Tarareando incoherente canción, Rango apenas levantó la vista cansada que poseía de la mesa para alcanzar de nuevo la botella de licor. Resbalando esta de entre sus dedos torpes una vez conseguida, para romperse en mil pedazos junto a las últimas gotas de aquel jugo mágico que, por días, había estado alimentándolo de alegría faltante.
-¡Maldita sea~!-profirió, completamente ebrio y desdichado, aun sacando el arma de forma magistral a como solía ser, disparando al instante balas perdidas que acabaron en todos lados menos donde este quería que se posaran; quedando absente de ellas que lo pudieran defender (a él y al que consideraba su pueblo) de un peligro inminente.
Entonces gruñó, agotado por el simple hecho de permanecer de pie en la oficina vacía, lanzándose—prácticamente—al asiento que noche tras noche le había estado soportando; rompiéndose a los segundos de relajarse en él para mala suerte del individuo. Ahora tendido en el suelo y gimiendo dolor que no sentía en realidad…
"Dicen que la temeridad cambia de nombre cuando esta se logra obtener con éxito… Entonces, ¿qué hago yo aquí… así?"
-Por favor, pero que patético eres.
La voz cruel—aun aguda—pero indiferente de Priscilla era reconocible hasta en el lugar más recóndito de la tierra.
Rango alzó el vuelo lentamente, apoyándose en los codos para visionar a la menor—como muerta en vida—observarle desdeñosa junto aquellos ojos amarillos: grandes y luminosos como el Sol; cruzando el umbral entre la oscuridad del interior y la luz exterior de un brinco, haciendo actitud de la niña que era (al menos, en un pequeño detalle).
-¿Qué quieres-hipó de repente, interrumpiendo su propia frase-, niña~? No estoy de humor…
-Eres un mal borracho.
-¡Oooh~!-aplaudía desde su lugar, resultando burlón o, al menos, intentando serlo para marchar a la joven tajante de allí; su refugio…-¡Chica lista! ¿¡Alguna noticia más, ma'am!?
-Sí-dictó, volteándose apenas unos centímetros, provocando el vuelo cálido de su falda negruzca-. ¿Quieres que coloque el cartel de siempre para que te escuche?
Al principio, Rango quiso guardar silencio. El motivo era sencillo: deseaba no darse por vencido—como siempre—ante la pequeña de trenzas; inclusive en aquella situación en la que, claramente, necesitaba el apoyo de alguien…
Pero era Priscilla.
Y, desgraciadamente, ella era su "escucha-problemas".
"Dicen que no todas las princesas llevan corona…"
-Sí-dijo, inmóvil.
La pequeña no dudó en obedecer, extrayendo veloz el letrero (era más que claro: NO MOLESTES: SHERIFF BORRACHO) de su vestimenta (muchos se preguntaban que, siendo tan grueso, como podía llevarlo tranquilamente allí), instalándolo en el pomo externo (Rango mismo hizo colocar uno interno para no quedarse encerrado y mantener una estable intimidad) para obtener la intimidad que necesitaba el sheriff.
Priscilla había ido expresamente para desahogarse. De hecho, siempre iba para desahogarse—seis hermanos, una casa, padres a los que apenas ves…—. Pero parecía ser que el camaleón favorito de todos, era quién más dilema tenía tras regresar del flamante desierto donde el agua escasea, el sol quema, y los compañeros desaparecen…
-¿Qué ha pasado?
Rango borboteó.
-De todo, niña… De todo...
La mus quedó frente a él, de pie, esperando obtener algo más que lágrimas y sollozos de su parte.
"Las princesas deben tener héroes a los que admirar… No me jodas tú también"
