recuerde. Pensé que eras un hombre de palabra, Yama.
Y lo era. Por supuesto que lo era. Por eso se lo estaba diciendo.
Yamato apretó ambas manos en puños e inspiró profundo hasta tranquilizarse. No podía creer lo que estaba a punto de decir, pero si no quería que aquella situación empeorase no tenía otra salida.
—Bien, lo haré.
—¡Sabía que podía contar contigo!
—Tengo miedo de preguntar, pero supongo que debo hacerlo para tomar las precauciones necesarias y evitar que nos metas en un lío. ¿Qué tienes en mente?
Esa sin duda era la pregunta más peligrosa que podías hacerle a Taichi, porque ni un futuro científico como Koushiro había logrado descifrar cómo funcionaban las cosas dentro de esa cabeza con demasiado cabello, y adentrarse en ese terreno pantanoso siempre era aterrador.
La sonrisa del castaño, que ya era amplia, se volvió exultante. Semejante a la de un gato que acaba de acorralar a un ratón y se prepara para devorarlo.
—Te aconsejo sacar tus lentes oscuros y una chaqueta negra, Matty. Lo vas a necesitar —concluyó con los brazos cruzados y una chispa de diversión bailando al fondo de sus ojos.
Primer sujeto investigado: Daichi Minamoto
Edad: 17 años.
Ocupación: Estudiante de doceavo grado y capitán del equipo de fútbol.
Posición en el equipo: Desconocida.
Relación con la víctima: Se le ha visto rondarla demasiado.
Nivel de peligro: Medio
Locación actual: Preparatoria Tsukishima Sogo High [*]
Hora aproximada: 17.30 horas
Escondidos detrás de un arbusto y turnándose para vigilar al objetivo, que a esa hora se hallaba en la cancha de fútbol practicando con su equipo, Taichi y Yamato hacían gala de sus mejores dotes detectivescos.
Yamato llevaba sus gafas negras favoritas y una chaqueta a juego bastante sencilla. Taichi, en cambio, había insistido en usar una estúpida gorra café de detective y un abrigo del mismo color. Espiaba todo con unos binoculares
—Dame tus lentes —murmuró el castaño.
—¿Qué?
—Tus lentes —repitió con impaciencia.
—No soy a darte mis lentes, son mis favoritos —farfulló entre dientes.
—Ya, superestrella. La misión requiere sacrificios.
Con un bufido, el rubio se quitó sus lentes y se los extendió. Taichi fue a tomarlos justo cuando Yamato contrajo el brazo para dejarlos fuera de su alcance.
—Si los rompes te costará caro, Yagami. Valen más que tu armario completo.
El castaño rodó los ojos y pudo tomarlos finalmente. Luego gateó hasta un arbusto más cercano desde donde tenía una mejor visibilidad. Yamato se preguntó si sabría que su gorra se asomaba por encima de las ramas, pero prefirió callar. Quizá lo mejor que podía pasarles era que los pillaran.
No transcurrió mucho tiempo antes de que el entrenador diera la práctica por terminada y todos los jugadores enfilaran hacia los vestidores. Era momento de actuar.
-.-
Paciencia. Sin duda una de las cualidades más importantes de un detective era la paciencia. Taichi lo había aprendido en su curso como detective. Un curso por internet, claro. Pero vaya que le estaba costando ponerlo en práctica. En sus tiempos los chicos tomaban duchas de dos minutos como cualquier hombre que se preciara de serlo, en cambio éstos fueron saliendo a cuentagotas hasta que se cumplieron casi veinte minutos esperando detrás de un pilar.
—Ese fue el último, ¿no? —Quiso corroborar Yamato, apenas asomando la cabeza para asegurarse de que no hubiera moros en la costa.
—Sí. Minamoto está solo.
-.-
Daichi terminó de restregarse la cara y finalmente cerró la llave. Las últimas gotas repiquetearon contra las baldosas de la ducha mientras extendía una mano, tanteando a un costado para hacerse con dos toallas. Una con la que se secó el cabello y dejó en torno a sus hombros, y otra que se envolvió en la cintura antes de descorrer la cortina y calzarse sus sandalias. Cuán grande sería su sorpresa cuando al doblar hacia el área de los casilleros se encontró a dos chicos que no se suponía que estuvieran allí.
Uno moreno con la espalda contra la pared y otro rubio con el hombro ligeramente apoyado contra uno de los casilleros que, por supuesto, resultó ser el suyo. Ambos le parecieron familiares, incluso debajo de aquellas extravagantes ropas que llevaban puestas.
—¿U-ustedes qué hacen aquí?
Taichi dio un bostezo y se bajó los lentes por el puente de la nariz antes de hablar.
—¿Sabes quiénes somos?
—Claro que sí. Yagami-senpai e Ishida-senpai. El capitán del equipo de fútbol de hace unos años y el vocalista de Knife of day —dijo haciendo una breve venia—. Son una especie de leyenda en la preparatoria. Algunos los llaman el dúo dinámico. Como Batman y Robin.
El castaño no contuvo una sonrisa petulante.
—Sí, supongo que me parezco a Batman. ¿No crees, Matty? —preguntó, obteniendo como toda respuesta un bufido por parte del rubio.
—No, al revés.
—¿Cómo que al revés? —La sonrisa se congeló en su rostro moreno, tornándose tensa.
—Él es Batman y usted Robin, o eso dicen.
Aquello logró arrancar una carcajada sincera de parte de Yamato, de esas que solo algunos podían jactarse de ser capaces de extraer desde sus entrañas.
—Enfócate, Yagami —dijo con voz calma cuando su mejor amigo le dirigió una mirada asesina. La sonrisa burlona, sin embargo, no se borraría por largo rato de sus labios. Ay, ¡cómo molestaría a Taichi cuando acabaran esta estúpida misión!
El castaño se quitó bruscamente los lentes y procedió a guardarlos en un bolsillo mientras contaba hasta diez. Una vez que estuvo seguro de haber recuperado los estribos, volvió a encarar a Daichi, causando que éste retrocediera un paso asustado.
Muy bien. Eso estaba muy bien.
—Minamoto Daichi, ¿cierto?
—S-sí. —Su rostro reveló la sorpresa que le generó que supieran su nombre.
—Te recuerdo. Tú entraste al equipo el año que nosotros salimos, ¿correcto?
—Así es.
—Entonces podría decirse que somos compañeros de juego, ¿no? O lo fuimos.
—E-eso creo.
—E imagino que conocerás a mi hermana menor.
Daichi abrió la boca para responder, pero Taichi lo interrumpió.
—Piensa bien lo que responderás. No te conviene mentirme.
El menor pasó saliva y bajó la mirada por un segundo, reconsiderando su posición.
—Sí, Yagami Hikari. Está en penúltimo año.
—¿Alguna vez has hablado con ella?
—No, nunca.
—Vaya, eso es interesante, porque tengo una foto tuya hablando con ella a la salida de la escuela.
Daichi palideció a la velocidad de la luz.
—E-eso...
El castaño enarcó las cejas.
—Tranquilo. Solo quiero saber qué estabas haciendo ayer sobre las seis.
—Cre-creo que estaba en mi casa.
—¿Cómo que crees? ¿Qué clase de respuesta es esa?
—No estoy seguro, pero el entrenamiento terminó a las cinco, así que...
—¿No habrás estado por casualidad teniendo una cita con mi hermanita? —preguntó repentinamente para pillarlo desprevenido; otra de las cosas que había aprendido en su curso.
—No, ¡juro que no! —La respuesta fue automática y tan desesperada que a Taichi casi no le cupo duda de que decía la verdad.
Miró por encima del hombro a Yamato para confirmarlo.
—Vámonos. Este chico no sale con Hikari-chan.
—Sí, tampoco me lo parece. —Asintió con la cabeza y volvió a enfocarse en Daichi—. Te dejaremos esta vez con una advertencia, y más vale que la extiendas a todos tus compañeros. ¿Quedó claro?
—S-sí.
—Si alguien quiere salir con mi hermana, tendrá que entrevistarse conmigo primero.
—Se los diré.
—Buen chico —dijo Taichi, cambiando su expresión siniestra y amenazante por una sonrisa tan inocente como la de un infante.
Yamato le propinó un empujón y ambos salieron de los vestidores casi al mismo tiempo que Daichi soltaba un suspiro. Definitivamente no volvería a quedarse solo después de un entrenamiento.
-.-
—Bien, ¿terminamos por hoy? —preguntó Yamato luego de que lograran salir de la preparatoria sin ser vistos por los guardias. Pan comido si consideraban que hace cinco años atrás se colaban en la escuela de los menores todo el tiempo cuando el Mundo Digital estuvo en peligro por el Emperador de los Digimon.
—¿Qué? Por supuesto que no.
—Vamos, Yagami. ¿No crees que estás llevando este asunto demasiado lejos? Ya asustaste a ese chico y seguro que nadie se acercará a Hikari.
—Te estás olvidando del objetivo de esta investigación. No pararé hasta saber quién es el imbécil con el que está saliendo.
Yamato no pasó por alto la forma en que su amigo encogía las manos en puños, haciendo que sus nudillos se tornaran blancos.
—Vale. —Suspiró—. Yo solo quiero asegurarme de que sepas lo que haces. ¿Recuerdas cuando pensaste que Koushiro salía con una chica de cabaret que resultó ser Mimi?
—Eso no fue...
—¿O cuando estabas convencido de que Jou era gay?
—Pero...
—O esa otra vez...
—Suficiente. Ya entendí tu punto, pero esto es importante y esta vez...
—¿Estás seguro de que no estás equivocado? —Anticipó con tono burlón.
—La escuché hablando por teléfono con una amiga, y sé perfectamente lo que escuché.
—Oh. —Yamato carraspeó. Aquello lo había pillado desprevenido.
—¿Entonces estás conmigo?
—¿Acaso tengo otra opción? —bufó.
—Bien, porque nos queda una larga lista de sospechosos a los que interrogar.
—¿Tienes una lista? —Taichi siempre lograba sorprenderlo. Cuando creía que ya no había nada que pudiera impresionarlo más, el castaño sacaba un conejo del sombrero.
—Por supuesto que tengo una lista. Todo detective tiene una lista. La hice por orden de prioridad.
—De acuerdo, no necesito escuchar más. Solo dame la maldita lista.
Taichi hurgó en uno de sus bolsillos y luego en el otro.
—No me digas que la perdiste.
—Claro que no —replicó con gesto ofendido, sacando finalmente un papel arrugado del bolsillo interior de su abrigo—. Solo me aseguré de guardarla muy bien.
—Ya, claro. —Le arrebató el papel y procedió a alisarlo con minuciosidad antes de prestar atención a la familiar y descuidada caligrafía de Taichi.
La hoja en cuestión estaba cubierta de dibujos, anotaciones y palabras tachadas. Justo en el centro descubrió el típico mono a palos del juego "El ahorcado", que colgaba de la cabeza con su cuerpo totalmente quemado por la hoguera dibujada a sus pies. Saltaba a la vista que había pensado mucho en el tema, pero intentó no detenerse mucho en eso. Siguió leyendo por encima hasta que al final, apretujada en una esquina, con trazos presurosos y descuidados, se encontró con una lista de siete nombre. Pasó por alto el de Daichi y fue directo al segundo, causando que sus pies se detuvieran prácticamente por sí solos.
—¿Yama?
Cuando alzó la cabeza, Taichi lo observaba por encima del hombro con aire distraído.
—¿Takeru? ¿Tu próximo sospechoso es Takeru?
—Por supuesto. ¿Acaso me vas a decir que no es la opción más obvia?
Por supuesto que la era. Una opción muy, muy obvia. Yamato mismo lo hubiera creído de no ser porque sabía perfectamente quién era el novio de la castaña.
—Supongo que lo es —murmuró.
—Y por suerte para ti, que estarás a cargo de esta misión, estamos a diez minutos de su departamento.
—¿Qué? —Observó a su alrededor y se dio cuenta de que había caído en una trampa. Todo, desde el viejo parque que se divisaba a lo lejos, pasando por los edificios y hasta las sombras de los enormes árboles a su alrededor se le hacían familiares. Taichi de alguna manera lo había conducido hasta ahí sin que se percatara de sus intenciones.
—Tranquilo, podrás con ello.
—Eres insufrible, Yagami. Devuélveme mis lentes —exigió.
—¿Por qué?
—No haré esto sin mis lentes.
—Pero...
—Ahora.
A regañadientes, Taichi sacó los lentes del bolsillo en que los hubo guardado un rato atrás y se los extendió.
—Eres un tacaño.
—Lo que digas. —Sabía de sobra que su mejor amigo llevaba años detrás de sus lentes y no le daría en el gusto. Ese punto no estaba en discusión.
Segundo sujeto investigado: Takeru Takaishi
Edad: 16 años.
Ocupación: Estudiante de onceavo grado.
Relación con la víctima: Mejor amigo.
Nivel de peligro: Alto.
Locación actual: Departamento Takaishi.
Hora aproximada: 19.00 horas
Yamato tocó el timbre y se llevó las manos a los bolsillos por mera costumbre. Golpeó el suelo con uno de sus zapatos una, dos y hasta cinco veces, pero nadie acudió a abrir. Tiempo más que suficiente, ¿no?
—Parece que no hay nadie en casa. Qué lastima. Volveremos mañana —farfulló apresuradamente.
Taichi logró atajarlo a tiempo, poniendo una mano sobre su hombro derecho.
—No tan rápido, Matty. Pensé que eras más perseverante. Toca otra vez.
Mordiéndose la lengua, el rubio regresó sobre sus pasos y presionó el timbre de nuevo. En su fuero interno rogaba por que no abriera su madre, aunque todavía era temprano para que estuviera en casa. No podía tener tan mala suerte.
Justo cuando vio de soslayo que Taichi fruncía el ceño y llegó a abrigar la esperanza de que al menos por esta vez lo dejaría estar, la puerta se abrió ante ellos revelando la figura de un despeinado Takeru Takaishi que se frotaba un ojo como si acabara de despertar o...
—¡Lo sabía! —gritó Taichi, atando cabos casi al mismo tiempo que Yamato, quien aunque sabía que Hikari no estaría adentro, esperaba seriamente no haber interrumpido a su hermano en plena faena. Estaba seguro de aquella situación clasificaba al menos entre las cinco más vergonzosas de la historia.
Por desgracia su mejor amigo no pensaba igual, pues sin temor a lo que pudiera encontrar, empujó a Takeru y se abrió paso en el departamento como un energúmeno gritando palabras ininteligibles.
El dueño de casa solo pudo observar a su hermano mayor con extrañeza, intentando preguntarle con la mirada qué ocurría con el otro, pero Yamato se limitó a encogerse de hombros como si no pudiera o simplemente no quisiera gastar saliva en explicarlo; probablemente fuera lo último.
Luego de que Taichi revisara la habitación de Takeru y todo el departamento dos veces, llegando a abrir el basurero que claramente era demasiado pequeño para que alguien pudiera caber en él, Yamato lo obligó a tomar asiento en el sofá.
—Cálmate de una vez, ¿quieres?
—No hasta que tu hermano me diga dónde tiene escondida a mi hermana —replicó tozudamente.
—¿Estás buscando a Hikari? ¿Por qué iba estar aquí? —preguntó Takeru sin comprender nada—. ¿Estamos jugando a las escondidas o algo? —Aquella última pregunta iba con un ligero toque irónico con el que el chico generalmente se burlaba de sus amigos.
—Hablo en serio, Takaishi. ¡¿Dónde está?!
Yamato suspiró y se dejó caer junto a su hermano en el sillón que estaba frente al de Taichi.
—¿Dónde va estar? —replicó a continuación—. Es obvio que no está aquí, idiota. Estás acusando injustamente a Takeru.
—Obviamente hay algo de lo que no me estoy enterando —murmuró el aludido alternando la mirada entre ambos y reparando recién entonces en un curioso detalle—. Lindo sombrero, Taichi-san.
—Adularme no servirá de nada. Estamos aquí para hacerte algunas preguntas.
—Supongo que no será alguna tarea de la universidad, ¿verdad? —La burla se atisbaba en las comisuras de sus labios, que se alzaban en una pequeña sonrisa.
—¿Cuál es tu relación con Hikari? —preguntó Taichi, ignorando su broma al tiempo que se inclinaba hacia adelante y lo miraba con seriedad; sus dedos entrelazados bajo su mentón.
El rubio menor enarcó una ceja de una forma graciosamente similar a Yamato. Tal gesto no se le veía a menudo. Todos sabían que él era más de sonrisas. A veces burlonas y otras sinceras, pero sonrisas al fin y al cabo.
—¿Es en serio? Somos amigos desde hace años, no es como si no lo supieras.
—¿Qué tipo de sentimientos tienes por ella?
El interrogado carraspeó, comenzando a sentirse un poco incómodo.
—¿Amistosos? —dijo más a modo de sugerencia que respuesta—. ¿De qué se trata todo esto? Oh, no. Espera. Ya lo sé. No se lo has dicho, ¿verdad? —preguntó lo último en un susurro apenas audible que iba dirigido a su hermano.
Yamato negó una sola vez con la cabeza en un movimiento mecánico. Sus labios apretados en torno a las palabras que no podía pronunciar.
—¿Decirme qué? —preguntó Taichi.
—¿Qué cosa? —Takeru se hizo el desentendido. Era particularmente bueno en ello.
—Lo que acabas de decir.
—Yo no dije nada.
—Claro que lo hiciste.
—Absolutamente no. Mis labios están sellados, ¿do ves? —preguntó intentando hablar con la boca cerrada.
—Suficiente —alegó el castaño—. Me dirás exactamente dónde estabas ayer a eso de las seis de la tarde.
—Me quedé practicando tiros después del entrenamiento.
—¿Alguien puede corroborarlo?
Takeru sonrió. Aquello comenzaba a parecerle verdaderamente gracioso.
—¿El conserje?
—¿Y puedes explicar por qué pareciera que acabaras de...?
—¿Salir de la cama? —sugirió Takeru, inclinando la cabeza hacia un lado. Si realmente no sabía lo que Taichi había estado a punto de decir o se estaba haciendo el tonto, nadie podía saberlo. Generalmente era difícil leerlo—. Porque es lo que estaba haciendo antes de que llegaran: Dormir. Ya sabes, debo comer y dormir mucho considerando que estoy en etapa de crecimiento.
Taichi y Yamato rodaron los ojos. En ocasiones era imposible sostener una conversación seria con el menor.
—Muy bien. Entonces nos vamos —dijo el castaño, agachándose para recoger su mochila y luego dirigirse a la puerta.
Takeru los acompañó y la abrió para ellos.
—Buen trabajo, detectives. Espero que encuentren al responsable. ¿Taichi-san?
El aludido se detuvo en mitad del pasillo y se volvió a mirarlo por encima del hombro.
—¿Ha oído alguna vez que a veces para descubrir la verdad no hay que mirar tan lejos?
Taichi frunció el ceño. Parecía no estar seguro de si hablaba en serio o solo le tomaba el pelo otra vez.
Yamato, en cambio, apretó los puños y le dirigió una mirada que podría haber derretido al Polo Norte, pero que en Takeru solo ocasionó que riera como si alguien le hubiera hecho cosquillas.
—Solo quería ayudar. Hasta pronto. —Agitó la mano y cerró la puerta.
En el interior, soltó un suspiro todavía con una sonrisa en el rostro, como si ésta estuviera adherida a sus labios.
Solo esperaba que aquello no terminara demasiado mal para su hermano, aunque un poco de acción tampoco vendría mal. No sería la primera vez que esos dos se agarraban a puñetazos. Lo único que lamentaba era no estar allí para verlo.
Al volver a su cuarto se arrojó de cualquier forma sobre la cama. A los pocos minutos ya estaba durmiendo de nuevo, sin sospechar que su armario había sido asaltado por cierto castaño.
-.-
Yamato fingió un bostezo demasiado largo mientras se dirigían a los ascensores.
—Bien, yo creo que es suficiente por hoy, ¿no es así?
—Por supuesto que no. Todavía nos queda una parada más.
—Pero es tarde y...
—Vamos, queda cerca y luego podrás irte a dormir como tu hermano, lo prometo.
El rubio no se fiaba de las promesas de Taichi, pero tampoco le quedaba de otra.
—Ya, ¿cuál es el próximo en la lista? —En aquel momento reparó en que por haberse quedado mirando el nombre de su hermano ni siquiera leyó los de los otros pobres desgraciados. De haberlo hecho quizá hubiera puesto más empeño en resistirse.
—Daisuke. —Soltó Taichi a la rápida, saliendo a toda prisa del ascensor cuando éste se detuvo en el primer piso, incluso antes de que las puertas se abrieran por completo.
Tal vez no era un buen detective, pero vaya ninja.
—¡¿Con la loca de Jun?! —El grito a sus espaldas no se hizo esperar. Yamato pocas veces perdía los nervios—. ¡Detente ahí, Yagami!
El castaño no hizo caso, pero el otro no tardó en alcanzarle y caminaron juntos fuera del edificio.
—¿Estás demente? No voy a presentarme a esta hora en su casa solo para que se me lance encima o algo. Además, no creo que a los padres de Daisuke les parezca bien que su hijo reciba visitas tan tarde.
—¡Vamos, Matty! Lo de Jun fue hace tiempo. Yo creo que ella ya te debe haber superado, ¿no?
—Pues no me consta.
—Y sobre Dai. Tenemos suerte. Según supe sus padres están de viaje, lo que quiere decir que está solo en el departamento con su hermana.
—Mayor razón para no ir. Eso es como nadar directo a la boca de un tiburón.
Sin decir nada, Taichi puso cara de perrito abandonado. Pocas veces le resultaba con el rubio, pero si no funcionaba tenía una lista de tácticas lista para ser puestas en práctica.
—No, no y no. No hay manera en el mundo de que puedas convencerme de ir ahí.
Diez minutos más tarde el timbre sonó en la residencia Motomiya, donde una frenética Jun oía música a todo dar y la subía cada vez que uno de los gritos de su hermano, reclamando que la bajara desde la habitación contigua, se llegaba a escuchar por sobre la canción de... sí, adivinaron, Knife of day.
Por eso cuando le pareció oír que alguien llamaba a la puerta, el timbre en realidad había sonado ya más de cinco veces. Abrió justo cuando quienes aguardaban del otro lado se disponían a llamar otra vez.
Pero ni en sus más fantasiosos sueños hubiera esperado encontrarse con lo que se encontró. Dos sujetos vestidos con abrigos largos, sombreros, lentes redondos y… ¿eran eso un par de bigotes falsos?
Sin poder contenerse, estalló en carcajadas.
Tercer sujeto investigado: Daisuke Motomiya
Edad: 16 años.
Ocupación: Estudiante de onceavo grado.
Relación con la víctima: Amigo, ex-pretendiente, acosador.
Nivel de peligro: Alto.
Locación actual: Departamento Motomiya.
Hora aproximada: 20.00 horas.
—¿Qué hacen vestidos así? —preguntó llevándose una mano al estómago que comenzaba a dolerle de tanto reír.
—No sé de qué habla, señorita —dijo uno de ellos, el castaño, con un extraño acento que parecía una mezcla de ruso con… vaya a saber uno qué otro idioma—. Estamos aquí para investigar un delito.
—Déjense de tonterías. Taichi-san, Yamato-san —respondió Jun, dirigiendo a cada uno una significativa mirada.
El rubio suspiró, causando que el estúpido y falso mostacho negro que Taichi le hubo obligado a ponerse, el mismo que desentonaba con los mechones rubios que se escapan de su, también estúpido, sombrero, se soltara de un lado.
Cabreado, lo jaló para quitárselo cual maleante que decide revelar su identidad a la víctima.
—Rayos, nos descubrió —reclamó el castaño.
—¡Claro que nos descubrió! Te dije que esto era un terrible plan.
A todo esto, Daisuke, atraído por la escandalosa risa de su hermana, apareció en el umbral en ese momento.
—¿Qué es este escándalo? Deberías hacer caso a mamá y aprender a reírte como una dama, Jun. No puedo creer… —De repente, al vislumbrar a dos de sus senpais bajo el dintel de la puerta, vestidos de la manera más ridícula que hasta su exacerbada imaginación hubiera sido incapaz de recrear, se quedó de piedra en el lugar—. ¿Ta-Taichi-senpai? ¿Yamato-senpai? —preguntó queriendo asegurarse, aun cuando sus identidades eran bastante evidentes debajo de aquellas gafas ridículas que, no pudo evitar pensar, le hacían la competencia a las de Miyako.
—Ya qué. Supongo que no podemos seguir mintiendo —se rindió Taichi, llevándose una mano a los labios para jalar el bigote falso que, sorpresivamente, no cedió—. ¿Qué demonios? —Volvió a intentar, pero el resultado fue el mismo—. ¡Auch!
Aquello fue demasiado para el pobre Daisuke, que ya suficiente había hecho por intentar contener la risa para no herir el ego de su ídolo.
—No…pue-do…creerlo. Quédense un momento ahí. ¡Necesito tomar una foto de esto! —gritó corriendo de vuelta a su habitación en busca de su celular.
Y así el irrisorio momento quedó guardado para la posteridad.
Quince minutos después, para cuando finalmente Jun y Daisuke lograron controlar su risa y la última carcajada se hubo extinguido en el silencio del departamento, invitaron a pasar al par de detectives.
—No lo entiendo. ¿Qué hacen vestidos así? ¿Asaltaron el armario de Takeru o algo?
Yamato dirigió una amenazante mirada a Taichi que este último, como pocas veces en su vida, captó a la perfección. En el rostro del rubio estaban impresas cada una de las palabras que no dijo.
—Casi.
Luego de que le rubio se hubiera negado tajantemente a ir a casa de los Motomiya, Taichi abandonó su expresión de perrito y procedió a usar la siguiente táctica.
—Si es Jun lo que te preocupa, tengo el plan perfecto para que no nos reconozca. Ni siquiera sabrá que fuimos nosotros lo que estuvimos ahí —dijo con aire misterioso, al tiempo que se agachaba paa extraer unas cuantas cosas de su mochila.
«Sí, ¿cómo no?», pensó Yamato en ese momento. Volvió a preguntarse cómo pudo acceder a ser partícipe de esa locura.
A su lado, Taichi se frotaba debajo de la nariz ya que solo había conseguido arrancar un lado del bigote, dejando aquella zona de su piel sensible y enrojecida por la fuerza que tuvo que usar. Aquel detalle claramente no ayudaba a que los dueños de casa no soltaran risitas disimuladas cada tanto.
—Bueno, ¿qué se les ofrece? —preguntó Jun, sus ojos brillando en espera de un jugoso rumor que poder contar a sus amigas.
—En realidad vinimos a ver a Dai —le aclaró Taichi.
—Ya, eso ya me lo imaginaba. ¿Pero por qué van disfrazados así?
—Esa es una larga historia que no tenemos tiempo de contar. Ahora, si nos disculpas...
Los ojos de Jun casi se salieron de sus cuencas producto de la indignación.
—¡¿Me están echando?! ¡Les recuerdo que esta es mi casa también!
—Ya oíste Jun —replicó Daisuke con aburrimiento—. Déjame a solas con los detectives, ¿quieres? Si alguien ha cometido un delito, es mi deber ayudar a que se atrape al culpable.
La mayor se levantó de golpe del sofá, causando que Taichi y Yamato se sobresaltaran —quizá al pensar que los golpearía o, en el peor de los casos, les saltaría encima con fines dudosos—, y se fue pisando fuerte por el pasillo.
—¡Que sepas que nuestros padres se enterarán de esto! —Fue lo último que escucharon de ella antes del portazo que dio.
—Ahora en serio, ¿por qué van vestidos así? —preguntó Daiksuke con tono confidencial—. ¿Se supone que son Sherlock Holmes y el doctor Watson?
—No, no, aunque si lo fuéramos, que quede claro que yo sería Holmes —aclaró Taichi; su ego todavía herido por el comentario de Daichi acerca de Batman y Robin.
Daisuke solo los miró de hito en hito sin comprender. Su senpai carraspeó.
—Entonces, ¿quieres decir algo antes de que comencemos? ¿Algo que confesar?
—¿Qué? ¿Antes de que comencemos qué exactamente? —preguntó perdido.
—Tu interrogatorio —dijo Taichi, sacando una libreta de algún lado de su destartalada mochila—. Entonces, ¿cuál era su nombre?
Yamato suspiró y dejó caer su cabeza sobre el respaldo del sofá.
«Aquí vamos de nuevo», pensó.
El interrogatorio, por fortuna, fue breve. Yamato logró convencer a Taichi de que Hikari realmente nunca había correspondido a Daisuke, ganándose una resentida mirada del menor que poco le importó, y ambos salieron de allí antes de que el seudo Sherlock se lanzara sobre su sospechoso para obligarle a confesar un delito que, todos sabemos, no había cometido.
Notas finales:
[*] Tsukishima Sogo High: Nombre de la secundaria/preparatoria a la que asisten los personajes en Digimon Adventure Tri y en la que, por ende, deberían seguir Takeru, Daisuke y Daichi en esta historia que tienen solo 16 años los primeros y 17 el último. Información que obtuve gracias a Riens (Scripturiens en fanfiction).
Como tal vez lo intuyan, éste no es el final. La historia se me alargó más de lo que esperé así que decidí partirla por la mitad. Tengo la otra parte escrita, por lo que la subiré en cuanto pueda revisarla y ajustar unos detalles.
No hice referencias esta vez porque me parece que tanto "Sherlock Holmes y Watson" como "Batman y Robin" son personajes conocidos, pero cualquier cosa pueden preguntar.
Gracias por leer :)
