- ¡Hey Bobby! – saludó alegremente Sam mientras se acercaba a toda prisa.

- ¡Hey Sam! – el hombre mayor devolvió el saludo con el mismo entusiasmo- me alegra verte ¡mira Cuánto has crecido, chico!

- Hola Sammy, ¿me recuerdas?

Fue entonces cuando Sam notó la presencia del chico que acompañaba a Bobby Singer, un joven atractivo de unos 16 años al igual que él, un poco más bajo, rubio, ojos verdes y un rostro que se le hacía bastante familiar.

- ¿Dean? ¿eres tú? ¡por dios, pero sí ya hablas!

- Créeme, era mejor cuando no hablaba – dijo Bobby en forma de broma, revolviendo el cabello de su hijo – ahora nunca se calla.

Sam recordó varios años atrás cuando su padre salía de caza. Solía dejarlo en casa de Bobby Singer, su mejor amigo y compañero. Recordaba que allí, sentado en el jardín, siempre había un niño rubio de su edad, que por más que intentase entablar una conversación con él, el niño jamás respondía, no decía una palabra, ni siquiera levantaba la mirada para observarlo, era como un maniquí, con la mirada fija en el horizonte, lo único que le hacía parecer humano era su constante parpadeo y el movimiento de su pecho al respirar, nada más.

-"lo siento hijo, Dean ha sufrido bastante, hace un par de años que ha dejado de hablar, será mejor que busques algo más para divertirte" – le había dicho Bobby la primera vez que Sam había intentado convencer a Dean de que jugaran juntos. Nunca había hecho una sola pregunta al respecto, de todos modos sabía que Bobby no respondería a ninguna, al menos no con la verdad.

Era sorprendente ver como habían cambiado las cosas en tan solo seis años, ahora Dean parecía haberse convertido en un joven bastante simpático y extrovertido, y ahora estaba allí, dispuesto a entrar en la escuela de cazadores, dispuesto a enfrentarse a cosas que la mayoría de los adolescentes temerían.

- He escuchado de tu padre que eres un excelente aprendiz de cazador y un genio en los estudios corrientes – comenzó Bobby, sacando a Sam de sus pensamientos.

- Creo que exagera, pero sí, se me dan bien los estudios.

- Entonces supongo que Dean quedará en buenas manos. Hemos hecho arreglos para que ambos compartan habitación, así será más fácil para ti enseñarle y cuidarle.

- Será un placer.

- Oh no lo creo, este chico es más tonto que un asno, necesitarás mucha paciencia, créeme.

- ¡Hey Bobby! Aún sigo aquí – protestó Dean.

- No te preocupes, Bobby, daremos nuestro mejor esfuerzo, ¿verdad Dean?

- Así es, seré un genio y el mejor cazador para la próxima vez que regreses

- Sólo no te metas en problemas ¿quieres?

- Lo prometo – respondió Dean levantando su mano derecha a la altura del pecho

Bobby le miró con suspicacia antes de soltar un largo y resignado suspiro.

- Volveré pronto. Y Sam cuida de Dean ¿de acuerdo?

- No te preocupes Bobby, cuidaré bien de Dean.

Y así Bobby se alejó dejando a ambos chicos en la entrada del enorme colegio, con las maletas en las manos. Sam se dispuso entonces a llevar las maletas de Dean al interior, mas este se hizo con las dos maletas antes de que Sam pudiese tomar alguna.

- No soy una chica, Sam, puedo cuidar de mí mismo – dijo Dean una vez que Bobby se había alejado lo suficiente – y puedo cargar mis propias maletas.

- Vale, de acuerdo – respondió el más alto levantando ambas manos en señal de rendición.

Una vez dentro, Dean dejó sus maletas en el suelo y se deshizo de su chaqueta, observando la habitación con una expresión indescifrable.

- … tu cama es la de la derecha y el baño es la puerta del fondo, si necesitas algo más…

- Esto es aburrido, ¿dónde están los posters y la televisión?

- Lo siento, Dean, pero esto no es un Hotel.

- Pero tampoco es una prisión.

Decidiendo que era mejor ignorarlo, Sam tomó asiento en su escritorio y encendió su portátil buscando entretenerse en algo mientras que Dean desempacaba.

- Hey pequeñín, te agradecería si me ayudaras a desempacar.

Sam suspiró, Bobby tenía razón, era más agradable cuando no hablaba.

- Y dime, Sam… ¿Cómo está tu padre?

- Bien. Supongo. Siempre está de caza así que no sé mucho de él últimamente - respondió distraídamente mientras sacaba una a una las prendas de las maletas y las doblaba cuidadosamente – no sabía que lo conocías, quiero decir, cuando él me llevaba a casa de Bobby tu siempre parecías…eh… ausente.

- ¿bromeas? ¡John Winchester es mi puto héroe! De niño siempre quise ser como él, tu padre es genial, Sam.

- Oh vaya – dijo sintiéndose de repente incómodo – no tenía idea.

- El me salvó la vida cuando era niño, desde entonces lo he admirado, a él y a Bobby por supuesto.

- Dean, ¿puedo hacerte una pregunta?

- Ya la has hecho – sonrió

Sam quería preguntarle acerca de cómo su padre le habría salvado la vida, mas al recordar al niño mudo y asustado sentado inmóvil en el jardín decidió que sería inadecuado o quizá demasiado pronto.

- ¿por qué llamas Bobby a tu padre? – fue lo que salió en realidad de sus labios

- …

Por un momento Sam pensó que Dean se había molestado, pero luego sonrió antes de decir:

- Porque Bobby no es mi verdadero padre, aun así es como si lo fuese, es un gran tipo, creo que eso ya lo sabes ¿no?

- Eeh… sí, es genial… y Dean ¿por qué….

- ¡Vaya hace calor aquí! – interrumpió Dean al ver llegar un interrogatorio por parte de Sam – debería tomar un poco de aire fresco, seguro que en este lugar habrá por lo menos un par de chicas lindas, además tengo algo de hambre, iré a buscar algo de comer.

- Te mostraré la cafetería…

- ¡no! – interrumpió de nuevo – está bien, puedo ir yo solo, no creo que me pierda, así que no te preocupes, no tardaré mucho.

- Está bien. Llámame si te pierdes

- Cuenta con ello.

Luego de dar un largo recorrido por toda la escuela dio por fin con la cafetería, en parte lo había dicho para escapar de las preguntas de Sam, pero por otro lado en realidad se sentía hambriento.

El lugar daba la impresión de ser bastante amplio, aunque quizá se debía al hecho de que se hallaba completamente vacío, sólo se hallaba en la esquina más una chica rubia bastante bonita, con su cabello recogido y sus ropas sucias revelando que había estado entrenando.

- Hola preciosa – saludó Dean

- Disculpa ¿te conozco?

- No lo creo, soy Dean y soy nuevo en esta escuela, de hecho acabo de llegar.

- Ya veo, soy Jessica, es un placer.

- El placer es todo mío, créeme. – respondió con una mirada lasciva que hacía a la chica sentirse incómoda

- Y dime, Dean ¿qué te trae por aquí? Quiero decir, la caza no es algo a lo que los chicos normalmente les gustaría dedicarse, si es que saben que existe. -

- Bueno… ya sabes… quiero ayudar, salvar personas y todo eso, ser un héroe, suena fabuloso ¿no?

- Si tú lo dices…

- ¿Y qué hay de ti, Jess? No es muy común ver a una chica tan bonita entrenando para convertirse en cazadora.

- Es el negocio familiar – respondió con una sonrisa.

- Ya veo, así que tus padres también son cazadores, debe ser fabuloso cazar todos juntos.

- No en realidad, no me gusta mucho esta vida, planeo dejarla una vez que termine mis estudios, hasta entonces seguiré complaciendo a mis padres.

- Así que supongo que no tendrás tiempo para salir… tal vez a comer algo… conmigo…

- Llegas tarde – respondió una voz bastante familiar tras su espalda – ya está comprometida.

- ¡Sam! – la chica de pronto saltó de su asiento en la cafetería a los labios de Sam.

- Hola Jess, veo que ya conociste a Dean.

- ¿es tu novia? Justo cuando pensaba que tu vida no podía ser más perfecta – dijo Dean sintiéndose decepcionado al ver fracasar su primero intento de flirteo.

- No sabía que se conocían… no me digas que es ese chico mudo del que me hablaste.

- Oh que tierno, ¿le hablaste de mí, Sammy? – bromeó

- Algo así, y es Sam – corrigió.

- En ese caso tal vez podamos comer algo los tres juntos o ¿Qué tal si le mostramos la escuela a Dean?

- Suena bien.

Y así fue, recorrió nuevamente la escuela esta vez en compañía de Sam y Jess. Se dio cuenta de que Sam era bastante popular, por donde quiera que caminaran miles de personas lo saludaban de manera bastante familiar y las chicas murmuraban y suspiraban al verlo pasar, pero ¿qué más podía esperar de un chico alto, atractivo, bueno en los deportes, los estudios y la caza? Y encima tenía una novia preciosa un millón de amigos, un padre fabuloso y un carisma impresionante, era tan perfecto que a Dean se le antojaba fastidioso.

Además, Sam parecía tratarlo con tanta familiaridad como si estuviesen unidos por su infancia, como si fuesen amigos desde hacía mucho tiempo, pero la verdad era que Dean apenas podía recordar a Sam como aquel pequeño ruidoso que siempre quería jugar y no le dejaba en paz cuando lo único que quería era estar solo.

Sam terminó por presentarles a sus mil y un amigos cuyos nombres había olvidado nuevamente para el final del día, sin embargo todos ellos eran más agradables de lo que Dean había esperado, en especial las amigas de Jessica.

Al llegar la noche, a la hora que ya no les era permitido merodear por los pasillos, Sam y Dean regresaron a su habitación, donde ya todo se hallaba completamente ordenado.

- ¿Qué pasó aquí? - preguntó Dean al no hallar ni sus maletas ni su ropa esparcidas por toda la cama – no nos habremos equivocado de habitación ¿o sí?

- Por supuesto que no – respondió Sam entre risas – desempaqué tus cosas y las organicé dentro en el armario mientras coqueteabas con mi novia en la cafetería.

- No tenías que hacerlo – dijo Dean con una evidente falsa simpatía

- Oye solo quería ayudar, un "gracias" me vendría bien.

- Está bien, vale – suspiró molesto – gracias

- Dean, ¿se puede saber cuál es tu problema?

- ¿de qué hablas, enanín? Yo no tengo ningún problema.

- Me pones apodos raros y no dejas de comportarte como si estuvieses molesto conmigo todo el tiempo, cuando lo único que he hecho es intentar ser amable contigo.

- Lo siento, don perfecto, yo soy así, te guste o no.

Sam intentó respirar profundo y contar hasta diez para evitar partirle la cara a su pequeño, malhumorado y engreído compañero.

- Escucha, Dean – Sam se acercó al rubio intentando intimidarlo con su tamaño, sin éxito – si vamos a compartir habitación será mejor que te comportes ¿me escuchaste?

- No eres mi padre y no me asustas.

- Mira, no pretendo asustarte – suspiró resignado - solo quiero que lleguemos a un acuerdo para evitar problemas, es evidente que no nos agradamos el uno al otro y lo único que pretendo es evitar convertir nuestra estadía aquí en una pesadilla.

- Está bien, primer acuerdo: no vuelvas a tocar mis cosas en mi ausencia.

- De acuerdo, yo por mi parte espero que hagas lo mismo con mis cosas, mantengas limpia la habitación y compartas el agua caliente.

- Hecho.

Cansados de discutir y a causa de la mudanza, ambos se fueron a la cama en total silencio. Sin embargo Dean no podía dormir, nuevamente sentía hambre y no podía salir por un bocadillo ya que no les estaba permitido salir de sus habitaciones después de las 9:30 pm. Y el constante sonido de Dean revolviéndose entre las sabanas impedía a Sam conciliar el sueño.

- ¿podrías quedarte quieto? ¿Por favor? – preguntó Sam al fin intentando sonar amable

- No puedo, tengo hambre.

Maldiciendo entre dientes, Sam se levantó de su cama, desapareció unos segundos apareciendo con una bolsa llena de golosinas.

- Toma – dijo lanzándosela a Dean, quien la atrapó con una sonrisa.

- Gracias, hombre, de pronto comienzas a agradarme.

Si Sam hubiese sabido desde un principio que solo necesitaba golosinas para mantener a Dean bajo control lo habría intentado mucho antes, de cierta forma Dean le recordaba a un rebelde niño pequeño.

- No entiendo cómo puedes comer de esa manera y seguir estando tan delgado.

- Considéralo un don – respondió Dean con la boca llena – puedo comer las hamburguesas que quiera sin subir nunca de peso.

Sam sonrió viendo como Dean devoraba la bolsa completa a una velocidad increíble, le costaba creer que ese era el mismo Dean que había conocido hace unos años.

- Dean ¿desde cuándo comenzaste a hablar? – la pregunta se escapó de sus labios sin pensarlo.

- Desde que dejé de soportar a la gente

Y allí estaba de nuevo, el Dean hostil y malhumorado, estaba claro que al chico le molestaba que le hicieran preguntas, sin embargo no había necesidad de ser tan antipático. Frunciendo el ceño, Dean dejó de lado la bolsa vacía de golosinas antes de volver a la cama.

- Oye Dean ¿por qué estás aquí? ¿a quién perdiste para decidir volverte cazador? – aun sabiendo que le molestaba, Sam no podía evitar querer saber más acerca de su compañero.

- Mira Sam, en verdad agradezco las golosinas pero eso no te da derecho….

- Está bien, está bien – interrumpió antes de que Dean comenzara a insultarlo – no tienes que responder, solo me gustaría poder conocerte mejor, poder comprenderte, eso es todo.

- …..

- Son pocas las personas que eligen esta vida por voluntad propia – continuó Sam – la mayoría están aquí porque ya estaban dentro y ahora no pueden salir. Una vez que te conviertes en cazador, ya no puedes dejarlo, es algo que siempre me ha dicho mi padre. Sé que piensas que tengo una vida perfecta, pero no es así, yo no elegí esta vida ¿sabes por qué estoy aquí?... mi madre murió en frente de mi cuna cuando era apenas un bebé, La asesinó un demonio, desde entonces mi padre se ha obsesionado con la caza y teme que aquel demonio o cualquier otra criatura venga por mí, por eso me obliga a convertirme en cazador. Pero ¿sabes? Una vez que termine mis estudios escaparé con Jess, iremos juntos a la universidad, tendremos trabajos normales y una vida normal.

Dean permaneció en silencio, Sam ni siquiera sabía si había estado escuchando o si se había quedado dormido, hasta que el chico de pronto se sentó sobre la cama con las piernas cruzadas, mirando en su dirección.

- Antes de conocer a Bobby, vivía con mis padres y dos hermanos mayores al otro lado del país – comenzó Dean con vos sombría - ¿quieres saber que les pasó?... una noche, cuando tenía ocho años un hombre lobo entró por la ventana y devoró a mis padres y a mis hermanos quienes sólo intentaban protegerme, ellos me ocultaron dentro del armario, aun así pude ver cómo les arrancaba el corazón uno por uno. Yo hubiese sido el siguiente si tu padre y Bobby no hubiesen entrado en ese instante y hubiesen matado a esa bestia. Fue tan grande el shock que a partir de ese día dejé de hablar.

Sam podía ver los ojos verdes de Dean brillar a pesar de la oscuridad.

- Lo siento – fue lo único que pudo decir.

- Como no tenía ningún otro familiar – continuó Dean – Bobby y su esposa Karen decidieron adoptarme, ambos fueron más que una familia para mí, pero como si el destino se empeñara en impedir que fuese feliz, un día Karen fue poseída por un demonio e intentó matarme, y Bobby, no tuvo más opción que matarla al instante. ¿Sabes? Eso es algo que nunca he podido comprender, si Bobby me hubiese dejado morir ese día, quizás hubiera encontrado la forma de exorcizar a su esposa y salvarla, pero decidió salvarme a mí. Siempre esperé que me odiara y me culpara por ello, pero nunca lo hizo. ¿sabes cuándo comencé a hablar de nuevo?... cuando me di cuenta de que tenía que dejar de ser un cobarde, tenía que dejar de esconderme y esperar a que los demás me protegieran, tenía ahora que proteger a Bobby y para ello tenía que convertirme en cazador. Estoy cansado de ver a los que me importan morir, estoy cansado de ser débil. Por eso estoy aquí.

- Dean yo….

- No tienes que decir nada, Sam – su voz de pronto se quebró – solo duerme y déjame en paz.

Sam sentía la necesidad de decir algo más pero al escuchar los sollozos de Dean, ahogados por la almohada, esforzándose por ocultarlos, decidió entonces fingir que dormía, sintiéndose terriblemente mal por haberle hecho recordar aquellos terribles momentos.